OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 29 de agosto de 2012

CONTENEDORES DE BASURA QUE PASAN POR CADENAS DE TELEVISIÓN Dos emisoras de televisión en España se han especializado en el morbo, el escándalo y el sensacionalismo más repulsivo, y para lograr sus fines demuestran estár dispuestas a casi todo

Quien se sienta en el sofá ante un contenedor ha de ser
consciente de que verá basura

El espectáculo que ofrecen a diario las cadenas generalistas impares (la 1 no, claro) es verdaderamente repulsivo. Gran parte de sus emisiones, o sea, sus programas estelares, no solo son una muestra de bajeza moral e instintos perversos, de incultura palurda y analfabeta, de manipulación sensacionalista que pasa por periodismo, sino que en la mayor parte de los casos los temas tratados giran en torno a personajillos desconocidos y, en todo caso, a personas sin el más mínimo mérito, virtud o valor (salvo que sea meritorio haberse casado con o separado de, haberse acostado con o haber sido engañado por). Gritos y amenazas, llantos desesperados, posturas de gran indignación, insultos de todo tipo, gestos forzados, palabras exageradas…, apenas un par de minutos de emisión son suficientes para convencerse de que hay muchas personas dispuestas a renunciar a su dignidad, a su intimidad, a su honor; pero también es tiempo de sobra para comprobar que gran parte de la escena está dirigida por un guión o unas directrices diseñadas por los expertos en manipulación de masas. 

Ahora, con la sobredosis de morbo que llega de Córdoba, aquellas cadenas tienen carnaza para roer durante una buena temporada. La espeluznante tragedia de los niños de ese desalmado llamado Bretón habrá hecho que ya se estén frotando las manos los que han hecho de los índices de audiencia su fin absoluto; no se llegará a tanto como lo que hacía aquel periodista brasileño (muerto hará un par de años) que tramaba y ordenaba asesinatos para llegar antes que nadie a la escena del crimen y luego dar la noticia en exclusiva, pero seguro que muchos de los que confeccionan este tipo de desecho audiovisual estarían encantados de abonar cifras sustanciosas a cambio de recibir soplos de criminales, y así, de algún modo, colaborar con ellos. Es por eso que ya no sorprende que acudan a estos apestosos platós (donde abundan, por otra parte, las mujeres pico de pato) verdaderos sinvergüenzas que, eso sí, ven premiadas sus detestables acciones con cargo a la producción del programa.  

Es decir, los directores, guionistas, presentadores y demás partícipes de esos subproductos deleznables envueltos en focos y un pretendido ‘glamour’ que no pasa de casquería cutre y vergonzante, acogen como agua de mayo desgracias de este tipo, y por eso no tienen el menor escrúpulo a la hora de premiar con cheques apetecibles a todo tipo de canallas que pasan por allí para satisfacer enfermizas ansias de morbo.

Añadir a ello los spots publicitarios, series y programas con escenas subidas de tono (a veces a un milímetro del sexo explícito) en horarios inadecuados es ocioso por evidente, pues poco a poco la mediocridad de quienes los idean y ponen en antena va siendo asumida por el público, indefenso ante la última tecnología en artimañas y maniobras sibilinas y manipuladoras; es decir, peldaño a peldaño van consiguiendo que la barbaridad y la atrocidad vayan siendo identificadas como la normalidad.

Lógicamente, los responsables del contenido de estos contenedores de basura se agarran a pretextos económicos y de respuesta del espectador. Contra aquellas está la razón de que no todo vale para ingresar, y contra éstas se puede aducir que el público también estaría ahí con menos escándalo. Pero en los contendores impares todo está sometido a la dictadura del índice de audiencia, cosa que, por otra parte, es tenido como dogma de fe por los manipuladores, a su vez manipulados por quienes manejan esos idolatrados índices.  

CARLOS DEL RIEGO

            

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