OPINIÓN

HISTORIA

viernes, 10 de agosto de 2012

LONDRES 2012: LA VICTORIA Y LA DERROTA Al terminar la disputa deportiva habrá ganadores y derrotados, otra cosa es la actitud que unos y otros adopten ante el resultado

Esto es saber ganar.

Una de las pocas cosas seguras del encuentro deportivo es que, al final, habrá victoria y habrá derrota, ambas caras de la misma moneda son imprescindibles, inevitables cuando se habla de deporte. Y más en el ámbito de unos Juegos Olímpicos, donde sólo hay tres puestos en el podio.

El asunto es cómo se gana y cómo se pierde. La victoria pone más fácil la postura elegante y deportiva y suele desembocar en una actitud de sincera camaradería. Sin embargo, también hay triunfadores que se muestran soberbios y despectivos con el derrotado, con posturas y gestos desafiantes e incluso con fanfarronadas del tipo “tú te lo has buscado”. Afortunadamente, en el ámbito olímpico la actitud que más abunda es la del vencedor que acude a consolar al perdedor, mostrando gran empatía e incluso transmitiendo un emocionante sentimiento casi fraternal.
   
Esto es no saber perder
Más difícil es conducirse deportivamente cuando llega el fracaso. Así, hay deportistas que, cuando se produce o cuando está a punto de producirse la derrota, no son capaces de sujetar la frustración y se dejan llevar por la rabia; por eso, en algunas ocasiones, el competidor, con su corazón a 180 pulsaciones por minuto y con los niveles de adrenalina disparados, no son capaces de sujetar sus emociones y dejan paso a la furia, culpando a todos (los árbitros, los contrarios) y protagonizando acciones violentas por las que, generalmente, luego piden disculpas; sin embargo, la indeseable imagen quedará para siempre en la memoria colectiva, de modo que aquello tan feo que se hizo volverá una y otra vez. Hay otros derrotados, sin embargo, que adoptan actitud de resignación, quedándose abatidos en el suelo mascando en solitario sus lágrimas de impotencia y, a veces, incredulidad; casi como dudando de que aquello haya ocurrido de verdad. Es entonces cuando el deportista íntegro y leal acude a abrazar al caído, a darle ánimos, a confortarlo con palabras y actitud amistosa. Y también está el que acepta que, simplemente, el rival ha sido superior y se limita a felicitarlo sinceramente y, elegantemente, le desea suerte.

Se puede ganar y se puede perder, eso lo saben todos los que participan, y por ello han de estar preparados para todo. Se puede ganar y se puede perder, pero deportiva y humanamente es muy distinto si los protagonistas saben cómo comportarse ante la victoria y la derrota de si las actitudes de unos y otros son indeseables. Eso sí, generalmente, el que sabe ganar también sabe perder, y casi siempre, las maneras del deportista en la pista dicen mucho de lo que es fuera de ella.   

CARLOS DEL RIEGO

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