Esto es saber ganar. |
Una de las pocas cosas seguras del encuentro deportivo es
que, al final, habrá victoria y habrá derrota, ambas caras de la misma moneda
son imprescindibles, inevitables cuando se habla de deporte. Y más en el ámbito
de unos Juegos Olímpicos, donde sólo hay tres puestos en el podio.
El asunto es cómo se gana y cómo se pierde. La victoria pone
más fácil la postura elegante y deportiva y suele desembocar en una actitud de
sincera camaradería. Sin embargo, también hay triunfadores que se muestran
soberbios y despectivos con el derrotado, con posturas y gestos desafiantes e
incluso con fanfarronadas del tipo “tú te lo has buscado”. Afortunadamente, en
el ámbito olímpico la actitud que más abunda es la del vencedor que acude a
consolar al perdedor, mostrando gran empatía e incluso transmitiendo un
emocionante sentimiento casi fraternal.
Esto es no saber perder |
Más difícil es conducirse deportivamente cuando llega el
fracaso. Así, hay deportistas que, cuando se produce o cuando está a punto de
producirse la derrota, no son capaces de sujetar la frustración y se dejan
llevar por la rabia; por eso, en algunas ocasiones, el competidor, con su
corazón a 180 pulsaciones por minuto y con los niveles de adrenalina
disparados, no son capaces de sujetar sus emociones y dejan paso a la furia,
culpando a todos (los árbitros, los contrarios) y protagonizando acciones
violentas por las que, generalmente, luego piden disculpas; sin embargo, la indeseable
imagen quedará para siempre en la memoria colectiva, de modo que aquello tan feo
que se hizo volverá una y otra vez. Hay otros derrotados, sin embargo, que
adoptan actitud de resignación, quedándose abatidos en el suelo mascando en
solitario sus lágrimas de impotencia y, a veces, incredulidad; casi como
dudando de que aquello haya ocurrido de verdad. Es entonces cuando el
deportista íntegro y leal acude a abrazar al caído, a darle ánimos, a
confortarlo con palabras y actitud amistosa. Y también está el que acepta que,
simplemente, el rival ha sido superior y se limita a felicitarlo sinceramente
y, elegantemente, le desea suerte.
Se puede ganar y se puede perder, eso lo saben todos los que
participan, y por ello han de estar preparados para todo. Se puede ganar y se
puede perder, pero deportiva y humanamente es muy distinto si los protagonistas
saben cómo comportarse ante la victoria y la derrota de si las actitudes de
unos y otros son indeseables. Eso sí, generalmente, el que sabe ganar también
sabe perder, y casi siempre, las maneras del deportista en la pista dicen mucho
de lo que es fuera de ella.
CARLOS DEL RIEGO
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