miércoles, 28 de enero de 2015

ZAPATERO: EL INEXPLICABLE TRIUNFO DE UNA MEDIANÍA El que fuera presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, ha vuelto a las primeras páginas por dos razones; una por reunirse con el líder político de un partido político rival, la otra por colocar a su hija en Real Madrid Televisión.

Sin pensar ni calcular consecuencias, sin maldad ni juicio,
Zapatero se fue a cenar con el enemigo
La segunda no tiene mayor relevancia, pues es la cosa más común. La primera tiene gran significación, puesto que da impresión de deslealtad irse a conferenciar con la mayor amenaza para su grupo político de toda la vida, y ello además a espaldas del cabeza de lista que, se supone, debería contar con su apoyo incondicional. Sin embargo, conociendo al personaje, como toda España lo conoce a estas alturas, hay que colegir que no lo ha hecho con aviesas intenciones, con maldad, ya que no es Zapatero este tipo de gente. No, el expresidente no es un personaje artero y sibilino, tampoco corrupto o codicioso, nada de eso, él es simplemente corto de entendederas, un hombre simple que actúa inconscientemente y sin calcular las consecuencias de sus actos. Así lo demostró cuando, ocupando tan importante  cargo, declaró que aceptaría cualquier decisión surgida del parlamento de Cataluña, cosa que dio un poderoso impulso al nacionalismo separatista, un impulso cuya inercia se mantiene a pesar del tiempo transcurrido. Lo corroboró cuando soltó en el Congreso, de improviso y sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, que daría 400 euros a cada español, ocurrencia que dejó de piedra a su ministro de Hacienda (Solbes); esta majadería costó una millonada a las arcas públicas y no resolvió nada a nadie. Ratificó definitivamente su estrechez mental cuando se acercó a consolar a un familiar directo de una víctima del terrorismo con algo así como: “te entiendo muy bien, también mataron a mi abuelo”; como si perder a un padre, hijo o marido fuese lo mismo que perder a un abuelo veinte años antes de haber nacido… ¡Y qué decir de cuando negociaba con los asesinos a la vez que éstos asesinaban!

Su actitud irreflexiva, su forma de hablar y actuar es típica de una persona que no piensa lo que va a decir y hacer. Muchos leoneses que lo conocieron antes de ser un pez tan gordo, antes de que entrara en política, antes incluso de alcanzar la mayoría de edad, podrían contar unas cuantas anécdotas, situaciones y hechos desconcertantes acerca de este buen señor.

Como se sabe, él ha vivido casi toda su vida en León, una ciudad pequeña en cuyo centro todo el mundo termina por encontrarse y por saber de todo el mundo. Tendría el joven Zapatero unos 15, 17 años, cuando frecuentaba un bar llamado El submarino (era largo y estrecho) para echar la partida a las cartas; perdía casi siempre, claro, y por una causa u otra debía dinero a la mitad de los jugadores. Un día lo cazaron haciendo trampas y, como es lógico, le llamaron de todo y le dijeron que no volviera por allí, que nadie jugaría con él. El hecho no pasa de una tontería de adolescente; pero lo del día siguiente es muy revelador: a la hora de siempre allí apareció como si nada hubiera ocurrido. Anonadados, los demás le gritaron que a qué volvía, que era un tramposo…; él callaba y mostraba una grande y pasmada sonrisa, incomprensiblemente ajeno a la situación, evidenciando una sorprendente falta de recursos mentales para entenderla, como si no fuera capaz de asimilar lo vergonzante del trance. Los jugadores se volvieron a sus naipes y coincidieron en un rotundo y general “¡este tío es tonto!”.  
      
Tras terminar Derecho a trancas y barrancas y contra el pronóstico de sus más allegados (conocedores de su limitada capacidad de trabajo y voluntad) sustituyó a un profesor durante dos o tres meses. Los que tuvieron la suerte de acudir a sus clases afirman que era caótico, incapaz de terminar una explicación, se dispersaba y concluía muy lejos de la cuestión a tratar. Asimismo, una de sus alumnas cuenta cómo este profe le suspendió un examen del que salió contenta, de manera que cuando fue a pedir explicaciones comprobó que el hombre no había dado la vuelta a la página y, por tanto, no había leído todo el ejercicio…; el amigo Zapatero le dijo a la chica que no tendría problema con la nota.

Sin solución de continuidad el curioso y simplón personaje pasó del pupitre al sillón oficial, pues nunca estuvo verdaderamente incorporado al mercado laboral. Así, cuando ocupaba uno de sus primeros cargos, recibió a unos jóvenes que le fueron a pedir subvención para una iniciativa cultural. Cuentan los interesados que el tipo habló mucho más que los pedigüeños, glosó las excelencias de la cultura en general y las bondades del proyecto en particular. Sin embargo, una vez terminada la reunión, los solicitantes se preguntaron entre ellos en qué había acabado la cosa, es decir, no tenían claro si ese señor tan sonriente y parlanchín les iba a soltar la pasta o no…, en fin, que se marcharon recordando que primero les dijo que sí, luego que era casi imposible, después que tal vez y, finalmente, que no se preocuparan. Como era de esperar, el asunto cayó en el saco del olvido.  

No, Zapatero nunca fue calculador, astuto o sagaz, nunca capaz de sutilezas, y las trampas que a lo largo de su vida ha consumado no han tenido planificación y cálculo de beneficios; nada de eso, sus maniobras y marrullerías han sido producto más de la ausencia de intelecto que de verdadera maldad. Si a su imposibilidad para detenerse un segundo para pensar en los resultados de sus actos se suma su evidente falta de merecimientos (siempre receló del mérito), y a ello se añade su temor al esfuerzo, el resultado es la mediocridad. Lo malo es que, sin comerlo ni beberlo y aprovechando una situación excepcional, llegó nada menos que a presidente de gobierno. Como no podía ser de otro modo, la medianía guió al pueblo con resultados calamitosos en muy diversos campos. 
   
La última que se le ha ocurrido a esta especie de Ignatius J. Reilly ha sido agasajar, complacer en reunión supuestamente secreta al contrincante político. En alguien con más seso podría definirse el asunto como pura traición. En Zapatero, como en el protagonista de ‘La conjura de los necios’, es sólo sandez. Inopinada y desconcertante sandez.

La trayectoria vital del presidente emérito es una muestra de que es posible triunfar en la vida siendo alérgico al trabajo y careciendo de talentos y virtudes. 
  

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 25 de enero de 2015

PERVERTIDOS, INDESEABLES Y CRIMINALES EN EL MUNDO DEL ROCK Malos hay en cualquier sitio, y el mundo del rock no es excepción. No es que abunden, pero hay depravados y cobardes, hay violentos y asesinos, hay verdaderas hienas humanas escondidos tras la guitarra eléctrica.

El rock también tiene sus demonios, sus depravados, su hombre del saco.
La maldad está presente en todas partes, y así como hay buena gente en cualquier capa de la sociedad o entre los más diversos campos profesionales, igualmente se encuentran malas personas en todo sitio o colectivo. Y tal sucede también en el universo de la música rock, que no está exento de sus dosis de abyección y ruindad. Lógicamente se dan casos de traición y deslealtad, de robos y estafas, de engaños, mentiras y otras típicas y comprensibles debilidades humanas, pero esto es otra cosa, esto es algo que traspasa los límites de la criminalidad más sucia. Eso sí, afortunadamente, no son pocos los hechos y personas que poner en el otro lado de la balanza.

Dentro de los más asquerosos y miserables de la historia del rock & roll, sin duda indignos de ser recordados, hay auténticos pervertidos asquerosos como Gary Gliter, Ian Watkins o Roy Harper. Son tres callas crudelísimos, tres pederastas que no deberían salir nunca de presidio. El primero, otrora estrella del glam, ha sido acusado y condenado unas cuantas veces por todo tipo de actos depravados con menores en varios lugares del planeta; incluido en el Registro de Ofensas Sexuales como ‘de los más peligrosos criminales’ y extraditado de un país a otro al no querer acogerlo ninguno, este degenerado viene ejerciendo sus fechorías desde hace décadas: al parecer, en los setenta del siglo XX ya estaba en eso junto al locutor de la BBC Jimmy Saville, cuyas infamias se descubrieron una vez muerto. Ian Watkins (líder de un grupo de cierto éxito en los noventa) ha sido condenado a 35 años de prisión por numerosos cargos de abusos a niños menores de trece años, e incluso a un bebé ¡de once meses!; ni los animales se salvaron de sus instintos animales; el juez afirmó que esta bestia de dos patas “es un riesgo para mujeres y niños” y añade términos como “profundidades de la depravación”. Roy Harper (autor folk, amigo de los Led Zepellin y los Pink Floyd) está siendo juzgado tras ser sido denunciado por forzar a niñas de entre once y dieciséis años, y todo apunta a que pasará unos cuantos años a la sombra (sean los que sean, son pocos comparado con el daño hecho). De la misma calaña que esos tres degenerados es John Phillips, de The Mamas & The Papas, que introdujo a su hija Mckenzie en las drogas y, peor, en el mundo del sexo.

No falta en el planeta de la música rock la figura del cobarde despreciable que golpea y maltrata física y psicológicamente a su mujer. Destacan en este malvado y canallesco apartado dos envilecidos desalmados como Ike Turner o Bobby Brown. El primero zurró y vejó a la gran Tina Turner durante años, hasta el punto de que la ‘Reina Ácida’ intentó suicidarse con pastillas; saturado de cocaína, Ike pegaba o abandonaba a su mujer e hijos como no lo hace ninguna alimaña de cuatro patas; en más de una ocasión Tina hubo de refugiarse en casas de amigos e incluso llega comprarse una pistola; finalmente consiguió el divorcio de semejante protoser. Bobby Brown hizo prácticamente lo mismo con Whitney Houston, de cuyo éxito se aprovechó y, a cambio, la molía a palos y la indujo a las drogas, las cuales, finalmente, la llevaron a la muerte. Ambos son reconocidos como ‘wifebeaters’ que viene a ser ‘golpeaesposas’.

En otro escalón se puede situar a los pistoleros. Aquí caben desde el iracundo productor Phil Spector, encarcelado por asesinato, hasta los raperos-gángster, aunque el rap no puede ser considerado música (no es tal si no se puede tararear ni admite instrumentales) y, ni por asomo, rock. También tienen querencia a las armas y al olor a pólvora un tipo de dudoso talento como Kid Rock u otro con más meritoria trayectoria como Ted Nuggent; sin embargo, éstos ‘sólo’ se divierten matando pumas, osos…; seguro que se camuflan en un tendejón y, con fusil de mira telescópica, tiran contra los animales a unos metros de distancia para luego exhibir su trofeo como si hubieran realizado una proeza.

Sí, la maldad está en todas partes, como la bondad. Pero una cosa es estafar a un colega, plagiar descaradamente, traicionar a un amigo, engañar a quien confía en ti u otros pecados incruentos (incluso ser un bocazas engreído como Morrisey), y otra es abusar de niños y, en fin, ejercer la más sucia y cobarde violencia.  

Ojalá el rock los borre de su memoria.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 21 de enero de 2015

LA ‘PREOCUPANTE’ CUESTIÓN DEL PIROPO Sorprende que con los fregados en que está metido el poder judicial, algunos de sus integrantes pierdan tiempo y energías en banalidades como el piropo. Lo siguiente será sacar a colación si son galgos o son podencos.


Piropos callejeros de este jaez están más en desuso que
 los curas de esta imagen de Catalá-Roca
Hace unos días salió en todos los periódicos: el Consejo General del Poder Judicial, por medio de la presidente del Observatorio de Violencia de Género, Ángeles Carmona’, se lanzó a todas las portadas al declarar que “el piropo es una invasión a la intimidad de la mujer (…), y nadie tiene derecho a hacer un comentario sobre el aspecto físico de la mujer”. Y para demostrar la importancia del problema desveló que en El Cairo las mujeres van con auriculares para no escuchar lo que continuamente les dicen los hombres; en principio no parece que el ejemplo de la capital de Egipto sirva para España, pues nada tiene que ver lo que pasa allí con lo que hay en las calles españolas; además, tampoco puede decirse que el principal problema de las mujeres en los países musulmanes sean los piropos…, en fin que, puestos a elevar la voz por el género femenino en estos lugares, es fácil encontrar otros motivos muchísimo más graves…

Sea como sea, el asunto demuestra un par de cosas. Primero que en ese consejo general no deben tener mucho que hacer, pues es fácil encontrar numerosas causas de mayor interés y provecho para la población por las que elevar la voz. Segundo, que quienes integran esta cuadrilla están lejos de la calle, ya que la cosa no puede estar más en desuso; la imagen de viandantes y obreros diciendo vulgaridades y ordinarieces a ‘Mari’ se ve menos que el Nodo. Así, lo que muestra el vídeo de la mujer que, paseando por Nueva York, es piropeada, mirada de soslayo y aludida toscamente (si es que no está manipulado), es prácticamente imposible que suceda aquí (seguro que este vídeo ha influido en la ocurrencia de la señora del observatorio); y además, hay otro vídeo similar en el que el protagonista es un hombre. Asimismo es fácil observar que las féminas han adoptado en las últimas décadas actitudes y comportamientos hasta hace poco exclusivos de los hombres, como la costumbre de soltar tacos continuamente y proferir amenazas e insultos groseros, o como el auge de las fiestas con ‘stripers’ masculinos exclusivas para mujeres; en ese sentido, también se han soltado la melena a la hora de tirar flores y lisonjas a los chicos (a veces con varonil zafiedad), aunque sólo en ambientes de confianza y familiaridad.

Hay que entender que se refiere la consejera Carmona a quien se dirige a una desconocida por la calle; es decir, no tendrán igual consideración las zalamerías y cucamonas a una desconocida en la acera que los cumplidos, más o menos bastos, a la compañera de trabajo que devuelve una sonrisa. ¿Y decir a una mujer cosas como ‘¡qué ingeniosa eres!’ no es, en realidad, una alusión evidente a su intimidad? Si se reflexiona detenidamente sobre el asunto, se puede concluir que hay más atentado a lo estrictamente íntimo cuando un desconocido se te acerca y te pregunta por qué partido votarás o cuál es la radio que más te gusta; estos abordajes callejeros sí que son, sin duda, mucho más atentatorios a la intimidad que el piropo (no confundir con la grosería, que es más insulto que otra cosa), puesto que, en puridad, las palabras zafias y rastreras se refieren no a la intimidad, sino exclusivamente a la superficialidad, a lo que se ve por fuera. En todo caso, el ya muy inhabitual (y más bien palurdo) ‘¡tía buena!’ a una desconocida sentará mal a unas y no tan mal a otras, pero parece exagerado darle importancia judicial, salvo que la cosa no se quede ahí y se convierta en verdadero acoso, que ya es otro cantar.

Otro aspecto desde el que analizar el tema es el de la comparación con otras controversias más o menos relacionadas. Por ejemplo: si la libertad de expresión incluye infamar, denigrar, menospreciar, insultar a otras personas, instituciones o religiones, ¿el piropo debería tener idéntica consideración y ser valorado como libertad de expresión?; o lo que es lo mismo, largar una grosería a la viandante solitaria ¿es cosa peor que vocear, editar, publicar que la única iglesia que ilumina es la que arde o que los banqueros son todos ladrones? ¿No invade más el derecho personal el insulto? ¿Y la invasión telefónica, casera o callejera sobre gustos y preferencias, o propagandística, a que se somete al ciudadano? Asimismo, si el piropo es considerado evidencia punible de machismo ¿no deberían verse con idénticos ojos las groseras y explícitas imágenes que la publicidad vierte continuamente en televisión?

En fin, que levantar tanta polvareda por cuestión tan escasa supone una desproporción casi hilarante. Sobre todo teniendo en cuenta la levedad con que el poder judicial mira otros actos más gruesos, incluso delitos graves.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 18 de enero de 2015

LOS CLÁSICOS Y LAS MODAS EN ESTO DEL ROCK Y EL POP Si un grupo o canción sigue escuchándose por más años que pasen es porque tiene algo más que moda. Y precisamente porque lo que está de moda pasa rápidamente, lo que permanece se convierte en clásico.

Los auténticos clásicos no pierden con el paso del tiempo
“Menuda antigualla”, dijo una adolescente cuando en la radio sonaba una de los Beatles; preguntada por sus preferencias, proclamó orgullosa que lo bueno y moderno es Katy Perry, Taylor Swift o Melendi. Otro joven de veintitantos, con pendientes varios en la oreja y barbita rala, se mofó del espacio que los medios de comunicación daban a la muerte de Joe Cocker y otros “viejos fósiles”, cuando la música más auténtica y “de nuestro tiempo”, gritó, es el rap (y eso que difícilmente esto puede ser considerado música, ya que no se puede tararear ni admite instrumentales). El atrevimiento engreído de la mocedad es hasta cierto punto disculpable (afortunadamente también hay jovenzuelos que descubren con admiración a los grandes clásicos), sin embargo, existen muchos ya entrados en años que sostienen sin pudor que Mecano fueron mejores y más influyentes que cualquier grupo del “paleolítico”, refiriéndose así a los sesenta del siglo pasado.

Una de las características de la música pop y rock es su urgencia, la velocidad con que se suceden los éxitos, lo fácilmente que se pasa de la cumbre al abismo; de este modo, existe una industria que manufactura música de usar y tirar, canciones y discos (pronto ya ni esto) con poco más valor que cualquier otro producto, como un paquete de pañuelos de papel, que se utilizan, se desechan y, por supuesto, se olvidan porque se pueden comprar otros iguales. Por eso, los nombres que consiguen superar la barrera del tiempo, los que conectan con generaciones sucesivas, no hacen sino consolidar su valor, ya que demuestran haberse situado por encima de las modas y gustos pasajeros. Son los que alcanzan el estatus de clásico. Así, lejos de quedarse anticuados, los años los verifican y consolidan, y al contemplarlos con la perspectiva de los años parecen incluso agigantarse. En fin, que no puede olvidarse que la principal característica de aquello que está de moda es que pasará de moda, mientras que lo que verdaderamente tiene ingenio y talento no depende de los gustos y, por tanto, ni está ni pasa de moda.

Curiosamente, ni el púber más ingenuamente arrogante y con más espinillas en la cara calificaría de pasado de moda a Beethoven, aunque de él conozca poco más que el nombre y el consabido ‘ta, ta, ta, taaa’ con que empieza su quinta sinfonía; ningún chavalote de cuarenta se atrevería siquiera a comparar al Capitán Alatriste con Don Quijote; nadie con un mínimo de criterio diría que las películas de ‘Torrente’ son más graciosas que las de los Hermanos Marx. Sin embargo, con la música más joven, la surgida hace unos sesenta años, la cosa cambia, y tal vez porque cualquiera se siente un iniciado en la materia, se la menosprecia o ensalza en función de su fecha de aparición y no según sus cualidades. Pero el caso es que al final, el tiempo termina por colocar a cada uno en su sitio, y sólo perdura aquello que contiene algo más que formas, adornos o estilos momentáneos.

Los discos de los clásicos se siguen vendiendo, sus canciones aparecen en el cine y la televisión, sus melodías se integran en películas y series proporcionando desde ambientes especiales a referencias temporales; sin embargo, ¿cuántos números uno efímeros, cuántos artistas que estuvieron de moda venden algo pasados unos años? No hará falta mencionar nombres.

En esto del arte, la historia sólo reconoce el mérito.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 14 de enero de 2015

SI LOS ATENTADOS DE PARÍS SE HUBIERAN PERPETRADO AQUÍ… Desafortunadamente para los estúpidos fanáticos que han asesinado en Francia a dibujantes, policías y a quien se les puso delante, Francia no es España

No hace falta ser Charlie para condenar atrocidades como esta
En la Galia de hoy han arraigado algunos conceptos que no terminan de entenderse en la actual Iberia. Si esos asquerosos pistoleros acéfalos hubieran elegido una revista española, contarían de entrada con un buen número de apoyos. Así, los amigos de los etarras les aplaudirían y los que pueden y similares los justificarían; por ejemplo, el cretino de Toledo ha llegado a asegurar que la imagen del fanático desalmado que remata a un moribundo es un montaje, y además ha justificado los atentados señalando que “occidente mata millones cada día” (y eso que en el mundo mueren unas 52 millones de personas al año), son palabras de un auténtico catedrático en estupidología práctica que culpa a occidente de todas las desgracias de este mundo, por lo que (según él) cualquier ataque contra cualquier occidental es justificable. Y por otra parte, y mucho peor, de haberse producido esa monstruosidad en España, no sería descabellado pensar que los asesinos podrían contar con la benevolencia de los jueces de la Audiencia Nacional, los cuales encontrarían razones y resquicios legales para rebajar penas y conceder beneficios, es más, no sería disparate aventurar (según los antecedentes) que sopesarían encausar a los policías alegando (por ejemplo) haber causado situaciones de enorme estrés a los pobres islamistas, y que el cerco y muerte de los acosados asesinos había sido una acción desproporcionada.

De este modo, si las matanzas hubieran sido aquí, los terroristas hubieran sido tratados de héroes por unos y de poco menos que víctimas por la caterva de grandes estrellas de la toga que, incomprensiblemente, alzan la voz siempre a favor de los agresores, aunque jamás se les ha escuchado una palabra por las víctimas y sus familiares; no se dan cuenta (o sí, vaya usted a saber) de que cada beneficio que otorgan al criminal supone una bofetada al muerto y su entorno… A veces se puede tener la impresión de que los aristócratas de lo judicial se sienten sólo eso, jueces, desertando de su condición de personas… Es una butade, pero dejando volar la imaginación cabe preguntarse ¿para qué pagar a estos figurones (los patricios de la judicatura), para qué mantenerlos en nómina cuando unos cuantos programas de ordenador podrían dictar sentencia con idéntica inhumanidad? ¿A qué obedece esa actitud de velar sólo por el derecho del matón?; es un misterio; puede ser síndrome de Estocolmo, miedo, cierto sentimiento de culpa por tener una vida fácil, temor a parecer muy duros y por tanto ser tachados de fachas, ansias de sentirse protagonistas y estupendísimos…, aunque lo más probable es que haya un poco de todo. Uno de los peligrosos delincuentes liberados gracias al empeño de la AN por hacer cumplir una disposición no vinculante, no obligatoria, de la Unión Europea, fue detenido semanas después acusado de asesinato: ¿alguno de los sumo-sacerdotes de ese Sanedrín, algún Caifás o Anás sentirá algún remordimiento?  

Por otro lado, da envidia la postura de los franceses, ya sean políticos o ciudadanos de a pie: ante un hecho tan salvaje como un atentado terrorista todos se han unido (sólo faltó la extrema derecha), pues entienden que el ataque va contra su país y sus libertades, algo mucho más importante que las militancias políticas. Tristemente, en España se hubiera utilizado políticamente el bárbaro acto. Tal situación se produjo tras los atroces atentados contra los trenes de Madrid en 2004. Una prueba: recientemente se han enzarzado en disputa líderes de dos partidos políticos que se atribuyen la convocatoria de las concentraciones, ilegales, que entonces se produjeron ante la sede de un tercer partido con el fin de responsabilizarlo de aquella masacre. Es decir, quienes pretenden gobernar el país y, por tanto, ser los garantes de la legalidad, alardean sin pudor de haberse pasado la susodicha por el forro, demostrando así que están dispuestos a todo (incluyendo el aprovechamiento de la muerte de casi 200 compatriotas) en pos de sus fines políticos.

Finalmente es preciso recordar que la revista satírica francesa tiene derecho a existir y publicar, y ello aunque a muchos ciudadanos sus chistes les parezcan groseros y chabacanos, a veces carentes de ingenio, otras simplones e incluso pueriles, y siempre maniqueos. Sin embargo, la salvajada contra dicha publicación es inadmisible: los guionistas y dibujantes tienen todo el derecho a ser vulgares y malhablados, a señalar y ridiculizar a quien les parezca, incluso a ofender y provocar. Y si alguien cree que se pasan de la raya que los denuncie. Claro que para esto es preciso tener cerebro.     
   

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 11 de enero de 2015

EL REY ES OCTOGENARIO. EL MITO ELVIS ES ETERNO Hubiera cumplido ochenta años si el hombre siguiera vivo. Pero lo que permanece es el mito. La inconfundible voz suena a diario en todo el mundo y su recuerdo siempre es actualidad: su primera grabación se ha vendido por 300.000 dólares

Elvis en los años 50 del siglo XX, cuando revolucionó algo más que la música_ hoy sería octogenario
De vivir el hombre, el mito sería muy distinto y, seguro, estaría… desteñido, decolorado, desfigurado. Hoy, la mitología del rock, y de todo el siglo XX, señala a Elvis como algo más que un músico, hoy es simplemente El rey. De acuerdo en que no fue el ‘inventor’ del rock & roll, de eso se encargaron Berry, Lewis, Haley, quienes a su vez tomaron lo que hicieron otros y dieron el siguiente paso; tampoco configuró las estructuras que el nuevo género musical utilizaría posteriormente hasta hoy; sin embargo, el mérito de Elvis fue hacer de imprescindible puente multifunción. 

El rey (este monarca no precisa decir de dónde ni de qué lo es) fue la pieza que logró dar continuidad entre una época y la siguiente, es decir, a pesar de que los más reaccionarios abominaban de esa música y esos bailes, no fueron pocos los entrados en años que reconocieron que el tipo cantaba muy bien y entonaba a la perfección, que poseía una voz armoniosa y, en fin, que transmitía emociones…, como todo gran artista; en España muchos cuarentones y cincuentones de los primeros sesenta aceptaban de buen grado las virtudes de este nuevo cantante…, aunque no acabaran de tragar algunas de sus canciones. Asimismo, Elvis logró otra proeza aun más difícil, pues consiguió que la música de negros, los ritmos surgidos en los peores ambientes, en los lugares de perdición, fueran asumidos por toda la sociedad, sobre todo por la dominante población blanca de USA; antes de él todo estaba perfectamente compartimentado y aislado, pero al poco de ofrecer sus primeros conciertos la mentalidad cambió en Estados Unidos y, por extensión, en todo el planeta. Elvis lo hizo: el rock pasó de los suburbios y locales exclusivamente negros a todo el planeta.


De su vigencia basta una muestra. Hace unos días se subastó la primera grabación de Elvis, un disco de acetato (parecido y previo al vinilo) con el tema ‘My happines’’, que grabó en Menphis en julio de 1953, meses antes de encarar eso de la música como algo más que una afición (su primer disco publicado fue el ‘That´s all righ’, un año después); en aquellos años era cosa normal presentarse en un estudio de grabación, cantar una canción y llevarse el disco en el acto pagando muy poco. Sea como sea, en torno a este disco hay más de una versión: unos dicen que lo grabó con los cuatro dólares que le prestó un amigo, pero como en su casa no había tocadiscos, allí quedó sin que nadie le hiciera caso, así que dicho amigo lo recuperó; otros que el propio Elvis pagó los cuatro pavos y le regaló el disco a su madre por su cumpleaños. El caso es que ese disco es una pieza única, ya que nunca fue publicado como tal: no hay más copias. Hace unos días, coincidiendo con la fecha exacta del 80 aniversario de su nacimiento, se subastó esa singularidad de la historia de la fonografía en la emblemática mansión de Graceland (junto con otros tesoros), donde alcanzó la cifra de 300.000 dólares.

Parece imposible escribir sobre Elvis Presley y aportar algo mínimamente novedoso, pues es uno de los protagonistas de la historia del siglo XX que más atención ha suscitado en todo el mundo; por no hablar de que se trata del hombre más fotografiado desde que existen fotos (o al menos empata con el que más). A pesar de todo… En pocas palabras, Berry y los demás crearon, pero sin el Rey el rock & roll llevaría décadas de retraso, ya que él fue el encargado de darle la imprescindible difusión planetaria. No es atrevido afirmar que sin Elvis el rock sería algo mucho más pálido, menos emocionante y atrevido, algo totalmente distinto y carente de todos los matices y atractivos que hoy lo adornan. ¡Ah, y cómo bailaba El rey! 

El hombre sería un octogenario. El mito es eterno.


CARLOS DEL RIEGO

viernes, 9 de enero de 2015

PODEMOS Y LA CONSTITUCIÓN DE 1978 Quienes vivieron aquellos años recordarán la alegría e ilusión con que los españoles vivieron la reforma, las votaciones, la Constitución. Hoy existe una corriente que reniega de la misma y, por tanto, de quienes allí estaban para aprobarla

Chiquilicuatre
Ruiz Mateos
Gi
Abunda en ciertos sectores de la juventud española una cantinela que más o menos viene a decir: “yo no voté la Constitución y por tanto no tengo por qué acatarla”. En el mismo sentido, los recién llegados a la clase política (los que aseguran que pueden) y alguno que quiere pescar en el revuelto río, anuncian profundos cambios en esa Constitución de 1978. Sea como sea, existe una corriente no desdeñable contraria a aquel texto legal que los españoles apoyaron de modo tan mayoritario.

Aunque parezca innecesario, conviene recordar que en aquellos cruciales años (la segunda mitad de los años 70 del siglo pasado), los ciudadanos españoles dijeron sí a las leyes de reforma política y, posteriormente, al referéndum que consagró esa denostada carta magna española; y todo ello con una participación masiva y con porcentajes de apoyo en torno al 90%. Esto quiere decir que esos que afirman que se hubieran posicionado en contra, en realidad habrían estado entre los que no deseaban una democracia para el país, que básicamente eran los grupos de extrema derecha (Falange, Fuerza Nueva), pues el resto de las opiniones políticas expresaron sin la menor duda su respaldo. En fin, que la legión de irritados (con razón) contra la clase política parecen haberse reunido en torno al partido político que asegura poder solucionar los problemas.
Iglesias, un producto mediático como los otros, pero nada más
Este tipo de formaciones políticas cuentan con respaldo importante en momentos de crisis económica: así fue en Italia con Movimiento 5 Estrellas, así es en Grecia con Siryza y así parece ser en España con Podemos (a la hora de la verdad, no será tanto); lo malo es que también fue un partido con promesa de salvación para todos el que acabó con la República de Weimar en la Alemania de los años 30 del siglo XX (no es preciso recordar el nombre de aquel partido). Sea como sea, nadie debería creerse que hay quien tiene la varita mágica que va a resolver todo, pues no existe bálsamo de Fierabrás que todo lo cura. Nada de eso, no existen soluciones simples a problemas complejos. Por ejemplo el problema de la corrupción, lacra que es cosa de las personas, de que se sea más íntegro o más deshonesto, sin que en realidad nada tenga que ver la ideología, ya que el deporte del trinque se practica en todos los partidos, en todas partes; además, las cabezas visibles del partido liderado por el homónimo del fundador del Psoe tienen, antes incluso de tomar contacto con el poder, no pocas sombras de incorrecciones monetarias, así como sospechas de nepotismo, amiguismo y endogamia en su ámbito profesional (la Universidad, que en algunos casos funciona como un estado dentro del estado). Otro  problema que prometen solucionar es el de la deuda externa, ya que, llegado el caso, se negarían a pagar, aunque también dicen que si fuera necesario se pediría más dinero prestado (es difícil creer que se te preste algo cuando alardeas de no hacer frente a tus números rojos). En fin, que prometen dinero y subvenciones para todo ciudadano necesitado, y para explicar de dónde lo van a sacar señalan la lucha contra el fraude y el aumento de impuestos, como si no fuera éste un capítulo al que se aplican con diligencia todos los gobiernos.

Las soluciones simples y rápidas enunciadas desde la ausencia de responsabilidades son muy fáciles de presentar y defender, pero luego la realidad se impone, y lo que desde la barrera parecía una oveja, en el centro de la plaza es otra cosa mucho más temible. Por otro lado, ese tipo de creencia en el remedio facilón es característico de personajes surgidos de los medios, sobre todo la televisión y las redes sociales, y/o de criaturas convencidas de poseer el monopolio de la verdad. Dejando a un lado sus sospechosas preferencias (por citar una, sus declaraciones evidencian más proximidad a terroristas, a todo tipo de terroristas, que a víctimas), las cabezas del grupo político que se ufana de poder, en realidad son productos exclusivamente mediáticos. Así, salvando las distancias, su líder no deja de recordar a tipos como Ruiz Mateos (con sus declaraciones y poses esperpénticas), a Jesús Gil (con su tono desafiante y chulesco) e incluso al ya olvidado y patético ‘Chiquilicuatre’; todos son productos con buena imagen en cámara, pero lejos de los platós se les ven las costuras, los rotos y descosidos. Así, ¿alguien estaría de acuerdo en que personas como estas metieran mano a la Constitución?

La crisis obliga a España y otros países a caminar cerca del abismo, pero siempre será mejor eso que lanzarse a él directamente. Por eso, una opción política que tiene como una de sus bases el desmantelamiento en profundidad de la Constitución, lo que está asegurando, lo que está prometiendo, es que dará los pasos necesarios para caer por el precipicio. Cierto que la Constitución del 78 no es perfecta, cierto que contiene algunas cosillas con las que muchos hoy no están, razonablemente, de acuerdo (comunidades autónomas, senado, subvenciones…), pero claro, a toro pasado es fácil ver las imperfecciones, o sea, el lunes es fácil acertar la quiniela. Los Podemos garantizan rehacer ese texto que contó con un respaldo masivo sin tener en cuenta que, precisamente ese texto, es el que ha permitido que ellos estén donde están. ¿Hay demócratas dispuestos a confiar en quienes exigen ilegalizar o, al menos, poner un cordón sanitario en torno a cierto partido?, ¿no preferirían pegar una estrella de David en las chaquetas de sus miembros y simpatizantes?

Del mismo modo que el enfermo desesperado recurrirá incluso al curandero, al hechicero y al vidente, hay que estar verdaderamente mal para confiar en quien promete remedio infalible a base de abracadabra. En ambos casos la realidad será, con total seguridad, el fondo del precipicio.

Lo cual no quiere decir que lo que hay es lo ideal.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 4 de enero de 2015

AJUSTANDO CUENTAS CON THE BEATLES Los libros de memorias de grandes personajes o de quienes han estado a su lado han de tener ‘chicha’, carnaza suficiente como para atraer compradores, secretos de alcoba, traiciones, revelaciones asombrosas… o grandes dosis de resentimiento.

Glyn Johns entre Paul McCartney y Mick Jagger
Los relatos de los tiempos vividos se usan también para ajustar cuentas, para que el que escribe sus recuerdos pueda desahogarse a gusto por algo que en su momento le desagradó pero que, debido a las circunstancias, no pudo decir; por eso, décadas después y sin ninguna cortapisa, el relator se atreve a decir lo que no se atrevió a su debido tiempo. Tal es el caso del renombrado ingeniero de sonido y productor Glyn Johns, quien tuvo la suerte de trabajar con algunas de las bandas más importantes de la historia, como Rolling Stones, The Who o The Beatles, y que en sus memorias, ‘Sound man’ (noviembre 2014), maldice y reniega del último lanzamiento discográfico de los de Liverpool, ‘Let it be’.


El productor es algo así como el imprescindible intermediario entre la idea musical y los aparatos, el nexo entre la melodía y la técnica; por ello, debe ser un experto en los controles y, a la vez, saber qué es lo que el artista pretende expresar. Glyn Johns (un auténtico virtuoso de la mesa de mezclas) realizó labores de productor e ingeniero de sonido en los dos últimos discos de los Beatles, el ‘Abbey road’ y el ‘Let it be’. Como todo beatlemaníaco sabe, éste se grabó antes pero apareció después que aquel. Pues el caso es que en las mencionadas memorias el técnico despotrica (cuarentaytantos años después) contra el álbum que cerró la discografía de estudio del cuarteto. Al parecer, George Martin, su emblemático productor, estaba hasta las narices del mal rollo, las fuertes discusiones y los duros encontronazos que continuamente se producían entre tres de los cuatro (además de la omnipresencia de la ‘quinta pasajera’), por lo que entregó a Johns los mandos de la grabación, producción y mezclas. Sin embargo, según desvela en ‘Sound man’, John Lennon le pasó a Phil Spector el trabajo ya hecho para que le diera su toque personal (¡vaya usted a saber qué es lo que John habló con Phil!) Sea como fuera, la obra de Glyn Johns quedó modificada por las nuevas producciones y remezclas que realizó el colérico fabricante de éxitos neoyorquino.
        
Tantos años después (el ‘Let it be’ salió en 1970) afirma el despechado ingeniero que es incapaz de escuchar aquellas canciones, que se sintió agraviado por el hecho de que Lennon se las diera a Spector para que las rehiciera, que éste las deformó hasta convertirlas en algo “ridículo, desagradablemente empalagoso”, y remata con un resentido, rencoroso y tal vez envidioso “Let it be es un montón de basura”.

Todo incondicional de The Beatles estará de acuerdo en que este disco no es el mejor de los trece que editaron antes de la disolución, pero también en que contiene piezas excelentes, títulos que están cerca de la cincuentena y suenan tan frescos como si fueran novedad absoluta, melodías que han pasado de generación en generación y jamás dejan de hechizar, canciones que no sólo no pierden brillo si no que reafirman su talento con el transcurrir del tiempo. En fin, que son ya auténticos clásicos difíciles de imaginar de otro modo. Que ahora Johns arremeta tan exageradamente contra aquel disco suena a venganza por el caramelo que a última hora le quitaron de la boca, a él, que fue requerido por algunos de los nombres más importantes de la historia del rock y ayudó a lograr discos y éxitos fabulosos. Sí, él participó en dos legendarios álbumes de los Beatles, pero en uno de ellos (el último) podría haber figurado como gran artífice, como el que dirigió a Lennon y McCartney, a Harrison y Starkey, quien los guió e iluminó para lograr una obra maestra imperecedera. Pero se interpuso el tan genial como indeseable Phil Spector y él se quedó sin aparecer para siempre como el primero en la lista de créditos.

Eso de que venga otro y tome tu trabajo para retocarlo, corregirlo y pulirlo a su gusto (para fusilarlo, vamos) debe sentar bastante mal, sobre todo si el agraviado es alguien cuya labor viene avalada por el éxito y el reconocimiento general. Es, por tanto, más que comprensible la rabieta de Johns, incluso la virulencia y el desprecio, sobre todo si se ha estado décadas esperando el momento de largar, de ajustar cuentas con aquellos que le ofendieron. Y se ha despachado a gusto; baste señalar que el subtítulo del libro viene a decir: “Una vida grabando éxitos con The Rolling Stones, The Who, Led Zeppelin, The Eagles, Eric Clapton, The Faces…”, o sea, destaca media docena pero omite a The Beatles como pequeña y tardía revancha; por cierto, obsérvese, además, que dice ‘éxitos con’, que indica al lado o a la misma altura, y no ‘éxitos para’, que significa trabajo asalariado o ayuda. Es una muestra de los celos de quienes participaron en la construcción de melodías que seguirán sonando cuando ninguno de los presentes siga aquí.  

Lo que sí puede quedar es una cierta curiosidad por saber cómo hubieran sonado ‘Get back’, ‘Across the universe’ o el propio ‘Let it be’ según Glyn Johns. 
       

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 1 de enero de 2015

ALGUNAS MENTIRIJILLAS DEL CINE ¡Cómo engaña el cine! Sí, para convertir cualquier historia real en una magnífica película hay que adornar, tergiversar, retorcer, y así, burlando la realidad, es como se asombra y se fascina al espectador. Eso sí, a veces las mentirijillas chirrían

El auténtico Custer se parecía poco al que presentó Hollywood
El cine es engaño y trampa, es su esencia, como en el ilusionismo. Sin embargo, hay casos en que la seducción exige incluso modificar la verdad y traicionar a los protagonistas de la Historia. Y no se trata sólo de anacronismos como el del romano que luce reloj. En no pocas ocasiones muchas personas llegan a conocer a un personaje histórico a través del cine. Por ello, sucede que algunas licencias que se toman guionistas y directores para adornar o dar mayor dramatismo al guión, son consideradas como hechos históricos por buena parte del público, que asimila inocentemente estas mentirijillas.

Los casos abundan. Uno de los más reconocibles es el de la supuesta envidia criminal de Salieri a Mozart en la película ‘Amadeus’. Pero como es sabido, Antonio Salieri no sólo no tuvo que ver en la caída del genio, sino que más bien parece que éste y su padre se obsesionaron de modo enfermizo con el italiano al conseguir éste un puesto que Mozart deseaba. El monstruo del pentagrama llegó a acusarlo del fracaso en Viena del estreno de una de sus obras…, cuando el acusado estaba en París.

Una engañifa muy buena tiene al Cid como prota. Hubo un tiempo en que en España se dio por cierto que el héroe medieval español por excelencia había ganado una batalla después de muerto; la realidad es que esta creencia procede de ‘El Cid’ (1961, Anthony Mann), en la que atan el cadáver del caballero al caballo para hacer creer a los moros que está vivo y es poco menos que inmortal, y así los sarracenos huyen despavoridos. El hecho es falso como el bigote de Groucho. Sin embargo, Rodrigo Díaz a caballo y blandiendo el espadón debía ser aterrador. Y el cine agradece estos cuentos.   

Igualmente Hollywood ha distorsionado la figura del capitán Bligh. En varias películas sobre el motín del barco Bounty aparece como un vengativo, cruel y estúpido comandante, presentándose el famoso motín como un acto de legítima defensa, de justicia. Así, en la peli, William Bligh ordena sangrientos y continuos castigos, flagelaciones y ejecuciones (“¡pasadlo por la quilla!”), es malhumorado, sádico y enfrentado a todo el mundo. Pero la verdad es que el capitán era más amigo de dar el sermón, la regañina, que de fustigar y, mucho menos, de ejecutar; es más, era culto y se preocupaba por el bienestar de su tripulación (según diarios, crónicas y memorias). Finalmente fue absuelto con honores en el proceso que investigó la pérdida del barco. ¿El motín?, lo más probable es que, tras cinco meses de placeres y holganza en Tahití, los marineros (vagos, exigidos y mal pagados) no estuvieran dispuestos a volver al trabajo y el aislamiento, por lo que decidieron regresar al paraíso y echarse nuevamente en brazos de las tahitianas. Piénsese: o disfrutando del trópico con nativas amistosas y sin dar golpe o fregando la cubierta… Claro que las pelis atraen más con un buen malo.  

Lo contrario ocurre con el general Custer. Clásicos del cine lo muestran como heroico y sacrificado al frente del Séptimo de Caballería, pero la cosa no fue así. Orgulloso y soberbio hasta lo impensable, la vida de sus soldados le importaba un pito: la brigada que mandó en la batalla de Gettysburg batió todos los récords de bajas, por no hablar de sus asaltos a los poblados indios. La célebre derrota de Little Bighorn fue, sin duda, causa directa de sus desmedidas vanidad y ambición. No sólo cometió el error de dividir sus fuerzas ante un enemigo numéricamente superior, sino que rechazó llevarse unas ametralladoras que hubieran sido definitivas porque lo retrasarían, y él no quería correr el riesgo de que otro llegara antes y se llevara la gloria. El nieto de un soldado que sirvió a sus órdenes declaró que su abuelo le había confesado que el general había sido la peor persona que había conocido en su vida… Pero los estadounidenses tienen sus héroes y gestas y no son escrupulosos si hay que falsear la cosa.

El caso de Juan ‘Sin Tierra’, Ricardo ‘Corazón de León’ y Robin Hood está asimilado por todos: el primero es el malo y los otros dos los buenos. La verdad es distinta. El rey Ricardo, que apenas sabía inglés y no pasó en Inglaterra más de seis meses durante su reinado, se presenta como el héroe de la historia, cuando en realidad estuvo siempre ‘de viaje’, y mucho menos preocupado por su reino y sus súbditos que por hacer buenas migas con Saladino; según un especialista, “fue mal hijo, mal marido y mal rey, pero gran soldado”. Juan (que sí, trató de usurpar el trono…, como todos los hermanos e hijos de reyes de su época) se encargó del gobierno de Inglaterra y sus posesiones francesas mientras su hermano estaba de parranda, quitó impuestos al pueblo, se enfrentó a los aristócratas y firmó la muy avanzada (para ser 1215) Carta Magna. Robin Hood, en fin, era un nombre común para los asaltadores de caminos; alguno podría ser el que menciona la leyenda, pero no coincidió en el tiempo con Juan y Ricardo.   

Falsificación semejante se hizo en ‘Braveheart’. En ésta, Robert Bruce traiciona a William Wallace en favor del rey Eduardo I; sin embargo, la Historia afirma que Bruce engañó al monarca inglés, se unió a la rebelión y la continuó cuando Wallace renunció. Claro que para llegar a ser rey de Escocia no dudó en engañar, traicionar y asesinar, como hacía todo el que podía en aquel entonces, a comienzos del siglo XIV. 
Hay muchos otros casos de licencias históricas en el cine, pero ¡qué sería del cine si sólo fuera Historia!  


CARLOS DEL RIEGO