Cien polis lo vigilan cuando está así, pero sólo dos cuando está casi libre |
A lo largo de la historia del cine los
directores, productores, guionistas y en general todos los implicados en una
producción cinematográfica se habrán encontrado miles de veces en un callejón
sin salida cuando de escribir y filmar un final se trata. La mayoría de las
veces el guión se respeta en su totalidad, y si hay talento, ya es tarea del
director realizar un buen trabajo. Pero muchas otras veces el guión se va
escribiendo casi cada día, con lo que se llega a situaciones en las que hay que
improvisar, y rápido, pues cada día que pasa significa mayores costes. Algunos
prefieren recurrir a soluciones sencillas y, por tanto, más previsibles, mientras
otros optan por giros inesperados, y ha habido también quien ha preferido hacer
trampas. Claro que peor es el caso de la película “con final abierto”, es
decir, que no cierra el círculo y priva al espectador de un desenlace.
En las películas antiguas los fallos de
guión son habituales, así como los de continuidad y de otro tipo, pero son
errores fácilmente disculpables, casi entrañables, que se ven con benevolencia.
Pero hay películas de época contemporánea, buenas películas, que resuelven
situaciones mediante una trampa al espectador, por ejemplo, El silencio de los
corderos y Seven.
En la primera de las dos (seguro que la
ha visto la mayoría, pero aun así es mejor describir la situación), el asesino
caníbal es transportado atado a una carretilla, amordazado y totalmente
inmovilizado y escoltado por un centenar de policías. Durante el transporte,
cuando hay que pernoctar, se le encierra en una jaula en una habitación, pero
lo increíble es que a la hora de darle la comida (creo recordar), sólo hay dos
policías, y tienen que entrar en la jaula y acercarse mucho al homicida,
mientras en lo que parece el hall del hotel están el centenar de policías mano
sobre mano. Es decir, en el momento de máximo peligro, el de acercarse al
caníbal, la mayoría de sus guardianes están ociosos, y claro, el asesino
aprovecha ese increíble fallo de sus vigilantes. Resulta verdaderamente
incomprensible que si se precisan cien personas para vigilar a un preso, se
relaje la vigilancia en el momento de máximo peligro. Es posible que todo esté
ya en la novela (de Thomas Harris) que da origen a la película, pero la forma
de resolver la fuga del malo es una auténtica trampa, un subterfugio engañoso,
algo así como un fraude cinematográfico, pues se ha recurrido a un imposible: que
sólo dos de cien escoltas estén presentes cuando hay que acercarse y correr
peligro. Y un imposible en una película basada en la deducción lógica, en la
racionalidad, en la tesis inteligente, es una película tramposa y desleal con
el espectador.
Te dicen que habrá Seven (7), pero hay ocho |
El otro filme, Seven (1995), también es
muy reconocido dentro del cine de intriga-terror psicológico. Y al igual que la
anterior se trata de una buena película, aunque lastrada por un par de
mentiras. También en Seven se da gran importancia al valor de la inteligencia,
a la deducción racional para perseguir al asesino sicópata, por lo que las
trampas se antojan injustificables. Ya desde el primer asesinato queda clara la
intención del criminal y así lo dice uno de los protagonistas: “prepárate para un
total de siete asesinatos, uno por cada uno de los siete pecados capitales” (o
algo muy parecido); es decir, el espectador ya sabe el por qué del título de la
película y la importancia de la cifra. Sin embargo, se producen ocho muertes,
no teniendo reparo director y guionistas en traicionarse así mismos y a lo que
dijeron cuando al principio explicaron las reglas, y además, uno de esos
asesinatos nada tiene que ver con pecado alguno, es más, es el de alguien
totalmente inocente. Pero es que además, el último, el octavo, es la ejecución
del policía, prevista por el asesino para completar la cifra; pero si se piensa
detenidamente, ¿qué juez o jurado condenaría a muerte a un policía por matar a
un asesino en serie que acaba de decapitar a la esposa de dicho policía?;
cualquiera diría que es un caso de enajenación mental con evidente provocación
con muchísimos atenuantes. Y por si fuera poco, ¿alguien sabría decir cuántos
policías estadounidenses han sido condenados a muerte y ejecutados?
En películas donde se está continuamente
aludiendo a la importancia de la inteligencia, en las que se recurre a la razón
y la reflexión para resolver los problemas, resulta inadmisible que éstos se
resuelvan haciendo trampas, engañando, manipulando y tomando por tonto al espectador.
Carlosdelriego
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