miércoles, 31 de agosto de 2016

UN DEPORTISTA DE EE.UU. DESPRECIA SU BANDERA: INJUSTA GENERALIZACIÓN. Tremenda es la polémica suscitada en USA a causa de la actitud hipócrita e injusta de un jugador de fútbol americano, Colin Kaepernick, que se quedó sentado cuando sonaba el himno de su país antes de un partido. Ese tipo de desaire no es raro en España.

El jugador de fútbol americano Colin Kaepernick permanece sentado mientras suena el himno de su país.
Al explicar sus razones para adoptar tal postura, el ‘quarterback’ de los San Francisco ‘49ers’ dijo que ni se levantaba ni se mostraba orgulloso “ante la bandera de un país que oprime a la gente negra y de color” (sic). El asunto es que el gesto del deportista ofende a todos los estadounidenses, blancos y negros, oprimidos y opresores, poderosos y débiles…, puesto que la bandera representa a toda la población, es decir, también a los que al igual que él rechazan el racismo, y no sólo a los racistas a los que pretende denunciar. Es decir, está generalizando, lo cual es esencialmente injusto, falso y pueril.

Por otro lado, ni el país ni la bandera ni el himno son racistas, es más, ni siquiera sus leyes lo son. O sea, quienes creen en la superioridad racial no son esos símbolos, sino personas concretas (y estúpidas) con nombre y apellido. El jugador demuestra con su desplante un simplismo absoluto, un maniqueísmo primario y una gran cortedad de miras. Asimismo, ese gesto no cuesta mucho. Si tantas ganas tenía de denunciar actitudes tan indeseables como esas de corte racista de las que hablan a diario los periódicos de Usa, podía haberse negado a firmar el contrato con su equipo, demostrando de ese modo que no quiere jugar para divertir a un país que “oprime a la gente negra y de color” (hay que señalar que su rendimiento deportivo no ha dejado de descender en los últimos años, por no hablar de que enlaza una lesión con otra); o también podría entregar cinco de los grandes a las familias de los muertos por la brutalidad policial, pero no ha soltado ni un pavo de los alrededor de cien millones que lleva embolsados. Pero claro, el chico está dispuesto a comprometerse por la causa hasta un punto en el que no se pongan en riesgo los beneficios que le proporciona “el país que oprime…”. Además, tampoco tiene mucho reparo a la hora de gastarse la pasta en automóviles de lujo y otros carísimos caprichos en ese “país que oprime…”. Un detalle interesante es que Kaepernick (hijo de una pareja mixta) fue abandonado por su familia negra y acogido por su familia blanca… Si de verdad fuera coherente (al igual que muchos otros deportistas de allí que elevan la voz contra el país en el que viven, trabajan y ganan millones), el ‘49er’ simplemente rechazaría todo lo que de ese país procediera; dicho de otro modo, resulta de lo más hipócrita ofender, menospreciar y acusar a una nación y a toda su población y, a la vez, aprovecharse de todo lo que ella le proporciona. Algunos medios estadounidenses sostienen que la cosa tiene su origen en la reciente conversión del deportista al Islam… De todos modos, este tipo de grosería no es muy habitual por allí.

En España las cosas son distintas, puesto que hay una gran parte de su población que odia sus propios símbolos debido a que los identifica con la dictadura y el dictador (algo que a éste le hubiera encantado). Por eso, partidos políticos con presencia en todo el territorio jamás exhiben la bandera y sus líderes no se dejan fotografiar con una cerca; es más, procuran no pronunciar la palabra España y la suplen con ‘el país’ o ‘el estado’. Y por las mismas, hay muchos españoles que (de modo atenuado o exaltado) han asumido el significado del grito antiespañol que a veces se escuchaba por las calles madrileñas durante la II República: “¡Viva Rusia y muera España!”. Debido a este sentimiento, los desprecios a la bicolor son muy habituales e incluso hay quien lo ve casi como algo obligatorio, hasta el punto de que el que la exhibe corre el riesgo de ser insultado e incluso agredido. Sin embargo, a diferencia de Estados Unidos, lo de despreciar los símbolos patrios es aquí más propio de ciertos sectores de la cultura y la política que del deporte; y así, se pueden escuchar cosas como “no me siento representado por esa bandera” o “jamás me he sentido español”, y ello a pesar de que esos colores adornan todos sus documentos, y de que viven y prosperan gracias a lo que ella representa: sus compatriotas, sus ciudades y territorios, sus instituciones, sus ventajas, sus subvenciones…     

¿Alguien recuerda cuando, durante un acto oficial, un prominente político español se mantuvo repantigado en el asiento al paso de la bandera de Estados Unidos? Aquel infausto personaje quería dejar evidencia de su rechazo a la invasión de Iraq y al gobierno que la ordenó, pero no se le ocurrió modo más inteligente para demostrarlo que hacerle un feo a todos los estadounidenses, incluyendo a los que, como él, estaban en contra de esa acción bélica. Unos pocos meses después la Armada Usa canceló un contrato que tenía con unos astilleros españoles para construir varios buques de guerra, barcos que al poco fueron encargados a Corea del Sur. ¿Tendría algo que ver aquella ‘sentada’ (y otras groserías similares) con la anulación del provechoso encargo?  

El caso es que cuando se ofende a los símbolos de un país se está ofendiendo de un modo general e indiscriminado, injusto y simplón. Ocurre lo mismo con otras generalizaciones más escandalosas; por ejemplo, todo biennacido se escandaliza cuando se produce un bombardeo general e indiscriminado (como cuando se machaca una ciudad dominada por el Daesh con víctimas en los hospitales y salones de boda), e igual sentimiento se genera cuando el grotesco Donald Trump vocea que todos los musulmanes son terroristas o que todos los mexicanos son violadores y asesinos. Pura, injusta y falsa generalización. Igual que con los desaires a símbolos nacionales.

CARLOS DEL RIEGO


lunes, 29 de agosto de 2016

EL CAPITÁN TRUENO Y DON QUIJOTE, HÉROES HISPANOS CASI OLVIDADOS POR EL ROCK. Hace unos días (VIII-16) murió Víctor Mora, el creador de El Capitán Trueno. Éste y Don Quijote son los grandes héroes populares españoles, pero la música rock hispana no les ha hecho mucho caso.

El ilustrador francés Gustavo Doré vio así la figura del héroe español, padeciendo calamidades por su ansia de hacer el bien.
El Capitán Trueno  también desea hacer el bien pero, a diferencia del Hidalgo, siempre salía victorioso ante hombres y bestias.
El primer número de El Capitán Trueno apareció en 1956, hace ya sesenta años. Siempre dispuesto a enfrentarse a los malos (ya fueran poderosos o no, moros o cristianos, pobres o ricos, blancos o no) y defender las causas de los oprimidos, Trueno es una especie de Don Quijote con buena estrella que, a diferencia del Hombre de la Mancha, conseguía que sus aventuras tuvieran final feliz y, además, su dama es real y le corresponde; pero es idéntico al de la Triste Figura en su integridad incorruptible, en su intención de desfacer entuertos y favorecer a los injustamente tratados: el propósito de ambos es hacer el bien sin esperar recompensa. Otro nexo entre ambos es que Cervantes murió justo 500 años antes que Víctor Mora. Las aventuras del Capitán fueron compartidas por millones de niños y jóvenes durante varias décadas, sin embargo, muchos de los que viajaron con él por todo el mundo ni se han enterado de la muerte del creador del héroe y sus compañeros Goliat y Crispín. Lógicamente, su  peripecia vital no es comparable a la de Alonso Quijano ni en pervivencia, ni en profundidad, ni en difusión, ni en… Contadas han sido las ocasiones en que ambos paladines del bien han protagonizado partituras rock.     

El Capitán Trueno es un perfecto ejemplo de héroe de papel que hizo volar la imaginación de tantos hispanohablantes (también tuvo mucho éxito en otros idiomas) que merecía una mayor presencia en la cultura hispánica. El rock español le rindió un evocador homenaje a través del grupo madrileño Asfalto con su ‘Capitán Trueno’. Publicada en su primer disco, no dejó satisfechos a ninguno de sus integrantes, al igual que el resto del elepé; a unos no les gustó la producción y a otros el sonido, y con razón, pues el ambiente general resulta flojo, las guitarras apenas se escuchan y los solos quedan como en segundo plano, las percusiones están atenuadas y, en fin, el resultado final se antoja desangelado; por ello se produce la desbandada. Sin embargo, el disco funciona muy bien gracias a canciones como la mencionada o la impagable ‘Días de escuela’, piezas que casi cuarenta años después mantienen muy bien la tensión y la intención. Los versos de ‘Capitán Trueno’ son elocuentes y los hubiera firmado el mismísimo Víctor Mora: “Si el C. T. pudiera venir nuestras cadenas saltarían en mil (…) el malo siempre palma, la chica se salva”, pero también contiene un mensaje contradictorio y de desconfianza “de él aprendimos que el bueno es el mejor, pero al pasar el tiempo comprendemos que no”, es decir, quien pasaba por ser el bueno no era tal, por lo que finalmente, tras suplicar “Ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno”, advierte de que “el mundo está al revés”, o sea, quien parece el bueno, no lo es…

Curiosamente, aquel primer disco de Asfalto contenía un tema titulado ‘Rocinante’, como si de algún modo pretendieran conectar el idealismo puro que preside las acciones de uno y otro héroe.

Evidentemente, Don Quijote es el campeón mundial, el máximo símbolo de lo que se entiende por héroe. A pesar de ello, tampoco han sido abundantes los grupos de rock en español que se han detenido en la figura del pretendido caballero andante. Los madrileños Mago de Öz son la excepción, ya que su Lp ‘La leyenda de la Mancha’ (1998) está dedicado a él como “modesto homenaje” (de todos modos, seguro que al sobrio y estricto hidalgo no le hubiera gustado nada que lo representaran en medio de la parafernalia que aparece en la portada del disco). La mayoría de los temas de este álbum conceptual poseen títulos fácilmente reconocibles incluso para quienes no hayan leído las aventuras del Ingenioso Hidalgo; además, también hay referencia a textos de otros escritores españoles, e incluso toman partituras de aquí y de allá. Sin embargo, aunque aparecen reflexiones quijotescas, en muchas ocasiones resulta difícil reconocer al flaco caballero entre los frenéticos ritmos, las exaltadas voces y el hard con violines y flautas de Mago de Öz; si acaso en ‘Maritornes’, cuando dice “Viéndose sumido en tales pensamientos, Don Quijote no acertaba a ver”, versos que se sitúan en la venta, poco antes de que, en medio de la oscuridad y la confusión, señor y escudero se lleven una buena tunda. En realidad (y aunque aparezcan Rocinante, Sancho, El Caballero de la Blanca Luna), los textos del disco se dispersan entre símbolos y reflexiones que buscan conectar las idealizaciones del hidalgo manchego con los ideales más o menos ‘hippies’ de la banda madrileña, cosa más que difícil. El disco, en fin, muestra más voluntad y buenas intenciones que acierto, lo que no quiere decir que no tenga su mérito.       

En lo musical el cervantino personaje ha tenido fuera de España más presencia, y se pueden recordar piezas como el ‘Don Quixote (Spanish rain)’ de Coldplay, el ‘Don Quixote’ de Gordon Lightfoot, el de Nick Kershaw… Y lejos del universo rock, la música clásica ha recurrido a los valores eternos que representa Don Quijote en muchas ocasiones: Mozart, Ravel, Strauss…, y también Falla o Guridi.

Trueno decía cosas como ‘Santiago y cierra España’; y su ayudante Goliath solía exclamar “Por el gran batracio verde”. El de la Triste Figura podía sorprender con el amenazador “Gente descomunal y soberbia”, mientras que Sancho, como gran erudito del refrán español, se despachaba con evidencias como “Más vale un toma que dos te daré”. De todos modos, en el fondo, Don Quijote de la Mancha hubiera deseado ser El Capitán Trueno, ya que éste tiene y hace todo lo que aquel imaginaba tener y hacer.

CARLOS DEL RIEGO


sábado, 27 de agosto de 2016

LA ERA DEL VINILO. Hoy, Rare Earth, Funkapolitan, Hipsway y BEF con Tina Turner.

La Era del Vinilo. Un pequeño espacio de radio con música de los clásicos en singles y elepés. Hoy, Rare Earth, Funkapolitan, Hipsway y BEF con Tina Turner.

jueves, 25 de agosto de 2016

ÁRBITROS Y JUECES, LO PEOR DE LOS JUEGOS DE RÍO 2016. La primera cita olímpica sudamericana será recordada por las hazañas deportivas de sus protagonistas, pero también por los fallos de organización y, sobre todo, por los calamitosos errores de jueces y árbitros, que dejan en poco a aquellos.

Los australianos se quejan, con razón, de esta falta que pitaron a favor de España, aunque a lo largo del partido los árbitros se equivocaron mucho
en perjuicio de todos..
Justo al terminar los Juegos de Rio 2016 comenzó la XXXII Olimpiada, que terminará con los Juegos de Tokio 2020. La cita brasileña (como todas en realidad) dejará buenos y malos recuerdos; aquellos son cosa de los competidores, éstos son exclusivos de organizadores y árbitros. Las diferentes canchas han ofrecido al mundo asombrosas batallas deportivas. Los centelleantes sprints pusieron al mundo de pie, e igualmente los fondistas, saltadores, lanzadores…; fueron admirables la incontenible fuerza y ansia de triunfo de los tritones y las ondinas; los duelos en pista de tenis y bádminton resultaron agónicos, dramáticos; las proezas de los y las gimnastas obligan a preguntarse hasta dónde se puede llegar; emociones hasta el infarto en los choques en baloncesto y balonmano, elegantes y veloces kayaks deslizándose por el agua lisa o encrespada, poderosos levantadores (y levantadoras) de peso elevando al cielo cientos de kilos, luchadores dejándose la piel en la palestra… No cabe duda, en el plano deportivo Río 2016 ha dejado inolvidables estampas del más alto valor deportivo y olímpico.

El terreno de la organización, sin embargo, estuvo lleno de baches, socavones, zanjas. Se puede recordar el hecho de que dos días antes de la ceremonia de clausura no estaban instalados los carteles indicadores dentro y fuera de la villa olímpica; el pantalán instalado para la salida de la natación en aguas abiertas se lo llevó la corriente horas antes de iniciarse la prueba y hubo que improvisar; también los miles de metros cuadrados de gradas vacías que se vieron en todos los recintos debido a los precios elevados, la falta de información y unos transportes delirantes; los robos en las habitaciones de la villa olímpica (cientos, dicen algunos deportistas) y su deficiente o ausente de servicio de limpieza… No fue muy edificante el comportamiento del público brasileño con los rivales de sus compatriotas, y como imagen indeseada ahí queda el abucheo y las posteriores lágrimas del gran pertiguista francés Lavillenie; la conducta de gran parte de los aficionados locales es habitual en el campo de fútbol, pero  insólita en otros recintos, sobre todo en la pista de atletismo. 
        
También se puede hablar de horarios ridículos con apelotonamiento de pruebas (en natación, en tenis), problema que va en contra de los deportistas y que procede de la locura de embutir nada menos que 39 disciplinas, con todas sus distancias, modalidades, eliminatorias… en apenas dos semanas; esto es culpa del COI, que se ha convertido en algo así como un estado multinacional (mucho más que una gran empresa) del que viven miles de personas de dudoso mérito y que está por encima de las leyes; por ejemplo, hay que recordar que este comité no paga impuestos por los ingresos de los juegos al país organizador; ¡y qué decir de sus criterios para designar sedes olímpicas! Sí, el Comité Olímpico Internacional en poco se diferencia del patio de Monipodio.     

Pero peor, mucho peor, ha sido la prestación de jueces y árbitros en términos generales. Cierto es que los errores son inevitables, pero sí es evitable la actitud absolutamente soberbia, arrogante y chulesca de quienes están ahí como un mal necesario; y es que no terminan de entender que el resultado de la contienda deportiva no puede decidirse en función de que el del pito acierte o falle. Y ante esto no sirve ese argumento de que también los competidores fallan, puesto que la contienda la debe decidir la destreza o la torpeza del participante, no el parecer del juez; igualmente, cuando el atleta o el jugador yerra se perjudica a sí mismo y a su equipo, mientras que si el que mete la pata es el del pito arruinará a otros, nunca a él mismo. Es evidente que la figura del árbitro tiene que cambiar, sobre todo con la cantidad de ayudas electrónicas con que se cuenta actualmente, las cuales dejan en evidencia la miopía o mala fe de los que están ahí para velar por la equidad; no hay que olvidar que quienes tienen la última palabra en la pista están sometidos a las mismas debilidades que el resto de los mortales. En el parqué de balonmano y baloncesto se comprobaron errores garrafales, cambios de criterio,  decisiones incomprensibles y, en fin, perjuicios a unos y otros, a diestro y siniestro, es decir, sí que estuvieron ecuánimes en su torpeza: en general no miraron la camiseta a la hora de cometer sus innumerables dislates.  

Dos casos ilustran la calamitosa actuación de quienes están ahí para hacer cumplir la norma, y no se trata de situaciones en las que hubo que decidir instantáneamente… Por un lado está la escena que se vivió en el partido Nadal-Nishikori que valía el bronce; el asiático iba set arriba y 5-2 en el segundo, pero su rival le remonta y le empata, así que, con 1-1 se va al vestuario; lo normal es que un par de minutos después esté de vuelta, sin embargo, su ausencia se prolongó durante once minutos, y a su regreso el árbitro ni siquiera le amonestó verbalmente; llama la atención que se amoneste (el ‘warning’ conlleva multa) a un jugador por retrasarse unos segundos en el saque y se permita que otro se ausente durante once largos minutos…, la connivencia del juez principal es incuestionable. Todo el que sepa de tenis sabe que cuando la dinámica del partido es desfavorable lo mejor es romperla, ¡y qué mejor manera que interrumpir el partido todo lo posible! El japonés quebró la norma con el consentimiento del encargado de velar por su cumplimiento. El enigma es ¿qué hizo durante todo ese tiempo?; con la mitad hay para evacuar aguas mayores y menores, para ducharse y afeitarse, para ejecutar unas posturas de yoga, para aislarse, recapacitar y rearmarse mentalmente…, y si se trataba de problema médico no hay por qué irse de la pista.

El otro caso se produjo en el estadio. En la calificación de 5.000 femenino una fondista estadounidense tropieza con una neozelandesa y caen ambas; se levantan y, en un gesto de enorme valor olímpico, se ayudan mutuamente hasta que consiguen traspasar la meta, aunque muy lejos de los puestos de clasificación. Entonces, los jueces toman la decisión de calificarlas para la final esgrimiendo el argumento del valor olímpico… Un auténtico disparate, ya que no hay norma que señale que el comportamiento deportivo es una de las vías para alcanzar una gran final. Luego se les otorgó el premio correcto, la Medalla Pierre de Coubertin.

Sí, estos juegos serán recordados…

CARLOS DEL RIEGO


lunes, 22 de agosto de 2016

LA FIGURA DEL PERDEDOR EN EL UNIVERSO DEL ROCK. Casi todas las personas pierden más veces que las que ganan, ya en la vida o en el deporte: en uno y en otra lo normal es perder. Pero la figura del perdedor tiene esa tonalidad trágica de la que tanto partido saca el artista, incluyendo el autor de rock.

The Clash hicieron muy suyo el clásico 'Luché contra la ley' pero 'la ley ganó'.
En momentos olímpicos (como los recién vividos en los Juegos de Río 16) se impone la figura del vencedor. Sin embargo, en cualquier competición deportiva hay muchos más perdedores que ganadores; y tal afirmación sirve también para el ir y venir de cada persona por este mundo, pues por regla general, la derrota es mucho más habitual que la victoria en todos los órdenes de la vida. De hecho, aunque suene un tanto despectiva y alejada de los valores olímpicos, la frase que dice que el primero gana, el segundo pierde y los demás participan, resulta esencialmente cierta; igualmente es una obviedad que los perdedores son muchísimos más que los ganadores, es decir, lo normal es perder (eso sí, hay tipos con suerte que contradicen la regla).

Como no podía ser de otro modo, los que crean canciones de pop, rock y afines se han fijado mucho más en el derrotado que en el victorioso, pues aquel aglutina muchos más sentimientos y mucho más intensos que el que saborea el triunfo, el cual apenas deja espacio para otras sensaciones. Piezas rock que hablen de derrota y decepción las hay por cientos, ya sea pérdida del amor, de bienes materiales, de la felicidad, del ser querido, de la libertad…; además, se mira de formas muy diversas y desde múltiples puntos de vista ese sentir intenso y amargo que acompaña la caída del perdedor.

Hablando de este asunto, una de las primeras que vienen a la memoria es el ‘I´m a loser’, de The Beatles. Aun no siendo una de las más célebres de su repertorio es una pieza magnífica que, asimismo, fue de las primeras que escribieron (1964) que ya no trataba de amores y desamores juveniles. Lennon escribió un texto que habla de una ruptura, pero sólo como tapadera de un sentir afligido e incluso depresivo: “Aunque me río y actúo como un payaso, bajo esta máscara tengo el ceño fruncido (…), soy un perdedor, no soy lo que parezco ser”. La atmósfera tiene un alegre aire country pero, a la vez, un cierto poso de desilusión que, por otro lado, en aquellos primeros sesenta habían puesto de moda cantautores tipo Dylan. Es difícil ser más claro y contundente que John.    

La añorada Janis Joplin, ya en 1967, denunciaba el papel secundario asignado a la mujer en su ‘Women is losers’. Ella cantaba en una banda integrada por hombres y se movía en un mundillo (el del rock) en el que ellos decidían todo, desde la producción hasta la promoción. ‘La mujer es perdedora’ es un blues en toda regla, pero la voz ardiente y el tono desenfrenado que siempre caracterizó a Janis lo convierten en algo único, distinto, incomparable. El texto es bastante explícito: “La mujer es perdedora (…), pase lo que pase los hombres siempre quedan encima (…) si te dicen que te desean, luego dirán que sólo pasaban por tu puerta, si no te decepcionan, te dejarán y nunca volverán”. Sí, parece una reivindicación de la mujer en el terreno amoroso, pero seguro que ella lo escribió con otras intenciones. Sea como sea, siempre gratifica escuchar a Janis.

El rubísimo cantante, guitarrista y compositor de Florida Tom Petty escribió ‘Even the losers’ para su excelente elepé ‘Damn the torpedoes’ (1979). La voz aguda y cargada de nostalgia de Petty explica, en medio de un ambiente de poderoso rock, que ‘incluso los perdedores’ a veces tienen suerte. La cosa va de tema sentimental, sí, pero muestra la visión de quien sabe que esos maravillosos momentos terminarán: “me dio un beso de fuego (…) y dijo que no le sería muy fácil olvidarse de mí (…) tendría que haber sabido en ese momento que era demasiado bueno para durar (…) es un rollo tener que vivir en el pasado”. Según este texto, Petty no parece tener muy clara la famosa frase del poeta decimonónico británico Alfred Tennyson, que decía que es mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca. 

‘I fought the law’ es un clásico del rock publicado en 1960 por The Crickets, meses después de la muerte de su líder Buddy Holly. Muchas versiones se han hecho de esta combativa pieza que parece haber sido compuesta pensando en el ideario de Joe Strummer y, claro, The Clash, que la grabaron aun en 1979. ‘Luché contra la ley’ hechizó a Strummer desde la primera vez que la escuchó, puesto que él siempre tenía ganas de encararse a las leyes. El tema va de un pistolero que “necesitaba dinero porque no tenía nada (…) robándole a la gente con una seis tiros, luché contra la ley y la ley ganó, perdí a mi mujer y perdí mi diversión”. Trepidante e incluso crispadamente, The Clash transmite con esta versión la idea de que no se puede hacer nada contra la ley y las fuerzas establecidas, podrás luchar contra ellas, pero siempre saldrás vencido y serás un seguro perdedor.

Triunfar es el sueño de todo grupo de rock, pero para su desgracia existen un millón de causas que impiden ese triunfo a la mayoría de ellos. El singular grupo leonés Cardiacos reflexionó sobre la figura del roquero perdedor en su inteligente ‘Pepi Pop’ (1982). El texto expresa con serena resignación el inevitable y fatal destino de los grupos que no se pliegan a los estándares del mercado: la decepción. El tema expresa el pensamiento del artista al que acusan de no ser lo bastante pop “y que a Costello nunca podría llegar”, ni lo bastante rock porque “nunca dije larga vida al rock & roll”, ni lo bastante jazz pues “verde estaba y aun tengo que madurar”, ni lo bastante punk por ser mayor, “con pocas heridas (…) y que nunca yo me había suicidao”. Así, la letra se torna filosófica, estoica: “a punto estaba de ganar, prefiero abandonar (…) decidido estoy aquí en mi papel de nuevo perdedor”. Es una canción que explica perfectamente la sensación del músico convencido de que nunca va a vender millones de discos, o sea, nunca ganará.  
  
CARLOS DEL RIEGO


sábado, 20 de agosto de 2016

jueves, 18 de agosto de 2016

VEGANISMO EXCLUYENTE Y SUPERIORIDAD MORAL. En las últimas décadas han surgido nuevas actitudes respecto a cuestiones que antes ni se planteaban; así la alimentación sin producto animal, que muchos convierten en su forma de vida. Pero ocurre que, a veces, esas posturas derivan en dogma y provocan superioridad moral.

Es lícito elegir libremente alimentarse sólo con vegetales, pero no lo es creerse mejor persona por ello, ni tratar de imponerlo, ni insultar.
Hace unos días (VIII-16) la prensa europea contaba que unos padres italianos que profesan el veganismo llevaron a su hijo al hospital: el niño tenía más de un año, pero su tamaño apenas era el de un bebé de tres meses. El pobre había sido sometido a esta alimentación, de manera que presentaba escandalosas carencias en su organismo, por lo que ingresó en estado crítico (al final se recuperó). No es el primer caso que se da en este país, por lo que las autoridades van a castigar estas conductas incluso con pena de cárcel.

No hará falta subrayar que se desató una enorme y sonora polémica en torno al asunto. Los defensores de aquella alimentación proclaman que los padres tienen derecho a evitar los productos de origen animal a sus hijos; sin embargo, esta idea es perversa, ya que aunque sí tienen legitimidad para otras cosas, como darle una u otra educación (dentro de la ley) o elegir su colegio o su religión, no pueden tomar decisiones que afecten a la salud del niño, como privarle de los nutrientes necesarios. Ante este razonamiento, quienes sólo comen vegetales aseguran que esta alimentación no tiene por qué ser deficitaria, ya que siempre se puede completar con los suplementos vitamínicos, proteínicos, minerales… que sean necesarios; no caen en la cuenta de que con ese argumento están admitiendo que los productos vegetales son insuficientes para una buena alimentación, es decir, con sólo fruta, verdura, hortalizas, legumbres, cereales… no se está correctamente nutrido. Es más, un endocrino explicaba en los medios que si el niño sólo come vegetal, junto a los mencionados complementos, será más pequeño, más débil, más expuesto a enfermedades y menos listo de lo que debería…, pero vivirá. Ante esta evidencia, los padres han de sopesar qué es más importante, si su ideología o la salud, el crecimiento y el futuro de la criatura; además, llegada la mayoría de edad, ya tendrá tiempo para decidir qué manducar.

Y es que cuando las ideologías se llevan al extremo se llega a situaciones absolutamente indeseables, incluso criminales. Por ejemplo, hace unos años se supo que, en Estados Unidos, unos padres sordomudos tuvieron un hijo normal, sin deficiencias, pero como deseaban que el niño fuera como ellos, pidieron al pediatra que lo lisiara, o sea, que le privara del sentido del oído para que viviera en el silencio en que ellos viven; lógicamente el galeno no sólo se negó sino que dio parte de las autoridades, las cuales advirtieron a los desnaturalizados padres de que estarían vigilantes para evitar que cometieran tamaña barbaridad (¡hay que ser imbécil y mala persona para pretender tal desgracia para un niño, para un hijo!). Y en esta misma línea de pensamiento está lo de la ablación a que someten a las niñas en muchos países o la entrega en matrimonio de chiquillas de 13 años a hombres de 40 ó 50.   
     
Pero en realidad todo tiene su base en la superioridad moral que se atribuyen no pocos militantes de algunas de estas nuevas creencias, las cuales algunos han convertido en algo así como nuevas religiones, y las abrazan con fanatismo. Así es, parte de los veganos y vegetarianos (parte) se atribuyen superioridad moral por haber renunciado a la proteína animal, y lo mismo ocurre con los animalistas y antitaurinos exaltados, con izquierdistas sectarios y derechistas ultras, con feministas rabiosas (y rabiosos), con nacionalistas xenófobos, con ecologistas extremos, con anticlericales violentos… Muchas de las personas que asumen estas creencias lo hacen como si de dogmas incontestables se tratara, de manera que, al sentirse poseídos por la doctrina verdadera,  quienes no profesan eso que ellos tienen por certeza absoluta son considerados pobres paganos que merecen, como mínimo, desprecio. Y como quiera que el fanatismo expulsa a la razón, todos estos se quedan sin entendederas suficientes para asumir la existencia otras motivaciones, otros gustos u otras formas de pensar, e interiorizan su ideología de modo incondicional, con lo que llegan a la conclusión de que los ‘infieles’ son inferiores moralmente.

Es imprescindible, asimismo, especificar que no todo el que decide comer sólo plantas se cree superior, al revés, hay muchos vegetarianos estrictos que comparten mesa y mantel con omnívoros sin mirarlos por encima del hombro; e idénticamente ocurre con muchos que miran por el medio ambiente, por el bien de su tierra, por la igualdad real… Y es que, en realidad, todo o casi todo en este mundo es cuestión de medidas.

Quien quiera renunciar al solomillo y al pulpo a la gallega que lo haga, pero no se crea por ello que es mejor persona ni, por supuesto, obligue a nadie a comer lo mismo que él. Ni siquiera a su hijo.


CARLOS DEL RIEGO

lunes, 15 de agosto de 2016

ROCK A TRAVÉS DE LA SEMANA, DÍA A DÍA. No hay asunto que no se haya tratado en el foro del rock. Entre los más recurrentes está el tema del tiempo, dentro del cual caben los días de la semana, por lo que hay cientos, miles de canciones que hablan del lunes, martes…

El Jefe es de los que más ha cantado al día a día.
Algo tan cotidiano, tan aparentemente falto de encanto y atractivo como la sucesión de los días de la semana ha sido convertido en cuestión principal de un sinfín de canciones, proporcionando reflexiones y narraciones a otras tantas partituras; así, desde el jazz más académico hasta el blues más barriobajero, desde la pieza de raíz tradicional hasta el tecno más vanguardista, no ha habido género o subgénero que no se haya detenido a hablar del lunes, el miércoles o el domingo. Y se ha hecho desde todos los puntos de vista; por ejemplo, Beatles cantaron a la semana con optimismo y alegría en ‘Eight days a week’, y McCartney, ya solo, lo hizo mostrando la tristeza de quien tiene por delante siete días rutinarios, monótonos, previsibles…

Bruce Springsteen ha escrito sobre esto más de una vez. En su ‘Without you’ (1996) The Boss decía más o menos: “El lunes voy a trabajar, el martes no encuentro la camiseta, el miércoles me siento triste (…) el jueves todo va bien, el viernes estoy fuera de mí, sábado y domingo también, es inútil, sin ti…”. Y también quiso hacer un homenaje al rock & roll revisando el clásico ‘Seven nights to rock’, e incluso modificó la letra en tres o cuatro ocasiones; así, una vez dice “El lunes voy a clase, martes a nadar, miércoles a la biblioteca, jueves con la familia, viernes videojuegos, sábado y domingo ¡todo el mundo a darle al rock!”; en otra ocasión cantó la misma así: “El lunes voy a rocanrolear con Jane, martes con Lorraine, miércoles con Nancy,  jueves es para Betty y yo, viernes con Sue, sábado y domingo cualquier chavala lo hará”.

Por su parte, The Clash explicaban en ‘Police on my back’ (1980) que “estoy corriendo lunes, martes…, domingo, ¿qué he hecho? (…) la policía pisándome los talones”; eso sí, el tema lo había escrito Eddy Grant para The Equals en 1967.

The Queen narraba un amor que sólo dura siete días en ‘In only seven days’ (1978): “El lunes empiezan mis vacaciones (…), el martes la veo en la playa (…), el miércoles no la veo pero espero que vuelva mañana, el jueves cambia mi suerte (…) me acerco y le pregunto su nombre (…) tendré cientos de recuerdos. Deseo que el viernes no termine nunca (…) el sábado sólo tiene 24 horas. ¡Oh no, me vuelvo a casa el domingo!”. El bajista, John Deacon, tal vez el ‘queen’ menos majestuoso, es el autor. 
Y también se puede revisar la cosa yendo día a día. Así, para el lunes, el ‘Monday Monday’, de Mamas & The Papas. Dice la leyenda que John Phillips la escribió en 20 minutos…, pero también que no le gustaba nada ni a Mama Cass ni a Michelle Phillips, y que el propio John decía que no tenía la menor idea de su significado…, aunque el segundo verso asegura que el lunes es “bueno para mí”. Sea como sea, su evocadora atmosfera siempre gratifica.   

Cualquier martes puede iniciarse con el ‘Ruby Tuesday’ de los Rolling Stones. Parece que la cosa iba de una fan que siempre iba con ellos y que terminó siendo la novia de Richards; el tema (escrito por éste y Brian Jones) es un adiós, una ruptura. Se trata, como dice el mismo Jagger, de una canción muy buena, con una estupenda melodía y un texto encantador.

El miércoles es uno de los días que menos llama la atención. Pero se pueden encontrar canciones como el ‘April, spring, summer y wenesdays’ de Status Quo. El veterano cuarteto ya ofrecía a finales de los sesenta un sonido machacón y primario, contagioso y trepidante, pero en las letras solían ponerse muy poéticos: “Soy la hierba sobre la que ella se acuesta, abril, primavera, verano y miércoles, soy la mano de la que ella siempre come, la cama sobre la que ella juega”. Es más blues, pero igual de Quo.

A finales del pasado siglo David Bowie tituló una canción como una biografía de la cantante estadounidense Eartha Kitt, ‘Thursday child’, pero no va sobre ella. Es, a pesar del tiempo pasado, una canción muy entroncada con los buenos tiempos de Bowie, con entornos dramáticos, nostálgicos: “Abandóname mañana, solamente por ti no lamento haber sido el niño del jueves”.

Comienza el fin de semana con el ‘Friday I´m in love’ de The Cure. Ha sido definido como pop tan absurdo que se convierte en excelente. Es el típico jovenzuelo enamorado que disfruta adelantando lo que ocurrirá el viernes y el resto del fin de semana con su chica: no importa que el lunes sea triste (referencia a New Order) y que los demás días igual, porque el viernes llega lo bueno. El ambiente optimista y feliz se completa con una melodía muy pegadiza.

El sábado noche es, con mucho, el momento de la semana más revisado por los autores de rock. Sobre ese momento va ‘Another saturday night’, una de esas maravillas de Sam Cooke. La escribió a principios de los sesenta, cuando estaba de gira por Inglaterra con Little Richard. Dentro de una delicada y adictiva melodía se ajusta un texto simpático y adolescente; trata de un chaval recién llegado que no acaba de conocer chicas, por lo que prevé otro sábado noche en solitario, sin embargo un amigo le dice que tiene una hermana de buen ver, pero cuando le echa el ojo, al chaval le parece un gato llamado Frankestein… Merece recordarse que Cat Stevens (alérgico a cantar lo que no escribía) grabó una acertada versión en 1974.

Y llega el domingo. Aseguran que Lou Reed escribió ‘Sunday morning’ a las 6 de la mañana de un domingo, animado por Andy Warhol, que le sugirió que compusiera algo para Velvet Underground sobre las ‘bajadas’ de las drogas (es de suponer que así estaba en aquel momento el malogrado Lou). El entorno ligero y la voz mortecina de Nico resultan muy apropiados: “Ven y descansa tus huesos conmigo”.

Seguro que todo el mundo recuerda más.

CARLOS DEL RIEGO


viernes, 12 de agosto de 2016

LA ERA DEL VINILO. Hoy, Dissidenten, Fleetwood Mac, King Crimson y The Origin.

LA ERA DEL VINILO. Un pequeño espacio de radio con música de los clásicos en singles y elepés. Hoy, Dissidenten, Fleetwood Mac, King Crimson y The Origin.

jueves, 11 de agosto de 2016

ELVOLEY-BURKA Y OTRAS ESCENAS GROTESCAS DE LA HISTORIA OLÍMPICA. Gran sorpresa causó la pareja de egipcias de vóley playa, embutida en trajes integrales mientras sus rivales iban en bikini. Es una de las abundantes escenas vergonzantes que se han visto en la historia de los Juegos Olímpicos.

El esperpento de Río 16, a unos se les obliga a usar el atuendo reglamentario
y a otros no 
Entre las imágenes de los Juegos de Brasil 2016 que serán recordadas dentro del apartado de curiosidades estará, sin duda, la de las jugadoras de vóley playa egipcias empaquetadas en una especie de funda unipersonal, mientras sus contrincantes juegan en bikini. Esta especie de delirio ‘buenista’ puede mirarse desde varios puntos de vista. En primer lugar resulta sorprendente que se permita a ciertos deportistas competir sin el atuendo reglamentario, que en el caso de las chicas en este deporte es el traje de baño. ¿Por qué a un competidor se le exige una vestimenta y a otro se le consiente que se presente en la cancha vestido como le parece? Es una evidente violación de las normas perpetrada por quienes tienen el encargo de velar por su estricto cumplimiento. Algo grotesco. Por otro lado, tampoco es muy edificante que se obligue a un deportista a jugar en tanga y top; la única explicación es que los rijosos directivos crean que así atraen a más público (algo así se pretendió en el baloncesto femenino, pero las jugadoras se negaron). Y ello sin entrar demasiado en el hecho de que el vóley playa, como su propio nombre indica, es para divertirse en la playa, y además, no deja de ser un sucedáneo del vóleibol; por ambas razones puede colegirse que no es una actividad digna de figurar en el programa olímpico, al igual que otros sucedáneos...

Esta de Río 16 es sólo una de las abundantísimas situaciones risibles, vergonzantes e indignas que se han visto en algunas de las anteriores 27 ediciones de los Juegos. “Los peores juegos de la historia” fueron, sin duda, los de París 1900. Aquí no hubo ni pista de atletismo, por lo que se alquiló una en estado calamitoso: el piso era irregular y estaba llenos de hoyos; el campeón de martillo tenía que subir a un árbol plantado en medio de la zona de lanzamiento para recuperar su artefacto; los discóbolos se pasaron horas buscando los discos entre la arboleda, ya que se había talado un estrecho pasillo en un bosque; además, la natación se hizo en el río Sena, pero nadie pidió que se cortara el tráfico de barcos; en el partido Francia-Inglaterra de waterpolo (las porterías eran unas barcas) se jugó con los galos jugando con sus reglas y los ingleses con las suyas, y arbitrados por un alemán que sólo conocía las reglas alemanas; a la vez que atletismo o gimnasia se celebraban ‘deportes’ como el soga-tira, croquet, cricket, vuelo de cometas, carreras de sacos ¡y de burros!; en maratón se cambió tanto el recorrido que los atletas no sabían por dónde ir, de modo que se confundían y se perdían al seguir las indicaciones del público (así se despistó el que iba segundo) o eran arrollados por las bicis…, el ganador trabaja en la zona y conocía todo tipo de atajos, pero lo bueno del caso es que él no sabía que estaba corriendo una carrera olímpica, de modo que al terminar se fue tranquilamente a casa. Nadie pensó en el asunto de los premios, así que los ganadores se llevaron trofeos como peines, paraguas, carteras, zapatillas, bastones, guantes e incluso pipas de fumar. El pobre Barón de Coubertin no podía estar más avergonzado.

En el maratón de San Luis 1904 el primero en meta se había hecho 25 kilómetros en coche (primero dijo que era una broma, y luego que el coche se averió, él se puso a correr y…); cuando estaba recibiendo los honores en el estadio llegó el auténtico campeón y, tras unos cuantos minutos de confusión y vergüenza, se aclaró el asunto; claro que el ganador había sido ‘estimulado’ con estricnina, sulfato de zinc y coñac, pero como no había prohibiciones…

En la final de los 400 lisos de Londres 1908, el primero también fue el último en meta, puesto que corrió en solitario. A la final llegaron tres estadounidenses y el británico Wyndham Halswelle; como no se corría por calles los americanos se dedicaron a empujar, cargar e interrumpir la carrera del inglés (en Estados Unidos sí se permitía incordiar al rival), así que el árbitro descalificó a uno de ellos y se ordenó repetir la carrera; los otros dos se negaron a correr, por lo que Halswelle fue el único finalista y, por tanto, el campeón más solitario de la historia. Esta chocante escena obligó a que en la siguiente cita olímpica (Estocolmo 1912) se diseñaran las calles y las compensaciones para la carrera de una vuelta. El campeón solitario murió combatiendo en la I Guerra Mundial.

Para vencer en los 3.000 metros obstáculos de Los Ángeles 1932 hubo que correr 3.460 metros, ya que el encargado de contar las vueltas se confundió. Para arreglar tamaño desaguisado se propuso volver a celebrar la carrera, pero dada la superioridad del campeón todos los participantes rehusaron y dieron por bueno el resultado.

En la final del torneo de waterpolo de Melbourne 1956, los húngaros vencían fácilmente a los soviéticos, así que quisieron sacudirse en el agua el yugo con el que la URSS atenazaba a su país; con 4-0 a su favor hicieron algunas jugadas que resultaron humillantes para sus rivales, que empezaron a sacudir puñetazos; la batalla naval terminó con el agua teñida de sangre. El público quiso tomar parte y trató de agredir a los rusos. Con la llegada de la policía terminó el bochornoso espectáculo.   

Lo que ocurrió en los 3.000 obstáculos de Atlanta 1996 parece de película de los Hermanos Marx. Resulta que un espontáneo se lanzó a la pista unos segundos antes de darse la salida y se puso a saltar las vallas sintiéndose héroe del estadio, en esas un policía también se echa a la pista y, con todo su atuendo y equipo, se puso a perseguirlo…; esta ‘carrera’ es, tal vez, la más cómica de la historia olímpica.

En Atenas 2004 el público abucheaba sin parar y con gran estruendo a los jueces de gimnasia al entender que la nota otorgada a un gimnasta ruso era demasiado baja, de modo que el siguiente participante ni siquiera podía iniciar su ejercicio; acongojados por el griterío y la parálisis de la competición, influenciados y superados por la situación, los susodichos árbitros ¡cambiaron de opinión y elevaron la nota del atleta!, aunque no los suficiente para mejorar su puesto. Las voces y pitos se recrudecen y hasta el propio deportista pide calma. La cosa no fue a más, pero quedó como una muestra de inseguridad y falta de personalidad de quienes deberían ceñirse a su decisión y no modificar su criterio en función de la dirección del viento, como las veletas.

Esperpéntico fue, en fin, el hecho de que, en el 400 lisos de Londres 2012, el atleta paralímpico sudafricano Oscar Pistorius corriera junto a los olímpicos con sus piernas ortopédicas…, y después repitiera carrera en los paralímpicos; no parece sensato que se le permitiera jugar con dos barajas, la de los capacitados y la de los discapacitados: o eres una cosa o la otra. Sentar este precedente puede resultar peligroso, pues otros atletas con prótesis pueden exigir el mismo trato en el futuro.  

CARLOS DEL RIEGO


lunes, 8 de agosto de 2016

EL ROCK Y LOS JUEGOS OLÍMPICOS. Los Juegos de la XXXI Olimpiada Brasil 2016 acaparan portadas y titulares en todo el mundo. Sin embargo, la música rock (más joven) no ha mirado demasiado a la reunión mundial de los cinco aros. Aún así, hay muestras interesantes en esta mezcla.

La más olímpica de las portadas.
Es cierto que en las últimas ediciones ha habido bandas y solistas que, encuadrables en el cajón del rock, han tomado protagonismo en las ceremonias de apertura de los JJ OO, pero en realidad apenas hay composiciones (en clave rock y que merezcan la pena) concebidas específicamente para el más importante congreso multinacional que tiene lugar en el mundo; por otra parte, algunas de las piezas que se han cantado en las galas de inicio resultaron… prescindibles, como la de Bjork en Atenas 2004, un tema amorfo e imposible de recordar o tararear. Igualmente, tampoco hay demasiadas partituras escritas teniendo en cuenta el escenario olímpico; de hecho, dentro del catálogo del rock el deporte en general ocupa muy poco espacio. Y en cierto modo no deja de ser hasta lógica esta distancia entre uno y otro universo, puesto que el uno basa su ser en lo físico y el otro en lo espiritual.   

Aún así, se pueden encontrar especies más que interesantes en este terreno tan poco fecundo. Por ejemplo, nadie habrá olvidado a Freddy Mercury y Montserrat Caballé en su ‘Barcelona’. La canción (grabada unos cinco años antes de los juegos del 92) en sí no era muy allá (tampoco estaba mal) y, además, es una oda a la ciudad y no contiene ninguna referencia olímpica, pero la potente presencia y personalidad artística de ambos personajes y ese engarce de voces convirtió aquel dueto en algo emblemático. Haciendo memoria, de aquella cita barcelonesa también se puede recordar otro estribillo, ‘Amigos para siempre’, pieza compuesta por Andrew Lloyd Weber (el autor de ‘Jesucristo Superstar’ o ‘Evita’) en la que se alternan el inglés, el castellano y el catalán, pero alude a la camaradería y la fraternidad universal que, eso sí, indefectiblemente surge entre quienes tienen la suerte de tomar parte en unos Juegos Olímpicos; también merece la pena rememorar a uno de sus más dicharacheros y pintorescos intérpretes, Los Manolos.  

Una canción escrita específicamente para la cita olímpica es el ‘One moment in time’, que la malograda Whitney Houston cantó para los Juegos de Seúl 88. Escrita por Albert Hammond (¿alguien recuerda aquella de ‘Nunca llueve en el sur de California’?), el texto parece surgir de la propia pista, pues son continuas las referencias al espíritu y esencia de cualquier disciplina realizada bajo la bandera blanca con los cinco aros. Así, el tema habla de valores propios del olimpismo como la superación, el esfuerzo y el dolor, la importancia de dar el máximo en el instante oportuno, la satisfacción de la medalla…, y lo expresa en unos versos con tanto y tan inequívoco contenido como estos: “He luchado cada enfrentamiento para saborear la dulzura (del triunfo), he afrontado el dolor, me levanto y caigo (…)  Serás un ganador toda la vida si aprovechas ese momento en el tiempo”. La cristalina voz de Whitney transmite esa idea del momento cumbre, ese corto espacio de tiempo en el que se está a un suspiro tanto del éxito como de la decepción; una experiencia (por otra parte) que más del 99,99% de los mortales jamás sentirá.

Otra melodía estrechamente relacionada con los juegos es el ‘Games witht frontiers’ de Peter Gabriel, que identifica el escenario deportivo con el campo de batalla, y la propia competición con la lucha armada, sin embargo, estos ‘juegos sin fronteras’ carecen de la maldad de la violencia, puesto que equivalen a una ‘guerra sin lágrimas’. El vídeo oficial incorpora imágenes de gimnastas de los juegos en blanco y negro, pero también unas inquietantes escenas bélicas y de miedo a la guerra atómica; la pieza posee una atmósfera dotada de una rara intensidad y un atractivo ritmo premioso.   

Pero tal vez sea la música de la película ‘Carros de fuego’ (1981), de Vangelis, la que mejor ha captado la esencia, la épica, la naturaleza mitológica del espíritu olímpico. La novelesca historia de los velocistas británicos Eric Liddell y Harold Abrahams, que alcanzaron la gloria en la cita de París 24, así como sus vidas y sus circunstancias, sus entrenamientos, sus rivales, la competición… todo adquiere una irresistible carga dramática con la imponente, majestuosa partitura que Vangelis Papathanassiou escribió para este filme. Verdaderamente no podía ser de otro modo: la obra del griego miró a los juegos a través del deporte olímpico por definición, el atletismo, y al mirar a su interior vio la soledad de corredor, su lucha interna, la muda relación con los rivales…, consiguiendo así la creación musical que mejor encaja con la emoción de vivir (mirando o participando) la heroica que contienen las carreras celebradas a la luz del fuego sagrado.

Por último, parece oportuno recordar la portada del álbum ‘Flesh & blood’ (de 1980, año de los Juegos de Moscú) de los británicos Roxy Music, que muestra a tres chicas ataviadas a la usanza de la Grecia antigua y a punto de lanzar la jabalina. Como en todo lo relacionado con la banda de Bryan Ferry, esa cubierta tiene un halo de elegancia clásica, tan clásica como los Juegos Olímpicos.   

CARLOS DEL RIEGO


viernes, 5 de agosto de 2016

miércoles, 3 de agosto de 2016

EL DESASTRE DE ANNUAL, 95 AÑOS DE UNA ESTREPITOSA DERROTA. Estos días (del 22 de julio al 9 de agosto) se cumplen 95 años de una de las mayores derrotas del ejército español, la cual ha pasado a la historia como el Desastre de Annual

Cuando las tropas franco-españolas reconquistaron el territorio se encontraron con escenas como esta; las carretas no daban abasto.
A principios del siglo XX el Sultanato de Marruecos vivía en la anarquía total, por lo que el sultán pidió ayuda a Francia. En la Conferencia de Algeciras de 1906 el sultán acepta la presencia de tropas francesas y españolas en distintos sectores del territorio. En 1912 se establece el Protectorado con zona francesa y zona española. Tras la I Guerra Mundial el general Silvestre asume (en 1920) el mando de los ejércitos españoles en el norte de África. Desde el primer momento intenta avanzar desde Melilla en dirección a la bahía de Alhucemas, estirando su ejército a lo largo de unos 140 kilómetros. Al principio la cosa parecía ir sin problemas; la mayoría de jefes moros eran aliados a base de sobornos o apoyo en sus luchas contra las cabilas rivales…

Pero entonces apareció la figura de Abd el Krim, que unió harcas y cabilas y acaudilló la revuelta. Éste había trabajado como funcionario para la administración española, pero durante la I Guerra Mundial fue acusado de espía por los franceses y encarcelado; intentó fugarse, se rompió una pierna y no quiso que los médicos lo tocaran, así que cojeó el resto de su vida. Al recobrar la libertad dejó ver su intención anticolonialista y empezó a buscar alianzas con caídes de otras cabilas. Bajo su caudillaje los rifeños infligieron esta aplastante derrota a los ejércitos de Silvestre.

Nombres como Annual, Monte Arruit, Igueriben, Sidi Dris…, son los de algunas de las posiciones militares más importantes en las que se asentaban los distintos cuerpos de ejército, pero también indican tanto los lugares donde se produjeron aquellas vergonzosas derrotas como las crudelísimas matanzas de españoles a manos de los rifeños: murieron entre ocho y diez mil soldados y mandos, mientras que los moros apenas contaron un millar de bajas. Las causas de la catástrofe fueron múltiples y de muy diverso origen.

Para empezar, el general Manuel Fernández Silvestre, hombre de trato amigable y cercano y héroe de la Guerra de Cuba, de donde volvió con abundantes condecoraciones y múltiples heridas, pensaba alcanzar en África grandes victorias y la gloria militar. Por eso forzó a sus tropas mucho más allá de sus escasas capacidades; además, consintió lo indecible a los jefecillos locales.

Causa determinante de la derrota fue el empeño de Silvestre (una de sus ‘bigotadas’) de establecer múltiples posiciones militares (los blocaos). Estas se eligieron según criterios políticos y diplomáticos (para no molestar) y no atendiendo a cuestiones militares. Eran lugares altos pero muy difíciles de abastecer o socorrer; el calor era insoportable y había que ir por agua cada día, subiendo y bajando por terrenos muy escarpados, auténticos caminos de cabras por los que los mulos tenían que subir cubas que, al llegar, habían perdido la mitad de la carga; cuando empezaron las hostilidades fueron muchos los convoyes de la ‘aguada’ que tuvieron que volverse a mitad de camino, pues hombres y caballerías eran fácilmente abatidos por un enemigo conocedor del terreno y bien situado; por la misma razón, el reabastecimiento resultaba penosísimo o imposible. Las condiciones en los fuertes eran terribles, estaban infestados de ratas y raro era el soldado que no tenía piojos u otros parásitos; cuando alguien llegaba con comida de casa grandes masas de roedores se reunían en torno al afortunado. La comida era escasa y mala, el equipo anticuado, uniformes y calzado destrozados e inapropiados (lo más abundante eran las alpargatas); el apartado médico tenía tantas limitaciones e insuficiencias como el resto de las provisiones; el armamento era vetusto y la munición insuficiente; el blocao estaba muy mal protegido y peor parapetado…

En cuanto a los soldados que hubieron de combatir, casi todos eran reclutas sin la menor experiencia; muchos apenas habían hecho prácticas de tiro. Sabían de la crueldad del enemigo y le tenían verdadero pavor; esto explicaría que, llegado el momento de abandonar la posición, en lugar de una retirada ordenada se produjera una desbandada caótica que incluso incitó al enemigo a intentar no dejar ni uno vivo, como si se tratara de una cacería. Y es que, por si fuera poco, salvo algunas notables y heroicas excepciones, los pobres desgraciados que pencaban en África no estaban bien capitaneados. 

Pero tal vez el mayor error fuera confiar en los rifeños. Así es, tanto la tropa como los mandos (salvo excepciones) confraternizaban incomprensiblemente con ellos, e incluso había algún moro que iba de un fortín español a una aldea rebelde con total libertad… El caso es que se creyó en la supuesta amistad de los cabileños incluso cuando ya habían empezado los tiros. Cierto que hubo cabilas que se mostraron amistosas, colaborando e informando (a cambio de bienes o dinero, claro), pero en el momento en que sus jefes vieron por dónde soplaba el viento cambiaron de bando con enorme alegría. Asimismo se habían creado compañías de policía moras, las mías, que se batieron codo con codo con las fuerzas españolas…, hasta que comprobaron quién ganaría la batalla, momento en que se pasaban al enemigo en masa, empezando inmediatamente a disparar contra lo que unos minutos antes defendían. Más aún, mientras el ambiente era pacífico, encargados de intendencia, mandos y soldados llegaban a vender provisiones, equipo, fusiles (la ‘fusila’) y munición a los sarracenos.
Así, tras espantosos asedios, cuando cada posición llegó al límite (sin agua desde hacía días, sin comida, sin medicinas, sin munición, sin esperanza), se daba la orden de retirada, pero la extenuada tropa (que cargaba con heridos y enfermos) entraba en pánico, produciéndose la desbandada, la huida enloquecida, una fuga en la que los propios españoles se atropellaban unos a otros, se mataban por un mulo o un sitio en un camión (muchos iban tan cargados que reventaban las ballestas) y nadie miraba por nadie (hubo excepciones). En esa situación se pudo comprobar que las leyendas en torno a la crueldad del moro eran ciertas. El reguero de muertos y heridos que dejaban las columnas fue supervisado por hombres, mujeres y niños, que torturaban y remataban sin piedad a quien aun respiraba, rebuscaban para hacerse con los despojos (se sabe de un herido a quien cortaron las piernas a la altura de la rodilla para quitarle las botas, ya que de modo normal no podían y tenían prisa), abrían con el cuchillo las bocas en busca de dientes de oro o, para divertirse, aplastaban caras, clavaban estacas en el ano del herido o le cercenaban el sexo y se lo metían en la boca…, los pocos supervivientes contaron atrocidades escalofriantes. En Monte Arruit se pactó la rendición: entrega de armas a cambio de conservar la vida, pero en cuanto se depositó el último fusil empezó la matanza.  

Antes de aquellos sucesos, un diplomático español mantuvo con un caudillo local esta conversación: “¿No os gusta la paz que os ha traído España? No, preferíamos nuestras luchas. ¿No queréis trabajar sin que nadie os quite vuestras posesiones? No, al moro no le gusta trabajar. ¿No queréis ir en tren o por la carretera que os hemos construido? No, el tren cuesta y no queremos carros, al moro le gusta caminar. Cuando os ponéis enfermos, ¿no os gusta que nuestros médicos os curen? No, no se puede hacer nada contra la voluntad de Alá, preferimos nuestros ungüentos. ¿No os gusta ir a Melilla? No, porque cuando volvemos a nuestros aduares nuestra casa y nuestra mujer nos parecen peores”. Y eso que, en realidad, España no sacaba gran cosa del protectorado, no había minas, petróleo o cualquier otro recurso natural. Estaba allí por estar, por mantener un estatus de potencia colonial que ya había perdido.

CARLOS DEL RIEGO