miércoles, 29 de agosto de 2018

UN SALTADOR DE LONGITUD CON UNA PIERNA ARTIFICIAL SUPERA A LOS OLÍMPICOS. PERO HAY TRUCO Los aficionados al deporte en general y al atletismo en particular se habrán llevado una gran sorpresa al conocer que un atleta paralímpico de salto de longitud lograba una marca con la que hubiera sido campeón olímpico absoluto. Pero la cosa tiene truco

Si se permiten las prótesis en el deporte de élite pronto se verán cosas así.


En el reciente Campeonato de Europa de Atletismo Paralímpico, el alemán Markus Rehm logró una marca de 8,48 metros en salto de longitud para atletas clasificados en la categoría T64, que está reservada a los que compiten con una pierna ortopédica. Con ese registro, Rehm hubiera sido campeón olímpico y hubiera conseguido medallas en campeonatos europeos y mundiales de categoría absoluta; tal vez por eso él tiene como máxima ilusión participar en esas tres competiciones. Sin embargo, y sin dejar de elogiar el mérito del deportista, ese tremendo salto se ha conseguido con ventajas, con trampas…, o sea, la comparación es ventajista e inadecuada.

Cuando se observa ese concurso de salto de longitud para atletas con una pierna de carbono (las cuales se llaman cuchillas) se comprueba que todos baten (dan el salto) precisamente con la prótesis, ninguno con su pierna natural, lo que quiere decir que se logran mejores resultados batiendo con la extremidad artificial; o sea, supone una ventaja respecto a las de carne y hueso. Por otro lado, al ver caminar a Markus Rehm se nota como cierta cojera, pues al apoyar la cuchilla se eleva ligeramente, lo que significa que es más larga de lo que sería su pierna natural; es decir, el brazo de palanca es mayor, con lo que consigue más potencia.

Al revisar el salto de 8,48 quedan patentes varias deficiencias importantes que, en caso de tenerlas los atletas que compiten sólo con huesos y músculos, jamás serían competitivos. En primer lugar se ve que Rehm llega a tabla notablemente más lento que los especialistas olímpicos; además sus movimientos en el vuelo son mucho menos ágiles y, en general, su técnica es bastante deficiente. Así, a pesar de esos defectos, ¿por qué habrá alcanzado esos casi ocho metros y medio?, ¿cuál es el elemento con el que compensa y supera esas evidentes limitaciones técnicas? La respuesta es evidente.      

Puede añadirse que ese postizo jamás sufrirá lesiones, con lo que el atleta nunca deberá recuperarse de una fascitis plantar, tendinitis, rotura de fibras, fractura de ligamentos…, el artefacto jamás le dará ningún problema, y si pierde eficacia se cambia, todo lo cual supone una ventaja cierta e importante. También hay que reseñar que su corazón no se verá obligado a llevar la sangre hasta los dedos del pie y luego subirla de vuelta.

Es oportuno preguntarse qué ocurriría sin un saltador sin discapacidad y que rondara los ocho metros y medio sufriera una desgracia, perdiera una pierna, se colocara la correspondiente cuchilla y volviera a la competición. Seguro que sus marcas mejorarían notablemente y repentinamente. De todas maneras hay que desear que nunca se pueda comprobar tal cosa.

Las propias firmas que comercializan estos aparatos dan algunos datos. Una pierna humana viene a pesar alrededor de 5,5 kilos, mientras que cada cuchilla sólo pesa 2,4 kilos (como las que llevó el asesino Pistorius en Londres 2012). Asimismo informan que “las prótesis no sufren fatiga muscular, un factor diferencial en pruebas más largas como los 400 metros”; quien haya corrido esta carrera (o conozca el atletismo) sabe que en los últimos 60 ó 70 metros los muslos arden, la zancada se acorta, aparece el temido ácido láctico.., pero con piernas de carbono todo eso desaparece. Asimismo se vanaglorian los fabricantes de que las cuchillas son cada vez mejores, con ángulos que permiten aumentar la potencia, diseños más avanzados que evitan la pérdida de energía en curva, materiales y aleaciones más y más sofisticados que devuelven más impulso… Y mientras tanto, los atletas enteros siempre arrastrando molestias y dolores en sus dos piernas, inflamaciones, sobrecargas musculares…

Digno de todo elogio es el atleta paralímpico que supera sus limitaciones físicas con ilusión, esfuerzo y constancia para tomar parte en competiciones deportivas. Pero para este tipo de deportistas se han ideado unos Juegos Paralímpicos y todo tipo de campeonatos nacionales internacionales. Por eso, porque ya tienen citas deportivas específicas para ellos, no deben pretender participar también en las reservadas a los que corren, saltan y lanzan con sus extremidades naturales.

Parece evidente, en fin, que el saltador de longitud en cuestión logró esos 8,48 metros gracias a la tecnología de su pierna ortopédica, o dicho de otro modo, es casi seguro que con sus dos extremidades naturales jamás habría alcanzado tal registro.  Por tanto, en términos absolutos, la marca tiene truco.

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 26 de agosto de 2018

MUERE ED KING, DE LYNYRD SKYNYRD, GRUPO CUYA HISTORIA ES UNA CRÓNICA DE SUCESOS Pocos grupos han sufrido tantos reveses y desgracias como Lynyrd Skynyrd. Siempre se habla del accidente de avión, pero hay mucha más tragedia en esta banda. El guitarrista y autor de su emblemático himno, Ed King, es el último en caer

La trayectoria de los integrantes de Lynyrd Skynyrd es un sinfín
de sucesos y tragedias.


Cualquiera que tenga un mínimo interés por este asunto del rock reconocería el ‘Sweet home Alabama’ a los dos segundos. La guitarra que introduce el tema es la del también autor Ed King, que acaba de fallecer, parece que de cáncer de pulmón a los 68 años. Es la más reciente baja de una de las bandas de rock que más calamidades han sufrido en su trayectoria vital.

El grupo disfrutaba de enorme prestigio y popularidad, acababa de sacar un álbum y se disponía a presentarlo en directo. Era octubre de 1977 cuando justo antes de subir al avión que habían alquilado, algunos de los que iban a montar expresaron sus dudas sobre el bimotor; así, alguien le dijo a Ronnie van Zant (cantante y compositor) algo así como “si Dios quiere que palmes en este avión, es el momento de subir”, a lo que él respondió simplemente “venga amigos, que tenemos que dar un concierto”. Montaron y un par de horas después ambos motores fallaron; el avión caía sin remisión pero tardó no menos de diez minutos en estrellarse. En total iban 27 personas a bordo, de las que murieron siete, entre ellas Ronnie, el guitarrista Steve Gaines, su hermana Cassie, corista, y el manager Dean Kilpatrick; otros sufrieron heridas muy graves que dejaron secuelas. Todos los aficionados al rock saben del suceso, pero hay más, mucho más. 

Muertos aparte, uno de los peores parados de la catástrofe fue el guitarrista y fundador de la banda Allen Collins. Una vez en el hospital los médicos pidieron permiso a su padre para amputarle el brazo, que estaba en estado “catastrófico”, pero se negó y Allen conservó sus cuatro extremidades. El desastre le produjo otras secuelas. Tanto él como el guitarrista, compositor y fundador Gary Rossington confesaron sufrir horribles pesadillas que los llevaban una y otra vez a aquel avión; además, también mostraban un sentimiento de culpa: el síndrome del superviviente. Recurrieron a los calmantes y, desgraciadamente, al alcohol y otras drogas. Cuando ambos iniciaban una nueva etapa musical, la esposa de Collins, embarazada, murió de una hemorragia… Ante este panorama es fácil caer en la desesperación más absoluta: más drogas, más alcohol y, lamentablemente, accidentes de coche; en uno de ellos, en 1986, murió su novia y él quedó en silla de ruedas. No pudo participar en la reunión del año siguiente, no podía tocar. Cuatro años después murió de neumonía sin haber cumplido los 38. La desgracia se cebó con él.  

El mencionado Gary Rossington burló a la muerte aquel fatídico día de octubre de 1977, aunque se rompió todo lo rompible: piernas, brazos, pelvis, costillas…, pero con unas cuantas placas de metal por aquí y por allá, se recuperó, aunque con fuertes y permanentes dolores en las piernas. El caso es que ya había evitado a la Parca un año antes, cuando, borracho, estrelló su nuevo deportivo contra un árbol, después de derribar un poste telefónico y chocar contra una casa. “El muy estúpido se desmayó al volante”, dijo Ronnie van Zant, que iba con él. A principios de siglo le detectaron gravísimos problemas cardiacos, por lo que le practicaron un quíntuple baipás. Hace tres años Rossington sufrió un infarto que lo mantuvo horas entre este y el otro barrio, pero volvió a esquivar la guadaña. El año pasado fue operado a corazón abierto con buenos resultados, entonces Gary confesó estar seguro de haber sufrido infartos en más de un concierto (el pulso del rock & roll debió sostener el de su corazón). Ojalá mantenga esa mala salud de hierro mucho tiempo... y desvele cómo ha logrado librarse tantas veces.

También el bajista Leon Wilkeson sobrevivió a aquella catástrofe aérea, aunque con “daños masivos”: enorme pérdida de sangre, fracturas múltiples en mandíbula y dientes, brazos y piernas; los informes certifican que su corazón se detuvo dos veces en el quirófano. Las heridas de su brazo izquierdo se infectaron y estuvo a un paso de perderlo. Se salvó del accidente, pero las secuelas se lo recordaron siempre: varios nervios de ese brazo sufrieron daños graves, lo que le restó mucha movilidad (desde entonces tocaba con el bajo casi vertical). Además, en los primeros noventa del siglo pasado, cuando iban en autobús a un concierto, alguien aprovechó que estaba dormido para rajarle el cuello…; se despertó casi ahogado por su propia sangre, pero salió de esa. Nunca se aclaró quién había sido ni porqué (seguro que las drogas influyeron), aunque entre los sospechosos estaban su esposa y el recientemente fallecido Ed King. En 2001, a punto de ir a juicio por conducir ebrio y/o drogado, lo hallaron muerto en su habitación de un hotel. Entre otros males, sufría enfisema pulmonar y cirrosis hepática, con lo que la ingesta de drogas sólo fue la gota que colmó el vaso, informó la autopsia.     

El teclista Billy Powell fue de los que salieron del accidente con heridas menos graves, aunque estuvo a punto de quedarse sin nariz, ya que “se me rompió el cinturón de seguridad y me estrellé de cara contra una mesa”, explicó. Salió tan bien parado (eso sí, le hicieron una cara y una napia nuevas) que fue el único que pudo estar en el funeral de sus compañeros Ronnie, Steve y Cassie (los demás estaban convalecientes). En 2009 llamó a la policía y, entrecortadamente, dijo que no podía respirar y se mareaba. Cuando llegaron estaba inerte, intentaron reanimarle pero esta vez la Parca se lo llevó. Al parecer no había acudido a sus citas con el cardiólogo.

Otro de los supervivientes con daños leves fue el batería Artimus Pyle, que apenas se fracturó unas costillas. Tras ‘aterrizar’, él y dos afortunados más caminaron por el bosque donde se estrelló el avión hasta llegar a una casa, cuyo dueño al verlos se asustó y (típico de USA) sacó la escopeta y pegó un tiro al aire de advertencia. Pyle le gritó lo del accidente y todo se aclaró. Quien sí murió en accidente de avión fue su padre, que fue embestido por un reactor mientras pilotaba una avioneta. Artimus, que siempre fue el conciliador del grupo, nunca dejó de recordar y relacionar los dos accidentes que tantos seres queridos le habían costado. Sigue en activo.

Los biógrafos de Lynyrd Skynyrd especifican que las relaciones entre sus integrantes siempre fueron en tono grosero, altisonante y, a menudo, con violencia. Se cuenta que el solista, Ronnie van Zant, se sentía poco menos que un padre para los demás, aunque, eso sí, un padre alcohólico, iracundo y maltratador. También explican que Ronnie los encerraba en el local de ensayo (le llamaban la casa-infierno) durante horas y horas con un calor asfixiante. Aquel trabajo terminó por surtir efecto profesional, pero las giras continuas y una amplia, constante y segura provisión de alcohol y drogas envenenó las relaciones entre ellos. Entre las muchas peleas se recuerda una que comenzó en un bar de Munich y que continuó en el hotel; Ronnie estrelló una botella en la cabeza de un asistente y, con los trozos, cortó las manos de Rossington; al día siguiente tocaron, éste y Ronnie (que se lesionó tras soltar unos cuantos puñetazos) con las manos vendadas. En fin, las peleas entre ellos eran continuas y, muchas veces, sangrientas.

¡Pobres estrellas del rock! Para las de Lynyrd Skynyrd no ha habido ‘sweet home’.

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 22 de agosto de 2018

CRÍTICAS (A TORO PASADO) PARA LA POLICÍA QUE ABATIÓ A UN TERORISTA Una buena polémica se ha desatado con motivo de la actuación de una policía de Barcelona que disparó con su arma a un hombre que, gritando, la amenazaba con un gran cuchillo. Muchos, desde la seguridad y a toro pasado, reprochan lo que parece legítima defensa

Ese cadáver hubiera sido el de la policía si no se hubiera defendido.


Como se ha explicado, los hechos tuvieron lugar en una comisaría a la que el tipo entró de madrugada vociferando en árabe. Lo curioso del caso es que la familia del muerto ha presentado querella contra la policía; es más, con total seguridad, hay criaturas en todo el país que afean, censuran e incluso condenan la actuación de la uniformada, señalando que debió buscar otras formas de neutralizar al navajero…

Lo primero que hay que señalar es lo fácil que resulta opinar sobre situaciones extremas y que duran un instante desde la comodidad y seguridad del sillón de casa, de la barra del bar, del estudio de radio o de la poltrona de la sala de vistas. Además, cuando ya ha pasado todo y conociendo los detalles del suceso se es siempre muy valiente. Así, hay quien señala que el agresor no era estrictamente un terrorista, puesto que en su casa y su ordenador no se han visto evidencias de contacto con los grupos yihadistas y, por tanto, no debió ser tratado como tal… Hay muchos que opinan que el policía, cuando se le echa encima un facineroso armado, enloquecido y vociferante, debe informarse antes del motivo de su actitud: “oiga ¿es usted yihadista o su intento de acuchillamiento obedece a otras causas?” tendría que haberle preguntado, e incluso haberle obligado a rellenar un cuestionario en el que quedaran perfectamente claras sus intenciones. Es decir, ¿está obligado el servidor público a correr un riesgo cierto y elevado antes de hacer uso de sus defensas?

También están los que creen que en tales situaciones hay que tratar de capturar vivo al terrorista (para interrogarlo) disparándole a las piernas…, gran estupidez si se tiene en cuenta que no es extraño que el asesino suicida lleve un cinturón de explosivos y espere a estar rodeado para hacerlo detonar. Si esto hubiera sucedido, seguro que muchas opiniones de comentaristas, políticos y ciudadanos serían distintas; en fin, que se es muy valiente, cerebral y razonable sin correr riesgo y desde la tranquilidad, sin que el miedo y la adrenalina intervengan, sin jugarse la vida, vamos.  

Según ha declarado la agredida, toda la acción duró menos de quince segundos, en los que ella esquivó una primera puñalada y luego el tipo la persiguió cuchillo en alto, es decir, se vio obligada a tomar una decisión instantánea, casi automática, casi un reflejo, una decisión en la que prima la defensa, el instinto de supervivencia. Por otro lado, un criminólogo estadunidense ha enunciado lo que se conoce como la ‘regla de los 21 pies’ (6,5 metros), que viene a decir que cuando un agresor armado con arma blanca se abalanza sobre alguien que tiene pistola al cinto, éste sólo tendrá posibilidad de hacer uso de su arma si el del cuchillo está a más distancia, o lo que es lo mismo, cuando el esgrimista está a menos de 6,5 metros, no hay tiempo para desenfundar, quitar el seguro, apuntar y disparar; hay que tener en cuenta que el atacante tardará menos de 1,5 segundos en recorrer esos 6,5 metros y asestar la primera puñalada.      

En esa comisaría de Barcelona, la policía y un compañero gritaron al individuo del baldeo, quien siguió avanzando y amenazando hasta que ella disparó. Nadie, por mucho que se diga desde la comodidad y la seguridad, hubiera actuado de modo distinto en aquellas circunstancias. Nadie. Tal vez al revés, tal vez los que ahora se las dan de valientes, llegado el momento dispararían primero y preguntarían después.   

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 19 de agosto de 2018

LA CARA MÁS FEA DEL FESTIVAL DE WOODSTOCK Pocos nombres hay tan evocadores para el amante del rock & roll como Woodstock: grupos legendarios, interpretaciones históricas, imágenes emblemáticas, buen rollo.Tres días de ‘paz y música’, aunque también hubo página de sucesos con dos muertos

Tal cantidad de gente atasca carreteras, colapsa los servicios, consume y ensucia en cantidades industriales, sobre todo si se esperan 50 y se presentan 500.


 Tres días de ‘paz y música’, aunque también hubo página de sucesos con dos muertos 
En agosto de hace 49 años tuvo lugar el Festival de Woodstock, el festival de festivales, la gran referencia, el que más gente congregó, el que recogió el espíritu de la generación hippie. Fueron tres días de convivencia, de fiesta y conciertos legendarios. Sin embargo, además de la juerga del barro y de las múltiples estampas de amor y fraternidad, también hubo no pocos incidentes y sucesos indeseables. Lógicamente, la inolvidable película no enfoca más que al escenario y a un público feliz (se cifra en cerca de medio millón), sin aludir a los serios problemas que una ocasión tan enorme conlleva.

Casi todos los ‘contratiempos’ fueron causados por la desorganización surgida de una inesperada masificación. Pero tampoco puede decirse que los organizadores fueran los únicos culpables. De entrada, a última hora les negaron el lugar previsto, con lo que comenzaron las prisas e improvisaciones para cambiar el emplazamiento. Para el día de comienzo estaba casi todo listo, aunque no se previó el gentío que allí se congregó; curiosamente se atendió menos al vallado, a las taquillas, al control de las puertas de entrada, así que llegó un momento en que, ante una creciente muchedumbre que esperaba, hubo que abrir y permitir que entraran cien mil, doscientas mil, cuatrocientas mil personas más de las esperadas. Se previeron unas  50.000 personas y se presentaron cerca de 500.000. No hubo modo de controlar aquello.  

En un mogollón de tal calibre hay que hacerse a la idea de enormes atascos e infinidad de problemas de tráfico. Y la cosa empeora notablemente si esperas a cincuenta y se presentan quinientos. No sólo se produjeron atascos de veintitantos kilómetros, sino que muchos optaron por abandonar el coche y caminar, mientras otros decidían acampar allí mismo; en todo caso se volvió imposible circular, cosa que debió calentar a más de uno; además, todos los que vivían a lo largo de esa carretera quedaron atrapados. Por ello, no pocos artistas hubieron de ser trasladados en helicóptero. ¡ Hay que imaginarse ese panorama! Pero el tráfico no fue lo peor.

Típico de reuniones tan masivas son las inevitables colas ante los servicios. Lo malo es que nadie previó que acudiera a Woodstock tanta gente, tanta que se convirtió en un festival gratuito. Con la multitud, los asuntillos se convirtieron en problemones, como el  de los retretes. Había un baño por cada 850 personas, y además no evacuaban, sino que almacenaban, y luego pasaba el camión a recoger…Además, lógicamente, el público iba a hacer sus necesidades entre concierto y concierto, o sea, todos a la vez. Las colas eran kilométricas, la espera podía durar horas, y cuando llegaba el turno había que vadear ríos de pises que fluían y se mezclando con el barro…, antes de comprobar que  las tazas rebosaban y esparcían su hediondo contenido. Debía apetecer poco poner una guinda a la montaña… Pero esto tampoco fue lo peor.

Claro que para ir al wáter antes hay que comer y beber. De nuevo el exceso de personal colapsó los puntos de venta de comida, que además no debía ser muy buena. A lo largo del segundo día, y visto que la oferta no podía satisfacer la demanda, los vendedores cuadruplicaron sus precios, o sea, lo que costaba medio dólar pasó a costar dos, y lo que costaba uno de repente marcaba cuatro. No extrañará que, tras colas de una hora y unos precios inflados, algunos asistentes (al grito de ‘paz y amor hermano’) derribaran e incendiaran un  par de puestos. Como solución de emergencia se repartió comida, unas tazas de algo parecido al muesli. El hambre que pasaron tampoco fue lo peor.

También se aseguró que hubo estúpidos que no se conformaron con vender drogas, sino que la echaban (LSD) en la bebida y luego la ofrecían fraternalmente a los vecinos que, sedientos, echaban buenos tragos; incluso se aseguró que la vertieron al azar en cualquier vaso sin vigilancia. Así, mucha gente que ‘no estaba en la onda’ lo pasó fatal, incluyendo algunos niños. Uno de los organizadores, parece que escarmentado de otras, afirmó que no aceptó ninguna invitación. Por su parte, los equipos médicos, que tampoco eran especialistas en el abuso de drogas, no tenían tregua: sobredosis, borracheras, ‘malos viajes’ (se informó que cada cuarto de hora llevaban media docena de alucinados), y también accidentes, llagas y heridas en los pies, golpes de calor…, en fin, que las tiendas-dispensario estuvieron colapsadas de principio a fin. El personal médico trabajó a destajo y con buenos resultados en unas circunstancias extremas: trataron casi mil viajes enloquecedores y otros tantos casos de heridas en los pies, unos 175 ataques de asma, cientos de lesiones de todo tipo y cientos de afectados por dolores diversos (sobre todo en la barriga), más de 50 insolaciones, ataques epilépticos... De hecho, alguien dijo que aquello pudo ser una gran tragedia, pues con los accesos atascados era imposible el paso para vehículos de emergencia. Pero los problemas clínico-sanitarios no fueron lo peor.

Hoy, casi medio siglo después, en una concentración de alrededor de 500.000 personas seguro que se producirían infinidad de incidentes de carácter violento. Sin embargo, en Woodstock 1969 apenas se produjeron peleas, agresiones, robos… Dejando aparte los puestos incendiados o las discusiones en las colas, fue en el escenario donde se produjo la escena más violenta. Durante el concierto de The Who saltó al escenario un activista político, un espontáneo, un ceporro convencido de que su causa era lo más importante del mundo, agarró el micrófono y se puso a berrear su soflama. Hay dos versiones sobre lo que sucedió después: una dice que, tras unos segundos de estupor, Pete Townsend le sacudió un guitarrazo en la cabeza (estaba muy entrenado) que hizo huir al imbécil; la otra especifica que el porrazo con la Gibson SG que tocaba Pete fue tal que derribó del escenario al tontorrón. No, no se puede decir que hubiera mucha violencia.

Lo peor de aquellos tres días fue la muerte de dos personas, un joven militar que se metió una sobredosis de heroína, y un chaval de 17 años llamado Raymond Mizak que pereció de modo muy sucio. En la mañana del segundo día, este joven dormía dentro de su saco, que también le cubría la cabeza para protegerse de la lluvia. Seguramente, en total oscuridad cuando buscó dónde pernoctar, no se dio cuenta de que estaba en una montaña de basura. Por desgracia, aun dormía cuando llegó un tractor que remolcaba una cisterna cargada con aguas fecales (lo recogido de los váteres), cuyo conductor no pudo ver que, entre el inmenso montón de desechos, había alguien que no debería estar allí; así que volcó su carga de excrementos, que aplastó al desgraciado. En cuanto se dieron cuenta de la catástrofe se hizo todo lo posible por el chico, pero al parecer murió en el acto, estrujado, asfixiado por miles y miles de kilos de…

Y para algunos músicos, al menos los que tuvieron que tocar en medio del chaparrón a las tantas de la madrugada, tampoco fue todo tan maravilloso, pues no debe ser fácil tocar mientras te llevas buenas descargas eléctricas.

No todo fue legendario ni tan glorioso en Woodstock. Sea como sea, ¡quién hubiera estado allí!

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 15 de agosto de 2018

1518, LA SEGUNDA EXPEDICIÓN ESPAÑOLA A NORTEAMÉRICA Hace quinientos años España estaba inmersa en la exploración del Nuevo Mundo. Año tras año se iban sucediendo los acontecimientos, las expediciones, los hallazgos. En 1518 partió de Cuba la segunda expedición a la América continental

Los exploradores españoles tuvieron que escapar hacia los barcos a menudo (litografía de Capuz, 1849).


Pasaron 25 años desde el descubrimiento hasta que los españoles se decidieron a internarse en Norteamérica. En 1517 Hernández de Córdoba había sido el primero, y al año siguiente fue la expedición capitaneada por Juan de Grijalva la que se aventuró a lo desconocido, aunque sí que sabían que les esperaban grandes “hambres, trabajos y heridas”. En abril de 1518, a bordo de cuatro barcos, 240 hombres iniciaron otra aventura histórica. Hoy, quinientos años después, parecería poca cosa, pero fue una auténtica hazaña. Por otro lado, conviene considerar que, si no hubieran llegado los españoles antes, tarde o temprano lo habrían hecho otros (ingleses, franceses, holandeses) y, con total seguridad, todo hubiera sido peor para los nativos. En todo caso, para recordar aquel episodio, conviene ponerse el casco, la coraza y las circunstancias, y luego escuchar a un testigo ocular, Bernal Díaz del Castillo, que lo contó y describió todo en su imprescindible obra ‘Historia verdadera de la conquista de la Nueva España’.

Diez días después, con la excitación de la novedad absoluta y el temor a lo desconocido, llegaron a la isla de Cozumel. Echan pie a tierra cautelosos, avanzan y llegan a un poblado en el que sólo hay dos ancianos, pues el resto ha huido al verlos. Mediante dos indígenas capturados el año anterior por la expedición de Hernández de Córdoba, les piden  a los viejos que vayan tranquilamente a decir a los demás que no hay que temer. Se van y no vuelven, pero sí llega una india que habla en la lengua de Jamaica que, por ser parecida a la de Cuba, algunos la entienden; esta mujer les cuenta que iba en un barco hacia Jamaica, pero naufragó y algunos consiguieron llegar a la isla, donde sacrificaron a todos excepto a ella. Los españoles la enviaron a que buscara a los del poblado para que volvieran, así lo hizo pero regresó ella sola poco después con el mismo mensaje: no vendrán, tienen miedo, así que volvieron a embarcar, incluyendo la mujer jamaicana, que voluntariamente dejó la isla.  

Desde los barcos ven que, ya en las costas de la península de Yucatán, se han reunido muchos “indios de guerra” de los que el año anterior atacaron, causaron muchas bajas e  hicieron huir a la expedición de Hernández de Córdoba. La situación, según describe Bernal Díaz del Castillo, debía poner los pelos de punta: “a esta causa estaban muy ufanos y argullosos, y bien armados a su usanza, que son arcos, flechas, lanzas tan largas como las nuestras y otras menores, y rodelas y macanas y espadas como de a dos manos, y piedras y hondas y armas de algodón, y trompetillas y atambores. Y los más dellos, pintadas las caras de negro y otros colorados y de blanco, y puestos en concierto”, y para que nada faltara, el griterío amenazante. Con todo, desembarcan la mitad (seguro que no fueron voluntarios), armados con cañones pequeños, arcabuces, ballestas y espadas…, y el sudor frío del miedo recorriéndoles la espalda. Apenas puesto pie a tierra, son recibidos con una cerrada lluvia de flechas y lanzas, de modo que antes de que todos hubiesen desembarcado ya había muchos heridos. Los españoles se defienden y “les causan mucho mal”, pero la rociada de proyectiles no amaina, a pesar de lo cual se termina el desembarco. Entonces la cosa cambia, con todos en la lucha y a base de estocadas y ballestas les hacen retroceder. Balance de la batalla, siete muertos y unos sesenta heridos, entre ellos Grijalva, el capitán, que recibió tres flechazos y le rompieron varios dientes. También rememora Bernal que por allí había un enjambre de langostas, que con el ruido se levantaron y cayeron sobre ellos, de modo que no había modo de ver ni de asomarse, y que no se sabía muy bien si lo que venía era proyectil o langosta. Tras reorganizarse, se adentran y no encuentran más que  pueblos abandonados, así que regresan a los barcos.
Tres días después, ya en el continente, remontan un río (río de Grijalva) hasta que se encuentran con muchos indios en canoas y en tierra. Llevan visibles sus armas y penachos de guerra y se ven también “mamparos, fuerzas y palizadas”. Con los tiros (cañones), escopetas y ballestas apuntando, Grijalva, por medio de los dos indios que iban con ellos, les dice que no tengan miedo, que sólo quieren hablar e intercambiar cosas. Se acercan caciques y papas (sacerdotes), los españoles les dicen que vienen de lejos y les hablan de su señor (Carlos I), a lo que los indios principales contestan que ya tienen señor, que hagan los trueques y se larguen, y que tienen más de veinte mil guerreros listos para el combate. Finalmente se impone la diplomacia y se acuerda hacer las paces; los españoles respiran, comen y beben. Durante los intercambios los indios hablan de un lugar rico y con mucho oro al oeste: “México, México”, repiten sin que los españoles tuvieran idea de qué era eso. Sin lucha, volvieron a embarcar.

En el siguiente encuentro, que también fue pacífico, escucharon por primera vez el nombre de Moctezuma, gran señor que ya sabe de su llegada, que quiere conocer sus intenciones y si son los ‘teules’ (dioses) con barba de los que habla la profecía. Con buenas sensaciones remontan otro río (río de Banderas), donde vieron otra gran multitud de indios en actitud amistosa. Con toda la precaución y las armas listas, bajaron a tierra, donde volvieron a rescatar oro, o sea, a cambiarlo por piedras brillantes que los nativos apreciaban mucho (las verdes y azules tenían gran valor ritual). Al terminar el trueque volvieron a embarcar.

Muy cerca de tierra vieron varias islas. De una salía mucho humo, así que la curiosidad los empujó y allí desembarcaron. De inmediato se toparon con templos con gradas, y en ellos los restos de cinco indios recién sacrificados que “estaban abiertos por los pechos y cortados los brazos y los muslos, y las paredes de las casas llenas de sangre. De todo lo cual nos admiramos en gran manera”, cuenta el soldado-cronista. Ya en el barco hablarían de ello y pensarían qué más les esperaba… Posteriormente fueron a tierra firme, donde les esperaban muchos indios con abundantes piezas de oro para cambiar por esas cuentas brillantes que tanto les gustaban y llamaban ‘chalchivites’. Nuevamente encontraron el adoratorio, en el que encontraron los torsos abiertos de dos indios y restos y sangre por todas partes. Se convencieron de que el sacrificio era algo cotidiano en aquellas tierras, lo que, sin duda, debió provocarles escalofríos.  

También explica Díaz del Castillo  que “con los muchos mosquitos que había no nos podíamos valer”. E igualmente remarca el día que hace buen tiempo, ya que llovía diario, lo que impedía usar cañones y arcabuces; y a todo esto, siempre con todo el hierro, armas y protecciones encima, con calor asfixiante y altísima humedad… Los expedicionarios ya habían comprobado entonces que estaban en tierra firme, no en una isla. Acordaron entonces enviar un barco a Cuba para pedir socorro, ya que había perdido 17 hombres y tenían muchísimos heridos, y también para que llevara a los más dolientes y entregar el oro conseguido. Los tres barcos restantes volvieron a costear por el Golfo de Méjico. Nuevamente se acercan a la desembocadura de un río, donde “vinieron de repente por el río abajo obra de veinte canoas muy grandes, llenas de indios de guerra, con arcos y flechas y lanzas”, los cuales atacaron al navío más pequeño; sin embargo, los rechazaron y, acto seguido, volvieron al mar. Más adelante decidieron regresar a Cuba, pero antes tuvieron que fondear para reparar un barco que hacía mucha agua. Mientras estaban en ello, llegaron muchos indios de diversos pueblos, todos con piezas de oro bajo para cambiar por cuentas verdes. Algunos marineros repararon en unas hachas que pensaron hechas también de oro bajo, así que se pusieron a intercambiar y “en tres días se hobieron más de seiscientas; y estábamos muy contentos creyendo que eran de oro bajo, y los indios mucho más con las cuentas”. Al llegar a Cuba descubrieron que has hachas eran de cobre puro…

Así terminó la segunda expedición europea a Tierra Firme de América del Norte. El viaje tiene de todo, misterio e incertidumbre, batallas sangrientas y encuentros pacíficos de dos culturas, terror y anécdotas simpáticas…, no le falta ni el personaje femenino ni el final feliz y abierto a posible continuación . Ninguno de los presentes vivirá jamás una aventura semejante.

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 12 de agosto de 2018

CUANDO LOS BEATLES CASI REGALAN ‘THE LONG & WINDING ROAD’ A TOM JONES, Y OTROS ÉXITOS DONADOS POR ESTRELLAS DEL ROCK ‘The long & winding road’ de los Beatles estuvo muy cerca de ser un éxito de Tom Jones y no del cuarteto, pues fue escrito para que lo grabara el cantante galés. Esto de idear una canción para entregarla a otro ha sucedido con títulos emblemáticos, pero…

Una de las canciones donadas por el autor a un colega fue el 'Because the night', que The Boss regaló a Patti Smith hacia 1976.


Sucede en esto del rock que muchas veces las canciones tienen un por qué, una pequeña historia, como por ejemplo el hecho de que el compositor la hiciera para que fuera otro cantante quien la grabara y popularizara. Aunque en ocasiones el regalo artístico fue recibido y convertido en éxito por el receptor, en otras el proyecto no resultó y fue finalmente el donante quien se quedó con la pieza.

Uno de los casos más llamativos gira en torno al clásico  ‘The long & winding road’ de los Beatles… Contaba Tom Jones en 2012 que un día de 1968 se encontró a Paul McCartney en un pub de Londres y, seguro que con unas pintas por el medio, le dijo que cuándo iba a escribir una canción para él, a lo que Paul respondió que sí, que la haría. “Poco después llegó una canción a mi casa”, contó el galés, y era precisamente ‘The long & winding road’, que Macca había compuesto al piano en Escocia; sin embargo el regalito tenía una condición para ser efectivo: tendría que ser obligatoriamente el próximo single de Tom Jones, en caso contrario, no había donación. A éste se le presentó un gran dilema, pues ya tenía listo para lanzamiento otro single (‘Without love’), así que rechazó la oferta. “Sabía que me estaba jorobando a mí mismo, ya que la canción me pareció muy buena desde el principio, pero no tuve más remedio”, explicó el galés. Mucho después, en 2012, McCarteney le hizo otra y Jones la grabó, pero no era como aquella y el escenario había cambiado. En fin, ‘The long &…’ estuvo muy cerca de ser un número uno por Tom Jones y no por The Beatles. También puede recordarse que Lennon y McCarteny les dieron a los Rolling Stones su primer éxito, el tema ‘I wanna be your man’, en 1963, que llegó al puesto número 12; claro que la versión de Beatles, meses después, llegó al número 1 dentro del ‘Meet the Beatles’.

Los Bee Gees tienen dos de estas anécdotas. Dice la leyenda que su ‘To love somebody’ fue concebida para Otis Redding, quien desgraciadamente murió antes de poder grabarla. El tema, sin embargo, está dedicado al que fuera su manager Robert Stigwood, quien había pedido a Barry Gibb que le escribiera una canción. Éste, sin embargo, insinuó hacia 2001 que sí, que la escribió pensando en el empresario, pero con la idea de que fuera Otis quien la cantara… Y por otro lado, en 1967, el grupo australiano compuso su ‘Massachussetts’ con la ilusión de que la grabaran sus compatriotas The Seekers (que habían viajado antes que ellos a Inglaterra), pero ese deseo no se cumplió y la editaron ellos mismos con gran éxito. Mucho después, en 2003, The Seekers quisieron corresponder a los Bee Gees y cantaron la canción, e incluso la incluyeron en un recopilatorio de sus éxitos de los sesenta…, cuatro décadas después.  

El ‘Sister Morphine’ de los Rolling Stones cuenta con música de Mick Jagger y letra de su novia de entonces (finales de los 60), Marianne Faithfull, quien la grabó y publicó en 1969; pero fue un fiasco, tanto que la compañía retiró el disco de las tiendas un par de semanas después. Dos años más tarde apareció la versión de los Stones, pero firmada sólo por Jagger y Richards, que eran muy tacaños a la hora de acreditar a otros autores que colaboraban en la composición de sus canciones. La injusticia se subsanó en 1998, cuando la canción reapareció en el recopilatorio ‘No security’, y ahora sí acreditaron a Faithfull.

Todo aficionado al rock & roll sabe que Bruce Springsteen entregó la contundente ‘Because the night’ a Patti Smith en 1976, ya que la concibió pensando en hacer un tema a su medida y le salió ésta. Según ellos han contado, Springsteen compuso la partitura y escribió el estribillo, mientras que Patti se encargó de las estrofas, que dejó terminadas en una sola noche. Como es sabido, la canción es el mayor éxito de la neoyorquina. ‘The Boss’ la interpreta con ligeras variaciones en la letra: la de Patti es más sexual y la de Bruce más romántica, como si cada una de ellas sirviera para describir los dos roles de la pareja de la que habla la letra. Por otro lado, El Jefe escribió varias veces para otros, para Manfred Mann, para Pointer Sisters…

Y otra en la que el momento de publicación fue determinante. Stevie Wonder contó para grabar un Lp con la guitarra de Jeff Beck, y a cambio le prometió una canción. Así, ideó el magnífico ‘Superstition’ para entregársela al guitarrista, e incluso en aquella misma sesión grabaron una especie de maqueta del tema. Sin embargo, Jeff Beck tardó en grabarla, y cuando terminó, hacía meses que Stevie Wonder había lanzado su propia versión que, como es sabido, fue un éxito abrumador. El caso es que a Beck le sentó como un tiro que Wonder se le adelantara. De todos modos el guitarrista publicó su versión, que carecí a del fuego de la original.

Hay veces que los grandes autores se sienten espléndidos y entregan grandes canciones a sus colegas para que se luzcan, aunque hay otras en que parecen arrepentirse de donar piezas que les habían quedado muy bien. En todo caso, muchos hubieran dado un brazo a cambio de figurar como compositor de alguna de ellas.

CARLOS DEL RIEGO

viernes, 10 de agosto de 2018

LA ERA DEL VINILO. ANGLOPARLANTES CHAPURREAN EL ESPAÑOL

ANGLOPARLANTES CHAPURREAN EL ESPAÑOL

LA ERA DEL VINILO. Un pequeño espacio de radio musical con los clásicos en singles y elepés.

THE CLASH.

 BOB DYLAN.

 THE POGUES. 

MINK THE VILLE.

 RITCHIE VALENS.

miércoles, 8 de agosto de 2018

LEGISLACIÓN Y JUDICATURA BENEVOLENTES Inquietantes noticias se abren paso entre los esperpentos de los políticos. Peligrosos criminales se fugan gracias a permisos carcelarios, asesinos que recobran la libertad tras penas irrisorias, conductores ebrios que matan a ciclistas y les caen 3 años…

Por muy disparatadas que fueran, las leyes que promulgaran estos tres tendrían más lógica que las de algunos legisladores.


Hay días que leer la prensa exige enormes dosis de mentalización previa y autocontrol para sujetar la creciente inquietud que provocan y que, casi siempre, terminan en indignación, rabia e impotencia. Algunas de las noticias que se vienen leyendo en España en las últimas fechas (julio-agosto-18) son de esas que dejan perplejo, de esas que hacen preguntarse ¿cómo es posible que suceda tal cosa? Aquí hay algo que falla.

Recientemente se han dado dos casos de peligrosísimos criminales (asesinos violadores) que se han dado a la fuga aprovechando permisos penitenciarios. En ambos casos el comité de evaluación de la cárcel desaconsejó otorgar esa libertad temporal, pero el señor juez se pasó por el forro los informes de los expertos y colocó en la calle a tipos que, de necesitarlo, matarían a quien se les pusiera por delante sin parpadear. El motivo del premio?: buena conducta, es decir, como en la cárcel no hay mujeres a las que violar, el tronco de las puñetas premia al violador asesino con otra oportunidad para que busque víctima. El caso es que esos dos asesinos violadores aprovecharon para largarse. Y se han dado casos de indeseables que, durante un permiso carcelario, han secuestrado, torturado, violado y asesinado (como el de aquellas dos mujeres policías víctimas de una bestia de este tipo a la que el juez le concedió ocasión de reincidir). Cierto que la mayoría vuelven, pero los permisos, los premios, no pueden ser automáticos. Seguro que la mayor parte de los jueces lo entiende así, pero los otros…

Claro que tanta culpa recae sobre los legisladores, cuyas leyes están pensadas para que el criminal pase el menor tiempo posible en la cárcel, o sea, para que vuelva cuanto antes a ejercer su actividad. Es escalofriante que un tipo responsable de la muerte de 40 personas esté en la calle con toda legalidad tras 31 años; es decir: este prehomínido robó cientos y cientos de años a sus semejantes, sin embargo, la ley española sólo le hizo ‘devolver’, o sea, pagar 31; siguiendo la misma regla, si un ladrón roba 200.000 euros y le pillan con todo, deberían obligarle a devolver sólo treinta o cuarenta mil, pero no es así, sino que le incautan todo lo robado. ¿Acaso los euros robados valen más que los años de vida robados?

Tanto en el ámbito legislativo como en el judicial ha calado la idea de que la cárcel debe ser algo así como un campamento de enseñanza de buena conducta, una residencia para explicar a los asesinos que matar es malo. Y con ese sentimiento de buenismo (que ha penetrado profundamente en ciertos sectores de la sociedad) algunos juzgadores y todos los legisladores parecen haber olvidado que la cárcel tiene un componente de castigo mediante el que se paga por el crimen cometido, y otro componente de protección de la ciudadanía que aparta al criminal de la calle para que no pueda ejercer. Sin embargo, existen criaturas (en todos los entornos) que están convencidas de que la cárcel tiene que ser un albergue-escuela donde los maltratadores, asesinos, pederastas, terroristas y violentos aprendan urbanidad y buenas costumbres. El caso es que quienes redactan la ley y los que sentencian (algunos) dan sensación de estar aquejados de síndrome de Estocolmo (pues buscan afanosamente el modo de favorecer y premiar al facineroso pervertido), e igualmente parecen condicionados por ciertas dosis de cobardía (pues se muestran crueles con el débil y magnánimos con el poderoso y/o el peligroso). También se dan casos en que el legislador quiere parecer el más ‘progre’ e idea fórmulas que beneficien al malo (por ejemplo, legislar condenas de 200 años sabiendo que el máximo efectivo es muchísimo menor); por su parte, al magistrado (a algunos) le dan ataques de juez, con lo que se siente estupendísimo y larga una ocurrencia en su escrito final (como la que le dio al juez alemán que denegó la entrega del expresident). Todo esto, claro, lo aprovechan los desalmados para ‘reinsertarse’ cuanto antes y des-reinsertarse a la mínima ocasión. ¿Sería desacertado exigir que los jueces sean responsables de sus sentencias y paguen cuando sus decisiones hayan resultado necesarias para que se perpetre un crimen fácilmente previsible?  Los índices de reinserción entre los delincuentes más bestias (pederastas, violadores y violentos de todo tipo) tienden al cero, pues esos criminales carecen de empatía, de respeto por los demás, del más mínimo sentimiento de culpa y, por tanto, jamás tendrán ni siquiera la intención de dejar de hacer daño. Estos días (principio de agosto de 2018) la policía (lo más eficaz de todo el sistema) ha capturado a un asqueroso pederasta que filmaba y vendía pornografía infantil; será juzgado y condenado, pero no pasará más de seis u ochos años en la cárcel, y cuando salga ¿alguien cree que no volverá inmediatamente a las andadas, o sea, a buscar niñas? El cómputo de reincidentes en esta perversión es elocuente.                                                             
   
Ah!, no hay que olvidar que esta especie de mal que afecta a algunos jueces y a todos los legisladores se da en muchos otros países; por ejemplo, una bestia con pantalones mató a palos y con toda la saña que uno pueda imaginarse a su compañera, Marie, hija del actor francés Jean Louis Trintignan, pues bien, la ley francesa permite que tal atrocidad se liquide con una pena de cuatro años y el puñetero (por las puñetas de las mangas del juez) aprovechó para ser benevolente, para premiar al pervertido, de modo que el asesino apenas pasó un par de años entre rejas; conclusión: el verdugo robó unos cincuenta años a la víctima, pero el politicastro y el arbitrucho sólo le obligaron a devolver dos. ¿Es esto inquietante o no?    

¿Y los agravios comparativos? Un tipo borracho coge el coche mata a dos ciclistas y va su señoría y lo condena a tres años, mientras que a Juana Rivas, que se llevó a sus hijos sin maltrato ni violencia, le caen cinco. ¿Es esto coherente y proporcionado?, ¿no tienen los de la toga negra la posibilidad de considerar los delitos desde una perspectiva más o menos grave?, ¿cómo es posible que matar conlleve menos pena que no entregar los hijos al marido condenado por maltrato? Pareciera que lo que realmente es digno de máxima pena para los de toga negra (algunos) es que haya ciudadanos de a pie que se nieguen a obedecerles, de manera que esa desobediencia tiene para ellos (algunos) mayor gravedad que acabar con la vida de otras personas; otras veces, esos algunos se escudan en que sólo hacen cumplir la ley, pero si la cosa fuera así de automática, si tuvieran tan atadas las manos, ¿para qué se necesita la figura del juez?  

Aquí hay algo que falla

CARLOS DEL RIEGO

lunes, 6 de agosto de 2018

LA ERA DEL VINILO. VOCALES Y DOO WOP:

LA ERA DEL VINILO. VOCALES Y DOO WOP:
Un pequeño espacio de radio musical con los clásicos en singles y elepés.
SH BOOM.
 MR. SANDMAN. 
THE GREAT PRETENDER.
 COME SOFTLY TO ME.
 WONDERFUL WORLD 

domingo, 5 de agosto de 2018

¿POR QUÉ SE SEPARARON ESTOS GRUPOS? La mayor parte de los grupos terminan separándose. La convivencia produce roce continuo, hasta que la rozadura rompe los lazos afectivos. Ha habido rupturas sonadas y otras más discretas, Y los motivos son idénticos a otros tipos de rupturas

La ruptura de Eagles fue muy sonada y se produjo en pleno concierto.


Hay veces que la separación de grandes bandas de rock se ve venir, mientras otras sorprenden a todos. Y las causas son idénticas a las que se observan en otros ámbitos, ya sea el familiar, el empresarial, el político…, es decir, en el fondo, las grandes estrellas responden a impulsos, estímulos y pasiones tan corrientes como las de cualquier ciudadano. En fin, el glamur se suele quedar en el escenario, desaparece cuando se apagan los focos. Tal vez la separación más célebre, más analizada y revisada sea de la de los Beatles, que tuvo un poco de choque de egos, discrepancias profesionales, influencias tóxicas del exterior… Pero también se han dado otras desbandadas que merecen ser recordadas.

Como muchas veces ocurre, hay grupos de sonido refinado y elegante cuyos miembros se llevan poco menos que a matar. Uno de ellos es el californiano Eagles, cuyo rock suave y repulido contrasta con las ásperas relaciones que mantenían algunos de sus miembros. Su final fue sonoro e inaudito. Antes de un concierto que dieron para recaudar fondos para un senador estadounidense, al darle las gracias la esposa de éste a cada de ellos, Don Felder respondió “de nada” y luego, entredientes pero lo suficientemente alto, “supongo”. Este desplante le pareció fatal a Glenn Frey, que se lo reprochó allí mismo, cosa que a Felder no debió parecerle muy bien. Luego, durante el concierto, en pleno escenario, entre coros, estribillos y solos, se fueron diciendo indirectas y directas uno al otro. Cerca del final Frey, guitarra y voz,  le dijo algo así como “jódete, dentro de tres canciones, cuando termine el show, te voy a patear el culo, amiguito”. Y Felder, también guitarra y voz, replicó “perfecto, pero yo no puedo esperar tanto”. Luego, en los camerinos la cosa no llegó a las manos, aunque Felder, rabioso, destrozó una guitarra. Más tarde, el bajista, Timothy Smith , llamó a Frey para preguntarle qué tal, a lo que el músico respondió que el grupo ya no existía. Hasta que catorce años más tarde hubo reunión, y más tarde aún Felder, fue despedido, los denunció, hubo problemas de dinero, juicios… Y hace tres años Frey murió. Un final vulgar para uno de los grupos más selectos.

Las principales enfermedades que suelen llevar al cierre a una banda de rock son las relacionadas con el dopaje y el bebercio, aunque las enfermedades corrientes también pueden acabar con un grupo. Los neoyorquinos Blondie se vieron obligados al cese a causa de una dolencia común…, aunque rara. A comienzos de los ochenta, con el grupo en sus máximos de ventas y popularidad, al compositor y guitarrista (y pareja de Debbie Harry) Chris Stein le fue diagnosticado pénfigo, un mal inusual que afecta a la piel y provoca ampollas muy dolorosas en la boca, en la garganta, en los pulmones… Stein tuvo que coger una baja indefinida y el grupo se deshizo, aunque ella se quedó a su lado (“no hice nada raro, era mi compañero”), declaró la cantante posteriormente. Afortunadamente la variedad que afectó a Chris no era de las más severas, de modo que en unos años y con un tratamiento de esteroides el músico pudo volver a la actividad (afortunadamente no hay control antidoping en el rock & roll). A finales del pasado siglo, y con la enfermedad bajo control, Blondie se rehízo y regresó a escena, pero habían perdido un tiempo precioso.

The Clash es un grupo que gusta y cae bien a (casi) todo el mundo. Sus incendiarias canciones, que nunca perdieron rabia y agresividad aunque ya no fueran estrictamente punk, exigían un enorme esfuerzo tanto en lo artístico como en lo que afecta a la integridad y credibilidad. Tanto desgaste pasó factura y a mitad de los ochenta el viaje de The Clash se interrumpió brusca y definitivamente. En 1999, tres años antes de morir, el principal ideólogo de la banda, Joe Strummer, explicó que llevaban años de agotadora actividad y “todos estábamos muy cansados, y además, yo notaba que me estaba quedando sin ideas y sin energía”. Pero hay más, en 1982 hicieron una gira con The Who, que se despedían (volverían años después, claro); el caso es que a Joe no le gustó verse en lo que alguno calificó como ‘el circuito de la nostalgia’ y señaló que “ver a The Who al final de su vida y ver lo que nos esperaba me hizo pensar”, en fin, que no quería que The Clash se convirtiera en un viejo dinosaurio. Su frase final es concluyente: “nos estábamos convirtiendo en nuestros padres”. Cierto que hubo problemas entre sus miembros, pero la causa final de la ruptura fue la sólida raíz punk que permanecía en la mente de Joe Strummer. Claro que, de haber seguido vivo, la radicalidad se hubiese atenuado y The Clash hubiera tenido una segunda oportunidad.

Una desbandada absurda fue la de los británicos The Zombies. Resulta que hacia 1968, y a pesar de su sonido estiloso y excelentes melodías, en Inglaterra eran un fracaso; de hecho, Rod Argent contó que vivían gracias a que daban muchos conciertos cobrando muy poco. Hasta que se cansaron de no ver recompensa al esfuerzo y se separaron. Entonces descubrieron que fuera de su país habían tenido mucho éxito, en Estados Unidos, en Alemania, en Francia, incluso en España: ¡en su casa es donde menos caso les habían hecho! Un año después les ofrecieron un millón de dólares por dar una gira por Usa, pero para entonces “ya habíamos emprendido caminos separados”, explicó Argent. Sin duda, hoy esto hubiera sido imposible.

Los Everly Brothers se cansaron de serlo. Un día de 1973 Don le dijo a Phil que el siguiente ‘show’ sería el último, puesto que estaba harto de ser un ‘Everly brother’; a la hora del concierto se presentó tan borracho que alguien de la organización trató de interrumpirlo, cosa que enfureció tanto a Phil que se marchó de escena rompiendo guitarras. Curiosamente, ebrio, Don se quedó y terminó él solo. Fue el fin…, excepto en ocasiones excepcionales, como cuando Paul Simon los reunió para que tocaran con Simon & Garfunkel; era 2003 y Simon afirmó que llevaban años sin verse, y que se encontraron en el aparcamiento poco antes del primer concierto. Está claro, estaban hartos.

Curioso es el hecho de que grupos con integrantes abiertamente enfrentados continuaran como perfectos profesionales (Ramones, Rolling Stones).

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 1 de agosto de 2018

AGOSTO DE 1945, HIROSHIMA, LA BOMBA ATÓMICA Y EL FIN DE LA GUERRA El 6 de agosto de 1945, ya hace 73 años, Hiroshima pasó a la historia como la primera ciudad arrasada por una bomba atómica. A los tres días otra cayó sobre Nagasaki. La rendición de Japón supuso el fin de la II Guerra Mundial. ¿Fueron legítimos y necesarios los ataques?

Así quedó Hiroshima (e igualmente Nagasaki) tras el bombardeo atómico, y así hubiera quedado todo Japón en caso de no haberse lanzado esas bombas 


Mucho se ha tratado el asunto de la legitimidad e incluso la moralidad de aquellos bombardeos, de manera que no son pocos los especialistas o los simples aficionados a la Historia que piensan en Japón como víctima. Sin embargo, como casi siempre, las cosas no son tan sencillas.

En primer lugar hay que recordar (aunque parezca innecesario) que fue la aviación japonesa la que atacó Pearl Harbour, acto con el que Japón declaró la guerra a Usa (la declaración formal y escrita llegó después de esa batalla). Sin embargo, en contra de lo que se piensa y a pesar de los importantes daños sufridos por el ejército americano (2.500 muertos, 190 aviones destruidos, 5 barcos hundidos), ese famoso bombardeo fue un completo fracaso: los aviones atacantes no pudieron hundir ningún portaviones (objetivo principal) porque no estaban allí; tampoco destruyeron los depósitos de combustible (millones y millones de litros), pues los generales nipones así lo ordenaron al pensar que se produciría tal cantidad de humo que los aviadores no tendrían visibilidad; y finalmente se dejaron intactos los diques de reparación, con lo que los barcos americanos que no se hundieron estaban en servicio unos pocos meses después.   

Una vez metidos en la guerra, los marines Usa (con más exactitud, los aliados) pudieron comprobar por sí mismos la combatividad suicida de sus enemigos. Y aunque se supieron después, han quedado documentadas, demostradas y reconocidas las incontables barbaridades cometidas por el ejército japonés en su acometida expansionista por toda Asia: matanzas en masa, crudelísimas atrocidades, salvajadas equiparables a las de los nazis en Nankín (La masacre de Nankín), en otros lugares de China, en Corea, en Filipinas, en Manchuria… Todo ello lo contaban con orgullo los periódicos japoneses; por ejemplo, daban cuenta de una competición entre dos capitanes para ver cuál cortaba más cabezas de un solo tajo con la espada tradicional. Tales hechos permiten hacerse una idea de lo que hubiera ocurrido en gran parte de Asia en caso de no haberlos derrotado militarmente. El alto mando estadounidense sabía que para lograr la rendición japonesa había que hacerse a la idea de miles y miles de bajas, y convertir cada una de las infinitas islas ocupadas por los nipones en un campo de batalla: las Filipinas, Marianas, Carolinas, Marshall…, además de durísimas batallas aeronavales.   

También se pudo comprobar el fanatismo con que se conducían los soldados imperiales durante los incontables combates, puesto que luchaban aun sabiéndose derrotados, llegando en muchos casos a obligar al suicidio a la población civil (se les entregaba una granada y se les ordenaba hacerla estallar entre las manos cuando el enemigo estuviera al lado). Así se llega al año 1945. Tras el tremendo desgaste del ejército de Usa al ir conquistando isla tras isla, se toma la decisión de atacar sólo las que tuvieran interés estratégico o poseyeran aeropuerto o estaciones de radar. Iwo Jima tiene apenas 20 kilómetros cuadrados, pero era importante para ambos bandos por su situación y sus instalaciones; en febrero-marzo, la emblemática toma de esta islita (con el famoso izado de la bandera de las barras y estrellas) costó casi 6.000 muertos y 20.000 heridos a la infantería de marina (más de 20.000 muertos entre los defensores). A continuación (abril-junio) tocó el turno a Okinawa, de 1.200 kilómetros cuadrados; tomarla supuso la muerte de unos 13.000 soldados estadounidenses, así como más de 36.000 heridos, mientras las bajas del ejército japonés ascendieron a ¡110.000!; en total, entre muertos y desaparecidos, civiles y militares, japoneses y estadounidenses, la cifra alcanzó los 240.000.

Así las cosas, Harry Truman, el presidente de Estados Unidos, sopesó lo que significaría la invasión terrestre de Japón: se calculó que el desembarco y posterior avance hasta tomar Tokio supondría el sacrificio de alrededor de medio millón de soldados estadounidenses y no menos de millón y medio de japoneses (incluyendo civiles). En ese punto, Truman, en contra de la opinión de algunos de sus más destacados generales que aseguraban que sería más eficaz el bombardeo convencional de las principales ciudades japonesas (Tokio ya los conocía), toma la decisión: la bomba atómica. Sin embargo, la horrorosa devastación sufrida por Hiroshima no terminó de convencer al alto mando japonés: jamás habían perdido una guerra ni había sido invadido su territorio, y por supuesto, la rendición era mucho peor que la muerte. Asimismo, el gobierno publicó en la prensa un comunicado en el que aseguraba que con 20 millones de japoneses dispuestos a sacrificarse, el país ganaría la guerra. Además, los generales convencieron al emperador de que los norteamericanos sólo tenían una bomba, la que habían detonado sobre Hiroshima, por lo que, afirmaban, era preciso seguir resistiendo. Truman les advirtió de que, en caso de no rendirse, el “horror atómico” volvería a caer sobre otra ciudad. Pero Hiro Hito y sus ministros seguían sin pensar en la rendición. Por eso, tres días después de ‘Little boy’, la segunda bomba atómica, ‘Fat man’, asoló Nagasaki (iba a ser Kokura, pero las nubes impedían la visibilidad y se salvó).          

Piénsese e imagínese en la decisión a tomar: teniendo en cuenta que si no se le derrota totalmente, el enemigo se reorganizará, se rearmará y volverá al combate; teniendo en cuenta que en su territorio luchará cuerpo a cuerpo, casa por casa, de modo fanático y suicida (los antecedentes así lo demuestran); teniendo en cuenta, en fin, el coste en vidas (propias y del adversario) y recursos, así como en la prolongación indefinida de la guerra, ¿cuál es la mejor opción?, ¿usar el “horror atómico” con un coste instantáneo de 120.000 vidas (más otras tantas en los meses posteriores) y dos ciudades arrasadas, o usar armamento convencional para invadir por tierra con no menos de dos millones de muertos y el país totalmente destruido? Hay que ponerse en la piel de quien tiene que tomar esa decisión, ¿qué hacer?, ¿qué es lo menos malo?

Se hagan las consideraciones que se hagan y sin atribuir a Usa el papel de bueno, es un error pensar en Japón como víctima.    

CARLOS DEL RIEGO
(Ampliado del original de diciembre de 2015)