domingo, 27 de octubre de 2013

ROCK Y TERROR En época de Haloween hay que echar un vistazo a esos grupos y solistas que se vistieron de modo tremebundo y truculento para dar al rock un toque terrorífico, aunque sin perder nunca el buen humor: Screaming Lord Sutch, Alice Cooper, The Cramps…

Screaming Lord Sutch saliendo de casa
Sí, lo de la fiesta de Haloween llega procedente de Estados Unidos, motivo suficiente para muchos para rechazarla al tenerse por símbolo de colonización yanqui, aunque lo cierto es que su origen es europeo, celta por más señas, y además, hay muchas otras cosas surgidas en USA que han sido aceptadas de buen grado en todo el mundo como, por ejemplo, el mismo rock & roll. Desde el primer momento de éste hubo quien vio las posibilidades de combinar rock y horror, eso sí, sin impostura y con todo el sentido del humor posible. La lista es más amplia que lo que en principio pudiera parecer.


El primero que hizo tal cosa fue el americano (¡cómo no!) Screaming Jay Hawkins, que gustaba de montar espectáculos disparatados, circenses y a veces con tintes macabros, y tal cosa empezó a verse en escena nada menos que en 1956, cuando lanzó su primer disco y su mayor éxito, el fabuloso ‘I put spell on you’, pieza mil veces versionada y que, curiosamente, parece recobrar brillo cada vez…, y es que composición tan acertada será revisada dentro de un siglo y seguirá resultando cautivadora. La lástima es que el bueno de Hawkins, a pesar de haber editado una docena de álbumes y actuado hasta el agotamiento, apenas volvió a lanzar canciones para el recuerdo (tal vez ‘Feast of the mau mau’). Murió a comienzos del año 2000.



Su influencia fue inmediata en un inglés que incluso se hizo llamar Screaming Lord Sutch y que ya en 1958 tenía su propio grupo. Este curioso y singular personaje es de los que dejan huella. Fue el primer músico inglés que se atrevió a llevar el pelo largo, sí, antes que Beatles, antes de los sesenta. Sus espectáculos eran desternillantemente terroríficos, carnavaladas disparatadas con él vestido al supuesto modo de Jack el Destripador, rodeado de calaveras, saliendo de un ataúd, gritando desaforadamente y, en fin, adelantándose años a lo que luego será habitual en los grandes conciertos de rock: el espectáculo paralelo a la música. Su estilo era eminentemente rock & roll, arreglado de modo original y contundente, con mucha clase y gusto; pero lo mejor es que anticipó  incluso facetas puramente musicales, pues hizo auténtico punkabilly mucho antes de que aparecieron los Stray Cats o el punk, y para demostrarlo nada mejor que escuchar su trepidante ‘Scream & scream’ o cualquier otra de las que aparecen en la cara Rock de sus vinilos, pues habitualmente en sus discos no había cara a y cara b, sino ‘Rock side’ y ‘Horror side’. En ambas hay canciones memorables que, injustísimamente, están en el saco del olvido, como la insuperable ‘Jack the Ripper’, la increíble ‘Rockabilly madman’, la maravillosa ‘She´s falling in love with the moster man’ (esos coros), ‘All black & hairy’, ‘Monster rock’…, y qué decir de sus visiones de clásicos del rock como ‘Good golly miss Molly’, ‘I´m a hog for you’ o ‘The train ketp a rollin’…, buenísimas, únicas. Por si fuera poco, este pintoresco personaje tiene mucho más que contar, como que a su lado tuvo guitarristas como Jimmi Page, Jeff Beck o Ritchie Blackmore, bajistas como Noel Redding (Hendrix), baterías como John Bonham (Zeppelin), Mitch Mitchel (Hendrix) o el mismísimo Keith Moon. Ah!, y también montó una emisora de radio pirata, y fundó un partido político (con aires paródicos) con el que se presentó más de 40 veces al Parlamento Británico sin lograr nunca su objetivo. Pero ese humor ácido y burlesco tenía su contrapartida; padecía fuerte depresión y murió (se suicidó) en 1999.

Alice Cooper fue (cuenta la leyenda) una bruja que vivió en América en el siglo XVII, y otra leyenda afirma que el espíritu de aquella indicó a Vince Fournier, a través del tablero de la ouija, que adoptara su nombre para su nuevo grupo y para él mismo. Brujerías aparte, Alice Cooper ya estaba en marcha en 1964 y vivió una década como banda, aunque el cantante sigue en solitario desde entonces, y con muchas ganas de asustar al personal. Serpientes enroscadas por su cuerpo, ahorcamientos simulados, guillotinas, sillas eléctricas…, sus actuaciones fueron de lo más teatral que se ha visto. Su sonido también fue pionero, con guitarras muy distorsionadas y con sucesión de acordes muy característicos, tanto que las primeras veces que se mencionó el término ‘heavy metal’ se referían precisamente a Alice Cooper. Siete elepés con su grupo y más de dos docenas en solitario señalan que el macabro cantante nunca ha estado mano sobre mano. Títulos suyos para el recuerdo son ‘School´s out’ (la entrada de guitarra es crucial en el posterior devenir del heavy), ‘Elected’, ‘I´m eigteen’, ‘Under my wheels’… Lo curioso es que tan siniestro artista es un cristiano devoto: “destrozar una habitación y beber cerveza lo hace cualquiera, lo difícil es ser cristiano, eso es rebelión”, dijo hace unos diez años.

En los primeros setenta del siglo pasado surgió un grupo que supo meter en la marmita los ingredientes más aterradores para conseguir la pócima de un sonido novedoso y hoy inconfundible. The Cramps tomó rock & roll como base, le puso un ambiente de 60´s garaje y remató con rabia punk; el resultado fue una de las propuestas más escandalosamente esquemáticas que hayan sonado en el planeta rock, pues apenas una guitarra (poco distorsionada y tendente al punteo) coronaba a una sección de ritmo simple hasta el extremo; la voz grave y profunda de Lux Interior (muerto hace tres o cuatro años) aumentaba la poderosa personalidad de un grupo único. Su estética, además, tendía a películas y series de televisión de los cincuenta y sesenta, como las pelis de terror de serie B o la Familia Monster; por si fuera poco, la guitarrista, Poison Ivy, destila morbo por los cuatro costados, y cuando al bajo estaba Candy del Mar el escenario ardía como el mismísimo infierno…, con Lux poniendo voz ‘frankenstinesca’. Sus canciones son de una sencillez a veces insultante, pero poseen un atractivo casi absoluto, pues resulta imposible escapar del embeleso divertidamente tenebroso de piezas como ‘What´s inside a girl’, ‘Get off the road’, que suena como si se hubiera metido una grabadora en un aquelarre, ‘I ain´t nothing but a gorehound’, puro rockabilly, o la poderosa ‘Weekend on mars’, que destila punk y rock de principio a fin (vídeo imprescindible). De todos modos, cualquier álbum de The Cramps merece la pena.

Muchos otros han entrada, por una u otra puerta, en el lado oscuro. Se puede mencionar a los increíbles Alien Sex Fiend, que además se niegan a dejar de ser lo que han sido toda la vida (necesario escuchar su ‘Ignore the machine’); a los casi olvidados The Lords of the New Church, con el ‘dead boy’ (muerto en 1990) Stiv Bators a la voz solista (que procedía de un grupo llamado Dead Boys) y con un sonido muy pulido e incluso elegante (títulos imprescindibles son ‘Dance with me’, ‘Live for today’, ‘Roussian roulette’); además, muchos grupos heavys y góticos han utilizado recursos, poses y técnicas ‘inventados’ por aquellos. Hasta el excesivo y barroco Marilyn Manson podría hacer una buena escena Haloween.   
   

CARLOS DEL RIEGO

viernes, 25 de octubre de 2013

EL MIEDO PARALIZANTE DEL TRIBUNAL DE ESTRASBURGO La sentencia que desde Estrasburgo rebaja penas a asesinos, terroristas, violadores y pederastas es, ante todo, una noticia horrible, pues beneficia a los agresores y perjudica a las víctimas, y tal cosa indica, ante todo, injusticia

Estos son los que han velado por los derechos de los asesinos, pero jamás han dicho una palabra o perdido un sólo segundo en favor de las víctimas.
Aquellos jueces han sido esencialmente injustos, pues su sentencia ha alegrado a los matones y entristecido a las víctimas y sus familiares (que, evidentemente, también son víctimas). Les ha parecido correcto que quien asesinó a veinte personas se vaya a casa tras menos de veinte años en la cárcel, de manera que cada asesinato le habrá costado menos de doce meses; y así otros depravados humanoides. Si alguien roba doscientos años de vida no parece justo que devuelva sólo una pequeña parte de sus años de vida, del mismo modo que si alguien roba doscientos mil euros, y es cazado, nadie le exigiría devolver sólo una parte, sino todo lo robado. Pues igualmente habría que hacer con quien roba años de vida, pues estos se antojan más importantes que los euros.

¿Por qué, entonces, aquellos árbitros de la ley se han posicionado del lado del agresor e ignorado a la víctima? Principalmente por miedo, por miedo físico y cierto, por un miedo profundo e inconsciente, por ese miedo que hace que el secuestrado termine por experimentar el síndrome de Estocolmo; tal vez también por ese impulso involuntario de agradar y apaciguar al matón pensando que así mejorará su conducta, aunque realmente esa postura no es sino instinto de supervivencia, es decir, miedo cerval, un miedo paralizante, incontenible, un miedo que obnubila y distorsiona la realidad. Un buen ejemplo es el rector de universidad que permite y facilita los actos de coacción y sabotaje de actividades dentro de su centro, e incluso afea la conducta de los atacados cuando estos proponen resistir. Esto es miedo, tan puro y simple como evidente. E igualmente aquellos dudosos magistrados favorecen a los más viles e indignos por miedo a aparecer como un tipo que castiga, por miedo a que piensen que no se es suficientemente progresista, por miedo a quedar como un retrógrado que disfruta enviando a las personas a prisión. Todo el mundo tiene miedo tarde o temprano, por una causa u otra. El valiente lo sujeta y lo supera, el cobarde queda paralizado, se entrega, se rinde, cede y, finalmente, prefiere quedar mal con la víctima y sonreír al depravado. 

Afortunadamente este Tribunal de Estrasburgo no fue el encargado de someter a juicio a los monstruos nazis en Nurenberg, pues si así hubiera sido no sólo los hubieran dejado libres, sino que también habrían dictado indemnización para los Goering, Hess, Keitel, Kaltenbrunner, von Ribentrop, Rosenberg y las demás bestias, que hubieran pasado el resto de sus días recordando los viejos tiempos…

Muchos otros expertos y profesionales de la ley afirman que un veredicto en sentido contrario se hubiera ajustado igualmente a derecho, es decir, tal vez otros jueces hubieran visto las cosas de otro modo y dejado a los indeseables donde estaban. Además está claro que la doctrina Parot no quiebra la Constitución Española y que fue promulgada por un gobierno legítimamente constituido, por lo que sólo el miedo explica una injusticia de tal tamaño.

Y por si fuera poco, la ocurrencia de aquellos covachuelistas dejará en la calle a asesinos violadores y pederastas, los cuales cuentan con informes absolutamente desfavorables, o sea, han demostrado en la trena que no están ni arrepentidos ni rehabilitados; así las cosas, si uno de estos prehomínidos reincide (algo casi seguro a decir de los expertos), ¿sería disparatado señalar al tribunal como corresponsable? , ¿alguien podría tachar a sus integrantes de colaboradores necesarios?, cuándo se produzca esa agresión ¿podrán dormir con la conciencia tranquila?, ¿estarán convencidos de haber hecho justicia?   

Es curioso, por otro lado, cómo los que se dicen de izquierdas celebran el fallo, de hecho, muchos ya habían pedido por los terroristas otras veces ante este conciliábulo de arbitruchos, pero jamás se les vio en actos de homenaje a las víctimas ni, por supuesto, se les escuchó decir una sola palabra por ellas. Por ello, hay que deducir que esos que militan o simpatizan con partidos nominalmente de izquierdas están mucho más cerca de los asesinos que de los muertos (la cosa sería muy distinta si los ‘malos’ fueran de derechas), que irían de copas con un etarra pero jamás con un hermano de Miguel Ángel Blanco. Asombra que estas personas afirmen que quien pide más pena lo que exige es venganza, pero esto no es cierto, pues si fuera venganza se solicitaría que se pagara a los asesinos-violadores-terroristas-pederastas con su misma moneda, pero nadie pide cadalso, es más, increíblemente ninguno de los deudos de los muertos ha tratado nunca de vengarse.

Y las víctimas?, ¿hay alguna referencia a las víctimas en la resolución de tan timorato tribunal? No, los oscuros y tenebrosos personajillos que firmaron tal infamia sólo han estado preocupados por los derechos de los asesinos, sin un solo reproche a las hienas de dos patas y ni la más mínima palabra de compensación o reconocimiento para los inocentes perdedores.


CARLOS DEL RIEGO

lunes, 21 de octubre de 2013

BAUHAUS, 35 AÑOS DE LA ‘INVENCIÓN’ DEL ROCK GÓTICO No se puede decir que ellos fueron los genuinos y únicos inventores del género, pero sí que estuvieron en el primer momento y aportaron más que nadie. Bauhaus suena mejor hoy que entonces.

Aunque parezca increíble, esto comenzó hace ya 35 años
Echando un vistazo desde la actualidad, parece de lo más chocante que una propuesta musical como la de Bauhaus llegara al mercado del rock todavía en los años setenta del siglo pasado (década verdaderamente prolífica en ese particular universo de la música). Así es, hace ya tres décadas y media que Peter Murphy y sus secuaces echaron a andar bajo el arquitectónico nombre de Bauhaus 1919 (afortunadamente pronto dejaron la fecha). En aquel 1978 lo que hacía hervir las calles en Inglaterra era el recién nacido punk, mientras las bandas-dinosaurio daban sus estertores. Sin embargo, casi a la vez que el irreverente género, aparecía una variante que tomaba elementos del momento, pero también miraba hacia estilos teñidos de decadencia, como el glam; de esta forma, combinando punk y glam (con matices que van desde la psicodelia hasta el funk) surgen los primeros sonidos del rock siniestro o rock gótico. Bauhaus fueron de los primeros en adentrarse por este nuevo camino y darle salida, pero desde el inicio tuvieron compañeros como Siouxie & The Banshes o Joy Division.


Bauhaus (que está celebrando su aniversario con una gira por USA) irrumpe en 1978 con un impactante y largo tema titulado ‘Bela Lugosi´s dead’; es curioso cómo con una escuálida instrumentación la banda consigue un ambiente tan inquietante, claustrofóbico, tenebroso y a la vez hechizante, aunque la cosa se quedaría a medias sin la cavernosa voz de Peter Murphy; es aconsejable ver la secuencia inicial de la película ‘El ansia’ (The Hunger’), que es algo así como un vídeo clip de esa canción. A partir de ahí, apenas cinco años de actividad (reuniones esporádicas aparte, como la actual) en los que editan cuatro álbumes y un buen número de singles y maxisingles. Hay que dejar bien claro que Bauhaus siempre fueron especialistas en el single, pues cada uno de estos es una pequeña maravilla, mientras que los álbumes llegan a resultar reiterativos e incluso cansados.


Un recorrido por sus mejores sencillos y epés muestra una banda original, con sonido básicamente duro pero tremendamente flexible y variable, con un trabajo vocal excelente y con arreglos simplísimos que consiguen eficazmente lo que pretenden; además, estas canciones tienen mucho más que ambientes tenebrosos y misteriosos, pues presentan melodías atractivas gracias a la textura vocal de Murphy.

Después del imprescindible e iniciático corte dedicado a Bela Lugosi, el cuarteto lanza su cuarto single en 1980 con una extraordinaria versión del ‘Telegram Sam’ de Marc Bolan-T. Rex, menos sutil pero mucho más denso y sonoro que el original. ‘Kick in the eye’ fue el siguiente, basado en un ritmo más cadencioso y melódico pero sin perder el empaque. Ya en 1982 presenta su visión del ‘Ziggy Stardustt’ de Bowie (como se ve, el grupo sigue mirando al glam-rock), excelente adaptación con la que convencen a todo el personal; la voz de Peter Murphy suena desafiante, amenazante, sobre una sólida base casi heavy y una guitarra omnipresente que, obsesivamente, va guiando la brillante melodía creada apenas un lustro antes; se trata de una de esas versiones que compiten con el original. ‘Lagartija Nick’ salió como single en 1983 y, al igual que algunos otros, también tuvo su versión maxi; el tema impacta desde el primer efecto, y sigue con un bajo absolutamente letal al que se une, como si fuera un terremoto, una batería simple y dominadora, una guitarra punzante, un saxo que juega al escondite y…, una voz chulesca y retadora.  Pero lo mejor está en un tema que sólo aparece en la edición 12 pulgadas (el maxi), la irresistible ‘Watch that grandad go’; escucharla viene a ser algo así como montarse en una nave que viaja sobre un vertiginoso mar de ritmo y sonido  con, otra vez, una voz profunda y enigmática, intimidatoria y acosadora al timón: Murphy está aquí insuperable, con múltiples llamadas, gritos aterradores y desplantes; la guitarra golpea con cadencia casi funk mientras el saxo le da réplica y, de vez en cuando, parece volverse loco; pequeñas percusiones se combinan con inquietantes y distorsionadas voces mientras la guitarra-saxo parece ir y venir; la atmósfera es de auténtico aquelarre, de frenesí, de danza desenfrenada y retorcida que, curiosamente, algunas veces parece encontrar la liberación y suena casi con limpieza…, es una canción verdaderamente agotadora (¡cómo sonaba y qué efecto producía en la discoteca La Barraca de Valencia en 1984!).

Aun en 1983 lanzan un par de singles y su cuarto álbum y se separan; al parecer Murphy se siente mucho más importante, y sus ínfulas de gran estrella terminan por cansar a los otros tres (David J, Daniel Ash, Kevin Haskins), que aprovecharon una baja por enfermedad para ponerlo de patitas en la calle. Luego hicieron muchas cosas por separado, con nombres como Dali´s Car, Tones on Tail (recomendable su tema ‘Go!’ y su álbum ‘Pop’), Love and  Rockets (destacable el ‘Kundalini express’ y su versión del ‘Ball of confussion’ de los Temptation)…, hasta ahora, que se han tragado sus diferencias y han vuelto a escena para recordar los viejos tiempos.

Tuvieron una vida corta y en un momento en que las novedades del rock tardaban mucho en llegar al gran público. Por eso, escuchándolos 35 años después, sus grandes canciones aparecen con mayores dimensiones e impresionan más.      


CARLOS DEL RIEGO

jueves, 17 de octubre de 2013

CONSECUENCIAS Y PERVIVENCIAS DE LA LEYENDA NEGRA Hechos y situaciones como la alergia a la bandera o al término España que muestran muchos españoles no son sino vestigios de la leyenda negra que construyeron los enemigos de este país.

La obra de de las Casas es uno de los argumentos en que se apoya
 la leyenda negra..

Un hispanista extranjero señalaba no hace mucho que la única razón de la existencia de la leyenda negra española es que en España sigue habiendo muchos dispuestos a creérsela; en este sentido, explicaba, hubo leyenda negra contra Napoleón en toda Europa, pero como los franceses no le hicieron el menor caso la cosa se disolvió, desapareció. De hecho, sólo en España sigue vigente el término y su significado.

Los excesos de los Tercios españoles en Flandes también dieron base a la leyenda, aunque usaron igual crueldad que otros ejércitos europeos.

La leyenda negra antiespañola surge (aseguran la mayoría de autores) en el siglo XVI, difundida por los enemigos comerciales e imperiales de España, sobre todo Inglaterra y Holanda, pero también por españoles, como el secretario traidor de Felipe II, Antonio Pérez, o el exagerado fray Bartolomé de las Casas. La base de la leyenda hay que buscarla en la Inquisición, las actuaciones de los Tercios de Flandes y la conquista de América; asimismo la expulsión de musulmanes y judíos o el poder de la Iglesia. Sin embargo, la Inquisición fue un invento francés y existió en muchos lugares de Europa (Portugal, Alemania, Italia, Polonia, amplias zonas de los Balcanes…), como también existieron organismos similares en países protestantes, es decir, no sólo España puede ser acusada de ello. Por otro lado, la crueldad de los tercios de Flandes hay que colocarla en su tiempo, o sea, en una época permanentemente en guerra, de forma que sólo un ingenuo puede llegar a creerse que en el campo de batalla hay unos que se comportan como caballeros y otros como salvajes; sólo hay que echar un vistazo a todos los conflictos armados que asolaron Europa en ese siglo y en los siguientes y en los que no participó España, y luego comparar actuaciones.

Y por último, lo de la conquista y la ‘Brevísima relación de la destrucción de las Indias’ de Bartolomé de las Casas; hay que decir que las exageraciones del fraile son colosales, empezando por cifras, tiempos y distancias imposibles, y continuando al decir que los indios eran mansos, buenos, sin maldades, fieles, pacíficos, humildes, carentes de odio y deseo de venganza…, cuando lo cierto es que la América precolombina era tremendamente violenta, cruel y sanguinaria, abundaban los sacrificios humanos, las guerras interminables por el poder, los secuestros de jóvenes para el sacrificio, de mujeres para entregar, de hombres para la esclavitud…; Bernal Díaz del Castillo achaca (con respeto reverencial) a de las Casas el hecho de que hable “sin haber estado allí”, mientras que él fue “testigo de vista” al ir junto a Cortés en aquella primera expedición de 1919, y por cierto, en esta obra describe cómo cuando entraban en los adoratorios (los cúes) estaba todo manchado de sangre y de costras de sangre ennegrecidas, y olía “peor que en los mataderos de Castilla”, pues allí destripaban, decapitaban y mutilaban a los indios señalados para el sacrificio (y a algunos españoles que capturaron, a los que “aserraban el pecho con unos navajones de pedernal y sacaban el corazón bullendo”); además, también explica cómo los caciques de los pueblos sometidos por Moctezuma iban llorando a Cortés para que los defendiera contra los mexicanos, que periódicamente aparecían para llevarse niños y jóvenes, para forzar mujeres y dar muerte a quien osara sublevarse. Es decir, los indios no vivían en un paraíso antes de la llegada de los españoles, sino que era un mundo extremadamente violento y cruento en el que los fuertes aplastaban a los débiles…, como en todas partes. Y en todo caso, compárese la actuación española con la de otros países colonizadores.

Esa leyenda negra tiene vestigios y pervivencias en la actualidad y se aprecia en todos los ámbitos de la sociedad; entre otros muchos pueden destacarse estos. Exhibir u ondear una bandera española es tenido por síntoma de fascismo por gran parte de la población (no así si es bandera de nacionalistas o de otro país), hasta el punto de que la mayoría de partidos políticos jamás la tienen presidiendo sus actos (y no digamos el himno), algunos a pesar de llevar el gentilicio en su propio nombre; en todos los países del entorno cualquiera puede lucir una camisa con su bandera impresa, mientras que hacer eso aquí sería correr un riesgo cierto y tener el seguro del insulto y el desprecio. No pocos sectores de la sociedad (desde los nacionalistas hasta los grupos de rock) tienen verdadera alergia a pronunciar la palabra España, que ha sido sustituida por Estado Español; por ello, bandera, himno y término España se han convertido para amplios sectores en algo indeseable per se. Asimismo, los grandes españoles de la historia son vistos con desprecio, se destacan sus errores y crueldades (sacándolos totalmente de contexto) y se niegan sus logros. Las hazañas conseguidas por cualquier Pérez o García se consideran producto de la suerte o son ignoradas e incluso negadas. Y cuando existen testimonios contradictorios acerca de un hecho o persona, los españoles que odian a su país darán crédito sólo al que se posiciona en contra, por sistema, sin siquiera pararse a leer o escuchar la otra versión; y en este sentido, es habitual aquí menospreciar lo propio y ensalzar cualquier cosa que venga de fuera. Además, si España entra en conflicto con otros países (Marruecos, Francia, Inglaterra), los españoles ‘anti-España’ se pondrán indefectiblemente, sistemáticamente, a favor del otro… Son sólo muestras de lo que la leyenda negra (a la que se da credibilidad en contra de la evidencia) ha conseguido mantener a lo largo de los siglos. Hay que añadir que a ello contribuyó el franquismo, con el que incomprensiblemente se identifican los símbolos y la Historia de España.       

En ningún país del mundo hay tantos que desprecian el lugar donde han nacido como en España, en ningún país se oculta la bandera, se niegan hazañas ni se menosprecia a sus héroes tanto como en esta tierra que, por otro lado, sea tal vez la más invadida de la historia: primero celtas, luego fenicios y griegos, más tarde cartagineses y romanos, posteriormente visigodos y suevos, vándalos y alanos, e inmediatamente los musulmanes…, incluso los vikingos penetraron por los ríos atlánticos en el siglo IX y Napoleón lo intentó en el XIX. Por eso, resulta estúpido achacar a España haber invadido y conquistado, pues tal cosa ha hecho el que ha podido durante los últimos cinco mil años, incluyendo los nativos americanos antes de 1492.

Eso sí, el grado de antiespañolismo de algunos españoles es directamente proporcional a su ignorancia o adoctrinamiento ideológico, el cual ocupa todo el pensamiento sin dejar espacio para cualquier otra posibilidad.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 13 de octubre de 2013

EL INAGOTABLE PAUL MCCARTNEY VUELVE A ESCENA Se lanza al mercado estos días el enésimo disco del gran Paul McCartney, ‘New’, un álbum lleno de espíritu ‘beatle’ y que demuestra que este tipo es un auténtico creador, un artista vocacional que derrocha tanta ilusión como cuando se juntó con un tal Lennon hace casi 60 años

Paul conserva las ganas e ilusión para seguir tocando.

Es Paul McCartney un hombre rico, multimillonario, posesor de derechos de miles de canciones (incluyendo exitosos musicales), tiene enorme prestigio y reconocimiento en todo el mundo, acumula un sinfín de premios y distinciones, su nombre estará siempre asociado a la banda más importante de la historia del pop (y sin duda de todo el siglo XX), es autor de algunos títulos inmortales que ya pertenecen a la cultura mundial, ha vendido millones y millones de discos…, en fin, lo que se dice una leyenda viva. Así, ¿qué le impulsa a seguir en escena, a sentarse a escribir canciones y crear melodías, a colgarse la guitarra ante el micro y cantar? Tiene ya 71 años, pero a diferencia de otros, no quiere saber nada de retirada, de apartarse y dejar paso, de recluirse a recordar viejos tiempos, o sea, que no piensa en la jubilación. Es más, publica ahora (noviembre 2013) un nuevo disco, ‘New’, un álbum que hace honor a su título con material flamante y recién horneado; con éste son ya dos docenas los discos de Paul desde que The Beatles dejaran de existir, y a ello hay que añadir las bandas sonoras, recopilatorios, discos de clásica, directos… Sí, la pregunta es oportuna, ¿de dónde saca energía, ganas y talento  para hacer un nuevo álbum? Guste o no guste, hay que reconocer que este tipo tiene mucho mérito.


En realidad Paul siempre fue el más profesional y, probablemente, el más trabajador de los cuatro de Liverpool, y así ha sido desde que en 1970 se hizo oficial la disolución, ya que jamás ha dejado pasar demasiado tiempo entre disco y disco, entre gira y gira. Es evidente, su vida es la música, la composición, el estudio de grabación, el escenario; ya sea con su bajo al cuello, la acústica sobre sus rodillas o sentado ante el teclado, este septuagenario se convierte en un mito viviente llamado Paul McCartney, uno de los nombres clave en la cultura popular de la pasada centuria.     
No es preciso recordar que junto a Lennon ya se mostró como un brillante e inspirado compositor, pero es que una vez sin aquel al lado también ha construido piezas fácilmente calificables de excelentes, empezando por la primera que grabó tras la separación, la subyugante y triste ‘Another day’, que a poco que se hubiera retrasado dicha disolución hubiera sido otro gran éxito de The Beatles.

Lejos de apoltronarse, de dejar su trabajo, su vocación, el gran Macca ha acelerado el paso al reincorporarse al camino, pues su vigesimocuarto (o quinto) disco de estudio sin escarabajos deja bien claro que el tipo mantiene la tensión y que no ha perdido empuje ni inspiración. ‘New’ no ofrece, en realidad, casi nada nuevo, es decir, no se mete en vericuetos extraños, no hace experimentos con la electrónica o el rap, no delira, no pierde el norte, sino que hace lo que sabe hacer como nadie: componer buenas melodías, arreglar con gusto y personalidad, con estilo, y presentar todo con sencillez, sin grandes aspavientos que distraigan la atención (cosa que suelen hacer los que no confían en sus canciones).

Tras unas primeras escuchas queda clara una cosa: se trata de una colección de cortes muy cercanos al ‘espíritu beatle’, bien terminados, directos y con algunas piezas excelentes. Si hubiera que destacar algún título tal vez fuera ‘Everybody out there’, una canción magnífica en términos absolutos, puro talento, dinámica gracias a una permanente presencia de la acústica, dotada con atractiva melodía…, es a pesar de todo muy McCartney sin Lennon. El primer single es homónimo del álbum, y aunque no ha tenido buena acogida ni buenas críticas, hay que decir que posee el encanto ingenuo de la primera etapa de Beatles. ‘Appreciate’ aporta un grado importante de atrevimiento, de sorpresa, pues su ambientación llama la atención desde el primer momento. Otra canción sobresaliente es ‘Early days’, tratada en clave folk con un resultado ligero y  protagonismo para las acústicas y las voces. ‘Save us’, ‘I can bet’ o la sensacional ‘Road’ son también destacables en un disco verdaderamente recomendable. Hay que señalar que algunos temas (curiosamente varios de los mejores) han sido producidos por Gilles Martin, el hijo del emblemático productor de The Beatles Georges Martin.  

Este Macca es un infatigable creador, de esos que parecen tener un almacén infinito de canciones. Conserva la voz en muy buen estado (no hay que olvidar que tiene setenta y una castañas y lleva cantando casi sesenta), la cabeza nunca se ha movido de sus hombros ni sus pies se han separado del suelo, grandes méritos para haber vivido tanto tiempo en primer plano y en un universo que desgasta y consume tanto como el del rock & roll.

Ojalá haya Pau McCartney para muchos años…, ya veremos qué tal es lo que edite cuando pase de los ochenta.     


CARLOS DEL RIEGO

jueves, 10 de octubre de 2013

LA INSOPORTABLE BENEVOLENCIA CON EL CRIMINAL El asesino Bolinaga está en la calle a pesar de que su enfermedad terminal no es tal, el general Galindo en la calle tras cumplir cuatro de los 75 años a que se le condenó, y un responsable de deporte paralímpico que llevó a los Juegos Olímpicos deportistas sanos se marcha a casa pagando unos cuantos billetes. Delinquir aquí es rentable.

Sólo dos de todos estos jugadores que ganaron el oro olímpico padecían minusvalía. ¡Cómo pudieron pensar que nadie se daría cuenta!.
En las últimas semanas se ha podido comprobar cómo la administración de justicia en España (leyes, jueces, fiscales) ha hecho todo lo posible para minimizar penas a delincuentes confesos, para quitar años de cárcel a asesinos, como si tratara por todos los medios de que quien burla le ley gozara de más protección que quien ha sufrido el delito; por el contrario, esos responsables de que la justicia se escriba con mayúscula, al buscar cualquier resquicio para quitar años o meses de castigo, dan sensación de haber olvidado por completo que la víctima recibe un nuevo agravio con cada beneficio que se otorga al delincuente.

Un asesino múltiple y secuestrador, el etarra Bolinaga, ha sido excarcelado porque estaba enfermo y en estado terminal. Un policía con muertos a sus espaldas, el general Galindo, ha salido de la cárcel después de haber pasado entre rejas apenas cuatro años a deportistas sin discapacidad, a falsos minusválidos, a competiciones internacionales reservadas para disminuidos físicos o síquicos; una vez cazado, su castigo ha sido pagar 5.400 euros. No es que en otros países no haya terroristas, indignos guardianes de la ley o tramposos indecentes, seguro que en todas partes cuecen habas; el problema es que aquí el criminal apenas paga, lo que se traduce en crudelísima sanción para quienes padecieron el crimen y sus familiares.  

El tal Bolinaga fue condenado a 175 años, pero cuando no llevaba ni 15 alegó padecer un cáncer terminal; en contra de la opinión de muchos médicos (incluyendo el forense encargado del caso), los engreídos jueces de la Audiencia Nacional lo pusieron incomprensiblemente en libertad al dar por buena la opinión de que apenas le quedaban ocho o diez meses de vida, opinión médica discutida desde el principio. Más de un año después el tiparraco está por ahí tomando cañas y riéndose de los cadáveres que dejó, cuando debería estar entre rejas y, si fuera necesario, recibir allí el tratamiento que necesitara. Claro que esta gente siempre contará con jueces pervertidos como Garzón, que declaró que “el estado de derecho no puede permitir que persona alguna muera en prisión”. Sorprenden estos jueces que siempre salen en apoyo de los criminales, incluso vigilando para que no se queden sin postre, jamás tienen una palabra de aliento para la víctima.

El general Galindo, a quien no se puede negar mérito en la lucha contra el terror, pensó tener derecho a oficiar de juez y verdugo, y liquidó y encaló a dos terroristas etarras. Fue sentenciado a 75 años de cárcel en el año 2000 pero cuatro después empezó a dejar la prisión por enfermedad cardiaca, pasando a estar en un hospital o en su casa bajo vigilancia. Ahora (2013) ha recibido la libertad condicional, pues dicen que ya ha cumplido las tres cuartas partes de su condena…; tres cuartos de 75 son casi 19, por lo que matemáticamente la excusa no funciona, así que tiran de esa injusticia llamada redención de pena día cumplido, por trabajo, por enfermedad, por buena conducta…, para que lo redimido sea superior a lo cumplido.

Así las cosas, ¿por qué se condena a alguien a X años si se sabe positivamente que no cumplirá ni una pequeña parte de la pena?, ¿por qué indefectiblemente jueces y fiscales van a donde haga falta para encontrar resquicio legal con el que aliviar al asesino?, ¿por qué esa falta de compasión y comprensión para con los damnificados? Algunos por miedo, por auténtico miedo, pero casi todos porque inconscientemente (o conscientemente) sienten más empatía con el agresor que con el agredido. Así es, por descabellado que parezca.

Comparado con el delito sangriento, lo del responsable del equipo paralímpico que llevó diez deportistas sanos y sólo dos discapacitados a los juegos de Sidney 2000 parece cosa de broma. Sin embargo no lo es, pues se antoja ciertamente asqueroso hacer trampa semejante. El tal Fernando Martín Vicente (que además, cómo no, ha distraído unos millones de subvenciones) acordó con los fiscales un pacto, de modo que aceptó pagar 5.400 euros y marcharse a su casa; además, es el único ‘condenado’, pues la otra docena y media de imputados también consiguieron cerrar un buen trato. Cuando se pacta es porque una parte tiene algo que posee la otra o cuando se enfrentan dos partes con la razón difusa; entonces se pacta, se acuerda, cediendo unos y otros. ¿Qué tenían que ofrecer los estafadores?, ¿en qué cedieron los fiscales?, ¿por qué hay que ceder ante esta gente?, ¿cómo es posible que semejantes farsa, timo, burla se salde con 5.400 euros? Por esto, ¿si alguien planea una engañifa parecida, un tocomocho de este tipo, se echará atrás al pensar lo que le puede pasar si le pillan?

Sinvergüenzas hay en todas partes. La diferencia es que en unos lugares los castigan como se merecen (¿hubieran preferido los dos primeros que se les pagara con su misma moneda?) y en otras casi les dan una palmadita en la espalda y una subvención.


CARLOS DEL RIEGO

lunes, 7 de octubre de 2013

THE CLASH VUELVE A ESCENA Acaba de ponerse a la venta una recopilación monumental con la discografía de The Clash, la potente banda británica de punk-rock; un inmejorable pretexto para recordar lo mejor de la trayectoria del grupo del malogrado Joe Strummer.

The Clash en escena, viva imagen del punk 77.
Se trata de una caja con casi todos los discos del cuarteto, pues sólo falta el último, que es bastante flojo y ha sido considerado como ajeno al grupo al faltar Mick Jones; se completa con tomas alternativas, caras B y demás parafernalia imprescindible cuando se quiere llamar la atención de los incondicionales que dispongan de 200 pavos.

                                

Aparecidos en plena efervescencia de la primera hornada del punk británico, sólo estuvieron diez años en activo, de 1976 a 1986, en los que tuvieron tiempo de hacer álbumes antológicos y canciones imperecederas. Ideológicamente The Clash estaban tan a la izquierda como mandaban los cánones de la juventud de aquel lugar en aquella época, con textos tremendamente combativos, revoltosos, protestones, llenos de dardos contra el sistema y casi siempre firmados por Joe Strummer; sin embargo, el grupo (y su letrista) no era anarquista y no proclamaban el incendiario ‘no future’, formas adoptadas por el punk, sino que lo suyo era algo más inteligente, más abierto, de hecho en no pocos de sus textos lo que hacen es instigar, azuzar a la juventud británica a echarse a la calle y participar más activamente en política; antiimperialistas y antimonárquicos, apoyaban a grupos armados y violentos, como las Brigadas Rojas, la Fracción del Ejército Rojo, el Frente Sandinista...  

Pero a pesar de su pureza ideológica (liderada por Strummer pero con contestación de Jones), pronto evolucionaron lo suficiente como para aventurarse por otros caminos musicales. Sus dos primeros discos muestran el punk feroz y agresivo tan deudor de su momento, pero eso sí, sus canciones tienen más construcción que las de sus contemporáneos e incluso muy pronto empiezan a aparecer referencias a otros géneros; así en su primer disco ya hay un reggae, una versión del ‘Police & thieves’ (Strummer escuchaba ritmo jamaicano desde pequeño).

                                 

La cumbre artística de la banda llega en 1979, cuando de la mano de un viejo zorro que se las sabía todas (Guy Stevens) publican el extraordinario ‘London Calling’, un doble a precio sencillo con canciones sublimes, apasionadas, rabiosas, pero también cargadas de sentimiento e incluso elegancia, algo absolutamente atípico en cualquier punk que se preciara. El álbum empieza con una de las entradas más famosas de la historia del rock, mostrando la voz de Joe como suplicante, como si clamara; es el tema que da título al álbum una canción asombrosa por su simpleza y contundencia, por su capacidad de hechizo y su potencia, por sus efectos y arreglos, por sus cambios vertiginosos, por sus guitarras…, y es imposible no cantar junto a Joe. Pero es que la siguiente es una trepidante versión del ‘Brand new Cadillac’ de Vince Taylor, convertida aquí en rockabilly irresistible, de esos que impiden la quietud. El nivel se mantiene con la maravilla ‘Jimmy Jazz’, que hace honor a su título y que ha sido capaz de atraer a cualquiera que la haya escuchado, independientemente de su edad, gustos o modas; es refinada, pulcra…, deliciosa. Luego la cosa vuelve a ponerse ardiente con ‘Hateful’, dotada de un ritmo, cambios y puentes instrumentales absolutamente arrebatadores…, imposible sustraerse a sus guitarras y su precioso estribillo. Y para cerrar una de las caras más perfectas de toda la historia de la música rock en cualquiera de sus variantes, ‘Rudie can´t fail, otra demostración de talento, con un Joe Strummer más vehemente que nunca, con arreglos múltiples, melodía y estribillo cargados de ingenio e imaginación. ¡Qué cinco canciones!; habría que ir a Beatles o Stones para encontrar tanto en tan poco espacio. Pero es que la cara B del primer disco se inicia con el inmortal ‘Spanish bombs’ y sus frases en (malísimo) castellano, que tanto juego dieron en aquellos últimos setenta y primeros ochenta del siglo XX; la combinación de guitarras (eléctricas y acústicas) resulta tremendamente efectiva, con teclados sutiles y musculoso ritmo; cuando la tocaron en directo en España en su primera visita se produjo el delirio, todo el pabellón gritando como si hubieran pulsado algún resorte a la vez en los diez mil asistentes, que enardecidos saltaban y cantaban como si su vida dependiera de ello…, fue un 

momento memorable. El resto de la cara es asimismo excelente, pero si hay que destacar ha de ser ‘Lost in the supermarket’ por su dinamismo y la exuberante atmósfera que crea (a pesar de hablar contra el consumismo). El disco dos empieza con un ska hipervitaminado, una versión del ‘Wrong Em´boyo’, seguido del existencialista ‘Death or glory’…; este segundo disco contiene otros títulos de máxima calidad, aunque menos conocidos. Sea como sea, tan extraordinario álbum termina con una canción fantasma, pues el tema ‘Train in vain’, pop de altísimo standing, no viene consignado en los créditos, está como quinto corte de la cara B del segundo disco pero su título no aparece ni en la carpeta ni en la etiqueta.

Se trata, en fin, de una colección de canciones de las más diversas especies y pelajes que poseen propiedades estimulantes, revitalizantes, gratificantes…, cuando se desea que el cerebro segregue una buena cantidad de endorfinas, millones de personas en el mundo recurren al ‘London calling’. Es infalible.

El año siguiente lanzaron el triple ‘Sandinista’ (de nuevo a precio de un solo elepé, a costa de los beneficios del grupo… al menos eso decían en 1980), que fue como una selva de canciones (tres docenas) en la que vuelven a recorrer múltiples estilos y ritmos con aplomo y conocimiento. Si hubiera que subrayar alguna serían, ¡cómo no!, ‘The magnificent seven’ (que es casi un rap…, sin casi) y la delicada melodía en clave góspel ‘Hitsville Uk’. Ni que decir tiene que las letras componen un enorme y musical panfleto que apoya todo lo que esté a este lado y maldice todo lo que esté al otro. En general, los textos de The Clash, atiborrados de política, suelen pecar de demagogia, de visitar en exceso tópicos y lugares comunes, y de una combativa, intolerante y excluyente ideología…, en realidad no podían decir otra cosa; por otro lado, en los dos últimos años de los setenta del siglo pasado en España apenas se prestaba atención a las letras, quedándose el personal con lo que insinuara el título o alguna que otra frase que alguien traducía; lo importante eran las canciones, las guitarras, las melodías.

Ya en 1982 lanzan el explícito ‘Combat rock’, que volvía a incluir piezas emblemáticas, como el magnífico ‘Should I stay or should I go’, el cual muestra un grupo de punk 77 con toda su energía; por cierto, los coros vuelven a ser en español sudamericano; también aquí están el reivindicativo ‘Know your rights’ y la cadenciosa y bamboleante ‘Rock the Casbah’, tal vez el canto de cisne de The Clash, su última gran canción.

En apenas diez años Strummer, Jones, Simonon y Headon (o Chimes) crearon un sonido, un estilo y una colección de canciones superlativas. Muerto el primero hace más de diez años, siempre es buen momento para recordar todo aquello.  
           

CARLOS DEL RIEGO

viernes, 4 de octubre de 2013

BOMBA EN UNA IGLESIA: LA ESTUPIDEZ DEL TERRORISTA ANTISISTEMA Unos protoseres carentes de cerebro han puesto un explosivo en la Basílica del Pilar de Zaragoza; seguro que pensaron “yo pienso así, y como yo tengo la verdad única puedo hacer lo que quiera en función de esa verdad, pues eso me legitima para lo que sea”

Los grupos antisistema se creen legitimados para hacer lo que quieran...,
igual que los fascistas.
Individuos cortos de entendederas no han tenido otra ocurrencia que poner un artefacto explosivo en la Basílica del Pilar, en Zaragoza, siendo ya cuatro los atentados con bomba destinados a iglesias o personas relacionadas con la religión católica. Los autores de tan imaginativa y valiente iniciativa se califican a sí mismos como grupo antisistema o antirreligión, de forma que adoptando tal denominación ya se sienten legitimados para atentar, es decir, su proceso mental fácilmente sería: “como soy de izquierdas, anarquista radical y contrario a la religión, como lucho contra el sistema político y capitalista, puedo utilizar la violencia, puedo destrozar e incluso dañar o matar a quienes me parezca”. Claro que si alguien les pagara con la misma moneda, si alguien pusiera explosivos en sus lugares de reunión o residencia, si alguien atentara contra ellos en su garito favorito, pondrían el grito en el cielo, se harían bocas llenas de “fascistas retrógrados, fachas reaccionarios”. Es decir, como ellos se sienten posesores de la única y absoluta verdad, se ven superiores moralmente y por tanto autorizados para hacer prácticamente lo que les parezca, sin embargo, utilizando ese mismo proceso mental (que no razonamiento), no admiten que alguien pueda pensar idénticamente pero en sentido contrario, por ejemplo si un grupo ultraderechista les agrede físicamente.

En realidad no se dan cuenta, pero esos modos de pensamiento están en la esencia del fascismo: “tengo toda la razón de mi parte, por lo que puedo hacer lo que sea para defender mi idea”; es el procedimiento que lleva a cabo el desneuronado cerebro del fanático, es el lugar en el que coinciden los totalitarismos, ya sean capitalistas o comunistas. Creen que es suficiente pensar de un modo determinado para poder pasar por encima de las leyes y los derechos: “mi pensamiento, mi idea es la única acertada, así que tengo derecho a quebrantar las reglas; y además, los que piensan distinto a mí viven en la mentira, en el error, en la corrupción, y por tanto no tienen derecho a utilizar los métodos que yo utilizo”. Y es que sólo hay que creer fanáticamente para sentirse superior. Lo más sorprendente es que todos estos grupúsculos se dicen antifascistas, pero utilizan los mismos medios, maneras y ‘razonamientos’ que los fascistas.

Así piensan también, por ejemplo, los asesinos etarras y sus simpatizantes, tan cercanos al nazismo y tan lejanos a la inteligencia y la racionalidad. Baste un curioso hecho para explicar la ausencia de toda razón en este ambiente: hace años un terrorista etarra preparaba una bomba con la mala suerte (para él, buena para sus posibles víctimas) de que le explotó en las manos matándolo en el acto; sus correligionarios montaron en cólera e indignados salieron en manifestación llamando asesinos a aquellos a quienes estaba destinada la bomba, acusándoles de haber dado muerte al “valiente patriota”. ¿Cuál será la avería de un cerebro para un funcionamiento tan deficiente? 

Curiosamente, si el mismo atentado del Pilar se hubiera perpetrado en una mezquita inmediatamente se hubiera pensado en organizaciones de extrema derecha como autores, puesto que cuando se significan “antirreligión” sólo están pensado en catolicismo; de todos modos no hay cuidado por ese lado, ya que estos individuos jamás correrían el riesgo de mostrarse violentos con quienes pudieran devolver el golpe…

Una cosa está más que clara, primero hay que ser un perfecto imbécil para posteriormente especializarse en un tipo concreto de imbecilidad, lo cual exige toda una carrera de adoctrinamiento fanático hasta llegar al convencimiento de que una idea (“mi idea”) es el absoluto y todo puede ser sacrificado a ella.  


CARLOS DEL RIEGO