lunes, 29 de diciembre de 2014

JOE COCKER, LA SOBERBIA VOZ DE UN HOMBRE HUMILDE Aunque afortunadamente algunos resisten, desgraciadamente otros héroes de las primeras hornadas del rock van cediendo al desgaste del tiempo. El gran Joe Cocker acaba de irse, pero siempre quedará su voz. Para siempre.

Desgreñado y tonante, cálido y cercano en aquel legendario festival
Algunos que han llevado mala vida, lo que se dice mala vida, aguantan carros y carretas, achaques, libertinajes y excesos, mientras otros con iguales o menores exageraciones y abusos llegan antes al final. No será necesario recordar nombres. Sin embargo, Joe Cocker, el hombre de la voz tonante y estruendosa, apenas alcanzó los setenta; claro que siempre será recordado precisamente por eso, por su cualidad vocal, tan expresiva como inconfundible (por cierto, ¿cómo se verá, cómo se entenderá a esos pioneros en el futuro cuando todos hayan muerto?).

Sólo el físico había cambiado cuatro décadas después

Caía bien a todo el mundo. Lo dijo uno de sus allegados: “fue siempre el mismo hombre”, uno de los mejores elogios que se puede hacer a una persona; es decir, nunca cambió, no era así ante las cámaras y al contrario de puertas adentro, nada de eso, siempre sencillo y agradecido, sin dobleces. Su calidad artística se demuestra al comprobar que era admirado por todos, de modo que desde el momento en que hizo su emblemática aparición en Woodstock, se convirtió en punto de encuentro de la parroquia de iniciados en aquellos años: ya fueran seguidores de los Beatles o de los Rolling Stones, ya fueran heavys o prefirieran cantautores a lo Leonard Cohen, todos los seguidores del rock coincidían en Joe Cocker.


Joe no componía, lo suyo era interpretar, proporcionar nuevos y excitantes matices a grandes melodías; tanto que, en no pocos casos, la visión que él ofreció de este o aquel tema ha adquirido tal personalidad que llega a dar sensación de haberse convertido en otra canción, de haber cobrado nueva identidad. Es más, no son pocos los títulos que se hubieran quedado en segunda división si él, el hombre pequeño de colosal voz, no se hubiera fijado en ellos. Y, más difícil, grandes éxitos pasados volvieron a serlo años después cuando, tras haberlos asimilado, se los regaló a la audiencia habiendo modificado, a su modo, tanto la estructura como el remate.   

Dentro del cajón de sastre que es el rock, Cocker siempre tuvo querencia hacia lugares más negros, de modo que bien puede decirse que con él, el soul se volvió más macizo y el rock consiguió una nueva flexibilidad.  Sus rugidos desesperados, curiosamente, acariciaban enérgicamente los oídos a pesar de tener textura de lija del siete. Hay quien sostiene que esos excesos vocales solamente son tolerables cuando proceden de Cocker o Joplin… Además, fue el primero (que se sepa) que tocó el ‘air guitar’ o incluso ‘el air piano’ (obsérvense sus dedos durante su actuación en Woodstock). 
El sonido de su voz es, evidentemente, su seña de identidad: inolvidable, inmediatamente reconocible incluso por quienes no tienen el menor interés por esto del rock; es una voz rota, discontinua (emparentada con la de otro monstruo como Louis Armstrong y tal vez imitada por Tom Waits), opaca y a la vez romántica, vidriosa, quebradiza y con un pulso sonoro singular. Las notas salen de su boca en su tono óptimo, perfectamente colocadas en el pentagrama, pero a la vez restallan como los eslabones de la cadena del ancla. De ese modo, las emociones se encienden, ahora rabiosas, ahora suplicantes, dulces o duras; todo se vuelve más y más expresivo, con una irresistible carga de pasión.., a veces hasta duele su voz. Un volcán. Y una seda. Lejos del escenario, sin embargo, era pura discreción.

Pero el volcán se ha extinguido. Afortunadamente dejó marca profunda de su paso por el universo de la música. Y cuando resuene su inconfundible modulación, no habrá quien se resista a evocar su figura.

Eso sí, Joe Cocker siempre contó con un poco de ayuda de sus amigos.


CARLOS DEL RIEGO

jueves, 25 de diciembre de 2014

EL COI PLANEA ELIMINAR LOS 200 M. DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS La noticia ha pasado desapercibida, pero no por ello es menos importante: el Comité Olímpico Internacional está meditando suprimir los 200 metros lisos del atletismo olímpico; es una perfecta combinación de estupidez e intereses económicos

El campeón olímpico se rebela contra la ocurrencia de la Federación de Atletismo,
 que pretende suprimir esto. 
Desde hace unos cuantos años (desgraciadamente décadas) el COI está compuesto por verdaderos memos, tipos de dudosa moralidad para los que el olimpismo es poco más que una mercancía; en el mejor de los casos se trata de perfectos analfabetos en la materia a los que es fácil llevar por aquí o por allí. Así, se atrevieron a meter en el calendario olímpico disciplinas que no son deporte, como la natación sincronizada o la gimnasia rítmica, ejercicios que para vencer exigen valores como la belleza, la coordinación, la coreografía…, incluso una bonita sonrisa, elementos propios de las artes escénicas, de la danza, pero perfectamente inválidos en un verdadero deporte, pues en éste lo que cuenta es superar al rival sin importar la gracia o hermosura con que se consigue el triunfo. Asimismo, embuten en el programa deportes indignos de los Juegos o deportes-sucedáneo (el vóley playa, el BMX, la cama elástica… y el fútbol sala, el fútbol playa o el pádel están a punto de entrar). En fin, que no sólo venden en subasta no pública la sede de la cita olímpica (las últimas designaciones no dejan lugar a duda), sino que ahora, tocando la perfección de la mamarrachada, la Federación de Atletismo (la IAAF) planea la supresión de los 200 metros de las carreras atléticas en los Juegos Olímpicos, y así lo dejó caer como si fuera cosa de poco más o menos. El atractivo de los Juegos Olímpicos tiene uno de sus principales pilares en la tradición, en la historia, en lo clásico, y si se los despoja de ello en beneficio de la moda del momento, perderán gran parte de su fascinación, de su singularidad. 

Esto es lo que ocurre cuando quienes llegan a los puestos de poder de los estamentos deportivos, sobre todo al dudosísimo Comité Olímpico Internacional (en dura competencia con la Federación Internacional de Fútbol, la Fifa, por el primer puesto de la indecencia más descarada), son personas que no tienen la menor idea de lo que es el deporte, son burócratas de visera y manguitos, ex políticos preocupados por las dietas y sobresueldos, buscavidas sin el menor mérito o talento; y lo que es peor, los exdeportistas que han llegado a esos puestos de privilegio se adaptan fácilmente a la poltrona y se convierten en eso, en funcionarios que ven pistas y canchas como si fueran impresos que rellenar, de manera que pasan fácilmente a engrosar las hordas de los inútiles vividores. Sus decisiones se mueven en función del mejor postor, así que si una disciplina puede acarrear más pasta se la embute en los Juegos sin la menor vergüenza; igualmente los horarios de determinados enfrentamientos, que se determinan según exigencias televisivas a la vez que se desatiende al deportista y a la propia competición. La tendencia actual del COI es incrustar en su programa más y más rentables deportes y seudo-deportes, por lo que han de quitar algo (salvo que los Juegos duren cinco meses), y como el atletismo tiene muchas carreras y concursos, habrán exigido adelgazar su calendario a la Federación en cuestión.

Ahí está la razón por la que los mezquinos directivos están pensando (es un decir) en eliminar los 200 metros, una carrera cargada de leyenda, una de las pruebas más espectaculares y épicas del deporte por excelencia. El buen aficionado, o incluso el ocasional, no dejará de admirar la épica escalofriante que la curva de una final olímpica muestra: recuérdese al gran Michael Johnson o al inolvidable Jesse Owens, al elegante Tommy Smith o al poderoso Usain Bolt en ese vuelo curvo.

No puede extrañar, por tanto, el enfado del campeón y plusmarquista mundial de la especialidad, el mencionado Bolt, que al enterarse de la ocurrencia de aquellos auténticos mequetrefes declaró de modo explícito “… es una estupidez… Cuando ves que tratan de tomar decisiones fuera de la pista crees que es ridículo… Pienso que la Federación de Atletismo no debería ni existir”. A pesar de que el ‘sprinter’ jamaicano siempre es correcto y moderado en sus declaraciones, en este caso tiene toda la razón para elevar el tono. Su enfado no puede estar más justificado.


CARLOS DEL RIEGO

lunes, 22 de diciembre de 2014

DISCOS EN VIVO DIRECTOS A LA ETERNIDAD Hace mucho que no se publica un disco en directo que pueda compararse a los que el rock dejó en los sesenta y setenta del XX, cuando los más grandes hicieron lo posible por dejar un ‘live’ para la eternidad

The Who en vivo eran imparables
Cuando el disco de vinilo perdió la exclusiva también se perdieron otros elementos, piezas intangibles que daban a la producción final un plus de encanto, un toque mágico que ningún otro formato ha recuperado o, en el mejor de los casos, suplido. Ya no es la portada cargada de arte e intención, ya no es aquella carpeta que se abría, ya no es el rito de la lectura de créditos y hojas interiores, que también, sino que cuando el elepé dejó de ser el formato-rey para el rock y el pop, se olvidó la jugosa tradición del disco en directo; sí, es evidente que se siguen publicando álbumes registrados en vivo, pero un Cd (y menos otros soportes) no posee capacidad suficiente para cobrar su propia personalidad, no tiene ese atractivo del ‘doble en directo’ que se contaba (se cuenta) como pieza especial en la discografía de cualquier banda de rock de los años gloriosos.    
Es por eso que desde hace décadas no se edita un disco en directo que esté a la altura de los clásicos, es decir, no hay ediciones comparables al emblemático ‘Made in Japan’ (en este caso es innecesario señalar el grupo), al emocionante ‘At Fillmore East’ de los Allman Brothers Band, al magnífico ‘Live & dangerous’ de Thin Lizzy, al revelador ‘Bursting out’ de Jethro Tull, al muy completo ‘Live Killers’ de Queen, al trepidante ‘Supidty’ de Dr. Feelgood, al monumental ‘Yessongs’ de Yes (¡y su portada!), al prodigioso ‘Live’ de Lou Reed, al exquisito ‘Weld’ de Neil Young, al arrollador ‘Kick out the jams’ de MC5, al cálido ‘Frampton comes alive’ de Peter Frampton, al iniciático  ‘Under a blood red sky’ de U2, …, y así se podría seguir enumerando muchos discos cargados de talento en estado crudo. Además, también pueden sumarse los que recogieron para la eternidad festivales legendarios, como el de ‘Woodstock’, ‘Bangla Desh’ o ‘The Last Waltz’, por citar sólo tres. En fin, que hace mucho, muchísimo tiempo que no se lanza un disco en vivo que se acerque a la categoría de los mencionados (que son sólo un escaparate del género de los grabados en escena).


Puede llamar la atención que entre los destacados no aparezcan The Beatles, pero la cosa tiene explicación: cuando ellos iban inventando las formas, usos y costumbres del pop y el rock, también tenían que ir inventando los cómos, de modo que al ser el primer grupo que tocó en grandes escenarios, tuvieron que experimentar por sí mismos los problemas (equipos escasos) para que luego se encontrara solución; pero además, como quiera que el público no dejaba de gritar enardecidamente durante sus actuaciones, los cuatro de Liverpool eran incapaces de escucharse a sí mismos, y todo el que haya pasado por ese trance sabe de la imposibilidad de tocar sin oírse. Por eso dejaron no sólo de grabar si no incluso de volver al escenario.
Todo buen aficionado al rock tiene sus favoritos y experimenta mayor empatía con este que con aquel ‘live’, tanto que a veces llega a sentirse allí mismo, en el sitio donde se grabó. Así, además de los mencionados, hay quien tiene en lugar de privilegio el histórico ‘Live at Leeds’ de The Who, el ‘Live’ de Uriah Heep y el ‘It´s alive’ de The Ramones.

Uriah Heep en los tiempos heroicos del rock 

El primero, de 1970, es considerado imprescindible cuando se trata el asunto de los conciertos grabados y editados. El cuarteto liderado por Townshend había publicado el año anterior su inmortal ‘Tommy’ y luego se embarcó en una larga gira, de la que sólo se quedaron con el concierto de Leeds (dicen que el guitarrista destruyó el resto de las grabaciones). La cara a del ‘Live at Leeds’ es antológica, con temas propios y versiones escogidas entre lo más granado del rock & roll clásico (ese ‘Summertime blues’ pone los pelos de punta); la b sólo tiene dos temas, un larguísimo, variopinto y sorprendente ‘My generation’ con pasajes para los anales, y un segundo clásico del grupo, el necesario ‘Magic bus’.

Otro que también recoge como pocos el ambiente de directo es el poderoso ‘Live’ de los londinenses Uriah Heep. Se trata de un doble con valiosas páginas interiores, con repaso a lo mejor de lo propio y del rock & roll histórico y, en fin, con todo lo que requería el género en aquel 1973. El sonido épico de la banda, rebosante de hechicería, rocoso…, en una palabra, ‘heavy’ en estado puro, luce en este disco, fiel reflejo de ese tipo de rock que da sensación de ser algo así como una locomotora de sonido que, gigantesca, se te echa encima abrumadoramente. Con este fantástico álbum uno puede sentir al grupo a unos metros; por destacar sólo un título de una colección insuperable en su género, bien puede decirse que ‘Easy livin’ está en la cumbre del estilo.

Pero tal vez sea el agotador ‘It´s alive’ de The Ramones el directo que mejor lleva a los altavoces del salón de casa el ambiente de una actuación; en este excitante doble no hay tregua, no hay descanso, el inconfundible grito de entrada de Dee Dee no permite distracción. Registrado en Londres en fecha tan temprana como la Nochevieja de 1977 (y editado en el 79), es toda una demostración del mejor y más dinámico punk-rock, algo que asombró entonces y hoy todavía más. A toda velocidad, con una ininterrumpida sucesión de descargas de adrenalina de apenas dos minutos, ritmos desenfrenados y guitarras como látigos, estos pioneros dieron muestra de qué es lo que hay que dar al público cuando un artista está ante los micrófonos. Han pasado casi 40 años, pero nadie se atrevería a bajarlo del podio de los mejores en vivo.    
     
Un casi olvidado grupo austriaco lo dijo una vez: el directo es vida.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 17 de diciembre de 2014

LA AMENAZA DE LOS MUSULMANES ‘MODERADOS’ La amenaza islámica está hoy, a corto plazo, en los fanáticos del Corán, pero a la larga también entre los inmigrantes que se dicen pacíficos y moderados pero, a la vez, rechazan integrarse en sociedad que los acoge

Hay que imaginarse el terror de niños y profesores en la escuela de Pakistán
donde entraron los asesinos islamistas
Cuentan los supervivientes, que las bestias de dos patas que mataron a más de cien niños en una escuela de Pakistán les preguntaron por el Corán, y al no ser capaces de recitarlo de memoria les descerrajaban un tiro en la cabeza; hay que imaginarse el terror de alumnos y profesores. Asimismo, el prosimio que secuestró a unas cuantas personas en Australia mató a las que pudo porque esa era su verdadera intención: liquidar infieles. Son dos casos de violencia islámica de la que no pocos musulmanes se quieren desligar, pues argumentan que no todos los mahometanos tienen intención de acabar con los infieles y con las culturas ajenas a Alá. Sin embargo, analizando las cosas en profundidad, es preciso discrepar de esos que se dicen moderados, pacíficos seguidores del profeta.

El gran problema (se ha repetido hasta la saciedad) es que la religión musulmana vive un enorme retraso respecto a otras, un retraso cultural, social, elemental, que se puede cifrar fácilmente: 622 años; precisamente esa es la fecha en la que comienza su calendario, por lo que, en realidad, ellos viven en 1392, así que no puede extrañar que tengan pensamiento y mentalidad del siglo XIV, no de 2014. Las sociedades occidentales dieron el paso definitivo a partir del momento en que se socializa la Ilustración, la cual da lugar a conceptos como Democracia o Derechos Humanos, pero como los sarracenos viven en el siglo XIV, todavía no han llegado a la Ilustración y, por tanto, todavía tienen pensamiento medieval (todo esto se ha expresado mil veces de mil maneras diferentes, pero sigue sin resultar innecesario su recuerdo).

Por otro lado están los musulmanes que viven en países occidentales y sí condenan la violencia que ejercen sus correligionarios. Estos emigrantes huyeron de África o Asia y se instalaron en occidente porque en sus países de origen no existe la libertad ni se atisba nada parecido a la justicia o los Derechos Humanos; escaparon de estados donde la violencia es cercana, cotidiana y, en fin, renunciaron a vivir allí donde se impone por la fuerza la religión más fanática. Por todo esto abandonaron sus raíces y buscaron regímenes democráticos para rehacer sus vidas. Sin embargo, asombrosamente, una vez en el país de acogida, rechazan integrarse en esa nueva sociedad, se encierran en guetos, apenas salen de ellos y su relación con los autóctonos se ciñe a lo imprescindible; desean mantener sus costumbres incluso por encima de las de las personas que los acogen y, por si fuera poco, exigen que sus tradiciones (algunas tan despreciables como el sometimiento de la mujer) sean respetadas aunque vayan contra la ley legítimamente instaurada; es más, muchos de esos musulmanes que renunciaron a la sociedad islámica se han negado obstinadamente a aprender el idioma del país que les ha abierto sus puertas. Podría deducirse, por tanto, que estos mahometanos moderados tratan de que el lugar donde pretenden empezar nueva vida (lejos del dogmatismo cerril y la violencia fanática) termine por ser como su país de origen. Se trata de una contradicción muy similar al caso de Ceuta y Melilla: muchos marroquíes claman por que esas ciudades sean devueltas a Marruecos (cosa imposible, pues no se puede devolver a alguien algo que nunca fue suyo; se le pude regalar, alquilar, vender…, pero no devolver), sin darse cuenta de que llegado ese caso, ambas ciudades serían idénticas a Fez o Chauen, con lo que ya no servirían de destino a quienes quieren buscar un futuro.

En resumen, los mahometanos moderados, en realidad no son inocuos, no son tan inocentes, sino que lo que persiguen es imponer su visión retrógrada del mundo pero sin violencia, pensando más en una invasión pacífica que en una guerra sangrienta; no en vano muchos de ellos proclaman convencidos que “el Islam se impondrá en el mundo gracias al vientre de nuestras mujeres”. En lo que no parecen haber caído esos agarenos que se creen tolerantes es en que si eso sucede alguna vez, si la imparable natalidad de las musulmanas termina por desembocar en aplastante mayoría de población para luego imponer los usos de su tierra, el mundo se llenará de nuevos Yemen, Irán, Afganistán o ese bestial estado islámico, con lo que esos que se dicen buenos musulmanes dejarán de tener sitios a donde ir a buscarse una vida sin fanatismos sanguinarios.

Imagínese que uno acoge en su casa a un invitado y éste, una vez instalado, empieza a exigir un tipo especial de comida, un trato diferente a las mujeres de la casa, unos horarios, unas costumbres… Pues tal hacen los emigrantes procedentes de países islámicos. Así, se puede colegir que no puede existir la figura del mahometano respetuoso si no se integra en la sociedad que lo acoge, si no aprende el nuevo idioma, si no se relaciona con los que lo han recibido, si no respeta sus leyes y costumbres, si no se adapta y, en fin, si no reconoce que vive como invitado en casa ajena. El que no está dispuesto a aceptar la nueva legalidad, la nueva realidad, no puede ser tildado de razonable y moderado.

Por todo ello, cabe la expresión: “Si no te gusta lo que te has encontrado en la casa que te acoge, vete, pues nadie te obliga a quedarte”. Y por el contrario, bienvenidos sean los inmigrantes que agradecen a quienes les abren sus puertas, bienvenidos los que se integran, aceptan las leyes y respetan opiniones, tradiciones y opciones distintas a las suyas sin exigencias culturales.

También forman parte del problema los nativos del país de acogida que se solidarizan incondicionalmente con los recién llegados (pidan lo que pidan), y reniegan de todo lo propio. Pero este es otro tema.     


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 14 de diciembre de 2014

NOSTALGIA DE LOS VIEJOS TIEMPOS SEGÚN EL POP-ROCK ESPAÑOL Rememorar los viejos tiempos y escribir sobre aquellas amistades de juventud es algo a lo que no se resisten los letristas de pop y rock. Asfalto y Topo, Celtas Cortos y Loquillo lo hicieron con ingenio y lucidez

Los castellanos Celtas Cortos hicieron uno de los mejores temas
sobre los viejos tiempos
Las épocas cercanas a la navidad pueden dar pie a la exaltación de la amistad, sobre todo si se dan reuniones de antiguos compadres. La amistad, por otro lado, es uno de los temas preferidos por los autores de canciones de rock, pop y derivados. De hecho, raro es el grupo o solista que no ha dedicado el tiempo necesario para escribir versos en torno a los amigos. Y dentro de este amplio estante también caben las estrofas y estribillos que recuerdan con nostalgia a los viejos colegas, a esos que marcaron la niñez, la adolescencia o juventud de cada uno, a esos a los que perdiste la pista hace mil años pero permanecen tan vivos en el pensamiento. Esas canciones miran al pasado con añoranza, unas veces para evocar momentos únicos e inolvidables, otras para señalar simplemente cómo eran las cosas, y otras más incluso para ajustar cuentas. Dentro de las piezas que, en el ámbito del pop-rock español, tocaron esta combinación de memoria y camaradería pueden mencionarse el ‘Mis amigos dónde estarán’ de Topo y su antecedente directo, el ‘Días de escuela’ de Asfalto, el ‘77’ de Loquillo y Trogloditas y el ‘20 de abril’ de Celtas Cortos.

Asfalto, de Vallecas, funcionaba antes del fin del franquismo e incluía en sus filas a algunos de los que luego integrarían bandas de referencia en el rock español. En el 78 lanzaron un primer álbum con algunas canciones memorables, entre ellas la magnífica ‘Días de escuela’. Se trata de un canto a los compis del cole de los sesenta sin que falten los retratos y los profes con bigote, los capones y el himno, la cruz y el catecismo, la estufa y la leche en polvo…, pero también el bocata del recreo, los cromos y el tacón (hay que tener cierta edad para saber cómo se jugaba al tacón y las pelis), la complicidad con los camaradas de pupitre, pasillo y patio, los primeros amigos. Sí, eran escuelas grises, frías y constreñidas, pero a pesar de ello reconforta recordar años y compadres infantiles.

Al poco de aparecer ese primer elepé de Asfalto, varios de sus componentes renegaron del resultado, de modo que se marcharon y formaron Topo. Éste grupo lanzó unos pocos meses después un disco que, escuchado con perspectiva, no se diferencia demasiado de aquel que ocasionó la desbandada, ya que ambos encajan perfectamente en la denominación de rock urbano y callejero, con sonido limpio y más bien austero. No puede extrañar, por tanto, que en el álbum con que Topo se daban a conocer (enero del 79) se incluyese un tema, ‘Mis amigos dónde estarán’, en el que se narra cómo se conserva aquella amistad escolar ahora en los setenta, en los futbolines y los billares (equivalente de entonces a las salas de videojuegos de hoy), en las manifas y las carreras, en los bares y los bailes, con copas y cigarros. La respuesta a la pregunta al paradero de los viejos secuaces tiene, finalmente, su carga de desencanto: “en un tresillo se aplastarán”.


A mediados de los ochenta del XX Loquillo era uno de los nombres emergentes de la nueva ola española. Siempre acompañado por buenos compositores, el catalán había cambiado Intocables por Trogloditas, y con estos publicaba uno de los mejores trabajos de su carrera, ‘¿Dónde estabas tú en el 77?’, cuyo tema central era precisamente ese ‘77’ (con letra del propio José María Sanz). La fecha se refiere al año del punk y sus primeras hornadas, las autodestructivas, las de las drogas, las broncas y el alcohol, las del ‘no future’, ‘anarquía’ y ‘no more heroes’; las calles ardían en el 77, pero “qué quedó de aquellos tiempos”, del amigo vacilón, de las chicas, “del Araña” y demás camaradas con los que descubrieron aquel invento llegado de Londres. Esa idea se engarzó en un ritmo cercano al rockabilly pero con guitarras más potentes. No hay duda, aquellos con los que se comparte un descubrimiento, una novedad, siempre dejan huella profunda, recuerdo indeleble.         
Ya en los 90, los pucelanos Celtas Cortos, dentro de su tercer álbum, regalaban una de las mejores canciones de su época, un tema que se sigue escuchando hoy con gusto y que se muestra tan cautivador como en su momento, ’20 de abril’. Se trata de una carta a una antigua novieta en la que, además de preguntarle cómo le van las cosas (genial la frase “qué tal te va con el tío ese”), trata de tocar su fibra más sensible al recordarle las noches en aquella cabaña y las risas que se hacían entre todos los troncos… La nostalgia se vuelve a imponer al señalar cómo ha pasado el tiempo y cómo ha cambiado ‘la basca’. El ritmo vivaracho, el estribillo pegadizo, los arreglos de flauta y violín (como corresponde a un grupo con base celta) y lo fácil que se canta, hacen de esta melodía algo verdaderamente especial para mucha gente.  

Sí, estos cuatro significativos títulos de la historia del rock español miran atrás con añoranza y melancolía, como lamentándose de que los viejos tiempos sean  irrecuperables. De todos modos, resulta imposible sustraerse a la magia del recuerdo, sobre todo en reuniones de viejos amigos.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 10 de diciembre de 2014

RATO Y EL NIGERIANO QUE DEVOLVIÓ MILES DE EUROS Es una de las noticias del momento: un nigeriano que vende pañuelos encuentra una cartera con dinero y la entrega a la policía. ¡Qué contraste con Rato, que gana miles y miles de euros pero quiere más, aunque sea por medios inmorales!

Este es el hombre que no quiso quedarse con lo que no era suyo
El ex ministro y ex pez gordo del Fondo Monetario Internacional Rodrigo Rato gana un pastón al mes y, sin embargo, no le parecía suficiente, así que un día sí y otro no trincaba quinientos de una cuenta sin dar cuentas, una noche no y otra sí exhumaba del cajero otros trescientos sin que su saldo particular mermase (y eso sin entrar en otros jardines donde el privilegiado anda metido). Por el contrario, un nigeriano que vende pañuelos en el semáforo cogió del suelo una cartera con efectivo y cheques que había caído del techo de un coche, corrió y gritó, pero el conductor no se enteró, así que el hombre la entregó a la policía.

Uno lo tiene todo pero necesita más, incluso podría decirse que necesita sisar y llevárselo de mala manera para sentirse satisfecho. El otro no posee casas, cochazos ni gruesas cuentas bancarias, pero su conciencia no le permitió quedarse con algo que no era suyo. El blanco goza de posición, posee formación universitaria, seguro que es educado e incluso finolis y su vida habrá sido fácil; el negro estudió Medicina en Lagos y estudia aquí para convalidar su licenciatura pagándose como puede la carrera, y para ello se echa todos los días a la calle a buscarse la vida sin meterse con nadie: no disfruta de una vida regalada. Con tales precedentes, ¿cuál de los dos inspira más confianza?, ¿a quién confiaría el ciudadano sus ahorros?

¿Cómo es posible que un hombre con abundante patrimonio, con sueldazos por aquí, acá y acullá se pringue por unos cuantos cientos? ¿Cómo se puede ser titular de cuentas y valores con cifras de ocho o diez dígitos e ir a sacar calderilla al cajero que no hace preguntas? Puede calificarse de cicatero y agarrado, de roñica mezquino a quien teniéndolo todo se aprovecha de privilegios inmorales para que su saldo particular no baje unos céntimos (pues eso es lo que unos cientos deben significar para quien se embolsa, seguro, más de diez mil al mes). Se confirma eso de que cuanto más se tiene más se quiere tener.

Al nigeriano le llaman Pedro, vive en Sevilla desde hace años y busca trabajo; a veces encuentra algo y deja los pañuelos, pero cuando el curro se acaba vuelve al semáforo; es decir, no se pone a trapichear droga ni a meter la mano en el bolso ajeno, si no a tratar de ganarse la vida sin perjudicar al prójimo. Por cierto, ¿habría devuelto Rato la cartera?, y el africano ¿habría sacado pasta de una cuenta que no fuera suya?

Habría que darle a este hombre la nacionalidad española (si él la quisiera), más que nada para que aumentara el número y proporción de buenas personas en España. De todos modos, con absoluta seguridad, muchos españolitos de a pie habrían obrado como él, puesto que, en contra de lo que algunos creen, aquí también hay gente honesta y decente, pues actos como el del nigeriano han sido protagonizados por nativos del país en infinidad de ocasiones.

En definitiva, el individuo es íntegro o dudoso por sí mismo, sin que en su proceder y su moralidad tengan que ser decisivas cuestiones como su origen, su situación social o sus propiedades. Por cierto, ¿cuántos de los presentes serían capaces de encontrar una cartera repleta en plena calle y entregarla de inmediato?

Seguro que algunos conductores se acordarán del nigeriano íntegro cuando un vendedor de pañuelos (negro o blanco) se les acerque en el semáforo.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 7 de diciembre de 2014

EL CÍRCULO MÁGICO DE DAVID BOWIE Hace unos días David Bowie lanzó un recopilatorio (el enésimo) en el que se recogen temas de su extensa carrera, grandes éxitos y piezas menos conocidas; sus años dorados, su círculo mágico, sin embargo, es para muchos el que va desde 1969 a 1980

Bowie acaba de lanzar otro enorme recopilatorio en el que está,
cómo no, lo mejor de sus años dorados
Esta gran recapitulación de canciones del Gran Duque Blanco titulada ‘Nothing has changed’ se ofrece en doble vinilo, doble o incluso triple Cd. Y contiene maravillas absolutas, casi todas (sin duda las mejores) pertenecientes a esos años que están entre dos canciones mágicas unidas por el tema y el protagonista de ambas, el ‘Space oddity’ del 69 y el ‘Ashes to ashes’ de 1980. Son doce años de un Bowie pletórico, explosivo, creativo, tiempos en los que las grandes melodías, las letras agudas y misteriosas, las atmósferas más alucinantes parecían caérsele de las manos.


‘Space oddity’ hablaba de la aventura, de la rareza espacial del Mayor Tom, mientras que ‘Ashes to ashes’ recuperaba al astronauta y explicaba qué es lo que le había pasado; entre esas dos glorias de la historia del rock hay melodías imperecederas, álbumes innovadores, distintos, atrevidos, piezas que marcaron camino. La primera de aquellas dos tiene ese don que sólo se encuentra en el pionero absoluto (incluyendo cuenta atrás); para empezar, existe el juego de palabras oddity-odissey, o sea extravagancia-odisea, como si el autor identificara ambas cosas con aquel momento clave en la carrera espacial; además, existen otros enigmáticos juegos de palabras, como ‘el planeta Tierra es azul/triste’, y el protagonista, el Mayor Tom, parece estar flotando-colgado; el caso es que el cosmonauta rompe la comunicación con el ‘Control de Tierra’ después de despedirse de su esposa y sin que quede claro el por qué… La melodía es excelente y permite esa descarga de pasión que Bowie siempre reparte generosamente, con variación de tonos y de intensidad expresiva; una pieza magistral, genial, colosal.

Tras la ‘Anomalía espacial’ (escrita bajo la influencia de la peli ‘2001, una odisea del espacio’ y por el primer viaje a la luna), el emergente Bowie lanzó el poderoso ‘The man who sold de world’, que incluye uno de los primeros temas clasificables como hard-rock, ‘The wide of a circle’, así como el que da título al Lp y que décadas después versioneó Nirvana. El ‘Hunky dory’ entrega auténticas joyas como el ‘Changes’ o ‘Life on Mars’, para muchos uno de sus tres mejores títulos y una de las canciones más inspiradas de la historia del rock. Luego llegó una auténtica locura de álbum, un disco mimado por las musas, ‘Ziggy Stardus’, del que es difícil extraer sus cimas, aunque algunos se quedan con la homónima del Lp, el incontestable ‘Starman’, la preciosa ‘Lady Stardust’ (dedicada a Marc ‘T-Rex’ Bolan) o la depresiva ‘Five years’. Y sólo corría el año 1973. Luego llegaron otros discos y otras canciones brillantísimas (incluyendo las versiones de ‘Pin ups’), como la impecable ‘Rebel rebel’ o la premonitoria ‘1984’; el insuperable ‘Heroes’, que cuenta una historia de amor en torno al Muro de Berlín (de hecho todo el álbum del mismo título es cien por cien berlinés) o el intencionado ‘The Jean Genie’; el sofisticado ‘Fame’ o esa delicia con ecos del rockabilly y de glam-rock que es el ambiguo ‘John, I´m only dancing’ (¿el chico le dice a su chico que está con una chica pero que sólo está bailando, o el narrador responde al comentario que hizo John Lennon sobre los chicos que se visten de chica?).  La lista de los grandes títulos del londinense sería inacabable, y con el añadido de la enorme dispersión de cada uno, es decir, cada álbum, cada nuevo tema de Bowie en esa época era una incógnita y una sorpresa…, nunca dejó de evolucionar, de adaptarse, de sobrevivir al paso del tiempo y los gustos de cada momento.

Y en estas, en el último momento de la década de los setenta, en un cruce de caminos social, intelectual y artístico, David Jones vuelve a conmocionar a crítica y público con un fascinante, ingenioso e inspirado álbum, ‘Scary monsters’; en plena efervescencia de cambio y con la ‘new wave’ en primerísima página, el disco exhibe tanta frescura y atrevimiento como el de cualquier cimbreante ‘nuevaolero’ recién llegado. Además de presentar atmósferas e instrumentaciones cargadas, barrocas, además de ofrecer piezas subyugantes e incluso misteriosas (como la intensa ‘Fashion’), el Lp contiene la conclusión del enigma del Mayor Tom, que se desvela en el prodigioso ‘Ashes to ashes’. Su sonido es tremendamente denso, con guitarras sintetizadas y un ritmo desconcertante; el texto empieza recordando a aquel chico que cortó la comunicación con el ‘Control de Tierra’, y al poco dice explícitamente que “sabemos que el Mayor Tom es un yonqui”, el cual afirma ser feliz donde está, “atado allí arriba, en el cielo”; también hay quien interpreta que la letra se refiere al lanzamiento de la primera bomba atómica… En todo caso se trata de unos versos-adivinanza coronados por un sentencioso ‘polvo al polvo’.     


A partir de ese momento, desde ese ‘Scary monsters’ (para muchos su última gran obra), el músico con ojos de distinto color hará muchos otros álbumes e incluso alcanzará más éxito y repercusión mundial que nunca, compartirá discos y escenario con las máximas estrellas del rock mundial, y se convertirá también él en un auténtico astro de la música; sin embargo, su época dorada, sus años de clarividencia artística ya han pasado. Enmarcados por la alucinante aventura del Mayor Tom, doce discos históricos ofrecieron canciones de referencia, títulos que tienen vida propia por sí mismos en el devenir de esto que llaman rock, y cada uno de los cuales ha ejercido poderosa influencia en no pocos estratos del arte y la cultura de la sociedad occidental. Sin duda, ésta hubiera sido distinta sin el genio de Bowie, sin lo que éste creó dentro del círculo mágico abierto y cerrado por el extravagante astronauta que no quiso volver.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 3 de diciembre de 2014

EL HINCHA VIOLENTO QUE ENCONTRÓ LO QUE BUSCÓ Denuncias y detenciones por malos tratos, robo con violencia, peleas y enfrentamientos ‘adornan’ el expediente del fanático del Deportivo de la Coruña vilmente asesinado por sus colegas del Atlético de Madrid. Fue buscando violencia y la encontró

Para pelear por el fútbol hay que ser un descerebrado, y sin cerebro
no es posible la ideología
Es cruel decirlo, desagradable incluso, pero lo cierto es que el desdichado individuo se recorrió cientos de kilómetros buscando palos y violencia, como llevaba haciendo durante años, hasta que las encontró en grado extremo; en fin, que lo de ‘él se lo buscó’ coincide perfectamente con la realidad.

Puede resultar difícil entender cómo, aquí y ahora, un grupo de personas se cita con otro simplemente para atizarse sin conocerse, sin inquinas personales, sin el mínimo indicio de motivo; choca contra la razón que se gaste dinero y tiempo y se viaje cientos de kilómetros para vapulearse, para dar y recibir; asimismo es duro asimilar que no pocos presidentes de los equipos de fútbol les ríen las gracias a los violentos o, directamente, les facilitan las cosas con entradas, beneficios, viajes, gradas e incluso espacio en el estadio para guardar parafernalia. Pues es así.

De todos modos, parece difícil de rebatir la afirmación de que los únicos culpables son los matones, esos iracundos borrachos de alcohol y violencia dispuestos a apalear a quien sea hasta la muerte. Y son idénticos unos y otros, los de este y los de aquel, o acaso el puñetazo procedente del antifa duele más o menos que el del facha. Actúan de igual modo y con la misma filosofía, ya que ambos fanatismos se creen con la exclusiva de la verdad y, por tanto, legitimados para zurrar de modo inmisericorde a quien piensa o se dice diferente. Es más, ambas sectas se necesitan, pues las integran gentes de tan cortas entendederas que no son capaces de afrontar la vida sin violencia, de modo que ambos extremistas, tanto el grupo antifa como el facha, precisan de un enemigo claro y evidente, un alter ego, una imagen en el espejo a la que enfrentarse con todo… Así las cosas, cabe la pregunta, ¿por qué este tipo, el muerto, siempre dispuesto a pasar a las manos, era de izquierdas?, sólo porque él lo decía; pero el caso es que actuó de modo idéntico a como actuaron sus ‘enemigos’, él se adhirió a una facción que se rige por los mismos principios y objetivos que la facción rival: apalear, aplastar al otro. Si lo que hacen es igual, ambas hordas de fanáticos son, sin duda, idénticas. En fin, que si tu vida diaria, si tu proceder habitual dice una cosa acerca de ti, en realidad poco importa lo que digas tú, pues uno es lo que hace en mucha mayor medida que lo que dice.  

Realmente, todos los que se introducen en estas manadas tienen la mente (y muchas veces la vida) tan perdida que necesitan sentirse integrados en algo, y dentro del grupúsculo se creen protegidos, identificados, notan que forman parte de algo, de un grupo, de una secta, de un ejército que tiene aliados y enemigos. Se encasillan colocándose un rótulo de izquierda o derecha sin darse cuenta de que son la misma cosa, la misma mano. Ambas catervas buscan lugares con abundante público para hacerse notar y, a la vez, individualmente, perderse entre la masa; para ello el fútbol es el ideal. No necesitan más para sentirse legitimados y buscar y aporrear a quien ellos ven como enemigo, que finalmente puede ser cualquiera.

Hay que ser un verdadero descerebrado para matar o morir por un equipo de fútbol, y sin cerebro es imposible tener verdadera ideología; así, estos prehomínidos tienen, en lugar de razón o conciencia, algo así como un programa informático equivalente a la sesera de un chimpancé. Y es que toda violencia ciega y fanática tiene sus raíces en la estupidez más extrema, toda violencia bruta se aleja de la humanidad y se acerca a la animalidad.


CARLOS DEL RIEGO