OPINIÓN

HISTORIA

martes, 27 de agosto de 2024

60 AÑOS DEL PRIMER CONCIERTO DE BEATLES EN EEUU Y DE SU VALIENTE ACTO ANTIRRACISTA

 


The Beatles durante aquel concierto de su primera gira por EEUU en 1964

 

En agosto de 1964 Los Beatles llevaron a cabo su primera gira por EEUU. Son sesenta años, parece mucho o poco, según. En aquellos años, en la década de los sesenta del siglo pasado, el racismo estaba perfectamente implantado en la sociedad estadounidense, de hecho, las declaraciones o actos antirracistas protagonizados por blancos eran una rareza. En 1964, cuando Los Beatles llegaron, se negaron a tocar ante una audiencia segregada

 

Hacía unos meses que gran parte de las leyes de separación racial habían sido abolidas, aunque eso no borró el racismo de la sociedad estadounidense. Los blancos que no lo eran apenas ejercían de antirracistas, entre otras cosas por la presión de los muchos grupos supremacistas que existían (existen). En este contexto, casi recién llegados a EEUU, en septiembre de 1964, Los Beatles tenían que actuar en Jacksonville, Florida, pero al enterarse de que los blancos estarían en una parte del recinto y los negros en otro, los cuatro dijeron que no, que en esas condiciones no tocaban. Había que ser muy valiente…

 

La decisión fue instantánea y unánime: “No vamos a aparecer en el escenario si no se permite a los negros colocarse donde les dé la gana”, dijeron tajantemente en un comunicado unos días antes del 11 de septiembre de 1964, fecha del  concierto. “Jamás hemos actuado para audiencias segregadas y no vamos a empezar ahora. Preferimos perder el dinero”. A pesar de que los organizadores se tiraban de los pelos, no se podía decir más claro. Y es que, además de sus sentimientos absolutamente contrarios a la discriminación, los cuatro Beatles eran unos vehementes y abiertos admiradores de los grandes músicos negros, a los que tenían por sus principales referencias artísticas. La idea de menospreciar al negro era para ellos inconcebible.  

 

Un locutor de radio llamado Larry Kane acompañaba al grupo en aquella gira. “Dijeron muy claramente que si el público iba a estar separado no se presentarían. Los cuatro fueron rotundos y se mostraron inflexibles en este aspecto. Fue muy sorprendente que cuatro chicos tan jóvenes tuvieran tan fuertes convicciones y que lo mostraran tan valiente y abiertamente a pesar de que sabían que tal postura irritaría a muchos estadounidenses”, dijo Kane.

 

Una mujer negra, la doctora Kitty Oliver, tuvo la (inmensa) suerte de asistir a aquel histórico concierto siendo adolescente. Al entrar pensó que le iban a ordenar ir el sitio desde el que ver la actuación (siempre el peor, claro), pero nadie se le acercó, nadie le dijo nada. “Entré con los codos pegados al cuerpo para no rozar a nadie, pues me vi sola en un mar de caras blancas. Pero me coloqué donde quise. Al empezar el concierto el público, blanco y negro, se puso en pie al unísono, gritando y saltando. Empezó a sonar el ‘She loves you’. Me olvidé de todo y canté todo lo fuerte que pude. A mi lado había un chico blanco muy joven que bailaba y cantaba a la vez que yo. Cantamos juntos, sólo existían los Beatles. A la salida vi a otros negros, nos miramos sorprendidos porque nadie nos había dicho nada por estar mezclados con los blancos”.

 

El concierto estuvo envuelto en la tormenta. Literalmente, porque el huracán Dora azotaba las costas de Florida, y aunque había pasado lo más fuerte el día del concierto, aun había terribles ráfagas de viento, así que los timbales y tambores de Ringo fueron clavados al suelo. A todo esto alguien dijo que el batería era judío y hubo amenazas de muerte. Sin embargo, no se produjo ningún incidente de carácter racista durante el concierto. Tocaron después de dos grupos de negros y otros dos de blancos, media hora, doce temas.

 

Aquello fue un precedente, pues a partir de ese momento sus contratos incluirían una cláusula antirracista. En el año 2011 se subastó y se vendió (por 23.000 $) el contrato del concierto de Beatles en San Francisco en 1965 en el que se especificaba en uno de sus puntos: “No se obligará a los artistas a actuar ante una audiencia segregada". Años después Paul recordaba: “Carecíamos totalmente de prejuicios raciales. No íbamos a tocar ante audiencias segregadas. Los cuatro compartíamos esta actitud, y por eso jamás nos planteamos actuar en Sudáfrica o en cualquier otro país donde los negros fueran discriminados. Nuestra forma de pensar era muy simple, ¿por qué separar blancos y negros?, eso es una estupidez”. Y añadía: “Fuimos inteligentes e hicimos lo correcto. En Liverpool tocábamos muchas veces con grupos negros y con público blanco y negro”. Luego añadió: “Creo que aquel fue el primer concierto para un público no segregado. Luego nos aseguramos de que nuestros contratos incluyeran una cláusula que impidiera separar. Nos parecía de sentido común”.

 

Hoy puede parecer que aquel gesto de los Beatles en 1964 fue poca cosa, pero había que ser muy valiente para situarse frente de los abundantes y muy poderosos grupos racistas que había entonces allí. Es este otro aspecto en el que los Beatles se adelantaron a todos, incluso a su tiempo.  

 

CARLOS DEL RIEGO

 

domingo, 18 de agosto de 2024

EL EJÉRCITO JAPONÉS TAMBIÉN MASACRÓ ESPAÑOLES EN LA II GUERRA MUNDIAL

 


Dos capitanes japoneses compitieron, animados por la prensa japonesa, en un concurso para ver quién cortaba la cabeza antes a cien enemigos con la espada y de un solo tajo

 

En agosto de 1944 (hace 80 años) los contendientes de los dos bandos ya tenían claro que la II Guerra Mundial estaba decidida, por más que los perdedores trataran de retrasar la derrota. Al año siguiente, en los últimos días de la guerra en el Pacífico, muchos españoles fueron asesinados por los japoneses que, frustrados y rabiosos, se retiraban matando de Manila

 

Uno de los episodios menos conocidos de la guerra en el Pacífico es el que tuvo lugar en Manila en 1945, en los instantes finales de la II Guerra Mundial, cuando el ejército japonés sabía que su derrota era inminente; rabiosos, soldados y oficiales se volvieron contra la población civil, entre la que había españoles que se habían integrado en la sociedad filipina y llevaban allí varias generaciones.

 

Ocurrió en la capital de Filipinas en apenas un mes. El avance estadounidense era evidentemente imparable, de modo que los japoneses (tras tres años de ocupación) ya estaban convencidos de su próxima derrota. Así, con la seguridad de que el futuro era la muerte, la rendición o la huida, y afectados por la arrogancia convertida en insoportable frustración, los nipones comenzaron una política de exterminio que se saldó con el asesinato de alrededor de 60-70.000 civiles (el total de muertos en la batalla ascendió a 100.000). En su violenta retirada quemaron y destruyeron, asesinaron, torturaron, violaron, mutilaron… a filipinos, alemanes, chinos, suizos…, y españoles.

 

Según testimonios escritos por supervivientes, por periodistas e historiadores, a principios del año final de la guerra, alrededor de 300 españoles fueron asesinados con una ferocidad inaudita; hombres mujeres y niños, curas y monjas cayeron bajo las espadas y pistolas de los enloquecidos soldados de Japón. Unos fueron decapitados, como el cura que protestaba por la matanza de civiles filipinos y allí mismo, sin mediar más explicación, un coronel le rebanó el cuello con su sable; otros fueron acribillados por las bayonetas cuando atendían a heridos y moribundos. Igualmente es conocido el caso de algunos de aquellos ‘últimos de Filipinas’ que se habían escondido en un refugio antiaéreo; los militares japoneses los encerraron, vertieron bidones de gasolina y lanzaron bombas de mano… Tampoco se privaron de irrumpir en consulados y embajadas llevándose todo y a todos por delante.

 

Lo peor fue que ese comportamiento de las tropas del Ejército Imperial no era una excepción, al revés, fue una confirmación de los modos que había empleado en toda Asia durante su expansión y retirada. Así es, las atrocidades japonesas no tuvieron freno, quedando para los anales de la infamia abundantes y vergonzantes sucesos que incluyen el asesinato sistemático y la destrucción de edificios e incluso ciudades; baste recordar la toma de Shangai en 1937, el asqueroso Escuadrón 731 de Manchuria, las indescriptibles salvajadas perpetradas en Corea (incluyendo la esclavitud sexual a que sometieron a miles de coreanas) o, a finales de ese año, la monstruosa actuación del Ejército Japonés en Nankín (que ha pasado a la historia con el nombre de la Masacre o la Violación de Nankín)…  

 

Todo eso se supo tanto por los testimonios de los supervivientes como por los periodistas que estaban allí, pero incluso los propios japoneses elaboraron un informe en 1948 después de asimilar la derrota y comprender que, tarde o temprano, todo iba a saberse; ese informe detallaba todas las barbaridades cometidas por sus soldados desde Mongolia hasta Nueva Guinea. Conocida es la competición para ver quién cortaba más cabezas de un solo tajo con la katana, que dos capitanes llevaban a cabo y que era jaleada por la prensa japonesa…

 

Aquel sangriento episodio conocido como la Batalla de Manila es Historia Universal, y en el mismo dejaron su vida varios cientos de españoles que también forman parte de la Historia de España. Todo lo que España había construido en varios siglos en Manila (fábricas, sedes sociales, centros de beneficencia, colegios…) fue borrado del mapa por unos militares encolerizados, rabiosos por encontrar algo o alguien sobre quien descargar su ira, alguien a quien culpar de su derrota. Eses mismo ejército, esos soldados, oficiales y generales, junto a los políticos, fueron los que se negaron a rendirse, los que no doblaron la rodilla hasta después de la segunda bomba atómica. Aquellos españoles asesinados por los nazis del sol naciente también merecen ser recordados.

 

CARLOS DEL RIEGO

 

jueves, 8 de agosto de 2024

ESTRELLAS DEL ROCK EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS (EN LA CEREMONIA DE APERTURA)

 


Paul PcCartney en los JJ OO de Londres 2012

No siempre se ha incluido la actuación de un gran artista en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. De hecho, la costumbre es bastante reciente, pero desde la primera vez que se contó con una estrella del pop o el rock se comprobó el enorme gancho que tiene esa presencia en los fastos de apertura. Figuras de leyenda quisieron respirar el aire olímpico y dieron empaque a las primeras horas de unos JJ OO

 

En la más que dudosa ceremonia de apertura de los Juegos de París 2024 tal vez lo mejor fuera la actuación del potente grupo francés de metal rock Gojira. La banda (que originalmente se llamaba Godzilla) fue la encargada de poner el instante rock al pretencioso festejo. Antes fueron otros gigantes del rock los que se encargaron de hacer rock & roll en el Olimpo del deporte. No ganaron medalla pero…

 

Pocos temas incitan al buen rollo tanto como el ‘Imagine’ de John Lennon, que casi se ha convertido en una especie de himno olímpico no oficial (también sonó en la apertura de París 24 y en otras). Stevie Wonder hizo una maravillosa interpretación en la clausura de los juegos de Atlanta 1996; además, dedicó la canción a las víctimas de un reciente atentado terrorista.

 

Un amplio muestrario del pop y el rock australiano pisó el escenario en la clausura de los juegos de Sidney 2000; entre los presentes estaba INXS, la potente banda de los años ochenta que tocó su éxito del 85 ‘What you need’, con el solista Jon Stevens sustituyendo al fallecido Michael Hutchence. Otro gran momento de Sydney 2000 fue la actuación de Midnight Oil, grupo formado en Sydney en 1972; tocó su gran éxito ‘Beds are burning’, un tema que habla de las ‘generaciones robadas’, refiriéndose a la política de separación de niños aborígenes de sus familias que el gobierno australiano practicó durante siglos; cuando Peter Garret, cantante de Midnight Oil, se convirtió en político no paró hasta que Australia pidió perdón (en 2008) por tamaña atrocidad.

 

Jimmy Page en Pekín 2008. Cuando los Juegos de Pekín 2008 terminaban y se iniciaba el acto de entrega de la antorcha olímpica, apareció un autobús rojo de dos pisos sobre el que se veía al guitarrista de Led Zeppelin, que junto a la cantante pop Leona Lewis se marcó una versión de su ‘Whole lotta love’. “Muchos me dijeron que no debería haber hecho tal cosa, pero yo siempre respondía que sí, que hice muy bien”.

 

Tal vez sea Neil Young el músico canadiense más famoso. El eterno cantante cerró los Juegos Olímpicos de Invierno de 2010 en Vancouver, donde se hizo su ‘Long may you run’ de 1976, con guitarra y armónica, mientras se apagaba el pebetero olímpico.

 

En Londres 2012 los ingleses presentaron a su máxima leyenda: Paul McCartney. El ex beatle ofreció una emocionante interpretación del clásico de los Beatles ‘Hey Jude’, que contó con el coro masivo de ochenta mil personas. Curiosamente, el momento olímpico de McCartney comenzó con una metedura de pata, ya que el músico se despistó al principio de la melodía. “Se suponía que debía esperar una señal, pero lo olvidé y empecé cuando me pareció”. Y para la ceremonia de clausura de esos juegos, Brian May y Roger Taylor (Queen) se marcaron un estruendoso ‘We will rock you’; aunque a falta de Freddie contaron con la cantante británica de pop Jessie J. Otros nombres de leyenda no quisieron perderse la ocasión, como Ray Davis (The Kinks), que hizo un brillante ‘Waterloo sunset’ (de 1967); o The Who, que se marcaron un mini concierto con tres de sus grandes éxitos.

 

Para poner punto final a los Juegos de invierno de Salt Lake City 2002 se contrató a uno de los grupos más visuales, Kiss, que hicieron un incendiario ‘I wanna rock and roll all nite’. Gene Simmons, que sacó sus dos palmos de lengua, dijo: “Fue fabuloso, aunque fue el escenario más pequeño en el que hayamos tocado nunca, era la caja de un camión. Pero lo vieron miles de millones, y eso es lo importante”. Y también tocaron otros, entre ellos Bon Jovi, que deleitó al mundo con su ‘It´s my life’.

 

Y muchos otros músicos de pop, rock y géneros afines quisieron probar el espíritu olímpico, dando ese punto ruidoso a las ceremonias, generalmente ñoñas y/o de mal gusto.

 

CARLOS DEL RIEGO