miércoles, 31 de enero de 2018

“NO SABÍAMOS QUIÉN ERA ELLA, PERO LA MATAMOS TAMBIÉN” Se recuerda estos días (I-18) el vil asesinato del concejal Jiménez Becerril y su esposa Asunción García a manos de las bestias etarras. Así, con esa crueldad, con esa indiferencia cuentan los asesinos su ‘hazaña’.

A él lo mataron por tener opiniones contrarias y a ella por estar allí, y hubieran matado a los niños sin sentir otra cosa que el frío del gatillo

Uno va por la calle con su pareja. Acaban de salir del bar comentando las cosas del día a día. Notan pasos pero apenas reparan. Súbitamente, dos tiros a quemarropa. Una décima de segundo antes, ¿se darían cuenta de lo que pasaba?, ¿tendrían conciencia de su próxima muerte aunque fuera un pensamiento fugaz?, ¿escucharían Alberto y Asunción las detonaciones antes de caer? Hay que ponerse en ese lugar en aquel momento en aquella circunstancia, es decir, es preciso pensar que aquello pudo ocurrir a cualquiera. Él tenía ideas contrarias a las de los asesinos, y ella…, pues estaba allí. Tales fueron las imperdonables culpas de los ejecutados, o sea que, en realidad, cualquiera pudo haber recibido aquellos tiros si hubiera tenido la mala suerte de haber estado en ese lugar en aquel momento, puesto que a los que dispararon no les importaba lo más mínimo liquidar a este o a esta, a aquel o a aquella. “No sabíamos quién era la que iba con él, pero la matamos también”, así lo declararon las alimañas sin el mínimo remordimiento, sin ese rasgo humano que consiste en identificarse con la desgracia del semejante; de esa brutal afirmación se desprende un hecho: cualquier persona, independientemente de su ideología o sus simpatías, hubiera recibido el balazo en la cabeza en aquel momento. Y es que el contaminado cerebro de los descerebrados cafres era absolutamente incapaz no ya de albergar un ápice de humanidad y empatía, sino que había perdido el privilegio exclusivamente humano de pensar.   

Con motivo de los veinte años transcurridos de aquel acto de cobardía fanática tan al estilo de las SS, se organizó un pequeño homenaje al joven matrimonio (treinta y tantos años tenían) y un acto de apoyo a sus hijos, niños entonces y que han crecido sin padres. Pero unos auténticos malnacidos rechazaron tomar parte en algo tan simple y humano como es dedicar unos segundos al recuerdo de dos inocentes masacrados, al revés, hicieron notar su ausencia, dando a entender que sus simpatías están con los pistoleros, no con las víctimas. Demostraron así su catadura moral. Pero lo que choca es que esos indeseables (entre los que destacan los dirigentes de ciertos partidos políticos) son los mismos que exigen justicia por los crímenes franquistas de hace 50 años, los mismos que se rasgan las vestiduras por los muertos (de un bando) de la Guerra Civil Española de hace 80, los mismos que se cabrean con su país por lo acaecido en América cinco siglos atrás… ¿Cómo puede alguien enfadarse por las muertes acaecidas hace quinientos años (la mayoría por enfermedad) y no sentir ni un miligramo de lástima por los que fueron tiroteados, como quien dice, la semana pasada?

Resulta extremadamente difícil entender y asumir tan contradictorias opiniones, tan disparatadas percepciones de la realidad en la misma persona. De todos modos, seguro que alguno de esos políticos y alguno de sus simpatizantes sí que sienten pena por Alberto y Asunción, pero no se atreven a manifestarlo en voz alta por el miedo a que les tachen de facha. Y es que, cuando la ideología ha invadido y contaminado el pensamiento, la persona deja de ser verdaderamente libre, ya que su creencia se antepone a todo acto…, tal y como muy acertadamente lo expresó el filósofo alemán Ernst Jünger (tachado de marxista por los nazis y de pronazi por los comunistas): “El primer paso hacia la verdadera libertad consiste en desembarazarse de la ideología política”.

 “No sabíamos quién era pero la matamos también”, rugieron las bestias, lo que quiere decir algo así como “te hubiéramos liquidado a ti y a tus hijos sin pestañear, sin preguntar por tus gustos o creencias, si hubieras allí en aquel momento”. Desconcierta, descoloca que alguien se sienta más cercano al verdugo que a la víctima. Pero es así, así sucede.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 28 de enero de 2018

LA HUMANA FRAGILIDAD DE LOS ASTROS DEL ROCK & ROLL A la sucesión de músicos de rock que saltan a las páginas de la prensa por su retirada definitiva de la música y de la vida, se unen los anuncios de enfermedades incapacitantes de grandes nombres. Todo ello es muestra de su humana fragilidad

Resulta difícil aceptar que 'Manolenta' esté perdiendo el control de sus manos

Inquietante es el rosario de bajas que está afectando al rock & roll y su entorno. Entre las más recientes está la súbita muerte de la cantante de The Cranberrys, Dolores O´Riordan, y también la de los menos conocidos Mark E. Smith, del excelente aunque desconocido grupo británico The Fall, la del que fuera batería de Judas Priest Dave Holland, la de Jim Rodford, que integrara bandas como The Kinks o The Zombies, o la del trompetista sudafricano Hugh Masekela, que participó en el histórico festival Monterey Pop…, por citar sólo los fallecidos en los últimos días de enero del 18.

Pero es que, además, otros grandes nombres de la historia del rock anuncian su pérdida irreversible de facultades. Hace unos cuantos meses el gran Keith Emerson, teclista de Emerson, Lake & Palmer, se pegó un tiro cuando comprobó que sus manos ya no le obedecían y que, irremisiblemente, la cosa iría a peor (su compañero Lake le siguió, aunque por causas naturales). Pues algo parecido le está sucediendo a otro músico superlativo como es el legendario guitarrista Eric Clapton. Como todo interesado sabe, el conocido como ‘Mano lenta’, de 72 años, anunciaba recientemente en una entrevista que padece diversas dolencias que, poco a poco, terminarán por apartarlo definitivamente de la interpretación. Explicaba el artista que se está quedando sordo, algo que ya lo alejaría definitivamente de escena; pero es que además sufre neuropatía periférica, que le produce sensación de descargas eléctricas en las extremidades inferiores y, como él dice, “la mayor parte del tiempo mis manos apenas funcionan”, y por si fuera poco, padece lo que se conoce como acúfenos, un mal que consiste en escuchar todo tipo de sonidos (desde zumbidos hasta estruendos) que sólo están en su cabeza. Tal vez los excesos con los que castigó su cuerpo durante dos décadas le estén pasando factura. En todo caso, ¿qué puede ser peor para un guitarrista o un pianista que perder el gobierno de sus dedos? ¿Volverá a escucharse a Eric Clapton interpretar en vivo la prodigiosa entrada de ‘Layla’?

También acaba de conocerse que el neoyorquino Neil Diamond (77 años), uno de los autores más exitosos de la historia del pop y el rock, se ve obligado a abandonar los escenarios porque padece el mal de Parkinson. Aunque muchos puristas nunca han sabido reconocer sus innumerables virtudes, basta echar un vistazo a los títulos que llevan su firma para que se imponga la evidencia: pop y rock, pero también con otros géneros como el reggae, el funk o el jazz, Neil Diamond ha logrado clamorosos números uno en todo el mundo; por no hablar del ‘pequeño detalle’ de que ha despachado más de 120 millones de discos a lo largo de las últimas seis décadas, y que muchísimas grupos y solistas del más variado pelaje han grabado versiones de su temas. Hace unos días el propio artista comunicó que la enfermedad le obliga a dejar el directo “tras un viaje de más de cincuenta años”, aunque afirma que seguirá componiendo y grabando. Desgraciadamente, el autor de maravillas como ‘Sweet Caroline’, America’, ‘Play me’, ‘Girl, you´ll be a woman soon’, ‘Red red wine’, ‘Kentucky woman’, ‘I am a beliver’…, poco a poco irá perdiendo facultades, ya que los síntomas (temblores, desequilibrios, descoordinación, lentitud de movimientos, rigidez) suelen ir a más.   

¡Qué humanos son, después de todo, esos que a ojos de la mayoría parecen estar siempre en un pedestal y vivir en un sueño! En realidad, la diferencia entre quien tiene verdadero talento para la creación artística y el resto de los mortales está en lo que queda después de su muerte, pues la mayoría del personal será olvidado en unos cuantos años, mientras que quien deja obras de arte con mérito vivirá en la mente de todo aquel que se asome o revise esas obras sin importar el tiempo transcurrido.

Si alguna vez se sintieron indestructibles en el Olimpo del rock, si alguna vez sus admiradores los vieron como si fueran seres superiores, unos y otros ya se habrán dado cuenta, sin duda, de que incluso las grandes estrellas son tan frágiles como el más común de los habitantes de este planeta.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 24 de enero de 2018

LOS NIÑOS ASESINOS Y LA EDUCACIÓN Un asesinato siempre es un acto atroz que sacude a la sociedad, pero cuando lo comete un menor, un niño, además del horror surge la perplejidad. Ante los casos de chavales asesinos que se han dado en Vascongadas, muchos culpan a la educación, pero…

La educación es un código moral y de conducta, pero no una cadena que obliga a ir por el buen camino

La escalofriante noticia de los niños asesinos ha horrorizado a la sociedad española (desgraciadamente hay países donde esto no es ni noticia), sorprendida de que chicos de trece o catorce años sean capaces de matar a sangre fría, sin dudarlo y con la ‘ventaja’ de saberse menores y, por tanto, inimputables o exentos de penas de cárcel. En primer lugar está la cuestión en torno a qué se puede hacer con estos asesinos adolescentes, pues existe el pensamiento de que no se les puede traumatizar de por vida encerrándolos aunque sea en correccionales de menores; sin embargo, casi con toda seguridad, la vida de estos individuos estará marcada para siempre, puesto que si no tienen remordimientos seguirán su carrera criminal y, llegados a la edad adulta, volverán a cometer delitos gravísimos, con lo que su existencia, seguramente corta, será casi siempre en prisión; y si algún día son asaltados por su conciencia, se horrorizarán y maldecirán a sí mismos al comprender la barbaridad que cometieron y el mal que causaron; es decir, en todo caso, tendrán una vida indeseable.

Y en segundo lugar está la cuestión de la educación. No son pocos los ‘buenistas’ y fanáticos de la corrección política que sostienen que la culpa es de la sociedad, que no ha sabido educar a esos chicos. Así, se tiende a pensar que una buena educación acabará con la violencia y la maldad, sin embargo, es oportuno recordar que la educación es algo así como un código moral, una guía de conducta, no una cadena que obliga a ir por el buen camino. Nada de eso, como demuestra el hecho tantas veces repetido de hermanos que han vivido juntos y recibido idéntico trato y que se conducen de modo totalmente opuesto, uno dentro y otro fuera de la ley; además, la larga y triste historia de la criminalidad muestra que son abundantísimos los asesinos y criminales de la peor especie que tuvieron una formación correcta. Una cosa muy diferente es la ausencia de educación (como parece ser el caso de los sucesos en Bilbao), algo que, entonces sí, conduce invariablemente a la barbarie. 

Los actos de la persona, deseables o indeseable, son obra de cada uno, de la decisión que toma el individuo, no de qué es lo que tenían en casa o en clase en sus años de formación. Por eso, si la culpa fuera de la sociedad que no sabe educar, la mayoría de los que reciben esa ‘mala educación, serían criminales, y no es así, al revés, los casos de jóvenes asesinos constituyen un porcentaje estadísticamente despreciable, aunque espeluznantes desde un punto de vista humano. Igualmente, son muchísimos los casos de abyectos criminales procedentes de familias ‘normales’ que recibieron una educación ‘normal’ e idéntica a la de muchos compañeros de clase que jamás quitaron la vida a otra persona.   

Y es que una buena educación no es un seguro que garantiza de modo matemático la formación de buenas personas que siempre van a conducirse con arreglo a la ley. Por eso, la culpa es exclusiva de cada individuo, puesto que toda persona tiene la opción de elegir: matar o no, ayudar o no, robar o no, odiar o no, parar en el paso de peatones o no…; la educación le indica a cada persona qué es lo correcto, pero no asegura que en todos los casos esa persona vaya por el camino que su educación y su conciencia le señalan.

En definitiva, pocas cosas hay más deseables que una buena, completa y equilibrada educación, ya que así se tendrá casi siempre la certeza de qué es lo correcto, lo cual no quiere decir que, llegado el momento, la persona actúe siguiendo los criterios que su formación le dice que son los correctos.

Los chavales de 14, 15 ó 16 años son perfectamente dueños de sus actos, saben qué está bien y qué es un crimen castigado por la ley y por la moralidad, y si toman la decisión de matar es por su culpa, exclusivamente, no de su educación o de la sociedad.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 21 de enero de 2018

LA SOLEDAD EN LOS VERSOS DEL ROCK & ROLL El gobierno inglés ha creado un departamento específico para paliar la creciente soledad, sensación que en Europa afecta a millones de personas. Como todo aquello que tiene que ver con el sentir del individuo, el rock ha escrito ampliamente sobre ello

Roy Orbison escribió mucho sobre la soledad y la tristeza, pero ninguna de esas camciones surgió de la desgracia,
 sino de momentos alegres

Sí, aseguran que casi un veinte por cien de la población inglesa padece ese mal, y que cientos de miles de mayores se pasan semanas sin hablar con nadie. Es sabido (y está más que comprobado) que en los países nórdicos el aislamiento y la introspección permanente son como una epidemia que, por ejemplo, empuja a muchos a encerrarse en una habitación con una botella y no salir hasta que se le han trasegado hasta la última gota (y no es un tópico). En todo caso, es un hecho verificado científicamente que estar siempre y exclusivamente con uno mismo es causa de enfermedades tanto mentales como físicas.  En el universo del arte en general y de la música rock en particular, sentimientos que conllevan infelicidad, como la soledad, siempre tienen quién les cante. Tal vez sea porque la estrella de rock, aun estando siempre rodeada de gente, nota ese pinchazo de soledad al verse en lo alto de la torre de marfil a la que sólo él tiene acceso, de modo que, mucho o poco, tarde o temprano, no verá a nadie a su lado. Muchas y muy buenas canciones se han escrito en torno a este triste asunto con gran diversidad de puntos de vista.      
Por ejemplo el ‘Another day’ de Paul McCartney (del que ya se ha hablado aquí). El tema va de una mujer (podía ser un hombre) que vive sola y repite un día y otro la misma rutina, que se siente desgraciada al no tener con quién compartir su vida, que a veces está con hombres pero sólo una noche y al día siguiente, al despertar, ya no hay nadie a su lado. Y entonces vuelve a sentir lo desolado y triste de su existencia. Todo envuelto en una preciosa melodía que evidencia el talento de Macca para idear partituras y ambientes llenos de encanto.

También sir Paul es el autor de otra delicia que habla de la soledad, la mágica ‘Eleanor Rigby’ de The Beatles; la letra se pregunta ¿de dónde viene toda la gente solitaria, a dónde pertenece?; la protagonista, Eleanor, vive sola, mira por la ventana esperando, esperando; y algo parecido le pasa al padre McKenzie, el otro personaje de la historia, que se zurce él solo los calcetines y que de noche sufre una profunda soledad. El mensaje es también triste (“mira toda esa gente solitaria”), y a ello contribuye el glorioso grupo de cuerda que acompaña a las voces. Pero claro, la pieza tiene tal poder de fascinación que no hay quien no caiga en sus encantos en cuanto comienza.
Nada menos que en 1960 publicó el gran Roy Orbison su exquisita y refinada ‘Only the lonely’; en realidad el título completo sería ‘Sólo los solitarios (saben cómo me siento)’. Se tiene por una de las canciones más tristes jamás escritas en el terreno del pop y el rock, sin embargo, el músico tejano de las gafas oscuras siempre afirmó que todas sus canciones, incluyendo las más pesarosas, las escribió en momentos felices, y añadió que en estados de pena no podía comer, dormir o, mucho menos, componer canciones (hay que recordar lo duramente que la vida lo trató). Con su voz cristalina, Orbison habla  específicamente sobre lo que es estar sólo “porque ellos se han ido para siempre (…) no más tristeza, pero es lo que tienes cuando tu corazón solitario se rompe”. Al final hay un rayo de esperanza y, en todo caso, afronta la desgracia sin autocompasión.

Mucho más lacrimógena es ‘Alone again, naturly’ (1972) de Gilbert O’Sullivan; sobre una melodía sencilla pero con gancho, el cantautor se desespera y sopesa la posibilidad del tirarse desde una torre después de que su novia lo dejara plantado ante el altar; por si fuera poco, cuenta cómo murieron sus padres, de manera que no extrañará que los versos finales digan “lloré y lloré todo el día; otra vez solo, naturalmente”. También hay que recordar el ‘Are you lonesome tonight’ que Elvis lanzó al éxito en 1960 (el original data de los años 20 del siglo pasado); esta canción alude a la soledad y la tristeza que surgen tras el abandono de la persona amada, tanto que llega a decir que “prefiero tus mentiras a quedarme solo”; la profundidad, la calidad, la armonía de la voz de ‘el rey’, en todo caso, sacuden los sentimientos de quien escucha. El ‘Owner of a lonely heart’ (‘Dueño de un corazón solitario’) que publico Yes en 1982 habla de la contradicción de la soledad, la cual es más deseable que tener un corazón destrozado; el sonido y arreglos son más aparatosos y efectistas, como corresponde a una banda de rock sinfónico o progresivo, géneros que entonces ya estaban en desuso.

Y puede incluirse también el inolvidable ‘Nadie te quiere ya’ (1967) de Los Brincos, que no se refiere explícitamente a la soledad, pero lanza una especie de maldición que conlleva la ausencia de compañía: “Nadie te quiere ya, ¿qué vas a hacer, a dónde irás?”. Una letra que desprende infelicidad y resentimiento, pero ¡qué enorme canción!, de las mejores de la historia del pop rock español.

Se trata de imprescindibles e inolvidables piezas que reflexionan sobre un sentimiento tristón, pero que tienen la propiedad de elevar el espíritu de quien las escucha.      

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 17 de enero de 2018

¿ES LO MISMO AGRESIÓN SEXUAL QUE CORTEJO TORPE? El repulsivo asunto de las agresiones sexuales cometidas por personajes de relevancia social ha provocado una cascada de denuncias y arrebatados enfrentamientos. Siendo algo intolerable, tampoco hay que afrontarlo con histeria.

No es en las democracias occidentales donde las mujeres carecen de derechos, es decir, el feminismo más combativo debería volver sus ojos hacia los países donde ellas carecen de derechos y libertades

Tremendo y global escándalo se ha montado a raíz de las denuncias por acoso y abusos sexuales contra un famoso productor de cine, las cuales han supuesto el detonante para que todas las que fueron agredidas hayan hecho pública sus propias experiencias. Lo malo es que se ha desatado una especie de caza de brujas (como dijo otro famoso actor) que está permanentemente indagando y buscando todo aquello que pueda tener un atisbo no sólo de acoso, también de molestia. Las cosas hay que verlas en su justa dimensión, es decir, no tiene nada que ver una violación con una errónea interpretación de las señales que envía la chica y que llevan al chico a propasarse y, casi siempre, a recibir un corte. Lo primero que hay que subrayar es que el acoso babeante con que se conduce el rijoso, las palabras soeces que algunas tienen que escuchar, el manoseo repugnante del jefe o el compañero, los asquerosos tocamientos por la fuerza, los viscosos roces en el bus o, evidentemente, lo más repugnante e imperdonable, la violación, deben ser castigados con dureza, y en el último caso con extrema dureza (el violador no tendrá otra cosa en la cabeza en cuanto ponga los pies en la calle, por tanto no debe quedar libre nunca).

El problema es cuando la cosa se vuelve una auténtica caza, cuando se empieza a escudriñar, a rebuscar por todas partes algo que pueda ser interpretado como machismo o micromachismo. Así, las feministas extremas se han erigido en las grandes inquisidoras que deciden cuándo hay agresión, abuso o exceso de confianza, con lo que se puede llegar al esperpento, como por ejemplo la que denunciaba que los anuncios de compresas eran machistas, ya que no aparecía en ellos ni una gota de sangre…, lo curioso es que no se recuerdan anuncios con sangre; o ese ‘estudio’ que llevará a cabo el ayuntamiento de Madrid para investigar si las carreteras, las construcciones o las líneas de autobús perjudican más a las mujeres que a los hombres. Sí, en los países occidentales, donde existen las leyes de igualdad y donde las legislaciones protegen contra cualquier tipo de violencia, las feministas más escandalosas llevan a cabo espectaculares actos que, en no pocas ocasiones, buscan el efecto, la foto, la pose, el gesto, mucho más que la eficacia; lo curioso es que, habiendo países en todo el mundo donde los derechos de las mujeres no es que estén pisoteados, sino que directamente no existen por ley (principalmente musulmanes pero no sólo), las adalides del feminismo más combativo nunca aparecen. Y es que, claro, es mucho más sencillo y seguro rebelarse contra un anuncio o entrar a voces en una iglesia o insultar abiertamente, todo ello es más llevadero en un país occidental que presentarse en Arabia Saudí exigiendo respeto por la mujer; elevar la voz en estados de derecho está bien, pero resulta poco creíble el compromiso de esas feministas ultras que ni siquiera se plantean actos contra esos estados en los que la mujer no puede conducir, ni tener cuenta corriente, ni salir de casa sola…, es decir, esa determinación, ese combativo compromiso hay que demostrarlo donde más se necesita (“esos cojones, en Despeñaperros”, le gritó un torero a una locomotora que le echó el vapor a presión al llegar a Madrid tras renquear en ese paso de montaña).

Enrome difusión ha tenido la carta firmada, entre otras muchas personas, por la actriz francesa Catherine Deneuve, en la que se insiste en que la agresión y, por supuesto, la violación deben ser perseguidas y castigadas, pero no debe confundirse el acercamiento incluso inoportuno con lo que es un auténtico crimen. Ni que decir tiene que a la Deneuve le han caído los insultos y amenazas más violentos, sobre todo por parte de las que se han apropiado del ‘verdadero y único feminismo”. Así, las que se atribuyen la posesión exclusiva de la verdad contestaron a esos razonamientos con acusaciones como que “banalizan la violencia sexual”, algo falso, pues aquellas lo condenan explícitamente; también que “desprecian a las mujeres que han sufrido esa violencia”, falso, pues afirman contundentemente su apoyo a las víctimas y desprecio por los agresores; y siguen descalificaciones e insultos grotescos (como que los firmantes defienden la pederastia y la violación). Es lo que ocurre cuando la idea absoluta no permite escuchar razonamientos discrepantes. Es por lo que denuncian ‘micromachismos’ aquí y no dicen ni hacen contra los ‘macromachismos’ sangrantes de otros lugares del mundo. La frase que resume la carta de Deneuve y los otros es “la violación es un crimen, pero el intento de seducción, incluso torpe y pesado, no”.

Igualmente le han llovido todas las barbaridades imaginables a la escritora canadiense Margaret Atwood, quien ha denunciado el linchamiento a través de las redes y, en todo caso, fuera de la ley que se lleva a cabo contra ‘sospechosos’ y que parte de la población da por bueno; ella se pregunta: “Si el sistema legal es circunvalado porque es visto como ineficiente, ¿qué lo va a sustituir? ¿Quiénes serán los que tengan el poder? No serán las ‘malas feministas’ como yo. No somos aceptables ni para la derecha ni para la izquierda. En tiempos de extremos, los extremistas ganan”.  

Casi la totalidad de agresores sexuales son hombres, pero eso no quiere decir que todos los hombres sean agresores. Y aunque el seductor sea un ceporro, todo hombre sabe cuándo ella no quiere seguir y, por tanto, cuándo es el momento de retirarse; si no lo hace así estará delinquiendo. Por ello, el acosador, el agresor, el que se aprovecha de su posición superior, el que mete mano disimuladamente, el que no hace caso ante un evidente ‘no’, el que amenaza para lograr la sumisión, el que usa la fuerza y, por supuesto, el violador, deben ser castigados sin miramientos, e incluso difundidas sus fotos. Pero no debe confundirse esto con un intento de acercamiento o de caricia en un contexto apropiado que, por la razón que sea, ella rechaza. No es lo mismo.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 14 de enero de 2018

¿EL ROCK HA DETENIDO SU EVOLUCIÓN? Para los veteranos seguidores de esto del rock, que son quienes pueden ver las cosas con perspectiva, los últimos años son… de vacas flacas. Cada década del siglo pasado puede identificarse con ramificaciones del rock, cosa que no sucede con las del XXI

La música rock no cesó su avance durante el siglo XX, pero no se ha movido en el XXI

No es que en lo que va de siglo no hayan surgido buenos grupos, buenos discos, buenas canciones (que los hay, como también conciertos apasionantes), no es que en los locales de ensayo y pequeños escenarios falte pasión e ilusión (al revés, ahí hay mucho pulso de rock), no es eso, sino que lo que ocurre es que la evolución del rock como estilo musical y como movimiento social parece haberse detenido. Y tal vez sea esa una de las causas por las que el rock & roll ha perdido poder de atracción. Esto se vuelve evidente si se repasan los pasos que ha dado este negocio desde su aparición. 

Así, revisando por encima y sin profundizar, no es difícil recordar que en la segunda mitad de los cincuenta irrumpe el rock & roll; en los sesenta se producen las primeras ramificaciones y brotan subgéneros como el pop y el rock más grueso, el soul o la psicodelia hippy, e incluso empieza la fusión con otras modalidades; en los setenta el heavy exige su sitio a voces, y florecen el rock sinfónico, el progresivo, el glam…, el tecno da sus primeros pasos y, finalmente, se produce el asalto punk y la alocada ‘nueva ola; en los ochenta explotan y se desarrollan todas las variedades electrónicas, los nuevos románticos dan el toque elegante, el rock gótico (entonces ‘afterpunk’ o rock siniestro) lo viste de luto solemne pero convive con los subgéneros más intrascendentes (ska); en los noventa se sitúan perfectamente tendencias como el ‘brit pop’ o el ‘grunge’ que, aunque no dejaran tanto como lo anterior, tienen su personalidad y ayudaron a dar un paso más. Todo esto sin entrar en detalles.

Pero al terminar el siglo XX parece que esa evolución, ese progreso se detuvo, ya que en las dos décadas que se llevan del XXI no es que no hayan aparecido figuras (muy pocas destinadas a la posteridad), sino que no puede señalarse una nueva tendencia, un nuevo subestilo, un sonido que se identifique inequívocamente con estas dos décadas y cuyas canciones puedan servir para situarse en el tiempo (hay películas que, en lugar de poner un rótulo con el año en que transcurre la acción, se limitan a poner las canciones de la época para que el espectador se sitúe). Quizá esto, junto a otros factores como la enorme competencia en la industria del entretenimiento, sean las causas del la pérdida de presencia mediática del rock.

Por otro lado, es posible que estas carencias sirvan para explicar un interesante dato publicado en los primeros días de 2018: las ventas de música bajan en Estados Unidos, pero suben las de discos de vinilo, el formato preferido de los que sienten el rock como música y como algo más; pero el dato va más allá, puesto que el grupo que más elepés vendió en Usa a lo largo del año 2017 fue The Beatles, que despacharon 72.000 ejemplares del ‘Segeant Pepper’ y 66.000 del ‘Abbey Road’. Además, entre los diez más vendedores están Pink Floyd, Prince, Michael Jackson, Bob Marley… Esto indica que el amante del rock (y géneros afines) de toda la vida, ese a quien los riffs le penetran hasta los tuétanos, no encuentra nada mejor con qué calmar o excitar su espíritu que las bandas encuadrables en momentos fáciles de identificar con alguno de los pasos evolutivos que han enriquecido este movimiento artístico y social llamado rock & roll.

Sea como sea, es innegable que hace ya mucho que este estilo musical no proporciona algo verdaderamente nuevo, no un grupo o un disco con una propuesta fresca e innovadora, sino una tendencia, un movimiento que, al igual que en otro tiempo hicieron hippies o punks (por ejemplo), fuera capaz de traspasar las fronteras de lo estrictamente musical y filtrarse en la sociedad.

Sí, de momento da la impresión de que la locomotora del rock se ha detenido, aunque nunca se sabe si en cualquier momento puede volver a ponerse en marcha. Claro que, por otra parte, ¿tendrían razón los que sostienen que el rock tocó techo en los setenta de siglo pasado? 


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 10 de enero de 2018

ESPERPÉNTICOS TRIBUNALES EUROPEOS El Tribunal Europeo de Derechos Humanos debería rebautizarse como tribunal europeo de derechos de los delincuentes, puesto que da impresión de estar siempre mirando cómo favorecer a asesinos, violadores y delincuentes en general

Este tribunal es un centro de poder, y como todos, está sujeto a muchas y diversas influencias

Existen ocasiones en que las decisiones de algunos jueces dejan boquiabierto al personal, y generalmente esas desconcertantes sentencias proceden de los magistrados que alcanzan la aristocracia de la judicatura, los que tras el correspondiente ‘cursus honorum’ hacen cima y se sientan en los tronos de los más altos tribunales nacionales e internacionales. El Tribunal de Estrasburgo vuelve otra vez a sentenciar en contra de la razón y de sus colegas españoles, al fallar que poner cámaras en sitio público para pillar a empleados ladrones es atentar contra su intimidad; pero no es lo peor y lo más dañino que se les ha ocurrido sentenciar a estos sabelotos de la ley que, sin duda, se sienten poseídos por la verdad absoluta.

Así, hay que recordar que los tales, en su momento (2012), echaron abajo la llamada Doctrina Parot, que permitía mantener en prisión a abyectos asesinos (sanguinarios etarras) y a perversos violadores; gracias a incomprensibles distorsiones de la lógica, a un supuesto buenismo (que no es lo mismo que bondad) y, sin duda, a la ideología que ocupa el pensamiento de muchos de ellos, volvieron a la calle antes de tiempo peligrosísimos criminales ansiosos de víctimas. Parece pertinente recordar que en aquel momento el gobierno Zapatero estaba negociando con los terroristas de Eta, que uno de los jueces que se sentaba en una poltrona de ese tribunal era de la cuerda zapateril, y que gracias a la derogación de la Ley Parot salieron de la cárcel algunos etarras…, súmense dos y dos y se llegará a cuatro; peor aún, gracias a aquella infausta decisión se vieron con las manos libres peligrosísimos delincuentes sexuales. No debe olvidarse que, entre otras cosas, a los administradores de la legislación se les paga para que protejan al ciudadano, pero al permitir la puesta en libertad de asesinos y violadores (el del Ensanche) lo que favorecieron fue el delito, puesto que después de haberse liberado a esos canallas, varios de ellos han vuelto a las andadas, resultando que algunas mujeres sufrieron violaciones y agresiones. Estas mujeres víctimas podrían escribir a cada uno de los integrantes de ese tribunal europeo para darles las gracias y recordarles que su decisión fue condición ‘sine qua non’ para que ellas se convirtieran en víctimas. Parece oportuno preguntarse, ¿alguno de los que decidió tal disparate tendrá remordimientos al comprobar que su visión de la ley favoreció la puesta en libertad de criminales reincidentes que reincidieron? , ¿alguno habrá perdido un segundo de su valioso tiempo en pensar en las mujeres violadas gracias a su sentencia? En resumen, el objetivo de esos tribunales es velar por los Derechos Humanos y las libertades fundamentales, pero con sus decisiones no protegieron los derechos y libertades de los que sufrieron las agresiones de los delincuentes, por cuyos derechos los jueces europeos llegaron al esperpento.

Ahora, como si quisieran con sus resoluciones recordar a todo el mundo lo importantes que son y, a la vez, dejar bien claro que sus sentencias son sinónimo de bien absoluto, han vuelto a fallar contra la razón. Se ha sabido que unos empleados de un supermercado trincaban y ayudaban a otros a trincar, así que sus jefes instalaron cámaras en las líneas de caja sin avisar. Los tribunales españoles fallaron contra los amigos de distraer billetes, pero ahora llegaron los ‘supertacañones’ de la ley y condenan a indemnizar a los descuideros porque las cámaras atentaron contra su intimidad y su dignidad… ¿A qué intimidad se refieren?, ¡si están en un lugar público a la vista de cientos de personas!; ¿y de qué dignidad hablan?, ¿tal vez quieran decir que el ladrón tiene derecho a comportarse indignamente (meter mano en la caja) sin que nadie le vea?; añaden que tenían que haber avisado de la videovigilancia, o sea que si en lugar de vídeo hubieran puesto vigías ¿no hubiera habido problema?, y por otro lado, ¿deben avisar los guardiaciviles de tráfico que están apostados tras la siguiente curva? En fin, las explicaciones que aquel tribunal van contra la mínima lógica, contra la razón, contra el más elemental sentido común. Podría llegar a pensarse que ocupar sitio en un centro de poder como es un tribunal internacional dispara la vanidad de la persona, aumenta la soberbia que más o menos afecta a todo homo sapiens, y promueve una especie de engreimiento colectivo que hace que sus integrantes se asocien al concepto de Justicia Universal y Omnímoda.

Si las leyes no se rigen por patrones matemáticos, o sea, si se pueden interpretar, ¿por qué la interpretación de los que se ponen de parte del delincuente es más certera que la de otros jueces que interpretaron lo contrario?; y si ellos se limitan a aplicar la normativa al pie de la letra sin más, ¿para qué se les necesita, cuando un programa de ordenador haría lo mismo?

Los jueces no son extraterrestres y, por tanto, están sujetos a las mismas debilidades que cualquier otro terráqueo, es decir, no tienen la verdad absoluta de su parte; y por la misma razón habrá buenos profesionales y otros que se dejen influenciar por ideología, prejuicio, animadversión, buenismo e incluso cobardía. Y es a causa de estos malos profesionales que se producen sentencias-disparate como las aquí expuestas.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 7 de enero de 2018

EL RAP VENDE MÁS QUE EL ROCK, ¿Y QUÉ’ ‘El hip hop y rythm & blues vendieron más que el rock el año pasado en Estados Unidos’, publicaba como gran noticia la revista New Musical Express hace unos días. Sin embargo, tal cosa no debería resultar tan llamativa por varias razones.

El rock es un universo distinto al rap

Que los géneros más fáciles de digerir sean los más fáciles de vender no debería sorprender a nadie, de hecho, en cómputos globales la música más simple siempre ha resultado más vendedora…, al menos en el corto plazo; por su parte, el rock venderá más o menos, pero siempre ha contado y contará con público fiel dispuesto a rascarse el bolsillo, siempre, y si los grupos del momento flojean, siempre están los clásicos. Por otro lado, el estudio del que habla dicha revista musical se refiere tanto a venta física como a descargas, cuando los compradores de rock siempre han preferido el soporte real, sobre todo en formato de vinilo; en este sentido no es despreciable el hecho de que el rap se consume muy mayoritariamente a través de Spotify y otras plataformas digitales. Asimismo, también hay que tener presente que los cantantes de rythm & blues a los que se refiere la noticia tienen poco o nada que ver con el sentido, las formas y las intenciones que ese género ha tendido desde que apareció, de manera que puede afirmarse que todo ello, todo lo que se dice r&b hoy, es pop comercialote, muy de usar y tirar, muy de consumo rápido (aunque, eso sí, tan válido y respetable como cualquier otro competidor en las listas). 

También hay que tener en cuenta que, del mismo modo que una impresora 3D no es una impresora, el hip hop no es música (para que algo pueda llamarse música ha de poderse tararear, escribirse en una partitura o interpretarse de forma instrumental), es decir, el rapero no canta (sino recita) al igual que la impresora 3D no imprime (sino modela, construye); por ello su conexión con el rock (con la música en general) es exclusivamente mercantil: son competidores dentro de la industria del entretenimiento. Por lo demás, desde un punto de vista artístico, podría decirse que el hip hop es un mundo separado de la música en general, y especialmente del rock, por muchos años luz. En fin, que comparar el rock con el rap es como comparar una novela con el manual de instrucciones de la lavadora.

En realidad, hasta hace poco la música rock tenía una consideración específica, estaba un tanto apartada de los puestos altos de las listas de ventas, contaba con mucha menos repercusión radiofónica y apenas tenía presencia en el día a día del gran público; en otras palabras, el grupo y el comprador de rock sentían el encanto de lo clandestino (rebelde, libre, irreverente, independiente, ‘underground’). Hoy la cosa es distinta, y aunque las radiofórmulas sigan emitiendo más rap y/o regaetón que rock, a nadie le extraña ya atisbar una pieza heavy como sintonía de un anuncio, esperar en la cola del banco o hacer la compra en el súper mientras la música de ambiente la pone una banda de metal. Tal vez por eso hay quien ya ha puesto en el mismo saco la música rock y ese (muy respetable) recitado con soporte musical que llaman hip hop.

Y se puede ir un poco más allá si las cosas se ponen en perspectiva. Así, muchos, muchísimos discos que encajan perfectamente en lo que se entiende como rock clásico siguen vendiéndose en la actualidad; el caso más evidente es el de The Beatles, que casi todos los años están entre los artistas más vendidos a pesar del notable inconveniente de haber dejado de publicar hace casi medio siglo; y podrían citarse muchos más discos, muchos más artistas cuyas canciones, a pesar de pertenecer a otras épocas, no desentonan en la actualidad. Sin embargo, resultará muy difícil vender, radiar o escuchar  álbumes y títulos de rap con diez o veinte años.
Lo que resulta innegable es que en Estados Unidos, principalmente, quienes hacen hip hop y los/las cantantes de ese supuesto rythm & blues alcanzan los picos de ventas y gozan de mucha más fama y presencia en los medios que las estrellas del rock, aunque a esto también contribuye el hecho de que las estrellas del momento lucen mucho menos brillo que las supernovas de las eras doradas del rock; y es que no aparecen quienes tomen el relevo a los viejos dinosaurios. Y a ello se suma que los hip-hoperos y cantantes de presunto rythm trabajan mucho las redes sociales, buscan llamar la atención permanentemente, sobre todo con sexo, insultos o manifestaciones de cateto ignorante. Y los que se dedican al rock destinan más tiempo y ganas a la música que a la difusión personal.   

Sea como sea, echar un vistazo a las listas de éxitos de Usa (el mercado más voluminoso) o de cualquier país con ventas significativas puede resulta más aterrador que la niña del exorcista. Lo bueno del asunto es que, más o menos, siempre ha sido así, de modo que ¿qué hay de noticia en una situación que, salvo excepciones, es la regla general?   

La competencia entre los diversos sectores de la industria del entretenimiento es salvaje y cuenta con muchísimos rivales, por lo que tiene su lógica que el rock & roll tire menos del consumidor que antes. Pero eso no debe considerarse deshonor o derrota por parte de sus incondicionales, no es una situación nueva y, además, tal vez vuelva a sentirse el cosquilleo de disfrutar con aquello que no le gusta al sistema, a la industria, al comercio.          


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 3 de enero de 2018

EL REVERSO TENEBROSO DE LA MEMORIA HISTÓRICA El defensor del pueblo ha amenazado al alcalde de un pueblo de Madrid: o cambia el nombre de la calle José Antonio o dicha población perderá subvenciones y ayudas públicas. Es la materialización de una obsesión sectaria y pueril

Seguro que José Antonio no se merece una calle, pero tampoco Carrillo, Largo Caballero o Indalecio Prieto (en la imagen)

Al comprobar el enérgico comunicado del susodicho defensor del pueblo lo primero que se adivina es que no hay nada que le preocupe más, que no hay ciudadanos apremiados por verdaderos problemas, que no recibe quejas de contribuyentes atropellados por empresas e instituciones y que, en fin, cuando logre su objetivo todo el mundo olvidará sus verdaderas preocupaciones. Dejando a un lado cuál debe ser el cometido de este bien remunerado cargo, la obsesión por los nombres de las calles parece algo así como un impulso infantiloide y, sobre todo, malicioso, descompensado e injusto: no parece coherente retirar calles a personajes sin las manos manchadas de sangre y que poco tuvieron que ver con el levantamiento franquista, a la vez que se mantienen las de otros que mataron, robaron, amenazaron o renegaron de la democracia. Hay casos verdaderamente sangrantes, algo así como una especie de ‘reverso tenebroso’ de una más que sectaria memoria que recuerda con alabanzas a personajes de pensamiento totalitario, que ensalza a quienes aborrecieron la democracia, que distingue a profesionales del odio e incluso a auténticos asesinos.  

Incomprensiblemente, Francisco Largo Caballero, ‘el Lenin español’, tiene calles a su nombre y estatuas conmemorativas a pesar de su odio sectario, su continuo llamamiento a la violencia y su desprecio de la democracia. Sus propias palabras: “En las elecciones de abril del 31 los socialistas renunciaron a vengarse de sus enemigos y respetaron sus vidas y haciendas; que no esperen esa generosidad en nuestro próximo triunfo”; en enero de 1933: “si la legalidad no nos sirve, daremos de lado a la democracia burguesa e iremos a la conquista del poder”; en el verano de 1934: “no creemos en la democracia como valor absoluto, y tampoco creemos en la libertad”; en enero del 36 dijo en Alicante: “si triunfan las derechas tendremos una guerra civil, que no digan que decimos las cosas por decirlas”.

También hay calles y recuerdos que veneran a Indalecio Prieto. Y ello a pesar de que traicionó a la República (para lo que incluso se alió con un monárquico) en 1934, robó el tesoro que transportaba el barco ‘Vita’ y, probablemente, estuvo detrás del asesinato de Calvo Sotelo (el diputado al que acusan de franquista a pesar de haber muerto antes de la llegada del franquismo). Además, todos los testimonios lo describen como un tipo zafio y grosero al que otros socialistas esquivaban cuando contaba sus soeces chistes y de los que él sólo se reía, como cuando echó por las narices la horchata que estaba bebiendo al no poder contener la carcajada.

Nadie capaz de reconocer la evidencia pondrá en duda la culpabilidad de Santiago Carrillo en los fusilamientos masivos (incluyendo unos 250 menores) de Paracuellos del Jarama en 1936. El caso es que si unos descontrolados sacan de la cárcel a dos o tres presos y los fusilan, la cosa podría pasar desapercibida, pero si las ‘sacas’ son día sí y día también y en cada una se da el paseo a cincuenta, a cien, a doscientos…, resulta difícil creer que el máximo responsable de orden público estuviera en el limbo y sin enterarse de algo que sabían miles de personas. Pues Carrillo, que tiene muchos más muertos a sus espaldas que Calvo Sotelo, es recordado y homenajeado.

Lucen placas callejeras con su nombre y recibe de vez en cuando reconocimientos y aniversarios Buenaventura Durruti; hombre de armas y siempre dispuesto a la acción violenta, pistolero, atracador e involucrado en asesinatos y represiones, no parece alguien a quien deba recordarse como un ejemplo a seguir. Dolores Ibárruri, Pasionaria, también goza de muy buena prensa entre los defensores de la ‘memoria histórica’ a pesar de su amenaza: “Este hombre ha hablado por última vez”, dijo en el parlamento horas antes de que un compañero del Congreso fuera secuestrado y asesinado, según testimonio procedente de Josep Tarradellas, testigo presencial. Rafael Alberti siempre animó a la violencia; escribió fanáticas loas a Stalin y formó parte de un ‘Comité de Depuración’ para publicar en ‘El Mono Azul’ la lista de los que, según él, habían de ser ‘depurados’. Todos ellos son distinguidos y honrados como grandes defensores de la democracia y la libertad (¿).

Las brigadas internacionales, organizadas por el Komintern (la Internacional Comunista, dirigida por el Kremlin) y con elementos como ‘el carnicero de Albacete’, André Marty, que fusiló tanto a enemigos como a brigadistas que no combatían con el suficiente ardor (y eso que él casi nunca estuvo en primera línea), ¿vinieron a España a luchar en defensa de la democracia y la libertad?, ¿como las que había en Rusia?; en realidad su intención era la misma que la de la División Azul en el frente ruso (el capitán Palacios dijo que fueron la Urss a devolverles la visita que los soviéticos hicieron a España en el 36). Hay quien rinde pleitesía a unas y abomina de la otra, cuando ambas organizaciones defendían regímenes totalitarios.

Es curioso, la ‘damnatio memoriae’ (procedimiento de la antigua Roma que consistía en borrar todo vestigio de los derrotados), la negación de los otros que llevó a cabo el franquismo, está siendo imitada, repetida punto por punto por los que pretenden eliminar todo rastro de los otros. Seguramente la mayoría de los que se han caído de los callejeros no se merecieran tal honor, pero igual cosa se puede decir de quienes los han sustituido. No se trata de equidistancia, sino de dar a cada uno lo suyo, de no elogiar a alguien por algo que al rival se le reprocha, pues los méritos y las culpas son individuales. Dicho sea de paso, seguro que a nadie le parece mal dedicar calles y honores a tipos honestos, coherentes y valientes como Cipriano Mera o Melchor Rodríguez, quien explicó elocuentemente: “Por las ideas se muere, pero no se mata”.

CARLOS DEL RIEGO

martes, 2 de enero de 2018

EL TIEMPO BAJO EL PRISMA DEL ROCK Otro año más. El tiempo se impone a todos aunque no todos tengan la misma sensación de su intransigente avance. Tan fascinante tema no ha dejado de atraer a los grandes autores del rock, que han escrito excelentes títulos sobre algo tan trascendental.

Pink Floyd dedicaron al tiempo algunas de sus mejores canciones

El concepto de tiempo es variable. No se tiene la misma percepción de su transcurrir cuando se es adolescente que cuando se supera la cuarentena, cuando niño que cuando sesentón. El tema ha debido resultar irresistible para quienes escriben canciones en clave rock, pop, funk…, a juzgar por la enorme cantidad de títulos cuya letra viene a ser una reflexión en torno al tiempo, al momento presente, al venidero, al ayer; son tantas que se puede hacer una selección exclusiva de piezas imprescindibles, auténticos clásicos que dan vueltas alrededor del reloj (como Bill Halley).

Si se pregunta por una que hable del tiempo la primera que a todo el mundo se le ocurre es ‘Time’ (1973) de Pink Floyd. Inolvidable los infinitos relojes que resuenan al principio, la enigmática entrada, la repentina aparición de las voces y el ritmo, los punteos, los coros…, todo interesado en esto del rock podría reconocer la atmósfera de aquel inolvidable álbum en el acto. El texto es una meditación sobre el tiempo, sobre lo que el joven espera que ocurra sin darse cuenta de que todo le ocurre mientras espera. Así, sus versos son explícitos: “Pasan los momentos de un aburrido día, desperdicias las horas sin pensar (…), esperando algo o a alguien que te diga por dónde ir (…); eres joven y la vida es larga (…), un día te darás cuenta de los años que has dejado atrás (…). El sol es el mismo pero tú eres más viejo, con menos energía y un día más cerca de la muerte (…) cada año es más corto”. La intención es evidente: más te vale que no esperes, porque un día te darás cuenta de que el tiempo se te ha ido esperando.

Los Rolling Stones dieron vueltas alrededor del tiempo varias veces. Una fue con una composición ajena, ‘Time is on my side’ (1964); la seductora melodía encierra un mensaje simple e incluso frívolo, que viene a decir algo así como “vete si quieres, chica, pero el tiempo está de mi parte y un día volverás, puedo esperar”. Lo curioso es que, diez años más tarde, la idea que transmitieron era la contraria: ‘Time waits for no one’, el tiempo no espera por nadie, una frase que tarde o temprano todo el mundo suelta; es una pieza bastante olvidada (injustamente) e incluida en  el ‘It´s only rock & rolll, but I like it’, un título tan celebrado que parece oscurecer el resto de las canciones del álbum; ritmo medio y ambiente elegante (finísima la guitarra de Mick Taylor) arropan una letra que parece una sucesión de dichos, de sentencias: “El tiempo no espera por nadie y no esperará por mí (…). El tiempo puede derrumbar un edificio o destruir la cara de una mujer. Las horas son como los diamantes, no las desaproveches”. En todo caso, no cabe duda de que ellos han aprovechado y aprovechan su tiempo…

El trepidante ’25 or 6 to 4’ (1970) de Chicago se centra en un instante del tiempo, concretamente en el momento de escribir una canción, pues de esto va, del proceso creativo; se dijo que el tema se refiere a asuntos de drogas, pero el propio autor (Robert Lamm) lo desmintió categóricamente y explicó que alude a la hora exacta en que él consideró que ya tenía el tema hecho, en este caso 25 ó 26 minutos antes de las 4; por otro lado, luego añadió que la obra no adquirió su verdadero cuerpo hasta que la tocó todo el grupo. Es una forma de detener el tiempo, de volver una y otra vez al instante preciso de aquella noche en que un compositor no sabía cómo rematar la letra y lo hizo reflejando el minuto de la madrugada en que eso sucedía. Los dos primeros versos lo explican: “esperando el amanecer, buscando algo que decir”.

Directa o indirectamente el asunto del tiempo aparece o se intuye en una infinidad de temas. Así, el imprescindible ‘Dust in the wind’ de Kansas habla de lo fugaz del tiempo: “cierro los ojos un momento y el momento pasó (…) todos somos polvo en el viento (…) y todo tu dinero no podrá comprar ni un solo minuto más”. Puede mencionarse el ‘Child in time’ de Deep Purple, con su prodigiosa exhibición vocal, pero esa criatura en el tiempo se refiere más a quien está ajeno al tiempo y ve el bien y el mal. Y claro, el ‘Times they are a changin’ de Bob Dylan, que tampoco trata del transcurrir de las horas y los días sino, como él mismo explicó, va del paso de la vida a la muerte, que es el máximo cambio a que el hombre está sujeto. Tampoco el ‘We can work it out’ de Beatles va de tiempo exactamente, pero en un par de versos dice algo tan jugoso como “la vida es muy corta y no hay tiempo para quejarse y pelearse”, ¡gran verdad!

Y para terminar, el magnífico instrumental ‘Time is tight’, el tiempo apremia, que Booker T & The MG´s publicaron en 1969.

¡Qué estimulantes suenan estas melodías  para degustar el tiempo!


CARLOS DEL RIEGO