domingo, 28 de febrero de 2016

CÓMO HACERSE EL ESTUPENDO DESPRECIANDO LA (IDEALIZADA) ‘MOVIDA’ Es cierto que aquello de la ‘movida madrileña’ es algo idealizado y excesivamente valorado, sin embargo, ese criterio no es razón para enfadarse con ella y decir que aquellos días y aquellos grupos fueran algo despreciable, olvidable, casi perseguible.

Ningún grupo de la movida tenía intención de hacer historia, sólo querían tocar y divertirse en un momento muy especial.
Un recurso que algunos (periodistas, artistas, políticos) tienen para llamar la atención es hablar mal de algo o de alguien que tiene buena prensa, y también denostar conceptos o momentos que la mayoría recuerda como valiosos o meritorios. De ese modo provocarán la respuesta inmediata en uno u otro sentido, encontrarán la ansiada repercusión y, en definitiva, lograrán la atención que tanto desean. En el terreno de la música española es ya un clásico eso de despreciar hasta el extremo aquello que se llamó ‘la movida madrileña’: dado que gran cantidad de los que estuvieron allí guardan de ello un excelente recuerdo, nada mejor que subestimar, burlarse e incluso humillar aquellos momentos para asegurarse una gran oleada de interés, aunque sea para contestar incluso con terminología gruesa (en la misma línea, también se da con abundancia el desdén y hasta la repulsa hacia el período conocido como la Transición a pesar de que, evidentemente, fue sinónimo de beneficio para todos y en todos los sentidos).

Por regla general, los elementos que se suelen esgrimir para quitar el brillo a ‘la movida’ son de varios tipos. El primero es artístico y afirma que casi todas las canciones eran malas, sin embargo, son docenas las que se escuchan hoy con agrado, resultan estimulantes y suenan vivarachas, alegres y despreocupadas, como un sonoro testigo del aire que entonces se respiraba; también se señala que los músicos y cantantes eran nefastos (cosa que no preocupaba mucho), sin embargo, todos los grupos que en el mundo han sido empezaron sin ser grandes virtuosos; y en ese sentido se argumenta que había una preocupante ausencia de originalidad y todo era copia de lo que hacían ingleses y estadounidenses…, cuando en realidad, en el terreno del pop y el rock todo tiene, invariablemente, esos orígenes, esos modelos.

Igualmente se achaca a ‘la movida’ que sus integrantes fueron niños enchufados, protegidos y apoyados por los poderes políticos. En cierta medida es verdad, pero eso no es culpa de los grupos, y además, ¿acaso no se clama e incluso se exige que se apoye económicamente a la cultura? También se echa en cara al ya manoseado movimiento que fuera excluyente con otras corrientes musicales como el rock urbano, el rock radical vasco o los cantautores; pero ¿alguien recuerda a algún prota de la ‘movida’ menospreciando otros géneros, estilos o grupos?; además, nombres insignes del rock urbano como Rosendo llenaban grandes recintos y gozaban de gran repercusión, y otros como Burnign eran citados con gran admiración; en cuanto al rock radical vasco…, eso sí que resulta de lo más dudoso, y en más de un sentido; ¿y los cantautores?, simplemente estuvieron temporalmente pasados de moda, nada más, no fue una conspiración. Sea como sea, decir que los chavales que se lanzaban a un escenario con más ilusión que técnica orillaron otras tendencias musicales es ridículo, algo así como si un chaval lleva a su círculo de amigos discos de rock y sólo rock, y pasado el tiempo sus compañeros le echan en cara que no llevara también jazz, jotas aragonesas o música clásica…, como si alguien les hubiera impedido a ellos aportar lo que quisieran, como si el que compraba rock hubiera contraído una obligación docente.   

Por último, los resentidos y envidiosos (seguro que a muchos les negaron la entrada en la sala Rock-Ola y no lo han olvidado) citan también motivos ideológicos, y por ello culpan a los grupos y artistas de la ‘nueva ola madrileña’ (también se le llamó así) de no ser progresistas ni de izquierdas, dando por sentado que eso es un valor añadido y que es necesario medir la música con la vara de la doctrina política. ¡Acabáramos! Aquí reside el motivo esencial del rencor: la hiel que segrega y se traga quien no soporta el triunfo del que piensa de modo opuesto; es la misma razón que impide a muchos entender y asimilar que haya pensamientos diferentes, que alguien pueda tener gustos, motivaciones, objetivos, intenciones o ideas diferentes.

Artísticamente hablando, es innegable que aquella especie de leve y colorida revolución dejó una pequeña colección de grandes canciones (algunas mantienen su frescura, su encanto) y algunos músicos verdaderamente notables, lo que no quiere decir que todo fuera excelente. Sin embargo, tampoco puede afirmarse que todo, ya fueran cantantes, autores, grupos o melodías, fuera horroroso. La movida no fue, nadie dice lo contrario, la octava maravilla, el paraíso del pop y el rock o un influyente e inspirado movimiento cultural. Nada de eso fue, de hecho, ninguno de sus protagonistas sopesó jamás esa posibilidad ni acarició tal sentimiento. Además, parece necesario recordar (porque se suelen olvidar las circunstancias) de dónde se venía y lo que supuso el encuentro súbito con la libertad más permisiva y benevolente. En los años finales de los setenta y primeros ochenta del pasado siglo los chavales sólo querían divertirse con la música, formar grupos (no muy buenos en su mayoría, vale), tocar y grabar, hacer canciones y salir en la tele, trasnochar y, en fin, hacerse ilusiones. Todo valía, casi todo era artesano y sin la mínima pretensión. 

¿Sobrevalorada?, posiblemente, es más, seguramente, pero eso no es culpa de los que facilitaron y pusieron ritmo a aquellos días tan vitales y divertidos, tan ilusionantes y esperanzadores. Quienes lo vivieron en primera persona, aunque no fuera más que a través de unos cuantos conciertos en las discos emblemáticas, no pueden conservar más que buenos recuerdos, inolvidables imágenes, añorados momentos de baile frenético y juvenil desinhibición. No fue tanto, pero tampoco tan poco. Y como en toda situación de efervescencia cultural surgida a partir de un cambio drástico, la mayoría fue paja, pero también hubo bastante grano. ¿No te gustaba aquella música?, perfecto, opinión respetable (aunque si se compara con épocas más actuales…). Pero de ahí a ningunear todo aquello hay un trecho.


Sea como sea, resulta difícil entender que haya quien no se acuerde del buen rollo que se respiraba en aquellos días.      

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 24 de febrero de 2016

LA CORRUPCIÓN POLÍTICA: UNA HISTORIA CON MILENIOS DE HISTORIA La cuestión de la sustracción de caudales públicos, estafa y demás modalidades de hurto llevada a cabo por los gobernantes es, actualmente, noticia de primera página. Sin embargo, la historia de la corrupción política es la historia de la política

La corrupción política es una constante en la Historia de España..., y de cualquier otro lugar (Dibujo de Eduardo Sojo, 1881).
Casi con toda seguridad, la corrupción económica va de la mano del dirigente desde que se ‘inventó’ esta actividad. Seguro que aun en el Paleolítico el jefe del clan se quedaba con más, y en el Neolítico el cabecilla aprovechaba su posición para adjudicarse más tierras y ganado. Es lógico pensar que en la Sumeria del año 3.000 a.C. los encargados de los templos y los jerarcas se llevaban a su bolsillo parte de los impuestos y ofrendas. Egipto, Grecia, Roma…, tuvieron que ver infinitos casos (muchos están documentados, como el del triunviro Craso) en los que quienes vivían en posiciones de privilegio multiplicaban sus bienes gracias a todo tipo de intrigas, componendas y chanchullos.

En España hay abundantísima literatura que detalla cómo, durante siglos, desde los altos y los bajos puestos de la administración se sisaba, engañaba, defraudaba y estafaba. Pero aunque muchos españoles piensen que este es el paraíso del gobernante desvergonzado y trincón, basta echar un vistazo a la prensa internacional para comprobar que no es así, o sea, no sólo la vieja Hispania ha sido escenario de casos de corrupción político-económica. En Sudamérica la cosa tiene caracteres de epidemia incurable: basta leer sus periódicos; y la ilustrada Europa tampoco se queda atrás. Por ejemplo, la vecina de arriba, Francia, tiene un amplio catálogo de políticos corruptos: el que fuera ministro de Hacienda Cahuzac, Villepin, Chirac, el caso de los empleos falsos, Giscard y el feo asunto de los diamantes de sangre de Bokassa…; y si se echa un vistazo a su Historia, sólo su siglo XX evidencia que hay para dar y tomar: en 1924 hubo un robo de 4.000 millones del Ministerio de Finanzas, en 1928 el escándalo del ministro que enviaba cheques sin fondos; en 1930 la quiebra fraudulenta del banquero Oustric, el de Aeropostale, el de la banquera Hanau…, y en 1934 el gigantesco escándalo Stavisky, que desenmascaró a la muy corrupta Tercera República e incluso provocó grandes disturbios callejeros. Y podría repasarse la historia reciente de Inglaterra, Italia (con los Berlusconi, los Craxi o los convenios entre partidos y la mafia), Grecia, Portugal, Alemania o incluso Suecia, para comprobar que en todas partes cuecen habas.

Volviendo a España, los escándalos que combinan política y dinero están documentados desde hace siglos. Paradigmático es el caso del Duque de Lerma (1552-1623), que como valido de Felipe III se hizo muchimillonario vendiendo cargos, colocando a quien más pagara por el puesto, subiendo impuestos y embolsándose pingües porcentajes, malversando, estafando… También es típico el enriquecimiento a costa de lo público de Manuel Godoy (1767-1851), el niño bonito de Carlos IV y María Luisa de Parma; los pusilánimes reyes le concedieron alrededor de una treintena de títulos, cargos, honores, dignidades y nombramientos (dotados económicamente casi todos), con lo que podía llevarse prácticamente lo que quisiera, cosa que hizo. Por su parte, María Cristina de Borbón (esposa de Fernando VII y luego regente de España hasta la coronación de Isabel II) padecía asimismo incontenibles impulsos de meter mano en todo aquello que pudiera reportarle beneficio económico; de hecho, en su tiempo ya se decía que “no hay negocio industrial en el que la Reina Madre no tuviera intereses”; su segundo marido, Fernando Muñoz, no tenía interés político, pero sí gran codicia y avidez por los dineros, con lo que, en comandita con su regia esposa, tuvo las manos libres para meterlas en el incipiente negocio del ferrocarril y otros, incluyendo el tráfico de esclavos (prohibido desde 1814); de todos modos, durante el siglo XIX no fueron muchos los políticos españoles que no estuvieran enfangados en la corrupción.

Durante la II República Española abundaron los casos y escándalos, siendo tal vez los más conocidos el del estraperlo (la ruleta trucada) y el caso Nombela (en el que estaba implicado el propio Alejandro Lerroux); también llama la atención que antes de la proclamación de la República hubiera en Madrid 58 coches oficiales, mientras que en diciembre del 32 (según reconoció el ministro Jaume Carner) la cifra ascendía a 741, con 760 chóferes y un consumo de más de 3.000 litros de gasolina al día. Cuando hubo que comprar armas, la corrupción tocó a Indalecio Prieto y Juan Negrín y a los hijos de ambos (de éste dijo el anarquista Abad de Santillán: “si Negrín hubiera tenido que dar cuenta de su gestión, habría terminado ante el pelotón de fusilamiento”); precisamente Negrín estuvo implicado en el saqueo de bancos y cajas, cuyo botín acabó en el barco Vita: 120 maletas llenas de oro y otros metales preciosos, joyas, valores, obras de arte, monedas de incalculable valor…, de todo lo cual se apropió Prieto al atracar el Vita en México, donde él era embajador, en marzo del 39; todo eso se sabe por el testimonio del socialista Amaro del Rosal.

Ni que decir tiene que las intrigas y tejemanejes político-económicos fueron cosa común durante las cuatro décadas del franquismo, con numerosos altos cargos pringados; recordados son los conocidos como Matesa, Sofico, Barcelona Traction, Manufacturas Metálicas Madrileñas…, y claro, un sinfín de componendas y corruptelas urbanísticas por toda España. Los cuarenta años fueron aprovechados por los muy abundantes aprovechados y desvergonzados.

En fin, la tradicional picaresca española se refleja a la perfección en su clase política, que representa, de ese modo, a toda la población. Y por más años que pasen, ese rasgo no termina de desaparecer… De todos modos, y aunque no sirva de consuelo, se puede señalar que en todas partes, en todo el mundo, quien tiene la oportunidad de obtener ventaja gracias a su posición de privilegio, la aprovechará tarde o temprano. Por ello tienen más valor los que se mantienen honestos y no afanan aunque tengan ocasión, que son pocos, pero los hay, y en todas partes.

Sea como sea, parafraseando al senador Graco en la película ‘Espartaco’: “es preferible una democracia corrupta que garantice la libertad antes que cualquier tiranía honrosa”.   

CARLOS DEL RIEGO


domingo, 21 de febrero de 2016

ROCK & ROLL Y DINERO A diario aparecen escándalos con el dinero como denominador común en todas partes y en todos los ambientes. Como es lógico, el rock también está afectado por la codicia y el ansia de vil metal, así que no faltan canciones que hablen del maldito parné.

El dinero ha sido causa de problemas y fuente de inspiración para los autores de pop y rock desde los primeros momentos.
El dinero es el principal motivo de corrupción en la esfera de los poderosos (política, banca, industria), pero en realidad se detecta en prácticamente cualquier entorno, aunque a distinta escala. Por tanto, el mundo del rock no podía librarse de su poder envilecedor. Y es que el anhelo de pasta ha sido causa de violentos enfrentamientos, rupturas y feos procesos judiciales, ya sea entre los propios músicos o con los representantes y sellos discográficos por el medio (Creedence Clearwater Revival o el propio Springsteen, por ejemplo, saben de eso). Por ello, no puede extrañar que en torno a la pasta se hayan escrito infinidad de canciones. A la memoria de todo el que se pasee por ese mundo de vez en cuando llegan, inmediatamente, canciones como el evocador ‘Money’ de Pink Floyd, el desvergonzado ‘Money for nothing’ de Dire Straits o incluso el ‘Mone money’ de la película ‘Cabaret’. Pero el inventario de títulos que giran en torno a este tema es más amplio, muchísimo más. Aquí va un pequeño ramillete de significativas canciones que tratan este escabroso y, sin embargo, tan humano asunto.

Sonado fue el caso de The Beatles y su sello Apple Records. Tras la muerte de Brian Epstein, la discográfica estaba prácticamente en bancarrota, así que John encargó el arreglo de las cuentas al estadounidense Allen Klein, un auténtico ‘tiburón’ del que Paul nunca se fió; y no estaban desencaminadas sus sospechas, puesto que Klein les hizo firmar un contrato (Macca se negó) por el que él se quedaba con el 20% de los beneficios que obtuvieran en los tres años siguientes. Una vez deshecho el grupo Klein ‘echó una mano’ a George en la organización del festival pro Bangladesh, pero los números nunca estuvieron claros, nunca se supo cuánto llegó a los beneficiarios y cuánto a los bolsillos del escualo (que también se las tuvo con los Rolling Stones). Al parecer, John le escribió en 1974 el tema ‘Steel & glass’ (‘Acero y vidrio’), en el que dice lindezas como “bueno, tu boca grazna mientras suelta mentiras”. Y Paul, aun en vida de The Beatles, le dedicó la magnífica, la preciosa ‘You never give me your money’ incluido en el ‘Abbey road’; en ella muestra su rechazo a los buitres que se lanzan a los despojos: “Tú nunca me das tu dinero, sólo tu divertido papel, y en medio de las negociaciones te vienes abajo”. George también aportó a los ‘fabulosos cuatro’ algunas canciones memorables con la panoja como protagonista, como ‘Taxman’, en la que protestaba por el hecho de que hacienda se le llevara la mayor parte del producto de su trabajo: “Uno para ti y diecinueve para mí, porque soy el recaudador de impuestos (…) si conduces coche te cobraré por la calle, si te sientas te cobraré por la silla (…), si das un paseo te cobraré por los pies”.      


El ‘Free money’ (‘Dinero gratis’) del rompedor primer álbum de Patti Smith, ‘Horses’, tiene una pequeña anécdota detrás. Según contó la propia artista, el tema está inspirado en su madre, que siempre estaba fantaseando con ganar a la lotería y hacía listas de lo que haría con el dinero: desde una casa a la orilla del mar hasta generosas obras de caridad; sin embargo, la ilusa señora ¡jamás compraba el boleto!

La estupenda ‘Money (that´s what I want)’ fue un enorme éxito en 1960 en la voz de Barret Strong (luego se hicieron múltiples versiones); el caso es que la firmaron él, Berry Gordy (fundador de Tamla Motown) y Janie Bradford, pero tres años después se eliminó su nombre de los créditos, pues Gordy declaró que Strong había aparecido como co-compositor por un error de imprenta; el tipo siguió peleando en los juzgados hasta que en 1987 Strong volvió a figurar entre los autores…, pero al año siguiente los tribunales decidieron volver a desposeerlo de los beneficios que genera esa pieza. No hay forma de saber si se los merece o no, aunque echando un vistazo a la gran cantidad de éxitos que firmó junto a Whitfield no da la impresión que fuera torpe en esos menesteres… El asunto que trata la pieza en disputa viene a ser algo así como que las cosas buenas son gratis, como el amor, pero “lo que yo quiero es dinero”.

El pop y el rock español también han hablado sobre el particular. A veces de un modo ingenuo, como en el añejo ‘Si yo tuviera una escoba’ (1965) de Los Sírex, que apostaban por suprimir la guita en aquellos versos: “Lo que haría yo primero, barrería yo el dinero, que es la causa y el motivo de tanto desespero”. Décadas después, los heavys Obús subrayaban la supremacía de los billetes en su ‘Dinero dinero’ (1982): “Construyes, destruyes el universo con tu poder”. 

Por último, resulta imposible no mencionar la llamada ‘Gran estafa del rock & roll’, ‘The great rock & roll swindle’, la película en la que el engreído y oportunista Malcom McLaren explicaba cómo sacó un montón de pasta a las discográficas a costa de Sex Pistols: tras firmar un contrato se presentan a los medios entre tacos e improperios para todo el mundo, la compañía rescinde el contrato y paga indemnización, y luego repetir, siempre repetir.

Sí, el vil metal, como otros deseos y pasiones que trastornan y confunden a la persona, es fuente continua e inagotable de inspiración y, a la vez, causa de ruines enfrentamientos.   

CARLOS DEL RIEGO


miércoles, 17 de febrero de 2016

EL ESCRACHEADOR ESCRACHADO Y EL COMPLEJO DE SUPERIORIDAD MORAL El asunto del concejal de Madrid experto en ese acoso público llamado escrache y que a su vez acaba de ser acosado tiene, como aspecto chusco, lo mal que le ha parecido al edil ser el complemento directo en lugar de ser el sujeto de la acción

Al señor concejal no le gusta que le administren la misma medicina
 que él aplicó a otros.
Un concejal del Ayuntamiento de Madrid, Javier Barbero, ha sido objeto de un ‘escrache’ (palabreja de origen argentino), o sea, de acoso en vía pública. El susodicho edil ha protestado airadamente y calificado de “fascistas” a quienes lo acosaron; lo sorprendente es que esta criatura hostigaba de ese modo a otros hasta hace cuatro días.  Se puede deducir, por tanto, que si él es el sujeto de la acción se trata de un ejercicio de libertad de expresión y, por consiguiente, legítimo, pero si él es el complemento directo se trata de una acto intolerable y delictivo “que incita al odio”; si él acosa, vale, si él es el acosado, no vale. ¿El razonamiento que esgrime?, fácil: “esta es una situación distinta”; y aquí está el problema: hay gente que cree tener motivos ideológicos que validan todos sus actos, y que quienes carecen de esos motivos no pueden ejecutar esos mismos actos.

Aunque no hace falta recordar quiénes son los que más han sufrido esta especie de persecución insultona, faltosa e intimidadora, sí es necesario subrayar que, en muchos casos, la acción no se limitó a la calle o los lugares de trabajo de los perseguidos (como es el caso de Barbero), sino que se llegó hasta la puerta de la vivienda del señalado y se esperó hasta que saliera (aunque fuera con sus hijos) para darle caña.

Este asunto, que en realidad no deja de ser menor (comparado con, por ejemplo, el de los sinvergüenzas que se lo llevan en crudo), es una ilustrativa muestra de eso que se llama ‘superioridad moral’, que hoy se arrogan consciente o inconscientemente quienes se sienten de izquierdas. La cosa se explica fácilmente: muchas personas tienen una especie de complejo que les hace creerse moralmente superiores a otras porque piensan como piensan; en otras palabras, persuadidos de que viven henchidos de la verdad absoluta, ven inferiores a los que carecen de esa verdad, y por ello se consideran legitimados para llevar a cabo acciones y manifestaciones que los otros, los inferiores, no. Es el mismo proceso mental (¿) que usan, a otra escala, terroristas y fanáticos de toda clase: ellos sí pueden pegar tiros, pero cuando en medio de la balasera son ellos los que caen, protestan a voz en grito, amenazan, insultan. Es el pensamiento único, que legitima hostigar al discrepante. Este tipo de actitud (que se sustancia en la idea de “una vara de medir para mí y los míos y otra para los demás”) ya se ha visto otras veces; por ejemplo, en tiempos de la Transición Española eran los grupos de ultraderecha (como Fuerza Nueva) los convencidos de ser posesores de la única idea verdadera, y por tanto eran los que iban acosando, reventando mítines, hostigando, agrediendo y, en algún caso, asesinando.        

Sea como sea, también resulta oportuno recordar que algunos jueces han sentenciado a favor de los acosadores (a pesar de insultos y zarandeos) argumentando que eso “no es acoso sino un ejercicio de libertad de expresión garantizado por la Constitución, que lo respalda como derecho”. En román paladino, insultar, zarandear, amenazar es libertad de expresión, o lo que es lo mismo, cuando a finales de los setenta del siglo pasado los ultras antes mencionados iban acongojando por la calle (sobre todo por los alrededores de sedes de sindicatos y partidos de izquierda), vociferando los más ofensivos insultos y provocaciones y meneando puños y palos, lo que hacían era ejercer su libertad de expresión… Pero no, lo absolutamente cierto es que, entonces, nadie pensó que eso era libertad de expresión, al contrario, se le aplicó otro término mucho más apropiado.

La propia alcaldesa de la Villa ha declarado varias veces que “los escraches (…) son un ejercicio muy importante de nuestra libertad de expresión”, aunque lo que quiere decir es que son tal cosa “siempre que vayan contra los que piensen distinto y nunca si vienen contra nosotros”.

Ah!, el aludido concejal Tonsor fue defendido por la misma unidad policial que él trata de suprimir…

CARLOS DEL RIEGO


domingo, 14 de febrero de 2016

40 AÑOS DEL DEBUT DE RAMONES: EL PUNK NACIÓ EMULANDO A BEATLES Nada menos que cuarenta años han pasado desde que se publicara el primer disco de punk-rock: en febrero de 1976 los neoyorquinos The Ramones grabaron su primer álbum, que en muchos aspectos trataba de seguir los pasos de The Beatles

El aspecto de Ramones en 1976, como el de Beatles años atrás, fue imitado por otros en todos el mundo. 
Aquel contundente Lp cambió la forma de entender y acometer el rock para siempre, pero fue más allá, pues traspasó las fronteras de lo meramente musical, influyendo de modo muy significativo en muchos otros aspectos de la cultura occidental… tal y como ya habían hecho The Beatles. Cierto que la música punk tenía una prehistoria (MC 5, Stooges, New York Dolls), pero no es hasta la llegada de Ramones que este subgénero musical cobra la personalidad y carácter con que se entiende y ha sido asimilado. Y también es cierto que los de Liverpool influyeron de modo muchísimo más relevante y más duradero; por ejemplo, acaba de saberse que esta ciudad ingresa más de 100 millones de euros al año gracias al tirón que tienen sus ciudadanos más ilustres, y eso que ha pasado tanto tiempo.

En todo caso resulta muy ilustrativo comprobar cómo los ‘hermanos’ Ramone trataron de reproducir en su primer álbum algunos de los detalles, algunos de los entresijos con los que los Beatles ingeniaron su Lp de debut doce años antes. Para empezar, se ha confirmado que el nombre, Ramones, fue idea de Douglas Colvin (fanático de aquellos), y procede del seudónimo que Paul McCartney utilizaba en los primeros tiempos, cuando eran The Silver Beatles: Paul Ramon; así, Colvin pasó a ser Dee Dee Ramone, animando a los otros a hacer lo mismo. Por otro lado, los de Nueva York quisieron que la portada de su estreno a 33 rpm fuera como la del debut de los de Liverpool en USA, el ‘Meet the Beatles’, que mostraba una foto de Robert Freeman; sin embargo, los resultados no convencieron a nadie, así que usaron una instantánea que tenían de una sesión anterior, imagen absolutamente inconfundible e ilustrativa. Asimismo, los ‘inventores’ del punk grabaron las canciones de su ya cuarentón álbum en el mismo orden con que las hacían en directo y buscando el mismo sonido…, justo lo que habían hecho The Beatles en 1963. Aunque diferentes en muchos aspectos, en lo esencial tenían muchos puntos en común. 



También semejan en que cuando uno y otro cuarteto entraron en el estudio de grabación por vez primera ninguno de los ocho era lo que se dice un virtuoso; e igualmente coinciden en su querencia por las canciones cortas, directas, con estribillo sencillo y fácil de recordar, con texto simple y espontáneo…, y sin complejos a la hora de grabar canciones de otros.

No se sabe cuánto costó el primer Lp de The Beatles, pero sí que grabaron ¡diez temas en diez horas! También es conocido por todo interesado que Ramones tardaron una semana en tenerlo listo para fábrica (había que hacerlo deprisa por cuestiones económicas, pero como se ha dicho, “realmente no necesitaban más tiempo”); y les costó poco más de seis mil dólares. Sin embargo, existe una ‘pequeña’ diferencia: los elepés de los primeros son discos de oro desde hace décadas, mientras que el primero de los segundos tardó casi cuatro décadas en alcanzar esa certificación; de hecho, éstos nunca fueron grandes vendedores.

Así como The Beatles dieron forma al pop y al rock abriendo un camino que   aprovecharon todos los que llegaron después, The Ramones retorcieron aquella forma para moldear algo novedoso: sus canciones y actitudes mostraban, ante todo, mala leche, desencanto que desembocaba en posturas y gestos violentos; el sonido era mucho más agresivo, esquemático y sucio que lo hecho hasta el momento en el campo del rock; y el lenguaje utilizado evitaba la complacencia y la corrección (nadie se había atrevido a escribir versos como “atiza al niñato ruidoso con un bate de béisbol”). Eso era el punk-rock que los de Queens grabaron en febrero de 1976 (siguiendo el modelo Beatles) y presentaron en sociedad dos meses después. 

No se trata de comparar a las dos bandas ni hacer juicios de valor (los ingleses presentan muchos más méritos, es evidente, es innegable), pero parece bastante claro que ambas supusieron una convulsión en el transcurrir de la música popular. Esos grupos influyeron en el modo de entender el pop y el rock, como demuestra el hecho de que ambos son continuamente citados como referencia en cualquier lugar, en cualquier tiempo. Y ello sin contar todos los chavales que, en todo el mundo, formaron su propio grupo gracias a la magia que ellos irradiaban y contagiaban.

Sea como sea, parece lógico que la banda que marcó las pautas que escrupulosamente siguieron todos los que vinieron después (¡todos!) sirviera de inspiración para la que dio un paso más en la evolución de la música popular. Podría parecer que Paul Ramon y Dee Dee Ramone eran parientes cercanos. Al menos en lo artístico. Lástima que estos ‘hermanos’ nunca pudieron compartir escenario.           
    
CARLOS DEL RIEGO


miércoles, 10 de febrero de 2016

LA INDESEABLE GUERRA TRAE A VECES DESEABLES BENEFICIOS Hay pocas cosas más detestables que la guerra. A pesar de ello, ha habido numerosos casos en que las indeseables han obligado a las personas a encontrar soluciones que, de otro modo, buscarían con menos ahínco. Hasta de la guerra se han extraído beneficios

Aunque incondicionalmente indeseable, la guerra ha proporcionado avances en ciencia, medicina o tecnología (en la foto, Marie Curie al volante de una de las primeras ambulancias, equipada con Rayos X móviles)...
Una de los mayores éxitos de la Motown fue ‘War, what is good for? (Absolutely nothing)’, publicada en 1969. Se trata de una canción protesta cuyo título expresa su intención: ‘Guerra, ¿para qué es buena? (absolutamente para nada)’. Sin embargo, aunque no lo parezca, aunque su objetivo no sea ese, aunque moleste y haga llevarse las manos a la cabeza a los más correctos políticamente, la Historia señala un gran número de avances y descubrimientos esenciales (a veces inesperados) que llegaron gracias a los conflictos armados, sobre todo los del siglo pasado. Es decir, aunque indeseable y sin propósitos benignos, la guerra ha producido (en espacios de tiempo cortos) significativos beneficios al conjunto de la Humanidad. Es preciso insistir: no es que las guerras tengan algo deseable, nadie se atrevería a afirmar tal especie, sin embargo, ya que se han producido, tonto sería no aprovecharse del esfuerzo de la mente humana que, en casos extremos, es capaz de encontrar soluciones que no buscaría en caso de no tener tanta necesidad. En pocas palabras, el hecho de que hasta de las guerras pueda extraerse beneficio no las convierte en beneficiosas, pero por otro lado, aunque sería mejor avanzar sin esas catástrofes, ¿debe renunciarse a las conquistas que aportan por haber surgido de situaciones tan sangrientas?

No hay que olvidar que la necesidad estimula y obliga al ingenio a busca soluciones y remedios. Y como quiera que la exigencia es máxima cuando se sufre un estado de guerra, parece casi lógico que sea en medio del conflicto armado cuando hay más mentes pensando y trabajando para hallar nuevas soluciones. Hubo enfrentamientos bélicos en la Antigüedad  que trajeron importantes avances en materias como la metalurgia, ingeniería o construcción. A finales del siglo XV y principios del XVI, personajes como Ludovico Sforza o César Borgia contaban y escribían que habían tenido a su servicio a un hombre que, además de artista, encontraba soluciones para todo cuando estaban en campaña: construcción de fortalezas, obras de ingeniería o artilugios de gran ingenio; el tal era Leonardo da Vinci.

Centrando ya la visión en el siglo XX, la sucesión casi continua de guerras incrementó el progreso en muy diversas ciencias. Un buen ejemplo es la Primera Guerra Mundial; durante su transcurso se estudió científicamente el origen de las enfermedades infecciosas y los modos de combatirla, y se empezó a tener en cuenta la higiene; se dieron enormes pasos en la práctica quirúrgica y ortopédica, se aceleraron e incrementaron las investigaciones médicas y farmacéuticas e incluso se empezaron a afrontar los problemas sicológicos con una visión moderna; asimismo, cosas tan corrientes hoy como las transfusiones o las ambulancias empiezan a utilizarse durante la que se llamó Gran Guerra. Puede afirmarse, en fin, que durante este terrible conflicto se dio inicio a la medicina científica. Y algo parecido sucedió en otros campos: la navegación aérea y marítima mejoró notabilísimamente, la fotografía dio pasos gigantescos, las telecomunicaciones experimentaron un enorme desarrollo… Se produjeron millones de muertos, incontables calamidades, desgracias y atrocidades escalofriantes, pero la realidad señala que la sociedad  aprovechó todas las mejoras que la necesidad obligó a idear en aquella situación límite.     

Algo parecido sucedió en la II Guerra Mundial. Por citar sólo lo más llamativo: aparece y comienza a desarrollarse la tecnología de motores a reacción, turborreactores y cohetes; el hoy imprescindible radar surge ante la urgencia de detectar aviones enemigos; se produjo un impulso enorme en campos como la automoción, la emisión radiofónica o la grabación de sonido, e incluso se ideó lo que puede ser considerado el primer ordenador, pues era preciso dar con una máquina capaz de descifrar los mensajes del enemigo… Y muchos otros campos experimentaron importantes desarrollos, lo cual sirve de contrapeso a las infinitas infamias, vilezas e imperdonables crímenes contra la Humanidad que se llevaron a cabo (dicho sea de paso, los experimentos con seres humanos no sólo son imperdonables, injustificables, criminales y acientíficos, sino que no aportaron absolutamente nada).

Tampoco se puede olvidar que eso que hoy resulta imprescindible para la gran mayoría de individuos, colectivos y sociedades, Internet, se origina (entre otras cosas) por la necesidad de tener conectados los ordenadores de diversas bases militares estadounidenses.

Incluso nada menos que los Juegos Olímpicos tienen su germen en la guerra. Cuenta la Historia que el niño de siete años Pierre de Fredy, Barón de Coubertin, se quedó aterrado ante la visión de los soldados franceses que regresaban, derrotados, de la batalla de Sedán (Guerra Franco-prusiana de 1870): había raquitismo y desnutrición, todos parecían debiluchos, sin vigor físico, y su aspecto era el de jóvenes enfermizos y derrengados; desde entonces, su empeño vital fue dar a la juventud un instrumento para mantenerla sana y fuerte: la competición deportiva. Con el correr del tiempo se convirtió en un firme defensor del deporte, siempre con la intención de que el ejercicio físico formara parte de la educación de todos los muchachos; además, pronto dedujo que la competición podría acercar países y culturas. Por todo ello, cuando tuvo oportunidad de hablar ante políticos y poderosos, esgrimió su recuerdo de aquellos vencidos soldados franceses, un argumento que consiguió interesar a todos los que podían ayudarlo a materializar su idea de restaurar los Juegos Olímpicos. La visión del estado físico de los soldados iluminó, sin duda, al barón.

En fin, la guerra es una catástrofe, una carnicería de personas, esta es una verdad evidente…, pero también es totalmente cierto que de ella han resultado numerosos beneficios de los que todo el mundo se aprovecha. Contradicción, paradoja. 

CARLOS DEL RIEGO

lunes, 8 de febrero de 2016

ENAMORADOS DE LA MUJER FATAL, EN CLAVE DE ROCK La pasión que se esconde detrás de la mujer fatal es pura inspiración para los autores de rock & roll. Así, cerca del Día de san Valentín, es oportuno recordar canciones sobre esos funestos amores.

Velvet Underground ya cantaron explícitamente a la mujer fatal en 1967.
Hay días para todo: existe el Día Internacional del ‘3D’ (o sea, de las tres dimensiones) y también el día de Internet seguro, de la nieve, del sueño, de los vuelos espaciales tripulados, de la voz, de las tortugas marinas, del sushi, del orgullo zombi e incluso hay un Día Mundial del Lavado de Manos. Así que no podrá extrañar que exista desde hace mucho el Día de los Enamorados, que es el Día de san Valentín (14-II); contra lo que pueda pensarse, la celebración tiene su origen legendario en la antigua Roma, aunque, eso sí, los grandes almacenes aprovecharon la coyuntura para estimular el consumo.

                             
Por su parte, no hace falta decir que la mujer ha sido la más importante fuente de inspiración para quienes escriben música en clave de rock (que son muy mayoritariamente hombres), pero además de las canciones de amor ‘telenovelesco’ y sentimentaloide, además de las que usan de tono lacrimógeno y afectado, existen las que hablan de ‘l´amour fou’, el amor loco, y de la mujer fatal, esa que te usa y engatusa, esa que te engaña haciéndote creer que eres el amor de su vida pero le importas un pito y te da la patada cuando ya no le sirves. Ésa es la mujer fatal. Como no podía ser de otro modo, el rock y sus derivados también han producido momentos excelentes cuando señalan, con amargura y resentimiento, a esa engañabobos que puede atontar al más inteligente con sus halagos y promesas; es más, todo el que escribe rock & roll también cae, antes o después, en las redes de la mujer fatal, aunque sólo sea como recurso para construir la canción.


Entre los títulos que hacen referencia a esa suerte de devoradora de hombres no puede faltar el clásico ‘Black magic woman’ de Fleetwood Mac (1968), aunque tal vez sea más reconocida la versión latina y cargada de percusión que hizo Santana en 1970; el texto es explícito: “Mujer de magia negra que está tratando de embrujarme”. También es destacable el ‘Evil woman’ de Electric Light Orchestra que, con su sonido barroco y recargado, también dice las cosas muy claras: “Hiciste un tonto de mí (…), ya no tienes a nadie a quien usar”, para luego ajustar cuentas con el vengativo verso: “Es tan bueno ver que sientes dolor” y, finalmente, explicar: “Mujer malvada, cuánto daño me hiciste”. The Queen en su ‘Killer Queen’ describió a la vampiresa como “Guilltina, dinamita, pólvora (…) tienes garantizada la excitación en cualquier momento”.

Una de las composiciones más tempranas que describe de modo rotundo y evidente a esta perversa mujer es el ‘Femme fatale’ que Lou Reed hizo para Velvet Underground en 1967. La voz un tanto aplanada de Nico desgrana una melodía preciosa mientras el propio Reed da réplica con unos coros muy pintorescos. El texto precisa qué es lo que pretende la bella maligna: “Basta mirar sus ojos de color falso. Ella te moldea sólo para tenerte debajo, como un payaso. Eres el número 37. Va a tratarte como un tonto”. Lou Reed la escribió pensando en la actriz y modelo Edie Sedgwick, una de las estrellas de la cuadrilla de Andy Warhol.

Otra canción compuesta pensando en la mujer mortalmente atractiva es la potente ‘Poison’ (1989) de Alice Cooper. En clave heavy y con sus modélicos riffs de guitarra, ese veneno se presenta de un modo teatral y muy visual (no faltan ecos del glam rock y su melodramática puesta en escena); su estribillo pegadizo y sus versos evidentes la han convertido en una pieza imprescindible del mejor heavy americano de los ochenta del XX. Sus estrofas muestra un amor loco y peligroso, pero totalmente adictivo: “Tu sangre como el hielo. Mi dolor, tu emoción. Quiero probarte pero tus labios son veneno. Eres veneno corriendo por mis venas. Tu red, estoy atrapado”,  y termina rindiéndose a los diabólicos encantos: “No quiero romper esas cadenas”.

Y si la mujer fatal habla español, lo primero que acude a la mente es el legendario grupo madrileño Burning y su inolvidable ‘Qué hace una chica como tú en un sitio como este’ (1978). ¿Quién puede resistirse a la guitarra del genial, entrañable e imprescindible José Casas, Pepe Risi en la historia del rock español?, e igualmente, ¿cómo sustraerse al encanto de esa melodía y esa letra? “Los años te delatan, nena, estás fuera de sitio. No utilices tus juegos conmigo” avisa el narrador; pero luego la buscavidas recibe un duro castigo: “Ya sé que alguien pisó tu orgullo en un oscuro portal”. Sea como sea, la emblemática pieza (una de las que demostró que el español es apropiado para el rock & roll) describe con precisión qué es lo que, con total seguridad, trae este tipo de bruja encantadora e irresistible: “Mujer fatal, siempre con problemas (…) tú eres fatal”.  

Lo curioso es que la víctima de la mujer fatal tiene el seso nublado, y por más que sus amigos le expliquen que esa tía sólo quiere aprovecharse de él, no verá en ella más que lo que quieren ver.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 3 de febrero de 2016

HISTORIAS DE TRAIDORES Y DE OTROS QUE NO SON PERO LO PARECEN Probablemente la traición acompaña al hombre desde el más remoto Paleolítico Inferior, puesto que las envidias y rencores (por poder, procreación, territorio, comida) debieron desarrollarse a la vez que la inteligencia.

La traición a Julio César ha inspirado cientos de obras de arte.

La Historia se ha encargado de señalar a algunos grandes traidores que, sin la menor duda, son una muestra minúscula de todos los que alguna vez defraudaron la confianza que alguien depositó en ellos. Así, desde Caín, la lista se puede hacer interminable, ya sean traidores legendarios, literarios o totalmente históricos. Por otro lado, una buena historia necesita la figura del traidor, el malo, el que despierta la antipatía, de hecho, no son pocas las narraciones que no tendrían interés sin ese personaje. Por eso, algunos de los grandes maestros de la traición tienen su nombre en letras mayúsculas en la Historia como ejemplo de indeseable, como aviso de hasta dónde puede llegar la bajeza humana. Por otro lado, parte de la Historiografía y algunos (malos) historiadores han colocado en este infame capítulo a personajes que, vistos con perspectiva y sin prejuicio, no pueden ser considerados traidores.     

Si se entra en el universo de la política es imposible no toparse continuamente con una legión de auténticos especialistas en la defección, fenómenos en el campo de la deslealtad, campeones de la infidelidad y la deserción. Baste el ejemplo del francés Pierre Laval, que entró en política como socialista, pero se entregó a los nazis en cuanto ocuparon Francia; fue el más eficaz colaboracionista y defensor de los intereses alemanes. Y no se conformó con el cambio de chaqueta, sino que en un ejercicio de traición a su país, entregó judíos franceses a las SS, envió miles de compatriotas al trabajo forzoso a Alemania, puso la industria francesa al servicio de los invasores nazis… Al final de la guerra lo acogió Franco, pero a éste no le gustaban los que traicionan a su patria, así que tres meses después lo devolvió a Francia, donde fue juzgado, condenado y fusilado antes de acabar 1945. 

En España, entre las historias de traidores siempre se ha contado la del ‘pastor lusitano’ Viriato. En el siglo II a.d.C. las legiones romanas no podían con él, así que sobornaron a algunos de sus hombres, que lo acuchillaron mientras dormía. Lo mejor de este episodio viene luego, cuando los traidores van a cobrar la recompensa; algunos autores antiguos afirman que los romanos les dijeron “Roma no paga traidores”, mientras que otros escribieron que lo dicho fue “A los romanos no nos gusta que los soldados maten a sus generales”; en todo caso, no les pagaron y los cogieron prisioneros. Lo más probable es que los pagadores optaran por fingirse dignos, hacer desaparecer a los traidores y quedarse con el dinero.

La del asesinato de Julio César es una que todos conocen. Fue apuñalado por protegidos suyos, por partidarios de su enemigo Pompeyo a los que él derrotó, perdonó y otorgó cargos. Pero lo significativo del asunto es el hecho de que los asesinos (Bruto, Casio, Trebonio, Casca…) estaban convencidos de que el pueblo y el ejército pensaban como ellos, creyeron que todos les iban a agradecer que acabaran con César, que los aclamarían por ello; incluso que la libertad y la República exigían la muerte del general, político y escritor. Es una buena muestra de lo lejos que suelen estar los políticos de la realidad: se reúnen, hablan obsesivamente del mismo asunto dándose unos a otros la razón, se convencen fanáticamente de que todo el mundo está deseando lo mismo que ellos y que, por tanto, su acción los convertirá en héroes del pueblo… Los hechos fueron muy distintos: los conspiradores hubieron de huir, hubo guerra posterior, los asesinos se suicidaron o fueron ejecutados y, poco después, llegó el Imperio. Como siempre, los políticos ya vivían en su mundo, varios metros sobre el suelo.  

Los reyes visigodos de Hispania fueron también auténticos aventajados de la traición, pues raro es el que no fue apuñadado por la espalda, mutilado o cegado. Pero de entre todos destaca el conocido como ‘doble traidor’, Witerico. Primero conspiró para asesinar a un poderoso obispo y a un aristócrata, pero poco antes del atentado pensó que si denunciaba a sus compañeros se ganaría el favor de clérigo y noble y, por tanto, del rey (Recaredo). Así lo hizo. Después, reinando ya Liuva II, le fue entregado un ejército para combatir a los bizantinos en la región levantina; sin embargo, a medio camino debió pensar: “tengo un ejército potente, ¿por qué ir contra esos extranjeros?, mejor me vuelvo contra el rey, lo liquido y yo seré rey”. Así lo hizo. Fue monarca de Hispania de 603 a 610, cuando fue invitado a un banquete tras el cual fue cosido a puñaladas (método clásico visigodo). Su cuerpo fue arrastrado por la multitud por las calles de Toledo. Tampoco puede olvidarse al traidor conde don Julián, quien, descontento porque ansiaba más honores que los que el rey don Rodrigo le había dado, no dudó en aliarse con los musulmanes a cambio de, claro está, dinero y honores.

Sin embargo, aunque algunos historiadores y la creencia popular les coloque el sambenito de traidores, hay personajes que de ningún modo pueden ser llamados así. Por ejemplo, no se puede decir que Claus von Stauffenberg, que encabezó el atentado contra Hitler de julio de 1944, fuera por ello un traidor, ya que el Führer sí que había traicionado al pueblo alemán, al ejército y, en fin, a toda la Humanidad. Igualmente Vellido Dolfos, el héroe leonés que mató al rey Sancho II en 1072; a éste no le había gustado el reparto de reinos que hizo su padre Fernando I de Castilla, así que en cuanto tuvo oportunidad asedió Zamora, que había correspondido a su hermana doña Urraca; dice la leyenda que Dolfos salió de la ciudad haciéndose pasar por desertor, se ganó la confianza de Sancho y al primer descuido… lanzada en la espalda; Sancho murió en ese cerco a Zamora, pero no está claro cómo; en todo caso, que un leonés salga de la Zamora asediada (Reino de León) y se meta en la boca del lobo para acabar con el jefe enemigo, ¿es un caso de traición o un hecho heroico?

También en algunos lugares de America se considera sinónimo de traición a la india Malinche. Ésta, de etnia nahuatl, había sido vendida a los mexicas como esclava por su propia madre, que al casarse en segundas nupcias la vio como un estorbo; luego fue entregada a un cacique maya. En 1519, después de ser una esclava toda su vida, fue regalada a Hernán Cortés, quien no tardó en advertir las cualidades de esa muchacha (tendría 18 ó 20 años) que hablaba dos lenguas (nahuatl y maya) y que pronto aprendió castellano. En su ‘La verdadera Historia…’, Díaz del Castillo habla de ella con auténtica veneración. El caso es que Cortés la tuvo a su lado y, por primera vez en su vida, fue tratada como persona; el conquistador la escuchaba, la respetaba, seguía sus consejos e indicaciones…, y tuvo un hijo con ella, Martín Cortés, uno de los primeros mestizos y por quien el conquistador intercedió ante el Papa para que fuera reconocido como legítimo. Así, teniendo en cuenta que no existía México ni nada parecido a ‘conciencia de país’, ¿a quién debía fidelidad la Malinche?, ¿a los que la trataron como un animal o a quien la trató como persona y la mantuvo a su lado como ‘doña Marina’?   


CARLOS DEL RIEGO