OPINIÓN

HISTORIA

jueves, 10 de mayo de 2012

EL DÍA QUE MURIÓ EL ESPÍRITU OLÍMPICO Este año se cumplen 40 años de los Juegos Olímpicos de Munich 72, donde se rompió definitivamente la tregua olímpica


Imagen de uno de los terroristas que dio la vuelta al mundo
Fue el 5 de septiembre de 1972, en el undécimo día  de los juegos de Munich 1972. Ocho terroristas del grupo Septiembre Negro entran en la villa olímpica con el equipo israelí como objetivo, y para demostrar sus intenciones desde el principio, asesinan a dos atletas que les hacen frente y secuestran a otros nueve (tres logran huir); luego comunican sus exigencias (liberación de terroristas y un avión para irse a un país musulmán con los rehenes), pero la policía les tiende una trampa que, como era de esperar, resultó una catástrofe: murieron todos los rehenes, un policía y cinco terroristas, siendo capturados otros tres (Israel se encargó de todos los responsables del atentado recurriendo al ‘ojo por ojo...’).


La bandera olímpica a media hasta en recuerdo de las víctimas
Aquel ‘martes negro’ significó la defunción definitiva del espíritu olímpico, puesto que más allá de los valores propiamente deportivos, los Juegos Olímpicos son algo más que competiciones. En sus comienzos (los primeros datos se sitúan en 776 antes de Cristo), los juegos estaban presididos por la ‘ekcheira’ o paz olímpica, de modo que todas las guerras, todos los conflictos quedaban detenidos desde una semana antes del comienzo y hasta una semana después del final, y esa paz se respetó a lo largo de más de 1000 años, excepto en tres ocasiones. Desde la restauración de los juegos, sí que hubieron de ser suspendidos en tres ocasiones, no celebrándose los de 1916, 1940 y 1944 a causa de las dos guerras mundiales.


A pesar de todo, el lugar donde se venían celebrando los juegos siempre había sido respetado, e incluso la política apenas sí había mostrado su fea cara en el espacio olímpico (ya en México 68 hubo indeseables indicios). Pero en Munich se rompió definitivamente el espíritu olímpico, puesto que se abrió la puerta a la utilización de los juegos con fines políticos aprovechando el enorme impacto mediático que tienen en todo el mundo. De este modo, luego se produjeron varios boicots que provocaron ausencias masivas en Montreal, Moscú, Los Ángeles, Seúl..., en Atlanta 96 se produjo otro atentado terrorista con dos muertos, unos países exigen la expulsión de otros del movimiento olímpico, hay deportistas que aprovechan los éxitos y las cámaras para hacer política, los atletas se cambian de nacionalidad por cuestiones económicas..., por no hablar de los tramposos dispuestos a cualquier cosa (aunque tramposos los ha habido siempre en cualquier lugar o actividad).

Campeones como Mark Spitz quedaron
 eclipsados por la masacre
La esencia del olimpismo ha desaparecido, no el espíritu deportivo, el de la competición limpia, el del atleta que participa noblemente y se comporta con sus rivales con total deportividad. No, el aspecto deportivo sigue intacto en la mayoría de los participantes y sólo depende de cada uno de ellos. El que ha sufrido el tiro de gracia es ese sentimiento que debería prevalecer desde la inauguración a la clausura al menos en el recinto olímpico, lo que se ha perdido es ese saberse a salvo en la villa olímpica gracias al respeto general y absoluto de la tregua, de la paz, de la ‘ekcheira’, que permite que se aparquen resentimientos y conflictos, guerras, odios y violencia, que permite que el participante esté a salvo de la política; en fin, que sea como una isla donde lo único que importa es la voz de inicio de la competición y el compañerismo, nobleza y deportividad de toda la comunidad olímpica. Al menos allí y durante esas dos semanas, ya que pedir más es pedir lo imposible. La realidad es que los inminentes Juegos de Londres (ya triple ciudad olímpica) van a contar con más agentes de seguridad que participantes.

Los Juegos de Munich continuaron tras un día de luto y dejaron grandes gestas, grandes nombres para los anales olímpicos: Mark Spitz y sus siete medallas de oro en natación, el fondista Lasse Viren y su exhibición en el estadio, la increíble final de baloncesto con aquellos tres segundos que llevaron a USA a su primera derrota... Pero la cita olímpica de Muncih 72 será siempre asociada a la tragedia, a la violencia, al fin del espíritu olímpico..., al menos entendido con ese halo romántico que tenía hasta aquel martes de hace 40 años, aquel ‘martes negro’. 

(Todo sobre los juegos en el libro 'Citius, altius fortius. Las Olimpiadas y sus mitos')
Carlosdelriego. 

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