OPINIÓN

HISTORIA

lunes, 13 de agosto de 2012

LA HIPOCRESÍA Y CONTRADICCIÓN DE DEPORTISTAS NACIONALISTAS Algunos fueron a los juegos defendiendo una bandera y un país que no sienten, lo que indica convicciones poco profundas

El jugador de hockey Álex Fábregas demostró, con
 sus declaraciones, que su sentimiento nacionalista
es muy débil y tiene escaso valor, pues lo cambia
a la primera ocasión.
Algunos de los deportistas que tomaron parte en los recién finalizados Juegos de la XXX Olimpiada Londres 2012, lo hicieron bajo una bandera que, según ellos, no los representa; es decir, no se sentían ciudadanos del país al que defendían en las pistas. Y si lo hicieron, si desfilaron bajo esa enseña fue “porque no había más remedio, porque de otro modo jamás hubiéramos participado en unos Juegos Olímpicos, porque no tenía otra opción”. 
En el caso de España algún deportista lo declaró abiertamente (postura que no es nueva y que en ciertos deportes no es extraña), mientras que en otros países, aunque no con declaraciones directas, sí fue manifestado tal sentimiento con posturas, gestos e incluso amenazas de boicot contra los símbolos del país para el que iban a competir, pero como los comités de los juegos advirtieron de que cualquier menosprecio a bandera o himno supondría la retirada inmediata de la acreditación, ninguno fue más allá.

De este modo, puede deducirse que el nacionalista que defiende los intereses deportivos de un país que no siente como suyo está siendo un auténtico hipócrita y está traicionado sus ideas, quedando demostrado que sus convicciones nacionalistas no son muy profundas, ya que está dispuesto a renunciar a ellas a poco que se pongan a prueba; es decir, cuando aquel sentimiento nacionalista (que generalmente está acompañado por animadversión hacia el país que tienen por represor, invasor o cosa similar) se convierte en obstáculo, no pierde un segundo en tomar su decisión, que invariablemente será favorable a sus intereses y contraria a su presunto nacionalismo. Parece evidente, en fin, que ese convencimiento es muy superficial, pues a nada que se rasca desaparece, y si es así es porque es producto de haberse dejado convencer por la propaganda oficial, de no querer parecer algo distinto en un ámbito uniformado ideológicamente, del temor a que, si no declara uno su adhesión incondicional a la causa, se verá desfavorecido por el poder, señalado como traidor, apartado y boicoteado (tal ha ocurrido con algún cantante). Salvando las distancias, ¿alguien se imagina un palestino compitiendo bajo bandera israelí?, no, porque su credo, su sentimiento está profundamente arraigado. Y por otro lado, también resulta determinante para comprender la traición a su pensamiento el hecho de la aparición de dinero, fama, prestigio, que hace que muchos que se proclaman nacionalistas convencidos y activos arrinconen rápidamente su patriotismo como algo molesto que hay que esconder.

Si su convicción es cien por cien separatista, lo coherente, lo que al menos demostraría integridad y por tanto respeto, hubiera sido anunciar a su debido momento la oportuna renuncia, y si aquella mentalidad no es suficientemente sólida para renunciar, lo oportuno es callarse, pues la sinceridad hay que demostrarla en todo momento, incluso cuando cuesta algo. Pero no es así, sino que aquel sentimiento se vende a la primera ocasión, como demuestra el ejemplo del jugador de hockey del equipo español Álex Fábregas, quien entre otras cosas afirmó que “Mi sentimiento es catalán..., cuando juego no pienso en España”. Por el contrario, hace alrededor de 40 años, Juan Manuel Serrat dijo que o cantaba en catalán o no iba a Eurovisión representando a España, y no fue; acertado o equivocado, el cantante demostró coherencia y valentía. ¡Qué diferente la postura del artista (que jamás ha mostrado inclinación nacionalista-separatista) de la del deportista!

CARLOS DEL RIEGO

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