domingo, 29 de mayo de 2016

CANCIONES CINCUENTONAS Y TAN FRESCAS COMO ADOLESCENTES Es verdaderamente excitante echar un vistazo a las canciones que eran número uno hace más de medio siglo, puesto que hay muchas, muchísimas, que todo interesado reconoce y casi cualquiera puede tararear. La comparación con lo que hay hoy es odiosa.

Muchas de las canciones de aquellos días 'beatlelianos' mantienen su encanto aunque ya sean cincuentonas.
No se trata tanto de comparar como de contrastar, de comprobar cómo las canciones que tuvieron repercusión hacia 1966 mantienen su chispa a pesar del tiempo transcurrido, mientras que las de la era informática parecen destinadas a un pronto olvido. El caso es que todas aquellas muestran esos rasgos propios de los sesenta del XX, pero contienen tanto talento, tanto atractivo, que jamás han dejado de sonar y jamás han dejado de gustar; en definitiva, se han convertido en clásicos, en obras que no pierden su encanto ni su capacidad de seducción por más años que pasen. Por tanto, algo deben tener. Se puede hacer un paralelismo con lo que es número uno hoy (V-2016) y tratar de adivinar si alguno de los superventas que circulan por los canales físicos o virtuales seguirá ‘vivo’ dentro de cinco décadas, o sea, si alguno de los hits de los años diez del XXI será considerado todo un clásico hacia 2066. ¿A alguien se le ocurre alguna pieza de los corrientes que pueda lograr tal cosa?

Lógicamente, cada época es diferente y tiene sus circunstancias específicas; por ejemplo, en los sesenta la reproducción de música era aún algo bastante novedoso y en casa apenas tenía otra competencia que la radio; por ello se le prestaba mucha atención a los nuevos ritmos. A día de hoy las posibilidades son tantas que lo de escuchar canciones es sólo otra opción más, con lo que queda muy en segundo plano. Asimismo, entonces había que ir inventando sobre la marcha y tirar de ingenio e imaginación, mientras que en la actualidad casi todo está planificado, estudiado, canalizado, quedando menos espacio para la inspiración; tal vez a causa de ello, los títulos que logran gran difusión son más vulgares, de modo que el número uno apenas tiene recorrido. Por eso, las listas están plagadas de música de usar y tirar, títulos de consumo tan fácil como fáciles de olvidar y sustituir, como si fueran pañuelos de papel o chicles…, en fin, se diría que son canciones con obsolescencia programada.

Cincuenta años atrás (por más que suene a nostalgia) las que llegaban a la cima de las listas tenían tanta chicha que podían perdurar (un poco como los automóviles, que estaban fabricados para resistir), como así ha sido. Todas estas mantienen el lustre y una preciosa pátina que atrapa generación tras generación. Eran los tiempos dorados de los Beatles, que se sucedían a sí mismos en el número uno; así, aunque es innecesario volver a enumerar todas aquellas melodías ya convertidas en emblemas de la cultura de la segunda mitad del XX, se pueden señalar como representativas ‘Help, ‘Yesterday’ o ‘A hard day´s night’, exitazos en su momento que, ya cincuentonas, suenan a diario y las tararean desde adolescentes a setentones; ¿puede señalarse alguna del presente siglo con hechizo parecido?... Los máximos competidores de los de Liverpool, los Stones (que iban un poco a rebufo), también dieron entonces lo mejor de sí mismos, con una espléndida colección de discos entre los que hay poderosos riffs que causan ‘Satisfaction’, o inspiradas creaciones como ‘Paint it black’; ¿qué superventas de la última década tiene tanto carácter como para compararse a esas?         

Pero hay muchas más en torno a aquel lejano 66 que no sólo no se ven viejas o antiguas, sino que todavía tienen más enjundia que cualquier cosa que se produzca ahora. Así, resulta imposible no sumarse a voz en grito al estribillo del ‘California dreamin´’ de The Mamas & the Papas, ya se tengan 16 ó 61. Algo parecido sucede cuando empieza a sonar otro hit de entonces: la preciosa melodía del ‘Sounds of silence’ de Simon & Garfunkel, cuya capacidad evocadora capta totalmente la atención de quien la escucha. Otro título que no pierde vigor aunque ya ha superado la cincuentena es el ‘The loco-motion’, que ha sido enorme éxito en tres décadas sucesivas con tres arreglos diferentes. Con más de medio siglo de vida pueden recordarse muchos otros títulos que no sólo no pierden carisma, sino que parecen crecer con los años: el ‘Reach out’ de Four Tops, las ‘Buenas vibraciones’ de los Beach Boys, la poderosa actualización que los Animals hicieron de ‘La casa del sol naciente’, el comercial pero eficaz ‘I´m a beliver’ de The Monkees (escrito por Neil Diamond), el enamoradizo ‘When a man loves a woman’ de Percy Sledge…,hasta el seminal ‘Wild thing’ de The Troggs se presenta oportuno en cualquier lugar y momento.

Todos esos son títulos (y son sólo una muestra) alcanzaron la cumbre de las listas hace ya más de cinco décadas, sin embargo, son temas tan lúcidos, tan lógicos, tan bien concebidos y ejecutados que no pierden un ápice de vigencia, de modo que se incrustan una y otra vez en el gusto de cada momento por más tiempo que pase. De todas las que han sido éxito en los últimos cuatro o cinco lustros, ¿cuántas están destinadas a perdurar?, ¿cuántas tendrán dentro de medio siglo el estatus de clásicos?  
Decididamente, esta comparación es odiosa.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 25 de mayo de 2016

ATORRETRATOS (SELFIES) MORTALES EJERCICIOS DE NARCISISMO Las infinitas posibilidades del móvil y las redes sociales están provocando una epidemia de locura que lleva a miles de personas a difundir su vida, desde sus intimidades hasta las locuras más peligrosas. Y cuando el narcisista no se contiene llega la fatalidad.

Esto es un montaje, claro, pero seguro que, si se pudiera,
habría narcisistas que se prestarían.
Hace unos días se publicó la noticia: en un zoo de China un turista quiso autorretratarse al lado de una morsa, pero el animal, jugando, agarró al hombre y se lo llevó al fondo, un cuidador se lanzó para ayudarlo y los dos murieron ahogados en ‘brazos’ del pinnípedo dentón. Sucesos similares con otros animales saltan a los medios casi a diario. Lo de hacerse la autofoto conduciendo, mientras se adelanta, mientas se canta o realizando cualquier otra temeridad es ya un clásico que, más de una vez, ha terminado en tragedia. También se ha convertido en cosa corriente poner cara de velocidad sujetando el teléfono con una mano y agarrándose con la otra al borde del abismo; o colocarse a una cuarta del tren que pasa lanzado sonriendo bobaliconamente; o apuntarse a la sien con una pistola presuntamente descargada y dispararla a la vez que el móvil… Infinitas situaciones igualmente o más disparatadas pueden encontrarse en la red, y casi tantas con terribles consecuencias, ya que hay que tener en cuenta que cuando se mira a cámara se pierde la atención a todo lo que ocurre alrededor, y si se está pendiente de un hilo, perder la atención puede significar perder la vida.

Es esta una de las consecuencias indeseables de estos magníficos utensilios que muchos han convertido en el medio para hacerse pasar por héroes y sentirse importantes; así es, miles de personas en todo el mundo que, sin nada mejor que ofrecer, han encontrado en el móvil la herramienta perfecta para llamar la atención, para gritar algo así como “¡estoy aquí, miradme todos, prestadme atención”! Sin embargo, como todo en este mundo, la cosa es cuestión de medidas, es decir, se agradece la imagen de un paisaje idílico y exótico con la parejita en primer plano, pero exponerse a un alto riesgo para convertirse en viral es propio de necios que, tarde o temprano, sufrirán indeseables consecuencias. Lo bueno (o lo malo) es que, lejos de demostrar algún mérito, esos incautos de las autofotos en situación peligrosa no hacen más que dejar en evidencia una simpleza extrema; y hay que tener en cuenta que si en la naturaleza la selección acaba con los débiles, heridos y enfermos, en el hábitat humano acaba con los que, demostrando gran sandez, se ponen innecesariamente en peligro.

Curioso es el hecho de que estas personas que dejan la vida, o están a punto, por una foto no sólo no despiertan empatía o lástima, sino que la mayoría de espectadores suelen decir (o al menos pensar), “¡le cayó bien, por tonto!”; y lo cierto es que esta opinión no es del todo descabellada e insolidaria, ya que, realmente, quienes se ponen en tan alto riesgo a cambio de una instantánea con la que presumir ante amigos y desconocidos en las redes sociales, demuestran no sólo tener poco seso, sino también un ego enorme, una vanidad y unas ganas de exhibirse que, al menos en algunos casos, les hace perder la cabeza…, tanto metafórica como literalmente.
¿Qué  buscan estos torpes de momento o de nacimiento?, fácil de responder: unos minutos de gloria y muchas visitas en las redes sociales…como si este tipo de fotos tuvieran un valor enorme. ¿Y qué decir de quien graba su cara y luego el cuentakilómetros del coche a 200 k/h para posteriormente subir toda la escena, inculpándose así ante la policía? La realidad es que todo ello es un ejercicio de narcisismo, de vanidad irreprimible, ya que el autorretratista quiere ser todo, tanto el sujeto como el complemento directo, y dejar constancia visual de tan grande logro. Impresiona pensar que hay tantas personas dispuestas a arriesgar la vida o la integridad física, a sufrir accidentes espantosos, sólo por verse circulando por internet de sitio en sitio. ¿Qué tipo de deseo o carencia se satisface de ese modo?  
   
La prensa seguirá dando cuenta de insensateces de este tipo. Y la selección natural se encargará de castigar la incontenible fatuidad de muchas de estas personas.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 22 de mayo de 2016

AVIONES, ACCIDENTES, TRAGEDIAS Y ROCK & ROLL Otro accidente de aviación (20-5-2016) deja el trágico e inevitable balance: todos muertos. Tal circunstancia no escapa al ingenio de ciertos autores de música rock, que han escrito sobre ello; algunos murieron a bordo, sí, pero ese es otro tema.

John Denver tenía pasión por los aviones, escribió sobre ello y murió en un accidente aéreo.
Está muy extendida la creencia (falsa) de que el avión es el transporte más seguro…, cosa cierta mientras no tenga problemas en vuelo (avería, atentado, choque), ya que de producirse alguno el resultado es sinónimo de ‘no hay supervivientes’. El rock (el espectáculo en general) ha pagado un tributo muy elevado al camino, al viaje, y por eso quienes lo escriben han tratado el tema abundantemente, especialmente cuando el accidente se produce en la carretera; sin embargo, aunque en mucho menor medida, tampoco se olvidan de expresar su preocupación y su visión del peligro inherente al vuelo. No es cuestión de volver a repasar la lista de héroes del rock que se dejaron la piel a bordo de un avión (todo interesado sería capaz de recordar media docena en el acto), pero sí que parece oportuno recorrer unas cuantas de esas canciones que hablan de la catástrofe aérea; por cierto, se trata de títulos poco recomendables para poner de música ambiental en cualquier viaje por aire.

Sí, como decía el gran Elvis Costello en 1979, ‘Ocurren accidentes’ (‘Accidents will happen’), aunque este tema nada tiene que ver con el desastre y la muerte en tránsito (iba de infidelidad y remordimiento). El cantautor estadounidense John Denver es un caso especial; a pesar de tener pasión por los aeroplanos y de ser un piloto experimentado, había compuesto en 1969 una pieza que no dejaba de traslucir cierta inquietud por tomar aviones, la dulce ‘Leaving in a jet plane’, en la que decía: “Abrázame como si no me dejaras irme, porque me marcho en un avión y no sé cuándo volveré”; para su desgracia, el prolífico y comprometido artista pilotaba su avión cuando cayó al mar y murió en 1997.

Los Everly Brothers cantaron la tragedia, en 1961, en ‘Ebony eyes’; es una excelente melodía que tiene tres partes que describen el suceso casi en directo; la primera muestra los pensamientos de la chica que viaja en el avión; la segunda (hablada) cuenta la inquietud de su novio que la espera en el aeropuerto, el vuelo se retrasa y él pregunta asustado en la ventanilla, hasta que los altavoces dicen que los familiares y amigos de los pasajeros del vuelo tal vayan a la capilla a informar…; la tercera parte vuelve al avión, y aunque parca en la descripción, queda clara la situación: “sentí una quemadura en mi interior”, y luego habla del cielo, de los ángeles, del premio maravilloso.

Mucho más ambigua es la intención de Pink Floyd en la letra de ‘Lerning to fly’ (1987), pues se han aportado hasta tres posibles significados de la misma; uno de ellos apunta al pensamiento de un piloto que ve cómo se forma hielo en las alas, y en sus versos explica: “no puedo mantener mis ojos en el cielo que da vueltas (…) ninguna sensación se compara con esto, animación suspendida, un estado de dicha”. 

Realmente el asunto de los aparatos que se estrellan no está demasiado presente en el repertorio de los grandes iconos del rock; sin embargo en otros planos sí que hay ejemplos de canciones creadas pensando en estas desgracias. Por ejemplo, el escasamente conocido grupo estadounidense Bright Eyes publicó en 2005 ‘At the botton of everything’, un inquietante texto en el que cuenta los pensamientos de quien sabe que es inevitable irse ‘a lo más hondo’, mientras el piloto pide disculpas… Asimismo, la voz acariciadora de James Taylor canta en su ‘Fire & rain’ estos descriptivos versos: “Dulces sueños y máquinas voladoras hechas trizas sobre la tierra”. Descarnadas son las palabras de los californianos Pavement, quienes en su ‘Hit the plane down’ decían con toda crudeza: “Asúmelo, no hay supervivientes, no hay supervivientes”. Los Relient K (asociados siempre a lo que se conoce como rock cristiano) sueltan en su ‘Down in flames’, 2001, palabras tan terribles como “finalmente se quedó dormido en el avión, despertando para ver que estamos cayendo en llamas”.

Son canciones, en todo caso, que reflejan situaciones dramáticas y que, evidentemente, pueden poner nervioso al pasajero timorato, sobre todo si hay turbulencias. Claro que sería peor que se proyectaran películas como ‘El vuelo del Fénix’ o ‘¡Viven!’.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 18 de mayo de 2016

EL PELIGRO DE UNA POLÍTICA OMNIPRESENTE Interese o no, la política ha invadido prácticamente todos los entornos, viviendas, bares, tiendas, medios de comunicación o centros de trabajo; el quehacer de personas y colectivos termina por infectarse, con consecuencias siempre indeseables.

Los excesos de las clases políticas suelen provocar lo mismo que el encuentro entre el fuego y el combustible
Como todo en este mundo es cuestión de medidas, tener inquietudes políticas es saludable, pero si las ideologías presiden todo, si la relación personal se mide según los colores que se defienden, la convivencia puede volverse tóxica. Pues tal cosa sucede en España desde hace años, y los observadores externos así lo aseguran; según éstos, aquí se ha politizado todo, desde el deporte a la música, la literatura y la prensa, el cine y el teatro, la ciencia y la sanidad…, y no digamos la enseñanza, ya en el instituto ya en la universidad. Y por eso apenas hay figura que destaque en cualquier actividad que no se haya significado políticamente, casi siempre de un modo radical y a veces faltoso y grosero. En fin, todo está contaminado por un exceso patológico de política.

Una de las causas de la politización perniciosa de la sociedad viene de arriba, de los que ejercen la política de un modo profesional. Desde todos los partidos se hace, lógicamente, política partidista: lo importante es el beneficio del partido y el daño del rival-enemigo. Asimismo, hay que tener en cuenta que esta actividad es muy narcisista, siempre se mira a sí misma y dedica la mayor parte de su tiempo a sí misma; de hecho, los que han hecho de esa actividad su trabajo ponen toda su atención, todo su empeño  en las cuestiones de partido y la brega cotidiana, ya sea en pasillos, parlamentos o medios de difusión. En definitiva, la mayoría de los políticos (siempre habrá alguna excepción) han convertido la política en su objetivo último, en su fin exclusivo, de manera que el que alcanza el sueldo público tiene como prioridad absoluta mantenerlo, por encima de cualquier otra consideración; por esta razón, en política la experiencia no es virtud sino vicio. Si a ello se añade que en España hay innumerables centros de poder (municipal, provincial, autonómico, nacional…) y con innumerables cargos cada uno, se comprenderá que la política está irremisible y perjudicialmente enmarañada. Y por si fuera poco, no ha de olvidarse que, como todo egocéntrico, consume en sí misma un vergonzoso exceso de recursos.

Igualmente es destacable cómo el recién llegado al entramado administrativo coge rápidamente el tranquillo, cómo en poco tiempo entiende y adopta todos los usos y procedimientos de los veteranos, los cuales tienen como meta la propia política, o sea, mantenerse a bordo de tan codiciado barco pase lo que pase y caiga quien caiga. Si existiera un tope, un máximo de estancia en labores públicas a cargo del erario, todo sería completamente distinto, ya que el servidor del estado tendría la certeza de la fecha en la que habría de bajarse del barco y, por tanto, no gastaría tiempo, dinero y recursos en encontrar la forma de perpetuarse en el sillón (lo que no quiere decir que no cayera en otras inmoralidades consustanciales al poder y a la autoridad que dan los cargos). Y ello por no hablar de que en el actual escenario muchos de los que acceden a la tarima quieren hacerse notar, llamar la atención, y por eso no dudan en soltar auténticas enormidades, ocurrencias disparatadas y un atrevimiento que no procede más que de la ignorancia.   

Todo ese ajetreo diario que se traen los que viven subidos en el barco (con intención de no abandonarlo jamás), se contagia a la vida cotidiana del ciudadano; y por ello, lo que en una reunión de amiguetes empieza con un comentario jocoso rebatido entre risas, puede terminar en palabras gruesas, aspavientos y gesticulación exagerada. Y si se continúa la escalada, las discusiones se tornan en duro intercambio de monólogos, puesto que los que discuten no escuchan las razones del otro, no se produce una exposición de argumentos, refutaciones, réplicas…, sino que la mayoría de las veces es una competición para ver quién habla más alto. De este modo, va subiendo el encono hasta que desemboca en una auténtica riña que, en el peor de los casos, llega a las manos (fue noticia no hace mucho un banquete de boda que acabó a tiros tras enzarzarse dos invitados en disputa política, la cual se convirtió en auténtica y multitudinaria pelea callejera). En consecuencia, la relación entre familiares, entre  amigos o compañeros se avinagra, se rompe y fácilmente se convierte en antipatía y rechazo, hasta llegar al rencor y la enemistad abierta.

Algo así debía ser el clima que reinaba en España durante la II República; quienes lo vivieron cuentan que amigos íntimos, hermanos, padres e hijos se llamaban de todo, se manifestaban su odio, se amenazaban, se denunciaban y, finalmente, se mataban, ya fuera en Brunete o en ‘el paseo’. Afortunadamente parece impensable que, ochenta años después del inicio de la Guerra Civil, ese encono, esa inquina procedente de la clase política conduzca al enfrentamiento armado en la calle. Y es que, a pesar del apasionamiento y la vehemencia ideológica que muestra el habitante de la península desde hace milenios y que fácilmente deriva en posturas irreconciliables, las cosas han cambiado mucho, y la gente ya no está dispuesta (como en los años 30 del siglo pasado) a perder tanto como perdió en los años siguientes a 1936.

No es de extrañar que en muchas reuniones familiares y de amigotes se haya prohibido expresamente hablar de política, pues no cabe duda de que un exceso de la misma (como todos los excesos) resulta siempre nocivo, venenoso, peligroso.  


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 15 de mayo de 2016

LA FAMILIA VISTA POR EL ROCK Y SUS FAMILIARES Como todos los días del año son día de algo, se ha determinado que los 15 de mayo sean Día de la Familia. Como no podía ser menos, el asunto es lo suficientemente importante para el rock y sus descendientes, que lo han tratado desde múltiples puntos de vista.

Sly & The Family Stone no podía estar ausente cuando de música y familia se trata
La cosa viene hilada a las manifestaciones que una señora se ha dejado decir en el Parlamento de Cataluña, las cuales venían a señalar que las relaciones paterno-filiales son retrógadas y que lo mejor para los niños es educarlos a todos juntos, entre toda la tribu, sin que sus padres intervengan tanto…, en fin que la iluminada viene a enmendar la plana a la Naturaleza, puesto que sabe más y tiene más experiencia… La familia, sin embargo, es y ha sido determinante para la persona, y por eso está presente en toda manifestación cultural y artística desde hace milenios. En consecuencia, la música más joven, el rock & roll y todas sus ramas familiares, siempre tiene tiempo para hablar de la familia, generalmente desde el cariño y el recuerdo emocionado, aunque las perspectivas son incontables. Además, el irresistible impulso de evocar buenos o malos recuerdos del clan se da en prácticamente todos los subgéneros del rock.


Sobre una familia hablaba el clásico de las pistas de baile de los setenta ‘We are family’ de las Sister Sledge (compuesto por el gran Nile Rodgers), cuyo estribillo resulta muy apropiado; sin embargo, la familia a la que se refiere es más un colectivo que la compuesta por padres, hijos, hermanos, de modo que se usa como grito aglutinante cuando se produce una gran reunión de gentes diversas en torno a un interés común; eso sí, promete amor en formato familiar.

Mucho más inquietante es el contenido del poderoso ‘We´re a happy family’ de Ramones, puesto que presenta una familia terrible y que de ningún modo puede ser una familia feliz: come frijoles refritos y medicamentos, sin amigos y con todos los problemas, uno se pasa el día diciendo mentiras, el otro comiendo moscas, la otra pastillas…, no extraña que el narrador afirme ser amigo del Presidente y del Papa, y termine congratulándose con el dinero que ganan vendiendo la droga de papá. No, no parece una familia con mucho futuro, aunque el cuarteto de Nueva York siempre la colocaba como fin de fiesta en sus conciertos.

También trágica y poco deseable es la cuestión familiar en el excelente ‘Love vigilantes’ que New Order lanzó en 1985. Presenta a un soldado que llega del frente deseoso de ver a su familia, pero al entrar en casa ve a su mujer en el suelo, muerta, sosteniendo aun un telegrama en el que se le comunica, erróneamente, que su marido ha caído en combate. Según el autor, Bernard Sumner, su final puede interpretarse como que el soldado vuelve como fantasma o como que el telegrama miente y regresa vivo…, en todo caso, ella no sobrevive a esta “muy campestre tragedia”, como el propio compositor la definió.      

El entorno familiar está bien presente en la música country y, generalmente, con tonos más amables; cierto es que el universo de la canción tradicional estadounidense habla sobre todo de encontronazos con la ley, cárcel, mujeres, alcohol, carretera, dinero, violencia, amor (o sea, casi nada que es humano le es ajeno). Sin embargo, tal vez debido a la querencia de este estilo por la nostalgia, no hay grupo o solista que no reserve algunos de sus mejores versos para hablar en familia, de modo que podría confeccionarse una interminable lista de enormes canciones country que tratan el asunto. Además de los grandes clásicos del género, nombres más jóvenes exhiben unas maneras exquisitas al tratar el ambiente del hogar. Por ejemplo, el sureño Trace Adkins publicó en 2008 la maravillosa ‘You´re gonna miss this’; cuenta ésta las cuitas de una niña que, mientras su madre la lleva al cole, dice que tiene ganas de tener 18, ganar su dinero y hacer lo que quiera, a lo que la mujer le responde que, aunque ahora no se dé cuenta, va echar de menos estos días y deseará que no hubieran pasado tan deprisa, pues son sus buenos tiempos; en otras etapas de su vida serán su padre e incluso un fontanero quienes le aseguren que va a echar de menos los días pasados… Bien mirado, ¡cuánta razón hay en la charla hogareña que describen esas estrofas! Asimismo, entre las muchas (y muy buenas) piezas country que se detienen en el ambiente familiar, también merece la pena recordar el ‘My wish’ de los Rascal Flatts, otra preciosa melodía con un emotivo mensaje de padre a hijo de cara a la vida que éste está a punto de afrontar.

Hay muchas más, como el ‘Family affair’ de Sly & the Family Stone, donde señala pros y contras de la vida familiar; la inolvidable ‘Our house’ de Madness, que recuerda las delicias de la casa siempre llena de gente y ruido; la baladita heavy-glam ‘Home, sweet home’ de Mötley Crüe, que repite “estoy en camino, esta noche, hogar dulce hogar”; la emblemática ‘Teach your children’ de Crosby, Stills & Nash, que aconseja enseñar a los hijos para que adquieran unos valores y para que, llegado el momento, cuiden y enseñen a sus padres; el ‘Family man’ de Fleetwood Mac, que afirma que quien es un hombre de familia es un hombre que sabe lo que está bien; la agradable ‘Family reunion’ de The O´Jays…

Sí, la familia siempre ha estado presente en la mente de los autores a la hora de escribir. En realidad, toda persona piensa toda su vida en la suya.
 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 11 de mayo de 2016

¿EXTRATERRESTRES? Es un tema fascinante y siempre de actualidad. Y como jamás se ha vislumbrado indicio razonable de la existencia de inteligencia extraterrestre, la cosa da para especular, imaginar o filosofar, para vaticinar o para echarse en brazos de la fantasía.

Los extraterrestres son, de momento, cosa de ciencia ficción
Raro es el día que los medios de comunicación no publican alguna noticia relacionada con los extraterrestres y con la posibilidad de vida lejos de la Tierra, con hipotéticas civilizaciones en otros lugares de la galaxia, con descubrimientos de planetas parecidos a este o con ciertas señales que podrían ser de seres que viven a años luz… Asunto tan apasionante atrae tanto a científicos como a profanos. Lo curioso del caso es que existe una elevada proporción de especialistas en el Cosmos (también entre la población en general) que dan por segura la existencia de vida e incluso de inteligencia en incontables planetas. Sorprende que expertos en la materia exijan pruebas concluyentes en otras cuestiones, mientras en esta se conforman con posibilidades estadísticas, con supuestos teóricos, con conclusiones que parten de hipótesis indemostradas y, de momento, indemostrables.

Unos investigadores de una prestigiosa universidad estadounidense han publicado hace unos días su estimación al respecto: la Vía Láctea podría albergar 78 millones de civilizaciones inteligentes; es más, afirman que antes de 1.500 años algunas de ellas se habrán puesto en contacto con nosotros (no hacía falta fiarlo tan largo, con que hubieran dicho cien años valía, pues ninguno de los presentes estará aquí para entonces, ni ellos para decir “os lo dijimos” ni el espectador para recordarles la errónea predicción)… Otros grupos de cosmólogos sostienen con rotundidad que es totalmente imposible que no haya más planetas que alberguen vida superior, o sea, inteligencia tecnológica. Incluso el famoso Stephen Hawking (de quien algunos de sus colegas dicen que hay otros mucho más capacitados que él, pero con la desventaja mediática de no ir en silla de ruedas) se atreve a dar por cierta la existencia de vida racional fuera de este sistema solar; su última idea (cada cierto tiempo publica una) es lanzar pequeñísimas y abundantísimas naves movidas por un láser (a velocidades cercanas a la de la luz) hacia el espacio profundo con la esperanza de que lleguen a alguien y que conteste… Conjeturas parecidas se adueñan de titulares casi a diario, pero lo cierto es que no tienen la más minúscula base real.

Y también hay astrofísicos que se basan en la llamada ecuación de Drake para dar por cierta la presencia de organismos razonables lejos de la Tierra; así, la susodicha es un galimatías de variables cuyos valores nadie tiene ni la más remota idea de cuáles pueden ser, o sea, los factores son desconocidos y, en consecuencia, es imposible determinar el resultado. No faltan sabios que afirman que se sabe con gran aproximación el número de estrellas que hay en el universo…, a pesar de que los mejores telescopios no han visto más allá de unos 13.500 millones de años luz, lo que quiere decir que no saben qué hay más allá.

Lógicamente, es muy fácil dispersarse en un espacio inimaginablemente grande. Por eso cabe preguntarse, ¿el universo es finito o infinito?, si es finito ¿qué hay más allá?, y si es infinito ¿cómo lo asimila una mente finita?; ¿cómo saber si el Big Bang que dio lugar al universo conocido fue el primero y el único?, ¿qué había antes?, ¿cómo saber de dónde salió esa partícula infinitamente pequeña e infinitamente densa qué ‘explotó’ y produjo ese Big Bang?, ¿cómo saber si hubo otros antes o después, e incluso si ahora mismo se están produciendo otros big bang a quinientos mil millones de años luz, muy lejos del alcance de cualquier radiotelescopio?; ¿cómo saber si las leyes que rigen aquí también son válidas en otros lugares? Y así sucesivamente.   

Por otro lado, al pensar en entes lejanos, el hombre no imagina otra cosa que algo parecido a lo que conoce, o sea, algo basado en su propia percepción; sin embargo, puede que existan otras modalidades de vida que hoy ni siquiera se pueden soñar, del mismo modo que Sócrates jamás pudo soñar con Instagram. Asimismo, es tremendamente difícil que la vida arraigue en un planeta (u otro objeto celeste) y que éste sea tan propicio y estable como para que la evolución conduzca a la inteligencia, pues depende de cientos de variables, de manera que si una no aparece o se da en la proporción incorrecta, la vida tal y como se entiende se vuelve imposible.      

Sea como sea, hay que admitir que, de momento, no existe ni el más mínimo atisbo de indicio de la existencia de seres inteligentes si no es en el tercer planeta del Sistema Solar. Y por ello, hablar de millones de civilizaciones en esta galaxia, y afirmar que antes de milenio y medio tendremos noticias de ellos sin la mínima prueba indiscutible, se acerca bastante a la adivinación y la futurología. Igualmente, basar esta creencia en la cantidad de posibilidades que el universo proporciona tampoco es una evidencia concluyente, ¿quién sabe?, tal vez la especie humana esté destinada a ir colonizando planetas, sistemas, galaxias a lo largo de miles y miles de millones de años…, algo parecido a lo que hizo el homo sapiens, que desde el este de África alcanzó todos los rincones del planeta.   

Lo más desconcertante es que gran cantidad de astrofísicos y estudiosos del espacio aseguran no entender que haya ‘creyentes’ (en la religión) aun cuando no hay pruebas para creer, y sin embargo, no tienen problema en confesar que ellos ‘creen’ que la vida es cosa común en el universo a pesar de que tienen tantas pruebas para apoyar su creencia como aquellos en la suya; bien podría afirmarse que unos y otros tienen una confianza, una convicción, una fe muy similar, lo que vendría a contradecir a los que creen en lo que creen pero desprecian a otros que creen otras cosas.

En fin, a la luz de los conocimientos actuales es imposible afirmar con una base científica sólida que existan seres inteligentes lejos de aquí. Lo cual no quiere decir que no existan… 


CARLOS DEL RIEGO

lunes, 9 de mayo de 2016

EL SECTARISMO FANÁTICO DE PACO IBÁÑEZ Demostrando su pensamiento totalitario, el cantante en cuestión grita su desprecio hacia todos los que él considera fuera de sus límites ideológicos. Y los pueblos donde haya sido elegido el partido equivocado serán ‘castigados’ sin su presencia.

Las capacidades canoras de este perdonavidas no son superiores a las de un aullador
Ocurre a veces que auténticos paranthropus se sienten poseídos por la certeza, o sea, están tan convencidos de su idea y de que sólo ellos están en lo cierto, que todo aquel que se atreva a tener pensamientos que no concuerden con los suyos son, al menos, dignos de su desprecio y de su asco (parecidos deben ser los estímulos que mueven a los chimpancés a pelear hasta la muerte con los grupos rivales). Pues el caso es que de ese modo se conduce un cantante que lleva décadas riñendo al personal y fusilando a los clásicos con su desmayada melopea; un vestiglo, en fin, de aspecto amargado, avinagrado y colérico que gusta de hacerse notar a base de proclamar una superioridad moral que él mismo se atribuye porque cree en lo que cree.  

Este individuo (homónimo del genial creador de Mortadelo) ha vomitado su inquina, mostrando el fanatismo más virulento y la envidia más insidiosa, contra los que no están tan enfadados con la vida y con el mundo como él (lo más habitual en estos casos es que, en realidad, con quien está cabreado e insatisfecho es consigo mismo). Así, el muy sectario proclama a voz en grito “me dan tanto asco los del partido X que jamás cantaría en un lugar gobernado por ellos” (realmente no importa que sea el partido X que el Y que el Z); de todos modos, eso que ganan esos ayuntamientos, ya que hay que tener mucho estómago para encontrar armonía en alguien que cuando intenta cantar apenas produce primitivos sonidos guturales…, como los que emite el demonio de Tasmania. Sus cualidades canoras no son superiores a las de los monos aulladores, aunque es cierto que este Cantamañánez presenta una variante que lo hace único, y es la gran cantidad de bilis que permanentemente inunda sus fauces. 

Atendiendo exclusivamente a su faceta artística (¿), es evidente que el trémolo de su voz, ese tembleque que tanto prodiga, semeja al balido de los ovinos, de modo que cuando pretende cantar no hace sino imitar el berrido de los cápridos (ya en su tiempo esos usos eran tenidos como característicos del ‘cantante-oveja’). Siempre pretendió imitar a autores como Brel o Brassens pero, a años luz de su talento, nunca ha hecho otra cosa que reciclar. Tosco, ausente de indicios de armonía y con un registro limitadísimo, su entonación resulta cargante, latosa…, por más que cuente con muchos adeptos; curiosamente, muchos de los que coreaban sus canciones en épocas de la dictadura, son ahora la diana de sus desprecios. Asimismo, su orgullo y soberbia le llevan a sostener que cuando dejó de actuar, en los años ochenta, fue por una cuestión política e ideológica, cuando la realidad dice que en esa época la figura del ‘cantante-protesta’ se miraba como algo rancio e inoportuno (algo que antes o después sucede con todos los géneros musicales). Se cree tan superior a quienes no comparten su credo y sus gustos que cuando alguno de ellos alcanza el éxito no es capaz de soportarlo, no es capaz de aceptar esa posibilidad, y por eso se revuelve tan violentamente.

Pero no se conforma el fulano con vilipendiar a quienes osan contradecir su dogma, sino que tiene rabia y hostilidad suficiente para repartir entre otros colectivos. Y es que también la ha tomado con aquellos que tiene por inferiores moral y profesionalmente y que, sin embargo, han llegado más alto que él; tal cosa le debe sentar tan mal que, por fuerza, le tiene que provocar unas rabietas horribles. El caso es que el elemento ha dicho que detesta a esos “deportistas de mierda, mamarrachos y asquerosos, como Gasol, yo los desprecio no sabes hasta qué punto, me dan asco”…, justamente este odio rabioso debía ser el sentimiento y el pensamiento de las Juventudes Hitlerianas y de las SS en la Alemania de 1938 cuando hablaban de judíos, comunistas, homosexuales, gitanos, discapacitados… De todos modos, si se reflexiona un poco sobre ello se puede llegar fácilmente a la conclusión de que el sujeto en cuestión no deja de ser digno de lástima, ya que con tanto odio y resquemor debe pasarlo fatal pues, invadido por toda esa maldad, apenas debe tener tiempo para vivir.  

En fin, cuando alguien se detiene unos instantes a considerar a esta estantigua, a este endriago saturado de rencores, es fácil que se contagie de ese sentimiento aunque, afortunadamente, ha desaparecido de escena y muy rara vez se repara en él. Y por si fuera poco, otra ‘virtud’ que adorna su encendido estalinismo y su brutal sectarismo es la devoción que profesa por los asesinos etarras, una admiración hacia los más viles y ruines con la que demuestra estar perfectamente integrado en ese pensamiento.
Si supiera escribir seguro que ya hubiera hecho unas cuantas canciones-panfleto. Pero es que incluso para soltar la mala baba a través de la música hay que tener un mínimo de talento con el que poder expresarla, un mínimo de ingenio para trasladarla a este lenguaje. Claro que si se vive en la inquina, si se pasa por el mundo irradiando odio desde el sentimiento más fanático es casi imposible salir de la mediocridad. 


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 4 de mayo de 2016

EN EL DEPORTE, ¿ES MEJOR GANAR O HACERLO BONITO? Gran polémica se vive en el mundillo del deporte cuando un equipo (o jugador solista) menos vistoso derrota a otro que lo hace de maravilla. Concretando, esta controversia se produce, sobre todo en el momento presente, en el fútbol y en el tenis.

Vale todo, jugar bonito o feo, a la defensiva o al ataque,
lo único que importa es ganar.
Así, hay profesionales, periodistas y personal de a pie que subestiman el triunfo de los que, con un estilo más tosco o sencillamente distinto, alcanzan los máximos objetivos. Más aún, se han escuchado voces muy autorizadas que, rozando o entrando totalmente en la falta de respeto, se permiten decir cosas como “ese modo de jugar es indigno”, o “me aburre y me asquea esa manera entender el juego”, o “es una injusticia que el que mejor lo hace haya sucumbido ante una propuesta tan rácana”, o “me daría vergüenza ganar así”.

Sin embargo, quienes tienen esa opinión están equivocados, puesto que en el deporte, en el verdadero deporte, no importa cómo se haga, no influye en el resultado final una mejor estrategia o táctica, más elegancia de movimientos, una deliciosa sincronización, la superior perfección técnica o, en el campo de fútbol, las ocasiones acumuladas, el estilo o la posesión. Nada de eso tiene en el deporte profesional la mínima importancia, puesto que como decía un sabio, lo único que vale, lo único que queda, lo único que satisface, lo único por lo que se deja la piel en la cancha es ganar, una y otra vez; o sea, que dan igual las maneras y recursos que se utilicen en la pelea deportiva: sólo cuenta el resultado final (lógicamente sin hacer trampas) y en éste no influye cómo se ha llegado a él. Por eso, a diferencia del verdadero deporte en el que no se reflejan en el resultado cosas como la gracia o el primor en la ejecución, hay competiciones que no han de ser consideradas como deporte, ya que en ellas lo que cuenta, lo que organiza la clasificación es cómo lo han hecho los competidores, o sea, intervienen factores como la sincronización, la coordinación, la coreografía, la elegancia…, que son valores de las artes escénicas, no deportivos.

En la esencia deportiva está la libertad para que cada uno juegue como sabe, tratando de utilizar sus armas e inutilizar las del rival, o sea, cada equipo o deportista hace lo que puede y lo que el contrario le permite. Y todo es válido, todo es legítimo, más aún, se antoja deseable que exista variedad de estilos, propuestas diferentes que se enfrenten. Por eso, no resulta admisible que se menosprecie una manera de hacer, ya que así se está dando a entender que todos deben jugar del mismo modo, todos igual, y quien se salga de la norma “es indigno, vergonzoso”.

En la cancha de tenis se produce esta controversia de una manera muy particular. Por un lado están los que gustan del juego directo, el de palo y tentetieso, el que sólo se preocupa por golpear y golpear; y por otro están los que optan por usar más variantes, recursos diferentes, y armas como ceñirse al plan, mantenerse positivo, leer el desarrollo del juego… y no perder de vista aquello de que más vale maña que fuerza. Los que están en contra del zambombazo constante afirman que es un juego de robots que alargan el brazo y atizan todo lo fuerte que pueden, sin importarles otra cosa; de este modo, se ve un golpe ganador cada seis errores groseros, con lo que la cosa resulta fría, sin lucha heroica, sin drama deportivo…, todo se queda en ver qué bola corre más. Por su parte, los que detestan el juego más calmado y variado suelen acusar de ‘pasabolas’ a los que no buscan pronto el golpe definitivo, y añaden que se aburren con los intercambios insípidos, con lo de defender y esperar el error del contrincante… Pero lo cierto es que, al igual que en cualquier verdadero deporte, es ideal que existan muchas modalidades, muchas posibilidades, muchas formas de ganar; es deseable el enfrentamiento entre una estrategia y otra, entre la propuesta defensiva y la agresiva, entre quien aguanta la bola y quien trata de romperla, entre el método más vistoso y el menos lucido.    

Todo sistema es, siempre que esté dentro de las normas, absolutamente lícito, de modo que utilizar calificativos como “indigno” para descalificar el triunfo de quien no juega bonito, equivale a demostrar que no se entiende el hecho deportivo. Es decir, da la impresión de que existen profesionales y aficionados que desearían que en el resultado del partido quedara reflejado el modo en que se ha jugado, o las ocasiones que se han tenido, o el porcentaje de posesión de balón. Un disparate; quien desee esto es mejor que lo busque en un escenario, donde lo que se desea es el valor artístico, los movimientos, las expresiones…, y no en un campo de juego, en donde sólo interesa anotar más que el rival, o llegar antes, o más lejos. Esta es la esencia del deporte y sólo del deporte: más rápido, más alto, más fuerte, no más sincronizado, más elegante o más coordinado. 

En fin, todo hincha o simpatizante siempre preferirá que su favorito gane jugando mal a que lo haga de maravilla y palme, igual que todo deportista, igual que todo el mundo.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 1 de mayo de 2016

LAS LETRAS DEL ROCK Y LA INCORRECCIÓN POLÍTICA Hay que ver cómo cambian las mentalidades, cómo se modifican con el paso del tiempo los modos de pensar, cómo mutan las apreciaciones y perspectivas. La música rock ha visto, en poco tiempo, cómo lo que ayer era escandaloso hoy es corriente, y viceversa.

Algunas de las canciones de Billie Holliday que fueron condenadas en su tiempo hoy serían himnos cargados de compromiso social.
En cada momento las cosas tienen un sentido que sólo se entiende en dicho momento. Y esto ocurre en casi todo. Baste echar un vistazo, por ejemplo, al devenir de la moda en el vestir: a nadie se le ocurriría hoy ataviarse con toga y manto al estilo romano, o con  faldas cónicas o chaquetillas cargadas de bordados, chorreras y encajes al gusto rococó del siglo XVIII, o con enorme pantalón de pata de elefante y jersey minúsculo y ceñido según los gustos de los años setenta; e igualmente, si alguien aparece en los cincuenta con atavío punk hubiera sido interrogado por la policía o tratado como majara o pordiosero. De un modo muy parecido sucede con la parte literaria de la música pop y rock, con lo que cuentan las canciones, que puede resultar escandaloso en su momento e ingenuo tiempo después; pero también ocurre que aquello que en su estreno se vio con naturalidad, como algo campechano y carente de malicia, puede volverse intolerable pasadas unas décadas…Esto último está sucediendo en el momento presente, en el nuevo milenio, en el que la corrección política lleva a muchos a rasgarse las vestiduras ante ciertos versos y expresiones.

Del mismo modo que actualmente hay que tener mucho cuidado cuando se hace un chiste (ya que siempre habrá quien se sienta ofendido), también hay que andarse con tiento a la hora de escribir las letras de las canciones, pues no faltará alguien deseoso de anunciar lo muy ultrajado que se siente con lo que dicen algunas bandas de rock, pop o estilos afines. Así, hoy no se tolera que los versos incluyan términos como negro, marica, gitano, subnormal, moro…, sobre todo si se utilizan como insulto; curiosamente no pasa lo mismo con lindezas del tipo de hijo de tal o golfa en sus infinitas variantes. También llama la atención comprobar que los mismos que se escandalizan con las palabras de algunos estribillos, celebran y corean otros en los que se habla con alegría de todo tipo de violencias, como colgar a este, reventar a aquel, amenazar, quemar…

En las primeras décadas de la biografía de estos géneros musicales, lo habitual era que no se permitieran alusiones sexuales aunque procedieran de dobles sentidos; tampoco se dejaba pasar una si la cosa trataba de drogas, si se metían tacos y groserías, si atacaba a la religión y las buenas costumbres; sin embargo, la agresión machista era incluso motivo de chiste y risa… Sólo unos cuantos años después, al cambiar el modo de pensar, todo aquello que entonces era motivo de escándalo (sexo, drogas, amenazas) se convirtió en lenguaje habitual, sobre todo en géneros como el punk y cercanos, pero también en el pop más inofensivo. En este siglo el pensamiento correcto ve con buenos ojos estrofas cargadas de amenazas violentas contra personas, colectivos, instituciones, pero se siente herido cuando intuye el menor atisbo de terminología racista, xenófoba, homosexófoba, machista; los vigilantes de la corrección amparan aquellas violencias verbales con la libertad de expresión, pero excluyen de la misma indicios de estos, por otro lado, indeseables sentimientos.

Hay casos ciertamente pintorescos, chuscos, desconcertantes. En 2011 se denunció en Canadá el tema ‘Money for nothing’ de Dire Straits, puesto que en un verso utiliza la palabra ‘faggot’ (marica); cuando el tema salió en 1985 (y fue un éxito millonario) a nadie le pareció insultante, sobre todo porque el contexto muestra con evidencia el pensamiento de un tonto; sin embargo, la canción fue prohibida en muchas emisoras de radio canadienses cuando llevaba más de 25 años sonando en todo el mundo... Caso contrario es el de algunas de la gran Billy Holliday, como ‘Strange Fruit’, sobre los linchamientos de negros, o ‘Love for sale’, sobre la prostitución, prohibidas ambas en los años cincuenta del XX y que en el XXI serían consideradas brillantes piezas cargadas de compromiso y denuncia (cosa que, sin duda, son). Tampoco quedó exenta de polémica la añeja ‘Light my fire’ (1967) de The Doors, que decía “vamos nena, enciende mi fuego”, o “chica, no podemos llegar a lo más alto” (refiriéndose a la máxima euforia lisérgica). La lista podría alargarse indefinidamente.

Centrando la atención en el cervantino idioma, sorprende que apenas hubiera repercusión en 1978 con ‘En el rollo está la solución’, en la que Micky se explaya en las bondades del droguerío; claro que eran los años inmediatos a la muerte de Franco, cuando se tenía la sensación de que la libertad permitía todo. Pero también sorprende que poco después se montará la gorda con la canción ‘Me gusta ser una zorra’ de Las Vulpes, que hoy pasaría desapercibida.

Tampoco hubo alboroto con ‘Atrapados en el ascensor’ (1988), de Un Pingüino en mi Ascensor, que incluía versos como “No trates de alcanzar el timbre de alarma … deja de llamar a la portera … yo que puse toda mi ilusión en esta violación”. E igualmente nadie expresó la mínima protesta cuando en 1983 Polansi y el Ardor publicó ‘Negra’, tema que decía jocoso: “Hoy por fin lo conseguí, tengo una negra sólo para mí”. Ni estas canciones ni otras ya claramente señaladas, como ‘La mataré’ de Loquillo o ‘Sí sí’ de Los Ronaldos, podrían emitirse en este siglo sin que la ciudadanía más correcta pusiera el grito en el cielo. ¡Y qué decir de gran parte de las clásicas de Siniestro Total!, algunos de cuyos títulos y mensajes, vistos como chistes intrascendentes en su momento (primeros ochenta), tendrían ahora inmediata contestación en algunos sectores sociales; así ‘Matar jipis en las Cíes (“le arranco una pierna, le saco las uñas … son unos jipis y los voy a matar”), ‘Las tetas de mi novia’ (“tienen cáncer de mama, por eso no quiero tocarlas”), ‘Ayatollah’ (“no me toques la pirola”); en realidad no es más que ingenua irreverencia juvenil.

Lo que ayer era intolerable para casi todos hoy es moneda corriente, pecata muy minuta; y lo que entonces se entendía como chanza ingenua resulta en estos días inadmisible, motivo de protesta en las redes y en la calle. Y viceversa. ¡Qué rápido cambia la perspectiva a la hora de valorar modos, pensamientos y expresiones!


CARLOS DEL RIEGO