La presencia de féminas en ciertas delegaciones ha sido un hecho muy importante |
Han transcurrido 116 años desde la celebración de los
primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, pero finalmente se han visto desfilar
hombres y mujeres en todos los equipos nacionales (204 más otro bajo bandera
olímpica) que tomaron parte en el glorioso paseo inaugural por el estadio. Han
sido necesarias 30 ediciones de los juegos para conseguir que el movimiento
olímpico haya impuesto la realidad del mundo a los dirigentes de países que
siguen encorsetados en culturas ancladas, al menos en algunos aspectos, en la
Edad Media. Por eso, el hecho de que el Comité Olímpico Internacional
presionara casi hasta la asfixia para que no se impidiera a nadie participar
por cuestión de sexo es un paso mucho más importante de lo que pueda parecer,
es un auténtico triunfo del espíritu olímpico, puesto que ha logrado lo que
ningún otro movimiento, negociación, país, cumbre política o iniciativa del
tipo que fuera. Al menos durante ese momento y durante los días de competición,
esas hijas, esposas y hermanas, que siempre están subordinadas, casi
esclavizadas, tendrán los mismos derechos, estarán a la misma altura que los
varones, y esto es una ruptura de gran magnitud en ciertas culturas.
Parece cosa de poco, algo que no pasa del plano anecdótico,
pero viendo el fenómeno en profundidad se llega fácilmente a la conclusión de
que es un enorme triunfo del olimpismo, pues los que imponen esa forma de
entender la realidad han visto que hay reglas que están por encima de sus
creencias, que hay organismos con fuerza suficiente para abrir puertas que
desmonten atrasos como el que sufren ellas en no pocos países. Es un inicio y,
seguro, el anuncio de que indeseables tradiciones reñidas con los Derechos
Humanos (que subrayan que nadie puede ser discriminado por razón de sexo)
tienen sus días contados.
Pero este notable avance social se quedaría en curiosidad si
hay marcha atrás, si en los próximos juegos (y no digamos si los siguientes se
otorgan a un país de cultura musulmana), se permite discriminación. Es más, una
vez abierto el camino hay que transitarlo hasta que desaparezca esa
insoportable desigualdad (que curiosamente defienden muchos que se creen de
izquierdas y que, por tanto, piensan que los Derechos Humanos no son aplicables
a todos y en todo el mundo), hasta que el deporte, el olimpismo alcance una
meta que la Humanidad (una parte) lleva muchos siglos persiguiendo (a veces sin
saberlo, inconscientemente).
Y por la misma razón no deben pasarse por alto indumentarias
o uniformes antirreglamentarios y contrarios a las reglas de cada disciplina; y
del mismo modo horarios, costumbres o cualquier privilegio o cambio en función
de religión o tradición cultural. Si el COI se mantiene firme y logra el
acatamiento de sus reglas y exigencias, toda la familia humana se beneficiará
de la idea, pues significaría un cambio de mentalidad que sin duda permitiría
otros que, finalmente, afectarían mucho y muy positivamente a aquellas
sociedades. Claro que, desgraciadamente, siempre habrá fanáticos.
CARLOS DEL RIEGO
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