domingo, 29 de enero de 2017

EL CLUB DE LOS BATERÍAS MUERTOS. Imprescindible figura en todo grupo de rock es el batería. Nunca está en primera línea de escenario, pero siempre es clave en la personalidad de su banda. Tres bateristas de prestigio que han fallecido en apenas unos días son los últimos en llegar al luctuoso club.

Keith Moon era todo un espectáculo, y es uno de los más prestigiosos integrantes
 del club de los baterías muertos.
En los últimos días se han ido definitivamente hasta tres baterías que hicieron carrera en el circuito del rock & roll; cierto que no eran lo que se dice grandes estrellas, e incluso, aunque con mucho mérito, los grupos en los que militaron tampoco fueron de éxito masivo. Se trata de Butch Trucks, fundador de los Allman Brothers Band, Jaki Liebezeit, de los alemanes Can, y Mike Kellie, que militó en Spooky Tooth y The Only Ones. Son las más recientes incorporaciones al indeseado club de los baterías muertos. Butch fue el batería de los Allman, pero curiosamente, siempre compartiendo el puesto con J.J. Johanson (Jaimoe); sea como sea, él impuso el ritmo a la formidable banda sureña durante décadas, y a él se deben las sutiles percusiones de sus más emblemáticos títulos. Liebezeit fue también fundador de uno de los grupos pioneros de lo que se llamó ‘krautrock’, el rock repollo, como lo definió la prensa alemana; el sonido experimental y alucinado del grupo siempre partía de las complejas percusiones de Jaki. Por su parte, Mike Kellie pasó de poner ritmo al psico-hard de Spooky Tooth en los últimos sesenta y primeros setenta, a hacerlo con los estupendos The Only Ones, emblemática y efímera formación entre el punk y la new wave.

La función del batería, en muchos casos, no se limita a proporcionar el tempo a la música, sino que no son pocas las ocasiones en las que quien está detrás, sentado a la caja, bombos, timbales y platillos, aporta espectáculo, dinamismo e incluso simpatía; sí, no es infrecuente que el batería sea el simpático del grupo. De entre los bateristas que, muy a su pesar, han entrado en este negro club, y que se caracterizaron por regalar auténticas funciones a la vez que aporreaban parches, destaca el inigualable Keit Moon. Quien haya visto cómo se las gastaba el batería de The Who (hay muchos vídeos) lo tendrá como un percusionista excelso, siempre tratando de meter redobles donde no caben, de llenar cualquier hueco en el sonido como si tuviera mil brazos en constante movimiento; pero a la vez que daba vida a las baquetas, Keith siempre estaba poniendo visages y haciendo muecas, como si quisiera dar espectáculo con todo su cuerpo, llegando a destrozar su instrumento. De este modo conseguía apoderarse de parte del protagonismo de Pete Townshend e incluso del solista Roger Daltrey. Claro que, cerca del final de sus días (murió en septiembre de 1978 con apenas 32 años), manifestaba estar un poco cansado de que todo el mundo estuviera esperando la payasada, la enloquecida ocurrencia de Keith, con lo que afirmaba sentirse casi obligado a divertir continuamente a los demás. Exuberante, volcánico y con una personalidad muy potente tanto en escena como en el día a día, así era Keith Moon.

También entró muy pronto en el club de los baterías muertos (se fue en septiembre de 1980, también con 32 años) el que lo fuera de Led Zeppelin, John ‘Bonzo’ Bonham. Su estilo, a diferencia de la tendencia a lo barroco del anterior, era sobrio y muy muy contundente, lo que no quiere decir que, cuando la ocasión lo exigía, no fuera capaz de ejecutar las más complejas florituras. Recordada es su durísima pegada, ese ‘punch’ demoledor que contribuyó a sentar las bases del rock duro y tanto influyó en tantos. Algunas de sus entradas, los señalados diálogos con la voz solista o la guitarra, o cómo arrancaba John ciertas canciones resultan tan identificativos de Led Zep como la propia voz de Robert Plant.  

Menos reconocido es Cozy Powel, a pesar de que militó en grupos de postín y prestó su toque a muchas grandes figuras a lo largo de tres décadas; su nombre aparece en los créditos de unos ¡70 álbumes! Además, publicó muy meritorios discos en solitario, en los que colaboran algunos de los que le anteriormente habían confiado en su capacidad rítmica; a destacar su fantástico primer elepé con su nombre en la portada, titulado ‘Over the top’, un trabajo instrumental trepidante en el que el músico pone la percusión a la altura de teclados y guitarras durante piezas enteras, como en ‘Killer, donde deslumbran el poderío, variedad de registros y precisión de Cozy Powell. Murió en abril de 1998 con 50 años e ilusionado por la próxima gira que iba a emprender con Brian ‘Queen’ May.   

Batería poco lucido fue Mitch Mitchell, aunque es lógico que no se vieran las luces que estaban alrededor de un astro del tamaño de Jimi Hendrix. Pero como toda estrella de dimensiones gigantescas, el emblemático guitarrista brilló mucho pero muy poco tiempo, con lo que el fino batería de la Jimi Hendrix Experience sólo tuvo esos tres años de gloria; sí, tocó con muchos otros, e incluso compartió escenario con algunos grandes, pero nunca volvió a formar parte del proyecto de un virtuoso. Mitch, que murió con 69 años en 2008, sustituyó en alguna ocasión al anterior; no le faltaba contundencia, pero sus maneras eran más bien académicas y con claras influencias del jazz. Su nombre siempre figurará asociado al del icónico guitarrista.

Cuando murió Tommy Ramone, en 2014, el New York Times escribió que él había mostrado el pulso del punk. Velocidad supersónica por encima de la pegada, una sencillez casi esquemática, ausencia de adornos y redobles innecesarios son algunas de las características de la batería punk, y todas están presentes en el primer álbum de Ramones (en puridad el primero del género), en el que Tommy marcó el ritmo a los que continuaron el ruidoso y, musicalmente, simplón estilo. El húngaro-estadounidense era al principio el manager del grupo, siendo Joey el batería; al pasar éste a la voz (porque los demás debían aullar más que cantar) Tommy tuvo que asumir aquella función. Sólo tocó (y produjo) en los tres primeros elepés de Ramones (más el inigualable ‘It´s alive’), pero sus maneras resultaron imprescindibles para dar forma a un estilo, el punk, muy poco dado a guardar las formas.

Pueden añadirse otros nombres pertenecientes al club de los baterías muertos, como Jeff Porcaro (Toto), Levon Helm (The Band, Bob Dylan) o Tony Williams (Miles Davis, Stan Getz, Chic Corea), pero son aquellos los que tienen los mejores puestos en esta cofradía a la que a nadie (o casi) quisiera pertenecer.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 25 de enero de 2017

LA VIOLENCIA ESCRITA SUELE TERMINAR EN VIOLENCIA FÍSICA. Dos noticias que tienen a gentes relacionadas con el rock como tristes protagonistas han compartido primera página en la prensa española en estos inicios de año; el denominador común de ambos es que elogian la violencia en las redes, e incluso la ejecutan.

Las palabras violentas de la prensa nazi indujeron la violencia callejera..

Por un lado está el asunto del cantante del grupo Def Con Dos, César Strawberry, quien ha amenazado, insultado, despreciado a víctimas del terrorismo a través de las redes sociales; a consecuencia de ello ha sido finalmente condenado a un año de cárcel, aunque sólo a título simbólico, pues no ingresará. Por otra parte, ha hecho su aparición en escena un tipo que fue candidato por un partido de izquierda, un tipejo que toca en un grupo punk llamado Sistema Kadaver, que es de esos con tan corto cerebro que están convencidos de que la rebeldía consiste en chillar mucho, insultar y amenazar con tacos y palabras gruesas a quien discrepa de ellos; el caso es que uno de estos ‘kadaveres’ es un ‘valiente’ que, junto a otros diez o doce prosimios, con gran riesgo de su integridad, dieron de puñetazos y patadas a una chica cuando estaba en el suelo. Los dos dudosos personajillos, llenos de su idea absoluta y totalitaria, no encuentran otra cosa mejor para desahogar su frustración y fracaso que ofender, denigrar, intimidar a todo el que no coincide con ellos.

Afirman quienes están convencidos de que la libertad de expresión está por encima de todo, que las palabras no dañan; sin embargo, como demuestran los casos de acoso escolar o a través de Interet, el hostigamiento verbal, continuo e intenso causa muchísimo daño. Además, como evidencian otros casos (éste está grabado), llegado el momento y con una posición de ventaja aplastante, los que vomitaban bilis en Facebook o Tweeter dan el siguiente paso y convierten las palabras en patadas, es decir, el perro ladrador se vuelve en mordedor…, eso sí, sólo si tiene superioridad física y numérica.

“Nadie en su sano juicio pensará que César va a secuestrar a Ortega Lara”, decía un comentarista que ‘comprende’ muy bien al matón…, ¿seguro? Tal vez no en ese caso, pero hay otros que demuestran cómo se pasa de las palabras a las manos. El integrante del mencionado grupo murciano Sistema Kadaver, Alejandro E.S., insulta en sus canciones de modo soez y con menos imaginación que un morrillo, amenaza con versos como “salgo a la calle con hambre de violencia” y proclama su superioridad ideológica; de este modo llega un momento en que se siente legitimado para convertir sus  intimidatorias palabras en palos.

Ir de las voces a los hechos sólo es cuestión de tiempo. Así, los talibán, los de Al Qaeda y similares comenzaron su actividad tras escuchar a ayatolás fanáticos con pensamiento (es un decir) anclado en la Edad Media; un día y otro insistiendo en que hay que matar a todo bicho viviente termina por convencer a sujetos con mente débil y manipulable, muchos de los cuales culminan su proceso de fanatización conduciendo contra la multitud, ametrallando o haciéndose estallar en medio de infieles. Por eso, las agresiones como la perpetrada por el ‘heroico’ guitarrista punk y sus secuaces, o por los catalanistas que aporrearon a dos chicas que exhibían banderas españolas, o por el joven que atizó a Rajoy, o por la manada que apalizó a dos policías y sus compañeras en Alsasua, o por los que pegaron en plena calle a una integrante de Ciudadanos, o por los que boicotean y zarandean a quien trata de dar una charla en la universidad…, todo ello tiene su inicio en la palabra, en un discurso cargado de odio totalitario que pretende el pensamiento único y que, por tanto, no soporta la discrepancia. En resumen, la presión verbal y violenta causa daño por sí misma, pero también es utilizada por gentes de escasas luces como base para justificar el ataque alevoso, cobarde e inmisericorde.  

De esto, del uso de las arengas cargadas de rabia y rencor para generar violencia, sabían mucho los jerarcas nazis. Así, la prensa afín al partido, Der Stürmer (El Atacante) o Völkischer Beobachter (Observador Popular), se encargaba de encender los ánimos contra judíos, comunistas u homosexuales con diatribas y palabrería violentísimas; luego, Die Hitlerjugend (las Juventudes Hitlerianas), convertían las ideas en brutales agresiones, de modo que organizaban ‘la noche de los cristales rotos’, daban la del pulpo a los judíos que se encontraban por la calle o salían a cazar comunistas y homosexuales. La maquinaria nazi tenía un modo de proceder idéntico al de César ‘Def’y Alejandro ‘Kadaver’: promover la violencia a través de medios de difusión. Por otro lado, algo parecido se plantea -dicho sea de paso- en la película ‘La soga’, que dirigió en 1948 Alfred Hitchock.

Sí, por mucho que haya quien piense que el habla es inocua, la realidad es que son abundantísimos los casos en que la palabra inspira esa furia, esa rabia que fácilmente desemboca en sangre. 


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 22 de enero de 2017

MELODÍAS DE 1967 FÁCILES DE RECORDAR, PERO NO TAN FAMOSAS. Fue la de los sesenta del siglo pasado una época ideal para la creación de canciones eternas y la formación de leyendas del rock. Aquí van algunas que ya han cumplido los 50 y que, aunque señaladas y escuchadas, no son tan recordadas.

Buffalo Springfield en una típica imagen de la tele de los sesenta.

Hay títulos icónicos de los sesenta que se reconocen a la segunda nota, se versionen e incluso se mezclen con los actuales sin que pierdan brillo (al revés, casi siempre lo ganan); esta circunstancia es excepcional, puesto que lo lógico es que, en el terreno de la música popular, lo que funcionó un día seguramente no funcione medio siglo después, y menos aún de modo masivo, que es exactamente lo que ocurre con la música de aquellos auténticos buenos tiempos. El paso de los años ha demostrado que el éxito de entonces tenía talento, ingenio, buen gusto, de modo que, en realidad, tampoco ha de extrañar que la etiqueta ‘música de los 60’ sea casi un seguro. Prioridad para la melodía, mimo en el terreno de las armonías vocales, decoración exuberante, sonido limpio…, son algunas de las características que suelen mostrar gran cantidad de las piezas que lograron éxito en aquellos recordados momentos.

Sí, podrían recuperarse un sinfín de títulos, aunque no sería tan fácil si la cosa se limita a medio siglo justo, o sea, si se revisan exclusivamente piezas de 1967; y aún se puede acotar más la cosa si se ‘pescan’ sólo éxitos de menor alcance, es decir, no los de los grupos más importantes (donde Beatles coparían gran parte del espacio, sobre todo aquel año) ni las canciones que lograron número uno de modo concluyente. Así, quedarían melodías que los más enterados identificarían fácilmente, pero apenas les sonarían a los menos interesados.


Un buen ejemplo de gran canción con estribillo tan contagioso hoy como entonces es el ‘Love is all around’, que The Troggs lanzaron a finales de aquel año. Firmada por su líder, Reg Presley, es una delicia marcada por su cadenciosa y cálida melodía, la cual  mantiene su chispa pase el tiempo que pase, independientemente de cuál sea el adorno o el momento; ha sido acondicionada muchas veces desde su estreno, e incluso alguna de sus versiones tuvo más fortuna que la original, la cual apenas alcanzó el top 10. Escuchada una vez (sea la adaptación que sea), deja su impronta para siempre, por lo que cuando vuelve a sonar resulta imposible no acompañarla…


Menos conocido es el ‘For what it´s worth’ de Buffalo Springfield (donde había tipos como Stephen Stills, el autor, o Neil Young . Se editó en enero del 67 y habla de los años sesenta, de manifestaciones y reivindicaciones antibelicistas, de palos y carreras delante de la policía..., una auténtica canción-protesta. El tema resulta hipnótico con ese ‘tic’ de la guitarra, con la voz de Stills contestada por el coro, esos aparentemente deslavazados toques de guitarra solista, ese ritmo a medio tiempo y, claro, con esa hechizante secuencia melódica. A pesar de todo, tampoco fue lo que se dice un éxito rotundo.

Una delicia de armonía y musicalidad es el ‘Something gotten hold on my heart’ de Gene Pitney, que en septiembre de aquel año se acercó a los puestos de privilegio de las listas en medio mundo, aunque fracasó en Estados Unidos. Es una fina representante del pop más dulzón de su tiempo, con mucha pasión en los versos y melodramática a veces, sus arreglos son elegantes y sin estridencias (incluso los redobles), y la voz cuida la partitura por encima de todo. Siendo una canción de amor, su letra huye de casi todos los tópicos y se expresa con pensamientos profundos. Resulta ideal para cuando, en soledad, se quiere cantar a voz en grito algo con mucho caramelo.

Sí que logró números uno, pero curiosamente es menos recordada que otras que no llegaron tan arriba, la extraordinaria ‘The letter’, de los Box Tops. Ofrece un ambiente menos amable, ritmo muy ágil, potentes acompañamientos de cuerda y metal y, sobre todo, una secuencia melódica muy pegajosa con cambios irresistibles, son algunas de las virtudes de esta pieza; el texto viene a decir: “he recibido una carta de mi novia en la que me dice que me quiere, así que tengo que tomar el avión, lo más rápido, y encontrarme con ella”. Todo ello en menos de dos minutos de excelente pop-rock facturado hace medio siglo.

Otra que ha sido repescada un montón de veces (casi siempre con buen resultado) es ‘Everlasting love’, que estrenó hace cincuenta veranos el estadounidense Robert Knight. Logró notoriedad en las listas, pero el año siguiente los británicos The Love Affair la llevaron al número 1 con un aliño más rotundo. Su cadencia vivaracha encaja con precisión con su ambiente eufórico, desbordante, a lo que contribuyen los embellecedores detalles que no dejan de sonar y, como es habitual, unos estimulantes coros que entran y salen.

Las cinco se recuerdan con gusto o se descubren con sorpresa. No han perdido su gracia y frescura aunque ya son cincuentonas. Pero lo mejor es que de aquella quinta se pueden reconocer otras dos o trescientas memorables melodías. 


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 18 de enero de 2017

LOS AMANTES DE LOS ANIMALES QUE ODIAN A LAS PERSONAS. Hace unos días los medios daban cuenta de un ataque perpetrado por unos animalistas fanáticos contra unos trabajadores de un circo en plena función. ¿Defensa de los animales?, nada de eso, sólo mentes totalitarias e incapaces de controlar instintos e impulsos.

Algunos que se dicen animalistas son fanáticos violentos_ además, esclavista se escribe con S, no con X_ evidentemente su ignoracia abarca todos los campos..

Fue en un pueblo de Madrid pero ha sucedido en otros lugares; además, pintadas con insultos, amenazas y maldiciones. No ha sido el primer ataque ni será el último, pero los descerebrados asaltantes han subido un peldaño más en la escalera de la violencia; asimismo, como es lógico, en algunos casos los agredidos se han defendido, lo que quiere decir que los ataques pueden derivar en sangrientas riñas callejeras.

Se mire por donde se mire, parece claro que sólo una mentalidad totalitaria puede amenazar de muerte y dar de garrotazos a un desconocido que no le ha hecho nada y que está dentro de la ley, y da igual cuál sea el motivo de ese comportamiento. Por eso, lo de la protección de los animales es sólo un pretexto, una manera de justificar sus ansias de imponer su idea por la fuerza; es decir, podría servir cualquier otra cosa para dar rienda suelta a su ira. A nadie le parece mal que haya quien se preocupe por el trato correcto a los irracionales, de modo que si en un circo, en una vivienda o en una granja se vulnera la ley que los protege contra el maltrato (que no es éste el caso), lo suyo es denunciar, no agarrar una estaca para aporrear de un modo salvaje e irracional al prójimo.

Si el amigo de los animales actúa con arreglo a la razón y las normas, puede hacer mucho por ellos y a nadie le parecerá execrable su postura, pero si lo que mueve a la persona es la rabia y la frustración más que otra cosa, el resultado de sus actos le será muy contrario. A diferencia de los integrantes del resto del reino animal, que se rigen según sus instintos y su bioquímica, los homo sapiens cuentan con armas para contener sus impulsos, sus deseos, sus furias. Sin embargo, como queda comprobado, hay especímenes del único mamífero bípedo que no son capaces de sujetar sentimientos como la frustración, la insatisfacción, los arrebatos de cólera…, con lo que se dejan llevar por sus instintos más salvajes. El ser que no cuenta con la posibilidad de razonar no puede hacer otra cosa que la que hace, pero el racional posee recursos como la inteligencia, la conciencia o la posibilidad de elegir. No obstante hay casos en que parece que el humano arrincona la inteligencia, no hace caso a la conciencia y elige comportarse como una bestezuela parda; entonces, cuando este individuo se encuentra con personas e ideas contrarias, con situaciones que no le gustan y no entiende, reacciona según lo que dicten sus instintos primarios, que se materializan en forma de frustración, insatisfacción, enfado supino. Al recurrir a estos métodos y comportamientos, este sujeto, este tipo de criatura demuestra que con quien está frustrado, insatisfecho y enfadado es consigo mismo, y por eso su reacción es furibunda y violenta independientemente de la ‘causa’ que lo mueva. Si a ello se añade la sensación de superioridad moral, de poseer la verdad sin la menor duda o matiz, es fácil convertir la frustración, la insatisfacción y la ira en violencia. La mentalidad totalitaria y fascistoide siempre encuentra culpables, siempre se cree legitimada para señalar a los reos de paliza y ejecutarla. Eso sí, si alguien se atreve a pagarles con la misma moneda, si otros utilizan contra ellos los mismos métodos, enrojecerán de indignación y se les llenara la boca de ‘fascistas’, ‘violentos’, ‘ultras’.
En fin, lo del amor a los animales es la excusa elegida, puesto que no sólo pueden verse por ahí animalistas matones, sino que esta actitud es idéntica a la de los que protestan contra el sistema y destrozan cajeros, coches o escaparates, idéntica a la de quienes irrumpen en una tienda amenazando para llevarse mercancía o imponer la huelga, idéntica a la de quienes impiden que se dé una charla en la universidad, idéntica a la de quienes golpean a las mujeres, idéntica a la de los que desean la muerte de un niño enfermo… ¿Cómo puede alguien decirse amante de los animales y, a la vez, proclamar su odio hacia personas?  

Más que preocupación por los animales, estos falsos animalistas que recurren a la agresión alevosa evidencian preocupación por sus congéneres, pues al igual que aquellos, carecen de capacidad mental para controlar sus impulsos más primarios y, por tanto, para imponer su humanidad sobre su instinto animal.     


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 15 de enero de 2017

MUERE EL HOMBRE QUE ESQUIVÓ AL ‘DÍA QUE MURIÓ LA MÚSICA’ Eran los inicios de 1959 cuando tres músicos que iban para estrellas del rock murieron en el accidente aéreo más famoso de este mundillo. Uno de los que en el último momento cedió su sitio en el avión, Tommy Allsup, acaba de morir, 58 años después

Waylon Jennings y Tommy Allsup, que esquivaron a la muerte aquel día, flanquean a Buddy Holly, que no tuvo tanta suerte.
Se ha recordado en todo el mundo el primer aniversario de la muerte de David Bowie, uno de los artistas más importantes e influyentes del siglo pasado. Por el contrario, ha pasado totalmente desapercibido el deceso a los 85 años del guitarrista estadounidense Tommy Allsup… ¿Quién? Pues era un músico que ya estaba dando guerra en los cincuenta y que compartió estudio y escenario con nombres de la talla de Buddy Holly, Roy Orbison, Merle Haggard o Willie Nelson. Pero a pesar de estar considerado como uno de los mejores guitarristas de rockabilly, western swing y estilos relacionados (Paul McCartney siempre se dijo fan suyo), apenas será recordado por su aportación artística y sí porque dio esquinazo a la muerte hace 58 años, cuando en el último momento se quedó sin plaza en aquel fatídico avión…

Cualquiera que tenga el mínimo interés por este negocio sabe de qué se habla cuando se menciona el ‘Día que murió la música’; era febrero de 1959, Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Bopper se sentían contentos por haber conseguido plaza en una pequeña avioneta (tres pasajeros y piloto), mientras que el resto de los músicos que tomaban parte en aquella gira tenían que continuar en autobús (con la calefacción estropeada). Las malas condiciones y la bisoñez del piloto (que también pereció) condujeron a la catástrofe. Lo curioso es que ni Big Bopper Richarson ni Ritchie Valens deberían haber subido a aquella Beechcraft Bonanza. Es cosa conocida que JP Richarson estaba tan griposo que no le costó mucho convencer a Waylon Jennings para que le cediera su sitio en el avión (otra versión asegura que fue Jennings quien se lo ofreció); y también es sabido que cuando le comunicó el cambio a Holly, éste le dijo en tono jocoso “ojalá el autobús se congele”, a la lo que Jennings respondió “ojalá tu avión se estrelle”…, palabras que le atormentaron el resto de su vida, que se alargó hasta 2002.

El otro cambio de pasajero es menos conocido. Tommy Allsup acompañaba a Buddy Holly (los músicos tocaban con unos y otros según necesidad) y era uno de los que inicialmente tenían sitio en el aeroplano; sin embargo, el jovencísimo Ritchie Valens (17 años), a pesar de que tenía verdadero pánico a volar, estaba tan congestionado y febril que le rogó a Allsup. Éste contaba: “Valens me pidió cuatro o cinco veces que le cediera mi asiento, de modo que casi sin darme cuenta cogí una moneda de medio dólar y la lancé al aire; él dijo ¡cara! (‘heads’ en inglés) y salió cara; se lo dije a Buddy y él respondió vale”.

Los tres músicos y el piloto montaron en su ataúd volador y un rato después se difundía la noticia de la tragedia. En principio las agencias apuntaron a que uno de los muertos era Tommy Allsup, ya que Buddy Holly tenía su documentación; Tommy explicó que se la había dado para que recogiera su correo en una oficina de Minnesota.

Desde entonces, el músico recién fallecido (el 11-I-17) jamás dejó de pensar en todo aquello (algo así ocupa sitio permanente en la memoria), y manifestó muchas veces que perder aquel cara o cruz fue una enorme suerte, puesto que supuso dar esquinazo a la muerte, la cual tuvo que esperar nada menos que 58 añazos. Buddy tenía billete seguro para aquel viaje final, pero Big Bopper y Ritchie Valens lo compraron a última hora. El autor de ‘Peggy Sue’ ya había escrito auténticos clásicos y demostrado así su valía; sin embargo, Ricardo Valenzuela (Valens) sólo había tenido tiempo para poco más que un par de singles fantásticos, apenas un comienzo. Aquella moneda lanzada al aire decidió una gran pérdida para la causa del rock & roll, pero a cambio de esa desgracia, Tommy alargó su vida 58 años, en los que nunca dejó el escenario, y Waylon tuvo más de 40 para seguir tocando y para maldecir aquellas palabras que dirigió a su amigo Buddy.   

La hermana de Ritchie Valens habló con el hijo de Tommy Allsup tras el óbito de éste: ambos coincidieron en que sus respectivos hermano y padre podrán por fin terminar aquella gira que comenzaron hace 58 años. No hay que olvidar que las grandes estrellas siempre saben rodearse de músicos de excepción que se vuelven imprescindibles. Y Tommy lo era. Sin embargo, si los anales del rock le dedican un par de líneas será para señalarlo como el hombre que esquivó el ‘Día que murió la música’.         


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 11 de enero de 2017

HISTORIAS MENUDAS DE LA INFANCIA DE AMÉRICA. Lo más habitual es que la Historia que se aprende, que se cuenta o que se lee se centre en los acontecimientos trascedentes, olvidándose situaciones y episodios de gran interés pero sin relevancia histórica. En la América recién encontrada hay mucho de ello.

Por el interior del cráter del Popocatepetl se descolgó
 Francisco Montaño hacia 1521.

Los libros suelen narrar la Historia según una sucesión de hechos y personajes extraordinarios que condicionan el acontecer posterior de países e incluso continentes; es decir, se fijan en decisivas guerras y batallas, pactos y conquistas, matrimonios y sucesiones regias, expediciones y exploraciones, inventos y hallazgos, enfrentamientos, traiciones… y en las personas que los protagonizaron. Es lógico que se estudien, ante todo, aquellos sucesos que modifican el transcurrir de las gentes en esta tierra. Sin embargo, además de los grandes episodios y los grandes personajes, resulta fascinante indagar y profundizar en las pequeñas cosas, en la historia cotidiana y aparentemente intrascendente, en hechos, peripecias y aventuras que tienen a la gente de a pie como actor principal.

El caso es que uno de los capítulos más apasionantes que proporciona esta disciplina es el que se ciñe al encuentro entre dos mundos, ese choque entre una sociedad europea que deja el Medievo para entrar en la Edad Moderna y las poblaciones americanas que, en la práctica, siguen en el Neolítico y, por tanto, sin escritura, sin rueda, sin metales… Así, además de las cruciales ocasiones que tuvieron lugar en América en las décadas posteriores a 1492, se sabe de infinidad de aconteceres ilustrativos pero de menor alcance y muy escasa (si no nula) trascendencia histórica.

Un hecho de enorme mérito y escasamente conocido es la ascensión al volcán Popocatépetl en busca de azufre para fabricar pólvora. Aunque Cortés ya sabía de que las armas de fuego no eran imprescindibles en batalla (había ganado muchas sin un solo disparo, y además, si llovía o el día era húmedo estas armas eran inútiles), sí que le eran eficaces como factor sicológico, de modo que al emprender nuevas expediciones (en 1521) quiso aprovisionarse de pólvora, y para ello necesitaba azufre. Como si la empresa fuese fácil, el conquistador extremeño encargó a Francisco Montaño, quien aseguraba haberse asomado al cráter del Teide, y a otros bravísimos soldados que escalaran el Popocatépetl, que se descolgaran por la parte interna de su cráter y que recogieran todo el azufre que fuera posible (el zamorano Diego de Ordás había hecho cumbre en 1919). Cuando los lugareños se enteraron de los propósitos de los españoles los tomaron por locos: no sólo la ascensión era de extrema dificultad (5.500 metros de nada), sino que también había que contar con el frío, el hielo, la nieve… y claro, con que el volcán estaba activo, pues “echaba grades bultos de humo” (contaba Cortés en sus Cartas de Relación) y emitía gases irrespirables por sus paredes. Una vez en el borde, y tras contemplar el aterrador espectáculo de la lava burbujeante, ataron con cuerdas a Montaño y lo bajaron por el interior del cráter, llenó varios canastos de azufre y luego fue relevado por otro tipo tan bragado como él, un tal Juan Larios. Al descender la montaña, los indios se arremolinaban y miraban con incredulidad a aquellos locos que no sólo habían llegado a la cumbre, sino que se habían atrevido a meterse en aquellas fauces de fuego. Y todo con los medios y técnicas de escalada y ‘aventura extrema’ de aquellos tiempos. Al parecer, Montaño tardó semanas en sacudirse el miedo que pasó.

En torno a aquellas fechas se produjo otro hecho singular y llamativo. Siendo Cuauhtémoc el líder azteca (aunque ya vasallo del emperador Carlos I), pidió a Cortés que les fueran devueltas sus esposas a unos cuantos de sus capitanes y notables, pues les habían sido arrebatadas por soldados españoles (algunas se habían ido de buen grado); el conquistador accedió, dejó que las buscaran y que volvieran con sus maridos…, siempre que ellas así lo desearan. Cuenta Bernal Díaz del Castillo en su ‘Verdadera historia…’ que a pesar de que ellas se escondieron fueron todas encontradas; sin embargo, ya ante el vencedor de Tenochtitlán, sólo tres de ellas pidieron regresar con sus cónyuges mexicas, mientras que las demás eligieron libremente continuar con sus compañeros hispanos (no se señala el número concreto, pero por cómo se cuenta el suceso se deduce que debían ser muchas). ¿Por qué unas mujeres de clase nobiliaria preferirían quedarse con aquellos soldados irrelevantes, barbudos y de lenguaje extraño?

Después de la toma de México-Tenochtitlán, la ciudad estaba destruida en gran parte, de modo que Hernán Cortés se propuso no reconstruirla, sino retirar los restos de lo antiguo y edificar una nueva metrópoli al estilo europeo. Para lograr tal cosa hubo que traer herramientas adecuadas y enseñar a los indios su manejo. Empezaron por construir carretas y carretillos, es decir, ruedas; cuando los nativos vieron que un solo hombre era capaz de transportar piedras pesadísimas sobre una especie de caja que se apoyaba en el suelo mediante un artefacto que giraba sobre sí mismo, quedaron boquiabiertos, perplejos, pues jamás se habían imaginado algo parecido a una rueda. Igualmente ocurrió cuando vieron cómo funcionaban poleas y polipastos (poleas compuestas), y cuando comprobaron la eficacia de elementos de metal como clavos, martillos o sierras. Explican los cronistas que los indios miraban todo aquello con los ojos como platos, como quien ve novedades maravillosas e insospechadas. Los españoles, por su parte, quedaron estupefactos ante la rapidez con que los mexicas y demás pueblos aprendieron el uso de las nuevas herramientas, pues en muy poco tiempo se revelaron esmerados,  habilísimos, virtuosos artesanos.

Son historias menudas y con mínima resonancia histórica, pero resultan muy ilustrativas para entender lo que ocurría a pie de calle en aquellos históricos años.              

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 8 de enero de 2017

ROCK PARA TODOS LOS PÚBLICOS. Sin drogas ni sexo, sin morbo ni alcohol. El rock puede ser perfectamente apto para todos los públicos, no siempre ha de tener trasfondos o intenciones inapropiadas para menores.

'Yellow submarine', de The Beatles, es una muestra de música pop apta para
todos los públicos 
En torno al Día de Reyes es buen momento para disfrutar de canciones tan ingenuas como el pensamiento del rapaz. No es que se hayan escrito pensando precisamente en oídos infantiles, pero sí que hay una jugosa colección de temas simples y directos tanto en música como en letra, rock de siempre que huye de palabras gruesas y sonidos enrevesados. Las hay de una sencillez casi infantil (lo que no quiere decir exentas de mérito) y que todo el mundo reconocería en el acto.

Así, pueden escucharse con la sonrisa puesta el ‘Yellow submarine’ o el ‘Obladi obladá’ de los Beatles, con las que John y Paul parecieron escribir para infantes; son títulos que suenan facilones, que dan impresión de poco esfuerzo creativo, sin embargo, tienen esa chispa que sólo el talento es capaz de proporcionar. Con propósitos parecidos, o sea, con idea de divertir sin más, puede recordarse el siempre resultón ‘Rama lama ding dong’ en la trepidante versión de Rocky Sharpe & The Replays; rock & roll intrascendente, inocente, tan inocuo que no hay chaval que se resista a su ritmo y a su estribillo trabalenguas. Y siguiendo por el camino de los juegos de palabras, siempre mueve a expresión risueña el jovial ‘Itsy bitsy teenie weenie yellow polkadot bikini’, el cual fue un gran éxito en Estados Unidos nada menos que en 1960, a cargo del olvidado Brian Hylland; su estribillo (que tiene algo de polka) siempre hace gracia a quien lo escucha por vez primera, sobre todo a los más jóvenes.

En sus primeros tiempos el rock & roll sufrió no poco rechazo por parte de las sociedad más conservadora; fue tenido como algo perverso o, en el mejor de los casos, como una ‘matraca ruidosa que daña los oídos’. Sin embargo, vistas las cosas con perspectiva y con ojos del siglo XXI, aquellos temas pioneros eran, generalmente, tan inocentes como la mente del niño que espera a los Reyes. Un buen ejemplo es el fundacional ‘Rock around the clock’, uno de los títulos con los que se abrió esta increíble senda llamada rock & roll; todo es transparente, la voz, la melodía, los arreglos, el ritmo…, y lo curioso del caso es que tanto chaveas como puretas ‘entran’ por ese reloj alrededor del cual todo el mundo da vueltas. No deja de llamar la atención el hecho de que aquel disco de Bill Halley resulte tan asequible, como tampoco que sesenta años después (¡60!) se escuche con agrado y satisfacción.  
   
Pero no todas las canciones fáciles tienen que ser intrascendentes, como prueba una emblemática del sempiterno John Lennon, ‘Give peace a chance’. Esquemática y con poca variación, contiene sin embargo un mensaje evidente, positivo y pacifista, el cual viene envuelto en una melodía tan genial, tan lógica que se vuelve hechizante se tengan los años que se tengan; eso sí, los chiquillos la cogen y la tararean a la primera, dan palmas, la corean y captan su cristalino significado.  
  
Es innecesario subrayar que hay muchísimas más muestras de rock para menores de edad que no resultan cargantes o repipis. Y así, también pueden incluirse en la lista piezas de factura menos infantil pero igualmente aptas para todos los públicos. Poco hay que censurar, por ejemplo, en la mayoría de los instrumentales surf-rock como el ‘Wipeout’ de The Surfaris, con sus risita burlona, o el ‘Surfin’ bird’, que aunque tiene parte vocal, mantiene una entonación jocosa y campechana. Igual que el ‘Yakety Yak’ de The Coasters. ¡Y qué decir del ‘Lollipop’, o sea, ‘Piruleta’, de The Chordettes!, la cual surgió después de que uno de sus autores llegara tarde al estudio porque a su hija se le había pegado una piruleta en el pelo…, ¿hay algo más inequívocamente infantil?     
También hay en español algunos especialistas en melodías y textos inofensivos, casi insustanciales; y como máximo representante puede mencionarse a los Hombres G, cuyas canciones siempre han ido por ese camino, es decir, no tienen otra pretensión que la que dicen sus textos, sin dobleces ni intenciones ocultas, por lo que son fácilmente consumibles por los peques entre juegos y risotadas. De este modo, ¿puede haber letras más cándidas e infantiloides que la de ‘Sufre mamón’, con versos como “te retorcerás entre polvos pica-pica”. El grupo de David Summers siempre ha fabricado música perfectamente apropiada para gente menuda, y sigue activo.

Pues sí, hay mucho rock apto para todos los públicos, sin sexo ni drogas, sólo rock & roll.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 4 de enero de 2017

A VUELTAS CON LA CONQUISTA Y LA RECONQUISTA. UN POCO DE HISTORIA. Los actos de conmemoración de la toma de Granada el 2 de enero de 1492 suelen contar con la protesta de ciertos grupos contra lo que, según ellos, es exaltación del genocidio, el racismo y la intolerancia…, palabras e ideas que no existían entonces.

La rendición de Granada (1882), de Francisco Pradilla.

Tanto la rápida conquista como la larga reconquista (término impreciso y complejo) son episodios totalmente encuadrados en la Edad Media. De modo que juzgar, calificar, valorar hechos, ideas y personas de entonces con pensamiento de hoy, como hacen los que protestan por tal conmemoración, es un anacronismo, un disparate. Así, utilizar términos y conceptos como genocidio, fascismo y totalitarismo, hablar de racismo, xenofobia e intolerancia, de integración o multiculturalidad, refiriéndose a aquellos tiempos, es síntoma inequívoco de ignorancia, entre otras cosas porque no existían ni las palabras ni su significado. En fin, ¡hay que tener pocas luces para mirar a la Edad Media desde una ideología de móvil, y más aun para levantar la voz basándose en lecturas y textos superficiales y tópicos!     

Cuando se produce la invasión de Tarik (había habido incursiones anteriores), en la península viven unos cuatro millones de hispano-romanos de religión católica y menos de doscientos mil godos arrianos; éstos son las clases dirigentes y nobiliarias, las cuales no se mezclan con los autóctonos, tienen leyes distintas y no se permiten los matrimonios mixtos. Los conflictos entre las aristocracias godas facilitan la incursión definitiva; es oportuno recordar que el ejército de Tarik lo componían élites musulmanas árabes y seis o siete mil bereberes en gran parte cristianos (herencia bizantina). Una vez en la península, derrotado el rey don Rodrigo y animados por los godos traidores, los conquistadores deciden quedarse. La población tardo-romana sólo vio, en principio, un cambio de amo, de modo que no movió un dedo a favor de los godos; sin embargo, desde el primer momento el pueblo llano (muchos terratenientes, godos y romanos, pactaron con los atacantes) comprobó cómo se las gastaban los invasores: mataban, quemaban y tomaban todo lo que querían…, es decir, actuaban como se actuaba en aquella época; el caso es que, dado que los nuevos amos trataron a los hispano-romanos como a enemigos vencidos, éstos empezaron a defenderse. Todos estos hechos son perfectamente lógicos según el pensar de la época. Es decir, en toda la Alta Edad Media, en todo el mundo conocido se producían continuamente ataques y contraataques, invasiones y ocupaciones, y no se tiene noticia de que se priorizara el diálogo, la concordia y la negociación pacífica, sino que todo eran batallas, asedios y matanzas. Los ejércitos musulmanes invadieron la toda la Península Arábiga y en poco tiempo se extendieron por partes de Asia, África y el sur de Europa; y lo hicieron espada en mano y sin contemplaciones con los vencidos, tal y como era costumbre en aquel mundo. En Hispania no fue diferente: tanto la arqueología como las fuentes documentales musulmanas y cristianas señalan sin lugar a dudas la violencia con que se conducían los nuevos invasores…, incluso entre ellos mismos, pues se sabe que el gobernador Abdelaziz fue asesinado en Sevilla en fecha tan temprana como 716. En definitiva, la conquista iniciada en 711 se llevó a cabo con la crueldad con que se hacían las cosas en la Edad Media.   

Comienza la conquista en ese 711 y la reconquista en 722 (fecha probable). El avance sarraceno se detiene en la batalla de Tours (o de Poitiers) en 732 (o 734), en la que el franco Carlos Martell derrota al ejército de Abderramán, aunque necesitó otras victorias para expulsarlos definitivamente de la Galia. Sea como sea, ¿por qué hay hoy personas que dan por bueno el ataque pero condenan el contraataque que termina en 1492? Además, entre aquella fecha y ésta se produjeron en todo el mundo conocido numerosísimas guerras, batallas, venganzas, matanzas y degollinas, sin embargo, hay quien sólo mira con rencor y reproche las protagonizadas por uno de los combatientes en la reconquista (y eso que los califales eran expertos en el saqueo y el degüello; sólo hay que repasar las aceifas y campañas del poderoso Almanzor tanto en la península como en el Magreb).       

Asimismo es necesario recordar que en el momento de la entrega de Granada no existía España, sino que la península estaba dividida en varios reinos, siendo el Castilla y de León y el de Aragón los más importantes de los cristianos, y el Reino de Granada el último musulmán; por ello, afirmar que en enero de 1492 se culmina la expulsión de los españoles musulmanes es tan falso como el mito de la convivencia pacífica de las tres culturas en Al Ándalus.

Y en cuanto a la conmemoración, hay que tener presente que también se conmemora el inicio de la Revolución Francesa (14-VII-1789), la cual fue un baño de sangre  indiscriminado que se llevó hasta a sus ideólogos; igualmente la Revolución Rusa (1917), que dio paso a un régimen totalitario con millones de víctimas. Sorprende, por tanto, que los mismos que identifican la conmemoración de la entrega de Granada con la celebración de la intolerancia y el totalitarismo, estén encantados de festejar las efemérides de aquellas dos revoluciones, muy posteriores y mucho más violentas que la rendición nazarí, que además fue pactada, sin asalto. Por otro lado, tampoco tiene el menor sentido enarbolar aquel lejano hecho como si fuera ejemplo de patriotismo.

Es lo que ocurre cuando las opiniones se basan en lecturas sesgadas y superficiales. Y es que acontecimientos históricos de este calado siempre son extremadamente complejos y enmarañados.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 1 de enero de 2017

CANCIONES ALEGRES PARA EL DÍA MÁS ALEGRE. De un modo general, puede decirse que el último día del año es el más alegre, puesto que la noche tendrá la diversión como único objetivo…, al menos en las sociedades occidentales. Aquí unas pocas melodías de lo más alegre.

A pesar de sus limitaciones físicas, Ian Dury enumeró y cantó un sinfín de razones para estar alegre..

El sentimiento general (siempre hay excepciones) en la noche del 31 de diciembre es de júbilo, cosa que ocurre, en mayor o menor medida, en los cinco continentes. Y en todas partes se celebra el estreno del año con fiesta, música, baile, buen humor y buenos deseos y propósitos. Una oportuna selección de canciones empuja al jolgorio, sobre todo si se trata de títulos sin mayores pretensiones, sin otro afán que la diversión. Muchas son las canciones de la estirpe del rock & roll que se hicieron con ese propósito. Estas que siguen son sinónimo de guateque, de bailoteo, de sarao…
Pocas tienen más carga de contento y disfrute como el clásico de Kool & the Gang ‘Celebration’. Su ritmo contagioso, su cadenciosa guitarra funk, sus arreglos de viento, su melodía, sus voces…, todo conduce a eso, a la celebración. Es perfecta para poner a todo el mundo en movimiento. No en vano, cuando la escuchó la madre del cantante del grupo (JT Taylor) le dijo “vas a estar cantando esta canción el resto de tu vida, así que prepárate”.

Otra que constituye un seguro de complicidad con cualquier audiencia es el inmortal ‘Land of 1000 dances’, versión Wilson Picket en 1966. Y es que resulta del todo imposible resistirse al ‘na na na na na’, y a las sucesivas invitaciones a bailar como el watusi, como Long Tall Sally, como el cocodrilo, en el callejón o sobre tu espalda; la versión original, de 1962, mencionaba hasta 16 tipos de baile.

También procedente de los sesenta puede pincharse el ‘Dancing in the estreet’ con la seguridad de que todo el personal la va a agradecer. El título (escrito, entre otros, por el genial Marvin Gaye) ha conocido un sinfín de versiones en todas las épocas y estilos; sin embargo, la que más encanto atesora es la de Martha & The Vandelas. La entrada con saxos y trombones es infecto-contagiosa, y a partir de ahí ya no hay quien se resista. A pesar de su contenido no es más que “hace buen tiempo para bailar en la calle” (más o menos), como se hizo en el apogeo de la lucha por los derechos civiles en USA, muchos interpretaron que en realidad animaba a manifestarse por las calles.

Pieza ligera, saltarina, revoltosa, simpática es el ‘Dancing in heaven (Orbital be-bop)’, de los británicos Q Feel, un grupo que sólo hizo un álbum y de quien sólo se recuerda esta canción. Es electro-funk-pop intranscendente, tanto que fue compuesta con un baratísimo teclado Casio, el cual se consideraba en aquellos años (1982) como lo más cutre, poco más que un juguete (lo peor que se podía decir de un sonido tecno era: ‘parece hecho con un Casiotone’). El ritmo es vivísimo, con un sonido limpio y melodía muy marcada; habla de eso, de bailar, de dejar que los pies te lleven muy lejos… Y nada más.

Pero sin duda, quien propone más razones para ser feliz es el malogrado Ian Dury con su rítmica ‘Reasons to be cheerful, part 3’. La canción se le ocurrió después de que un par de ‘pipas’ que montaban su escenario para un concierto estuvieran a punto de morir electrocutados, entonces, a Ian Dury se le ocurrieron razones por las que merece la pena estar alegre y no avinagrado. Así, con un endiablado toque funky-disco, el poco agraciado cantante va enumerando una lista de razones por las que hay que estar contento; por ejemplo Buddy Holly y el ‘Good Golly Miss Molly’, Elvis y Scooty (Moore, su guitarrista), el sexo, la generosidad y la cortesía, el vino y el servicio nacional de salud, Woody Allen, Dalí y Dimitri (Shostakovich, un compositor ruso), salir de la cárcel, sentarse en el inodoro o una cura para la viruela, Harpo, Groucho y Chico (Marx, claro), ser un poco tonto, sonreír, compartir… Sí, a pesar de sus limitaciones físicas, el inolvidable discapacitado tenía razón: hay muchas razones para estar alegre.

Y un título tópico, de esos que lo dicen todo, es el ‘Shiny, happy, people’, de los estadounidenses REM. Este ‘Gente feliz y radiante’ surge cuando Michael Stype vio un poster de propaganda chino con una leyenda parecida luego del suceso de la plaza de Tianamen. Es un tema luminoso, alegre y optimista con el que Stype quiso demostrar que podía ser más gracioso que lo que aparentaba en la mayoría de temas de su repertorio, en los que da impresión de gravedad.

Alegrías de todo el planeta convergen con el inicio del nuevo año. Más vale conservar esas sensaciones hasta el próximo, y nada mejor que ayudarse con la música más alegre.


CARLOS DEL RIEGO