sábado, 30 de junio de 2012

DEL BOSQUE: EL HOMBRE TRANQUILO Gane o pierda, Vicente del Bosque es un personaje admirable, un hombre que transmite confianza y serenidad en todas las situaciones


Su aspecto bonachón y sereno transmite confianza.


Cada vez que está ante cámara y micrófono, del Bosque da la impresión de estar dominando la situación, pero no de modo forzado, preparado o impostado, sino de manera absolutamente natural, normal, sin dar demasiada importancia a todo lo que rodea a su labor como deportista. Y ello es así porque del Bosque ya tiene asimilado que el deporte, su profesión, es muy importante, pero no lo esencial de la vida, y por eso jamás pierde la compostura. Y por eso cae bien a todos o a casi todos, puesto que hay quien le critica por todo: sus decisiones, sus posturas, sus formas, sus ideas deportivas y extradeportivas…; aquí es oportuna la frase “Conoceréis que se trata de un genio cuando veáis que todos los necios se conjuran contra él”, que da entrada a la muy recomendable novela de John Kennedy Tool ‘La conjura de los necios’.

Siempre tiene tiempo para todos, como demuestra su interminable peregrinación por toda España para aceptar premios y galardones, desde los más solemnes hasta los más humildes y simpáticos. Del Bosque (cien por cien castellano, cien por cien español) acude agradecido con su sonrisa bigotuda y su parsimoniosa humanidad. Y el caso es que ya era así cuando era futbolista del Real Madrid, pues daba la impresión de moverse a cámara lenta, de manejar el balón y las situaciones con exceso de tranquilidad; sin embargo, sus errores eran muy raros y siempre transmitía la sensación de tener todo bajo control.
Sí, se trata del típico hombre tranquilo, ese que jamás pierde el control sobre sí mismo, ese que analiza la situación desde la serenidad y el sentido común y del que nunca se espera una respuesta airada, una postura desafiante. Su respeto por los rivales y por las opiniones contrarias son proverbiales, siendo mucho más comprensivo con los que lo critican (e incluso insultan) que los que están de su parte  ¡Qué diferencia con otros deportistas que parecen pagados de sí mismos, que muestran sin reparos una soberbia infinita, un engreimiento y aires de superioridad que se superponen a sus éxitos deportivos!  
Asimismo también se ha mostrado como una persona sensible que empatiza con el otro, que comprende su estado. En este sentido se puede recordar aquella vez que le preguntaron si no le resultaba difícil decir a un jugador que debía abandonar la selección, que desgraciadamente era uno de los descartes, a lo que él respondió: “pues sí, pero eso no es nada comparado con lo duro que resulta decir eso mismo a un chaval de 14 ó 15 años, como tuve que decir a muchos cuando entrenaba en las categorías inferiores del Real Madrid; la noche anterior lo pasaba fatal, pues sabía el disgusto que iba a dar a unos chicos cargados de ilusión y entusiasmo y que habían trabajado como el que más”.

Del Bosque también tenía toda la calma
 del mundo cuando era futbolista
 
Pero todo eso no quiere decir que sea un pusilánime, que sea un hombre con escasa personalidad, nada de eso. La prueba es que se negó a pasar por el aro por el que pretendieron que pasara cuando el Real Madrid, de mala gana, quiso hacerle un homenaje forzado por la opinión pública, insincero y disimulado (no hay que olvidar que de allí fue despedido tras ganar los títulos más importantes). Fue algo parecido al episodio de la Historia de España conocido como ‘La farsa de Ávila’ (algunos nobles despojaron a una estatua, que representaba al rey, de la espada, la corona, el cetro…) y que bien podría denominarse como ‘La farsa del Bernabéu’. En ésta, los directivos del Real Madrid, empujados por la prensa y el público, no tuvieron más remedio que organizarle un homenaje (debía ser el único sitio que no lo había hecho), pero lo disimularon invitando a otros dos madridistas, Rafa Nadal y Plácido Domingo, con lo equiparaban los servicios al Real Madrid de uno y otros. Evidentemente era una especie de trampa, un montaje, una farsa a la que del Bosque no se prestó evidenciando dignidad, entereza, temperamento, categoría humana.
    
En fin, si uno tuviera que poner su suerte en manos de alguien, del Bosque sería una magnífica elección, pues sería segura su capacidad y honradez.
CARLOS DEL RIEGO  

HACE MEDIO SIGLO QUE THE BEATLES INVENTARON EL POP A finales de 1962 vio la luz un disco destinado a cambiar la historia de la música, el inolvidable y seminal ‘Love me do’


Hace 50 años que apareció este disco
, que dio inicio a la era del pop
 


Al parecer, Paul McCartney había compuesto esta canción en 1958 ó 59, y fue elegida como cara A del primer sencillo de un novísimo grupo. La primera grabación, en junio de ese año, tenía a Pete Best como batería, pero el resultado no gustó a los productores, así que fue despedido y sustituido por Ringo Starr, que grabó la batería en la segunda versión en septiembre; pero la cosa tampoco gustó, así que un mes después se volvió a grabar con un músico de estudio a la batería. El single editado hace 50 años contenía la segunda versión, y el primer Lp del grupo, ‘Please, please me’, incluyó la tercera grabación (con Ringo en la pandereta).
Realmente parecen muchos esfuerzos para grabar una canción tremendamente sencilla, esquemática, una canción que el más novato de los grupos de hoy aprendería a tocar en unos minutos. Pero entonces no había referencias previas, de modo que Beatles tenían que explorar por su cuenta; este es uno de los grandes méritos del cuarteto de Liverpool: abrir puertas, iniciar caminos, mostrar posibilidades, cosa que hicieron más veces en sus menos de diez años de existencia.
La música pop acababa de nacer. Cierto que antes habían triunfado ya cantantes melódicos, pero no se les puede considerar pop en el sentido que tal término ha adoptado con los años y se ha asentado como género; tal vez Buddy Holy (muerto años antes) había acercado mucho el rock & roll primigenio a lo que luego sería el pop, pero bien se puede asegurar que no fue hasta la llegada de The Beatles que el público joven identificó y se identificó con ese nuevo sonido. Desde entonces, ha habido grupos de pop en todo el mundo, y todos, todos, tienen algo (o mucho) de Beatles y de ‘Love me do’.
Esa nueva forma de hacer canciones se demostró ideal para los jóvenes, pues no exigía un gran virtuosismo para tocar y estimulaba la inmediatez y las urgencias juveniles, pues en tres minutos han de entrar un par de estrofas, estribillo y parte instrumental; además los textos pop empiezan a ser mucho menos acaramelados que los de los ‘crooners’ (cantantes melódicos y afectados) y empiezan a hablar de chicas, y otros temas atípicos hasta entonces, de modo irreverente y con dobles sentidos, y se puede cantar sin tener una gran voz, admite coros, entra perfectamente en el disco pequeño (y sobra espacio). En fin, el resultado es directo, lo entendían todos los jóvenes y adolescentes y, otro factor a su favor, no lo entendían los adultos. 
Quien tenga un ejemplar de la edición
 de hace medio siglo, tiene un tesoro
 

Hay que tener en cuenta que géneros tan jóvenes (en todos los sentidos) no exigen mayores complicaciones. De hecho, algunos de los mejores discos de pop y rock están hechos con dos o tres acordes, y no necesitan más elaboración, pues en este caso perderían esa chispa juvenil, esa ingenua agresividad que sólo se tiene al comenzar, cuando se es muy joven y no se toca muy bien. Y es que hay muchos (aficionados, periodistas, músicos) que desprecian las canciones sencillas construidas con tres acordes sin darse cuenta de que el pop, el rock y todos sus derivados son estilos totalmente ajenos a los cánones clásicos, no tienen nada que ver con la música clásica o el jazz, donde se valora tanto el virtuosismo de la ejecución como una partitura complicada. El pop transmite emociones, pero emociones juveniles sencillas y directas, urgentes y apasionadas, y si se consigue, no importa si el guitarrista hace un solo dificilísimo y de perfecta realización o si domina el instrumento lo justo. 
The Beatles, con ese ‘Love me do’ de hace cinco décadas, demostraron que el pop es una forma musical cuyo principal intención es transmitir juventud. Y ningún otro género consigue tanto (el rock es más áspero, más resabiado, más gritón) ni tan rápido.    
CARLOS DEL RIEGO

jueves, 28 de junio de 2012

CAMPEONES QUE NO FUERON OLÍMPICOS La mala suerte, la desgracia y, como en casi todas las calamidades de este mundo, la política, fueron la causa por la que algunos grandísimos deportistas se vieron privados de acudir a los Juegos Olímpicos. Sus nombres, por tanto, tienden al olvido de modo inmerecido, por lo que recordarlos siempre es hacer justicia. Habrá muchos más, pero no se puede dejar de admirar al atleta alemán Rudolf Harbig y al gimnasta español Joaquín Blume

Joaquín Blume ejecutando un 'cristo'
 con su habitual elegancia
 
Estos nombres estaban destinados a la gloria olímpica, pero causas como la guerra o la política privaron a la historia olímpica de grandes atletas. En los Juegos de Londres 2012 aparecerán gigantes del estadio que permanecerán para siempre en el recuerdo, algo que inmerecidamente han perdido Blume y Harbig.


El jueves 30 de abril de 1959 los periódicos españoles informaban de un accidente de aviación que había sucedido en un monte de Cuenca el día anterior y que no había dejado supervivientes. Entre las 25 personas que se estrellaron en aquel vuelo de Barcelona a Madrid estaba el gimnasta Joaquín Blume, su esposa y otros cuatro gimnastas. El destino volvía a darle la espalda (ahora de modo definitivo) a un gran deportista destinado a convertirse en el primer campeón olímpico español de la historia. Nacido en Barcelona, su familia emigró a  Alemania al comienzo de la Guerra Civil y regresó al terminar. Joaquín comenzó a despuntar muy pronto en el gimnasio de su padre, de modo que tras ganar muchos campeonatos de España (el primero con 15 años), acude a los Juegos de Helsinki 1952 con apenas 19 años, quedando en el puesto 52. Pero su progresión lo había convertido, poco antes de los Juegos de Melburne 1956, en uno de los favoritos. Sin embargo, el régimen franquista boicoteó aquellos juegos a causa de la invasión de Hungría por parte de la Unión Soviética, de modo que Blume se quedó sin juegos. Tenaz, constante, siempre sonriente y dispuesto a entrenar (lo hacía, dicen quienes fueron sus compañeros, de modo profesional), perfeccionista hasta el punto de repetir durante horas el mismo ejercicio hasta quedar satisfecho, Joaquín Blume asombró en el Campeonato de Europa de 1957, donde ganó el concurso general (derrotó a Yuri Titov, campeón olímpico antes y después) y cuatro aparatos: paralelas, barra, caballo y anillas. Su elegancia, su potencia y su estilo inconfundible lo habían convertido en uno de los favoritos para los siguientes juegos, Roma 1960. Pero aquel jueves de abril de 1959 el destino, la fatalidad, el acaso o como quiera llamársele consiguió lo que se había propuesto: privarle de la medalla y de la gloria olímpica a la que estaba llamado.

El alemán Rudolf Harbig murió en
 la II Guerra Mundial, perdiéndose
 la gloria olímpica
 
El alemán Rudolf Harbig también tenía una cita con la historia del deporte, pero se convirtió en uno de los grandes atletas a los que la II Guerra Mundial dejó sin Juegos Olímpicos (en realidad participó en el relevo 4x400 en Berlín 36). Récord mundial de 400, 800 y 1.000 metros en 1939, está considerado como uno de los mejores mediofondistas de la historia, destacando su tiempo en 800 metros, que permaneció como tope mundial hasta 1955. Destinado a ser atleta (y casi seguro) campeón olímpico en los juegos de 1940 y 44, el destino le arrebató esas medallas; en lugar de esto, en marzo del 44 (año olímpico sin juegos), Harbig perdía la vida en el frente ruso, concretamente en Ucrania. Su fortaleza de carácter, su tremenda competitividad (sus mejores registros siempre fueron en alta competición), su inquebrantable fuerza de voluntad (nada de alcohol, te o café y durísimos e intensísimos entrenamientos)..., todo se lo llevó la guerra.

El nadador húngaro Ferenc Csik
 antepuso su obligación a su seguridad.j
 
También merece un recuerdo el nadador húngaro Ferenc Csik, también víctima de la guerra, pero que al menos tuvo ocasión de ganar un oro olímpico, insuficiente botín para un deportista de su clase. Ganador de los 100 metros libres en Berlín 1936, Csik murió en la ciudad húngara de Sopron durante un ataque aéreo en 1945 mientras estaba en su puesto: era médico y prefirió quedarse atendiendo a los enfermos. 
Era un extraordinario deportista y un tipo de una pieza.

La guerra, o sea, la política, les arrebató a los tres (y a muchos más) no pocas medallas olímpicas. Por eso hay que recordar a aquellos a quienes les fueron arrebatados Juegos Olímpicos.    

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 27 de junio de 2012

PARTIDOS, SINDICATOS Y OTRAS ESTRUCTURAS OBSOLETAS Pensamiento, tecnología, derechos humanos o solidaridad son conceptos que han ido avanzando con el paso del tiempo. Sin embargo, otros como el funcionamiento del partido político siguen anquilosadas en el pasado, sin moverse un centímetro y sin enterarse de que las nuevas situaciones no funcionan con las viejas herramientas


Huelgas y manifestaciones son los últimos
recursos de los sindicatos para demostrar su existencia

Los partidos políticos se han convertido en algo muy parecido a las sectas. Hay un líder absoluto (el candidato a las generales) al que todo el mundo obedece y al que todo el mundo adula y pelotea; luego están los lugartenientes y hombres de confianza que están en casi todos los secretos y que, aunque vean en el líder decisiones o posturas equivocadas, jamás osarán contradecirle o señalarle error, pues pueden caer en desgracia; después siguen los que realizan las labores de propaganda, infraestructura y oficina, que están en el partido a tiempo completo y aspiran a ir subiendo en el escalafón, que son los que se creen (o lo simulan) todas las patrañas pseudoidealistas y demagógicas, que son capaces de tragar embustes de tamaño cósmico porque se lo ha dicho el secretario general, en quien tienen depositada su absoluta confianza más allá de pruebas y evidencias; y por último están los afiliados, las bases, defensores a ultranza de las siglas en cuestión, fuerzas de choque cotidiano siempre dispuestas a actuar de un modo cercano al fanatismo, negando cualquier acusación a sus superiores y subrayando la misma si va contra las siglas rivales.

Así es y se comprueba a diario. Cualquier militante, votante o simpatizante de unas siglas defenderá con convicción fanatizoide esas iniciales, de modo que primero negará las acusaciones poniendo el grito en el cielo y señalando maniobras oscuras del partido rival, y cuando no tenga más remedio disculpará y justificará cualquier conducta reprochable de cualquiera de los nombres de peso del partido; de hecho, antes de juzgar una conducta, el adicto a unas letras se informará de la preferencias políticas del interfecto para, en función de ellas, manifestar su opinión. Y la razón exclusiva es que esos acusados pertenecen al partido, a mi partido, y por tanto son muy buenas personas, lo que les imposibilita para realizar cualquier actuación reprochable; y por otro lado, puesto que son integrantes del partido, de mi partido, sus faltas siempre serán vistas con mayor comprensión. En este sentido no puede extrañar que se escuche, en boca de algunos militantes y simpatizantes, cosas como “yo votaré siempre a este partido aunque le quiten la comida de la boca de mi hijo”, o sea, fanatismo. En realidad, ese comportamiento coincide con el de los hinchas de los equipos de fútbol, que insultarán y menospreciarán a un jugador o entrenador rival..., hasta que un día se integre en el equipo propio; y viceversa, se adora al integrante de nuestro equipo ensalzándose sus virtudes, pero si se pasa a otro equipo sus cualidades deportivas irán desapareciendo.
Partidos y sindicatos funcionan como las sectas,
 con líderes adorados y seguidores fanatizoides
 

Esta forma de entender la política, sectaria e incapaz de ver la viga en el ojo propio, no tiene ninguna razón verdaderamente objetiva, puesto que no se puede ser una gran persona, honrada, capaz, trabajadora, sólo por pertenecer a un partido, del mismo modo que no se es un corrupto, inútil y vago sólo por pertenecer a un partido. Sin embargo, todos los que votan siempre al mismo partido están convencidos de que eso es así, que el hecho de estar integrado en el partido, en mi partido, convierte instantáneamente a la persona en persona ejemplar. Es verdaderamente asombrosa la adicción, la adoración, la sumisión que provocan las iniciales políticas. Y ello a pesar de que da igual a qué siglas y logos pertenezca el político, pues en unos y otros bandos el fin último es siempre el mismo: agarrar puesto, ocupar sillón, trincar cargo..., y quedarse para siempre en la esfera política.
Prácticamente sucede lo mismo en el mundo de las organizaciones sindicales, sobre todo en las más grandes. Para empezar, no dejan de perder afiliados año tras año, pero los que están en lo alto de la pirámide se niegan a perder protagonismo e influencia. En la cumbre está el secretario, presidente o como se le quiera llamar, bajo él los ayudantes y lugartenientes dispuestos a rasgarse las vestiduras, luego vienen los que mantienen la estructura burocrática y por fin los afiliados siempre listos para echarse a la calle a demostrar lo enfadados que están. 

Pero la realidad es que tanto en los partidos como en los sindicatos el fin último es ir subiendo dentro de la estructura interna, ir colocándose poco a poco cerca de los que tienen capacidad de decisión, de los que señalan a los que van en las listas o a los candidatos a tomar puestos de relevancia; para ello lo mejor es ser ‘más papista que el papa’, o al menos parecerlo. Y así es casi desde que se inventaron esas estructuras políticas, no han variado un ápice sus modos de actuación interna y de cara al exterior, siguen funcionando igual que hace años y años y se niegan a dar el mínimo paso. Y por eso, partidos y sindicatos funcionan de modo similar a las empresas, pero a empresas que no producen ni fabrican ni venden productos o servicios, por lo que requieren subvención continua. Por eso, unos y otros se han convertido en trampolines profesionales que llevan a lo más alto de la política, la banca, la empresa..., por eso quien pilla un buen puesto (jefe de sindicato o partido, ministrable o alto representante sindical, encargado de política de esto o lo otro, de relaciones con estos y los otros, de prensa y propaganda ..., incluso de la parte contratante de la primera parte) se dejará matar antes que abandonar el partido o sindicato, pues lejos de su estructura sólo ganaría un sueldo acorde con su valía. Y es que choca ver a los jerifaltes de partidos y sindicatos repitiendo, imitando todos los rasgos del rico ostentoso.

Pero las cosas cambian, el público tiene cada día más elementos de juicio, más herramientas para informarse, más medios para conocer la realidad. El problema es que  los encargados de la propaganda también tienen más utensilios para impartir su doctrina, por lo que el proceso de cambio masivo de mentalidad puede ser lento, pero a la larga, las estructuras, formas de actuar y objetivos de aquellos dinosaurios tienen que ir variando. Gran parte de los problemas se solucionarían eliminando las subvenciones a unos y otros, de modo que tuvieran que sobrevivir sólo con las aportaciones de sus militantes y simpatizantes; pero esta solución es siempre despreciada por quienes viven muy bien en la situación actual, pues sin dinero público (al que creen tener derecho) todo tendría que reducirse: propaganda, empleados, expertos y asesores, cargos, sueldos y dietas, viajes, reuniones, concentraciones y privilegios de todo tipo.
Que las cosas cambien o no, que todo siga funcionando del mismo modo que hace décadas como si la sociedad fuera la misma, depende de la capacidad de búsqueda de información independiente y veraz por parte del ciudadano, de su habilidad para no dejarse convencer por los trucos de los expertos en marketing y manipulación de masas. De todos modos siempre habrá quien, como en el mito de la caverna de Platón, no quiera volverse para comprobar que la realidad está a sus espaldas, no en la pared de la cueva en la que sólo se reflejan las sombras de quienes pasan por delante de la entrada de la caverna.

Además de partidos y sindicatos, también precisan seria remodelación otras gigantescas estructuras, tan costosas como ineficaces. Así el Senado, cuya absoluta inacción, cuya total inutilidad debería llevarlo a la inmediata extinción; bueno sería saber qué hacen los senadores que valga el sueldo que cobran. Del mismo modo las comunidades autónomas, devoradoras de inmensas cantidades y con muchísimos puestos y organismos inservibles y que, además, promueven la desigualdad entre regiones; se las ha descrito como auténticos reinos de taifas con mucha precisión, pues reproducen cada vez más los modelos del gobierno central. Y así podría seguirse con una ristra interminable de entidades oficiales que cuestan muchísimo y no dan nada (fácilmente prescindibles, por tanto), como la consejería de esto y de aquello, el instituto de este y de aquella, la dirección general de lo de más allá y de lo de más acá, el consejo de ciento y el de cuento, el gabinete del bien y el del mal... y sigue y sigue, y cada uno de los integrantes de todos estos conciliábulos parásitos gana por encima de cinco de los grandes al mes, a lo que hay que añadir las consabidas dietas y gastos, que siempre son con cargo a dinero público.
En el fondo, el problema es que el estado y su funcionamiento se lleva más de la mitad de lo recaudado, con lo que queda poco para el ciudadano de a pie, que paga múltiples impuestos y tiene que ver, a diario y sin poder hacer nada, cómo se dilapida y despilfarra, cómo se esfuman asombrosas cantidades.
La solución vuelve siempre a las mismas directrices: quitar privilegios y tiempo de estancia a los cargos públicos y reducir drásticamente su número, suprimir subvenciones a organizaciones tan particulares como los partidos políticos y los sindicatos, retirar organismos... Pero ¿quién que esté bien colocado en el partido o en el sindicato, en el gobierno central o autonómico, en esta o aquella consejería va a levantar su voz para que se supriman organismos y se eliminen privilegios?

CARLOS DEL RIEGO

martes, 26 de junio de 2012

ISAAC ASIMOV, EL FÉNIX DE LOS INGENIOS DEL SIGLO XX Se trata de uno de los más prolíficos e ingeniosos escritores del siglo pasado, pero también, desgraciada e injustamente, uno de los menos valorados


Isaac Asimov y sus características patillas

Para la mayoría de la población que lo conoce, Asimov era un escritor de cuentos y novelas de ciencia ficción, y más concretamente un especialista el relatos con robots, sin embargo, lo cierto es que su producción literaria abarca casi todos los géneros, y esa producción es tan enorme que no es una exageración comparar a este estadounidense, nacido en la desaparecida Unión Soviética, con el escritor del Siglo de Oro Español Lope de Vega, a quien se llamó ‘Fénix de los ingenios’ por el enorme volumen de su producción literaria. De la prodigiosa mentalidad creativa de Asimov, de su inagotable capacidad de trabajo, de sus insaciables ansias de conocimiento, de la increíble cantidad de datos e información que se incluyen en sus textos, habla la pregunta que le hicieron en una entrevista: “¿Cómo se siente uno sabiéndolo todo?”, le espetaron, y él respondió, “Yo sólo sé cómo se siente uno al tener esa reputación, y es inquieto”. Murió de sida, contraída en una transfusión de sangre que se le practicó en un hospital al ponerle un bypass, en 1992.

Asimov es autor de una tremenda cantidad de libros de las temáticas más diversas. Sus inicios en la literatura, a finales de los años treinta, lo decantan por la ciencia ficción, dedicándose casi en exclusiva a este género durante unos veinte años. Pero en los 25 posteriores a los últimos cincuenta sólo publicó cuatro obras de ficción, centrándose en los otros géneros que cultivó. Posteriormente retomó su vertiente de ciencia ficción, pero ahora alternado temas de todo tipo.

Crater Asimov en Marte; también lleva
su nombre un asteroide..
 
Así, como bioquímico que era, editó un sinfín de obras de divulgación científica que abarcan prácticamente todas las ramas de la ciencia (deteniéndose principalmente en la Astronomía) y que, sorprendentemente, resultan muy amenas (si hay que recomendar, ahí está la extraordinaria ‘X representa lo desconocido’). Del mismo modo asombran sus revisiones e interpretaciones de personajes históricos (la corta pero intensa biografía de Leonor de Aquitania resulta emocionante), de obras como La Biblia (monumental publicación que incluye cantidad de informaciones adicionales), de temas tan dispersos como los dinosaurios (los ‘Lagartos terribles’), de los orígenes del hombre, de los inicios de la civilización, de la escritura, de la formación de América o de los Estados Unidos; escribió sobre la historia de la Bioquímica, de la Literatura, de la Ciencia Ficción e incluso sobre la propia historia de la Ciencia; publicó numerosos textos en los que, de modo ameno y muy instructivo, presentaba desde un punto de vista científico el asunto de la estrella de Belén, del cometa Halley o del origen de los números... Asimov era capaz de escribir con soltura y conocimiento de prácticamente todos los temas, pues su inteligencia desbordante siempre fue acompañada por una curiosidad sin límites. No faltaron en su prodigiosa producción los relatos y novelas de misterio, los sesudos tratados filosóficos y de pensamiento, los humorísticos o las poesías, algunas de las cuales están basadas en juegos de palabras..., e incluso publicó obras como ‘Tesoros del humor de Asimov’, que es un libro con chistes y, a la vez, un profundo estudio en torno al humor y la risa.

Ateo y muy respetuoso con las religiones (“con las genuinas”, decía él), atacó y escribió mucho contra las supersticiones, los adivinos, los curanderos, los mediums y demás patulea de falsarios, embusteros y timadores. Concienciado con los problemas de su tiempo, escribió sólidos estudios sobre temas como el calentamiento global o la desaparición de la capa de ozono, e incluso explicó porqué Internet iba a revolucionar el mundo y anticipó muchísimas de las posibilidades de esa herramienta, y lo hizo en 1988, cuando eso de Internet era sólo para unos cuantos.
Su influencia ha sido tremenda. Para empezar, las dos fábricas de robots y autómatas más importantes del mundo fueron fundadas por dos hombres que, en sus años de universidad, quedaron cautivados por las historias de ciencia ficción de Asimov. Además, la palabra robótica es de su invención y se utiliza hoy habitualmente. Sus obras de divulgación fueron algo así como una revelación para posteriores autores, que entendieron las proporciones idóneas de ciencia y de diversión que hay que poner en una obra para que resulte cautivadora al lector curioso.
Sincero y de ideas progresistas, no temía retirar su apoyo público al político o personaje que le decepcionara. En este sentido, Asimov dialogaba de modo sincero con el lector, sobre todo en esa especie de prólogos con que da entrada a muchísimos de sus relatos, en los que explica cómo, por qué, en qué se inspiró o cuánto le pagaron por escribir el texto que se está a punto de leer (de hecho, hay veces que esas explicaciones pueden llegar a resultar tan jugosas como el propio cuento); por ejemplo, en una de esas descripciones previas al relato, dice algo así como “por esta obra cobré x dólares”, y a continuación añade entre paréntesis “sí, soy judío y, por tanto, tacaño, y por eso anoto todas las cuentas”. Cuando uno lee esto llega a imaginarse que el escritor está ahí mismo, justo al lado, hablando y explicando.

Pero aunque apenas la mitad (tal vez menos) de su producción literaria es ciencia ficción, ciertamente es por este género por lo que es más recordado. Y dentro de esta temática, se podría destacar otra de sus grandes aportaciones, las tres leyes de la robótica (de Isaac Asimov, se suele decir cuando se las menciona); se trata de tres sencillas reglas éticas (moralmente irreprochables) con las que este judío de enormes patillas hizo autenticas maravillas en una serie de relatos sencillamente prodigiosos. En su cuento ‘Runaround’ (de 1942), luego incluido en ‘Yo robot’ (llevada al cine de modo no muy afortunado, pues mezcla personajes y situaciones de varios de los relatos que componen el libro), es donde las enuncia por primera vez: Primera regla, un robot no hará daño a un ser humano ni permitirá que éste sufra daño sin hacer nada (sustitúyase robot por ser humano y queda una regla que todo el mundo debería obedecer); Segunda regla: un robot debe obedecer a un ser humano salvo cuando esa obediencia entre en conflicto con la primera ley; Tercera regla: un robot debe conservar su vida excepto cuando entre en conflicto con las otras dos leyes. Asimov le saca un enorme partido a estas tres obligaciones robóticas y demuestra su capacidad para crear ambientes y proponer asombrosas posibilidades y soluciones.

Un regalo seguro para un niño curioso es, por ejemplo, ‘Yo robot’, pero también hay señoras que con 90 años leen apasionadamente a Isaac Asimov; sea como sea, siempre es buena idea echar mano de uno de sus libros, ya sea de ficción, de divulgación, de historia, de pensamiento, de poesía... Sí, este tipo era un auténtico monstruo de la literatura, un ‘fénix de los ingenios’.  

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 24 de junio de 2012

LAS ÚLTIMAS HORAS DE EDUARDO BENAVENTE Hace tres décadas vio la luz el emblemático disco de Parálisis Permanente, y un año después, en 1983, el carismático Eduardo Benavente murió en accidente de coche tras dar un último concierto en León



Eduardo y Ana
La muerte prematura de un artista lo suele llevar directamente al estatus de mito, de leyenda. Así ha sido con numerosos cantantes y músicos de rock en todo el mundo y así ha sido con Eduardo Benavente, el que fuera cantante, guitarrista y compositor del recordado grupo Parálisis Permanente. En aquellos primeros años ochenta, cuando el punk, el afterpunk (después rock siniestro o rock gótico) y todas las variantes de la nueva ola explotaban por todas partes, Eduardo Benavente pone en marcha un grupo tremendamente marcado por los ambientes más oscuros y expresionistas, encajando textos logrados e inquietantes con estribillos sencillos y fáciles de recordar y cantar. Con eso apareció en 1982 el excelente primer y único álbum de Parálsis, ‘El acto’; dentro de unos días se cumplen 30 años exactos. Al año siguiente, concretamente el 13 de mayo de 1983 tenían un concierto en León...

Lo organizaron los integrantes del grupo leonés Los Cardiacos en la desaparecida sala Tropicana (que colocó el escenario en un sitio distinto del habitual). De entrada, auque el rock siniestro (así se llamaba entonces) ya había penetrado en los ambientes más iniciados de todas las ciudades de España, ver aquellas crestas, aquellas combinaciones de cuero negro y telas moradas, aquellos maquillajes de zombi..., era algo que ponía los ojos como platos incluso a los que ya conocían al grupo.

Unas horas antes del concierto, Eduardo y Ana acudieron a una emisora de radio, Cope León, donde concedieron una entrevista al atrevido programa ‘Ensalada’. Uno y otra iban contestando a preguntas sobre música e influencias y mencionaron a Joy Division, Killing Joke o The Cure; sobre la estética y el aspecto que habían adoptado, dijeron que para ellos no era tan importante como hacer buenas canciones; y también se habló sobre el disco, ‘El acto’, de modo que alguien le dijo a Eduardo que los temas del álbum eran muy buenos, pero que algunos se parecían entre sí, a lo que el autor de los mismos dijo con cierto tono airado “¿Acaso las canciones de los Ramones no se parecen entre sí?”, tras una leve sorpresa todos contestaron, casi a coro, “Sí”, y el volvió a preguntar “¿Y acaso se confunden unas con otras?”, “No”, respondieron los presentes. “Pues eso mismo ocurre con las nuestras, tienen el mismo aire, pero son muy distintas entre sí”. Ana Curra sonreía mientras los locutores indicaban al control que subiera la música. Demostró a aquellos que compartieron con él aquellos momentos que era un joven (sólo 20 años) con mucha personalidad, pero no de los que vocean y hacen aspavientos, sino de los que discrepan aportando razones y argumentos; además, quienes estuvieron presentes en aquella entrevista también recuerdan que el tipo siempre estaba dispuesto a entablar conversación, sobre todo si era sobre música..., al menos aquel día en aquella vetusta emisora de radio.

El concierto fue como un shock para la mayoría de los que asistieron, unos quinientos, que ocupaban la mitad de la sala. Tocaron sus canciones, el público miró sorprendido al principio (no había muchos conciertos en León en esos años, y aquel era verdaderamente chocante allí y entonces) y luego se enganchó con aquel decadente magnetismo de Eduardo. Al terminar, algunos periodistas y organizadores acudieron al camerino (sí, se permitía eso), charlaron con ellos y los invitaron a una fiesta en una casa. Eduardo dijo muy firme que no, que tenían que tocar en Zaragoza al día siguiente y que viajarían toda la noche para, al llegar, descansar y luego actuar. Pero los anfitriones insistieron una y otra vez, que si un ratito, que si era mejor dormir un poco en el hotel, que si una copa..., hubo un instante en el que dudaron, pero no, el cantante mantuvo su decisión. Entonces, alguien preguntó “¿quién conduce?”, a lo que Eduardo Respondió “Ella, es su coche”. Y ese alguien, queriendo hacer la gracia, añadió “¿Ella?, ¿una mujer al volante?, pues más vale que os pongáis los cinturones, ja, ja”. Eduardo apenas levantó la vista, estaba cansado.
En la casa de la fiesta (a la que llamaban ‘La Nasa’) los esperaron en vano durante un buen rato. Al día siguiente la noticia dejó a todos anonadados. Y algunos de los que estuvieron en aquel camerino no podían dejar de comentar cosas como “si se hubieran dejado convencer, si hubieran venido con nosotros a la fiesta, si les hubiéramos insistido más en aquel momento en que dudaron...”.
Sí, tal vez, si hubieran aceptado la invitación, quizá Eduardo Benavente estuviera a punto de sacar, en 2012, su esperado nuevo disco. Pero no fue así, la carretera volvía a exigir tributo a la música.    
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CARLOS DEL RIEGO


viernes, 22 de junio de 2012

INDALECIO PRIETO: TRAIDOR Y COBARDE, LADRÓN Y, PROBABLEMENTE, ASESINO Es uno de los personajes más execrables de todos los que protagonizaron la II República Española, pero goza de gran predicamento entre quienes se creen de izquierdas, por lo que no extraña que sea admirado y se erijan estatuas en su honor

Estatuas, calles y plazas rinden tributo a
 Indalecio Prieto, traidor, cobarde y ladrón
 


La Segunda República Española fue un desastre de principio a fin; llegó mediante un fraude electoral, una burda trampa de quienes querían quitar a aquel para ponerse ellos, y lógicamente terminó del peor modo posible, pero del modo más fácilmente previsible. Uno de los protagonistas de aquellos azarosos tiempos es Indalecio Prieto (que murió  en México hace 50 años), asombrosamente bien considerado a pesar de estar más que demostrado que fue un auténtico traidor, cobarde y ladrón, y a pesar de que no esté totalmente probado, hay muchos indicios que permiten que también se le pueda acusar de inductor al asesinato, es decir, de asesino.

Que fue lo que se dice un traidor es más que evidente, él mismo lo confesó en sus escritos. Él, que había sido uno de los abanderados de la implantación de la república, él, que había asistido al Pacto de San Sebastián (donde se urdieron los planes republicanos y donde se diseñó incluso un chapucero levantamiento militar), él, que dio infinitos discursos hablando de democracia y república, él no tuvo reparo en preparar y llevar a cabo un golpe de estado contra la república, que tantas veces dijo defender, a la primera que los resultados electorales le fueron desfavorables. Al ganar la derecha en 1934, Prieto se encargó (por indicación de los jerifaltes del Psoe de la época) de proyectar un levantamiento que se dio en llamar la Revolución de Octubre, y para ello no tuvo reparos en aliarse con quien estaba más alejado políticamente, es decir, con un monárquico declarado, Ramón Carranza, que fue a quien se alquiló el barco (el Turquesa) con el que abastecer de armamento a los encargados materiales del pronunciamiento. Como era de esperar, pues rara vez el Psoe ha hecho otra cosa que chapuzas, la intentona fue un fracaso absoluto. Sea como sea, Prieto traicionó a la república al conspirar contra ella, y traicionó a sus propias ideas republicanas al buscarse cómplices monárquicos para llevar a cabo sus planes. Doble traidor.
Indalecio Prieto (de oscuro) y Juan Negrín,
dos nefastos protagonistas de la historia del
 siglo XX en España.

Y si se dice que el que fuera ministro de Hacienda, Obras Públicas, Marina y Defensa (entre 1931 y 1938) fue un cobarde es porque el muñidor de tan calamitosa asonada se largó a Francia antes de que todo empezara, para así ver los toros desde la barrera, con la seguridad por encima de todo, de modo que si la cosa salía bien volvería triunfante, y si salía mal ya estaba a salvo. De todos modos, dado que Prieto era cualquier cosa menos tonto, si salió por pies antes de empezar el jaleo es porque estaba casi convencido de que la insurrección estaba condenada al fracaso.

Prieto en uno de sus discursos.
Asimismo puede afirmarse que Indalecio Prieto Tuero fue un ladrón con todas las letras. Y para demostrarlo nada mejor que recordar el bochornoso suceso del barco (yate dicen algunos autores) Vita. El caso es que Prieto, astuto como siempre, vio ya en 1938 que la guerra estaba más que perdida, así que cobardemente puso de nuevo pies en polvorosa y se largó a Sudamérica como embajador, de un país a otro; ya en México le llega la noticia que él esperaba desde hacía meses: los republicanos habían perdido la guerra. Allí, en México, recibió al barco Vita y su valiosísimo cargamento. Éste había sido llenado con más de cien baúles con todo lo que se había robado de las cajas, montes de piedad y bancos, de domicilios particulares e instituciones religiosas, iglesias y monasterios, museos..., un auténtico tesoro con depósitos robados del Banco de España (uno de los expoliados fue el mismísimo Alcalá Zamora), grandes cantidades de monedas de oro (muchas de ellas auténticas piezas de coleccionista), joyas valiosísimas, objetos de arte de valor incalculable, piezas históricas cotizadísimas y muy señaladas y, en fin, otras muchas cosas difíciles de determinar, pues el contenido de algunas cajas jamás se ha conocido. El nefasto presidente Negrín (un auténtico glotón en todos los sentidos) venía expoliando aquí y allá desde los comienzos de la guerra (“previsión”, decía el eminente doctor), y a tal fin creó un organismo que legalizase el expolio, la Caja General de Reparaciones. Gran parte de lo robado por esa caja (y de otras procedencias) fue embarcado en Francia en el Vita con destino a México. Negrín y el PNV querían poner sus manos en el tesoro, pero Prieto (nuevamente el más listo) se buscó como aliado al corrupto presidente mexicano Lázaro Cárdenas, con lo que finalmente los burló a todos y se quedó con todo el botín; y lo fue vendiendo y gastando a pesar de los llamamientos de otros exiliados que le insistían en que el tesoro era para sufragar los gastos del gobierno republicano en el exilio (Gordón Ordás le escribió muchas veces). Pero Prieto (y su hijo) no quisieron repartir, pues apenas dieron algunas migajas a quienes mejor les parecieron. Aun existen los asientos contables en bancos de Estados Unidos que prueban que Prieto y su hijo vendían el oro con regularidad (muchas piezas de enorme valor histórico-artístico fueron sencillamente fundidas). No cabe la menor duda de que fue un auténtico ladrón.

Probablemente también fuera un asesino, aunque este extremo no está probado de modo tan concluyente como los anteriores, aunque sí que hay indicios muy sospechosos. Y es así porque fueron hombres de su confianza, sus escoltas personales, integrantes de su grupo paramilitar conocido como ‘La motorizada’ (que ya había dejado bien claro cómo se las gastaba con quien iba contra su jefe) quienes se presentaron en casa del líder opositor Calvo Sotelo, lo secuestraron con mentiras y contando con la presencia de uniformes y coches oficiales, le dieron un paseo y le pegaron dos tiros en la nuca (¿a qué suena esto del tiro en la nuca?). También fueron a por el otro cabeza visible del partido contrario, Gil Robles, pero no estaba en Madrid y salvó la vida. Si los hombres de confianza de Prieto nunca daban un paso sin su consentimiento, si incluso en el congreso se había amenazado abiertamente a Calvo Sotelo, si él mismo tiraba de pistola, ¿es o no es lícito sospechar que el orondo político asturiano sabía dónde iban y qué iban a hacer Condés y Cuenca en compañía de la Guardia de Asalto? Además, Prieto admite en sus memorias que Condés le comunicó el crimen casi inmediatamente y que encubrió el asesinato de su colega de parlamento..., ¡y lo escribe abiertamente! Los asesinos materiales se pasearon por Madrid los días siguientes sin esconderse, lo que indica el clima que había en España en aquellos años, donde uniformados (Guardia de Asalto y Guardia Civil, o sea fuerzas de orden público) aliados con asesinos profesionales, ejecutan al líder de la oposición y el gobierno sólo se preocupa de que sus partidarios no se manifiesten por el centro de la ciudad tras el entierro, e incluso ordena disparar contra ellos causando cinco muertos. Al margen de Prieto, queda bastante claro el grado de democracia y respeto a las leyes que exhibían los integrantes del Frente Popular.           

Además, también se puede añadir que personaje tan hipócrita y cobarde tendía hacia el fascismo, y en este sentido hay que recordar episodios como la vez que llevó al congreso una pistola con la que amenazó a diputados de partidos rivales aduciendo que alguno también llevaba pistola..., o las maneras de su Motorizada contra otros líderes republicanos como Largo Caballero.  
Es curioso cómo se retiran estatuas de unos y se mantienen o instalan las de otros, a pesar de que unos y otros eran iguales, usaban los mismos métodos y tenían el mismo fin: liquidar al contrario.
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CARLOS DEL RIEGO


jueves, 21 de junio de 2012

FRUSTRACIÓN ELECTRÓNICA Pocas situaciones resultan más frustrantes que un ordenador que ‘se peta’; tal vez sólo sea equiparable a la maquinita que contesta, cuando se llama a algún organismo oficial, con cosas como “si quiere esto pulse el uno, si aquello el dos, si lo de más allá el tres”


¡Quién no se ha visto así al tratar con el
 contestador automático de los organismo oficiales!
 Frustración en estado puro.


Los aparatos electrónicos han supuesto una verdadera revolución. Son herramientas valiosísimas para el trabajo, para la información, para el entretenimiento, pero hay muchas veces que la máquina te deja colgado cuando más la necesitas, lo que provoca una frustración verdaderamente desconocida entre quienes vivieron tiempos en los que había que hacer las cosas de otro modo, a mano casi siempre. El caso es que estás preparando un correo que tienes que enviar y zas, el ordenador se queda inmóvil, no hace nada, el ratón es inútil, pulsas las teclas de escape pero nada... En ese momento no se sabe qué hacer, si llamar a alguien que sepa de esto por si acaso es una cosa de nada (siempre que hay algún fallo se espera que sea algo sin importancia), si armarse de paciencia y esperar a que empiecen a funcionar las teclas y el ratón, si apagar a lo bestia y volver a encender a ver qué pasa o, directamente, tirar el cacharro por la ventana. La situación la ha padecido todo aquel que maneje teclados y monitores, por lo que casi nadie se escapa a la frustración. Es entonces cuando se empieza a echar pestes de este ‘maldito trasto’, luego a sopesar otras posibilidades, como trabajar con otro terminal (pero claro, en el viejo es donde están los archivos), llevarlo inmediatamente a reparar, donde te pueden decir que “la reparación costará tanto que lo mejor es que se compre un ordenador nuevo, precisamente ese que tengo ahí es muy bueno y está de oferta”..., e incluso se llega a pensar en escribir a máquina lo que se quería enviar y llevarlo en persona, o fiarlo al correo postal. Sea como sea, cuando la pantalla permanece inmóvil, cuando has tocado involuntariamente una tecla (no sabes cuál) y te sale un menú desconocido y no hay forma de salir de él, cuando pierdes un archivo o un trabajo y no está ni, por supuesto, sabes cómo recuperarlo..., se llega a la frustración, pero también a la rabia, a la ira contra el fabricante y el vendedor, a los pensamientos violentos y, en fin, a todo lo que la impotencia llega a provocar.  

Las herramientas electrónicas son, ante todo, herramientas, es decir, ningún mecánico que trabaja con destornillador y llave inglesa llega a casa y se pasa su tiempo de ocio con esas herramientas en la mano; sin embargo, hay quien trabaja con el ordenador y al terminar la jornada, en su casa, se pasa las horas comunicándose a través de las redes sociales. Es decir, hay quien ha convertido el destornillador en un juguete imprescindible.
  
La frustración aparece también con los teléfonos móviles, los Ipod y demás maquinaria electrónica. De repente el teléfono no se enciende, se queda la pantalla en blanco o llaman y al contestar te dicen que no te oyen. Y qué decir de la profusión descontrolada de cargadores de móviles y ordenadores, que venden exclusivamente con cada aparato y que, lógicamente, no tienen reparación posible si se produce la avería. Tampoco tienen reparación los propios aparatos, sometidos a la dictadura de la fecha de caducidad (deberían proporcionar esa información al consumidor, como si fuera un alimento), programados fraudulentamente por los ingenieros y diseñadores a instancias de las fábricas.

Pocas situaciones producen tanta frustración como
el ordenador cuando se pone así, cuando se peta,
no deja hacer nada y no se sabe cómo salir de ahí
Pero dentro de la frustración que produce la electrónica, tal vez se llegue al tope cuando no hay más remedio que tratar con la maquinita. Si uno se pone en contacto telefónico con una empresa y quien atiende es un contestador, allá la empresa y sus clientes. Pero si se llama a algún organismo oficial y quien responde es un aparato la cosa cambia. Para empezar, es una falta total de respeto al ciudadano, puesto que se le obliga a conversar con nadie, es algo así como una cosificación del contribuyente, pues se le obliga a ponerse a la altura de una cosa (el contestador). Por ejemplo las citas que se acuerdan con los casi infinitos estamentos a los que todos debemos pleitesía; llamas al número indicado y suena el consabido “si desea tal pulse cual”, que se suele alargar hasta el nueve. Una vez que has pulsado, la cosa sigue y tú has de seguir humillándote ante un montón de cables, plástico y silicio; finalmente, te dicen: “su cita es el día X a la hora Y”, pero puede suceder que en el momento de decirte el día se oiga un pitido (de esos tan habituales en telefonía) que te ha impedido escuchar el día de la cita, lo que te obliga a volver a comenzar el proceso; o simplemente no puedes acudir cuando te dice la máquina, lo que nuevamente te lleva al inicio del proceso. Asimismo también puede suceder que el contestador (su programador) no haya previsto el caso que tú vas a indicarle o, sencillamente, que sólo quieras una información. Y a todo esto el teléfono no es gratuito. ¿Se llega o no se llega a un estado de total frustración, de impotencia rabiosa en situaciones así?

Imagínese que los teléfonos particulares tuvieran ese sistema y cuando te llamara Hacienda el funcionario se viera obligado a acordar un encuentro con el contestador: “Si quiere hablar con el padre pulse el uno, con la madre el dos, con el hijo mayor el tres... Si es de Hacienda pulse el uno, si de Tráfico el dos, si del Ayuntamiento el tres... Si es para reclamar algún impuesto pulse el uno, si para una multa el dos, si para una citación el tres... ”..
 
Sin embargo, hay usos lógicos de la electrónica que, por motivos interesados, no se tienen en cuenta; es decir, podría acabarse con el trasiego de papeles y requisitos legales cuando se va a solicitar un documento oficial. Es decir, en todas las oficinas oficiales te exigen, para lograr tu documento, un certificado de esto o aquello, y tú has de conseguirlo del mismo modo que se hacía en el siglo XIX: yendo a la oficina correspondiente (que estará lejos, claro), solicitando el papel y pagando la tasa. Y eso que sería facilísima la comunicación y el intercambio de información, a través de la red o de una intranet, entre todos los ministerios y demás organismos oficiales, de modo que al ir a formalizar un documento se dan los datos personales y el funcionario obtiene todos los certificados e informaciones que precise en el acto, evitando así pérdidas de tiempo, equivocaciones, gasto innecesario... Pero esto no interesa a la apabullante maquinaria burocrática del estado.


Evidentemente el uso de la electrónica se está volviendo perverso.
     
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 20 de junio de 2012

LA ERRÓNEA PRÁCTICA DE INTENTAR APACIGUAR AL AGRESOR Quienes han de tomar decisiones trascendentes lo hacen, en numerosas ocasiones, pensando que cediendo aplacarán al matón, pero éste refuerza su postura con cada nueva cesión



El inglés Chamberlain y el francés Daladier con Hitler y Mussolini
en Munich (1938); cedieron ante los agresores creyendo
que así los calmarían
Hay políticos que tienen claro que con el brabucón, con el matón, con el que amenaza o, directamente con el delincuente, adoptan una postura firme y toman las medidas oportunas, mientras que hay otros dirigentes que ceden pensando que es mejor evitar la confrontación aunque haya que consentir en todo o en parte ante el que trata de intimidar; y lo hacen pensando que de este modo el agresor aplacará su ira y se conformará. Sin embargo, siempre sucede todo lo contrario, pues quien busca pelea, al ver que el rival se acobarda, él se envalentona e incluso piensa que, al ceder, lo que se está haciendo es darle la razón, es decir, se convence de que tiene derecho a su exigencia y a ponerse como se pone. La cosa no es nueva, de hecho hay en la historia reciente no pocos ejemplos de dirigentes políticos que optaron por no enfadar al agresor, por transigir para evitar problemas; pero la realidad es obstinada, y cada vez que un político ‘se baja los pantalones’ ante quien amenaza, se verá obligado a volver a meter el rabo entre las piernas una y otra vez, hasta que un día se plante y afronte con valentía decisión y firmeza el problema, pues la táctica del apaciguamiento muestra inseguridad, miedo e indecisión.
Chamberlain 'bajándose los pantalones'

Durante la Revolución Francesa, en aquel parlamento llamado La Convención, los diputados más exaltados amenazaban e incluso organizaban al pueblo contra sus rivales políticos; entre éstos (moderados o girondinos) hubo quien optó por tratar de calmar a los jacobinos, pensando que así dejarían de perseguirlos. Sin embargo, lo que ocurrió fue todo lo contrario, que muchos de ellos terminaron en la guillotina (claro que al final también acabaron sin cabeza muchos jacobinos).
Unos meses antes del comienzo de la II Guerra Mundial tuvieron lugar los Acuerdos de Munich, por el que los primeros ministros Daladier (Francia) y Chamberlain (Inglaterra) aceptaron ceder a Hitler una parte de Checoslovaquia (los Sudetes) para evitar la guerra. Así, volvieron a sus países muy ufanos y satisfechos, declarando disparates como que “Hitler es un hombre razonable” o que de esa conferencia vendría “paz para nuestros tiempos”. Churchill, sin embargo, contrario a ceder ante el posible enemigo, dijo a Chamberlain que “pudo elegir entre la humillación y la guerra, prefirió humillarse, pero eso no evitará la guerra”. El astuto y emblemático estadista británico estaba en lo cierto, puesto que al poco de tomar la región de los Sudetes, Hitler se sintió fuerte al comprobar que las potencias occidentales preferían agacharse ante él antes que una guerra, así que rápidamente invadió el resto de Checoslovaquia y, antes de un año, Polonia, dando inicio así a la guerra que Winston Churchill había anunciado. Además, éste mantuvo siempre su firmeza, contario a pactos, tratados o cesiones, y animó a los ingleses a oponerse con todas sus fuerzas a la Alemania nazi. Finalmente quedó comprobado que el hombre pegado a un puro tenía razón, de modo que, seguramente, una postura diferente de Inglaterra y Francia en aquella reunión de Munich hubiera cambiado la historia y, tal vez, evitado una guerra.          

La banda mafiosa y terrorista Eta seguía  poniendo bombas
 a pesar de que el gobierno español adoptaba la política de apaciguamiento

A menor escala, en España hemos visto muchas veces a los grandes líderes ceder y ceder vergonzosamente. Cedieron durante muchos años al chantaje terrorista, hasta el punto de que un presidente (Zapatero) llegó a negociar con los asesinos mientras éstos ponían bombas, excarceló a un abyecto verdugo que decía estar en huelga de hambre (se demostró que era una patraña), e incluso permitió que se avisara a la banda mafiosa Eta de una redada policial. Pero ese personaje de luces muy limitadas (Zapatero) dio muestras de su debilidad pusilánime muchas otras veces, bajándose los pantalones ante los piratas del mar Rojo, ante los nacionalistas separatistas, ante todo aquel que le planteara una amenaza seria. Sólo se mantuvo firme en un acto de mala educación y descortesía, de insulto e incultura: se negó a levantarse al paso de la bandera de Estados Unidos, menospreciando a todos los estadounidenses cuando lo que pretendía era manifestar al presidente Bush su descontento. Como era de esperar, no consiguió absolutamente nada, los etarras siguieron matando, los piratas asaltando barcos, los separatistas exigiendo a voz en grito...

Y es que el resultado de plegarse a la postura del agresor es siempre el contrario al deseado, pues éste se alimenta de la debilidad del agredido (¿acaso la mujer maltratada consigue mejor trato de su pareja o marido mostrándose sumisa?, nada de eso, lo enfurece más). En la película ‘Mars attacks’ (Tim Burton, 1996), hay una secuencia que demuestra en qué acaba la política de apaciguamiento, el bajarse los pantalones ante el agresor. En ella, el jefe marciano y su séquito se reúnen con los senadores de Estados Unidos “para parlamentar”, pero repentinamente los invasores sacan sus armas y se ponen a pulverizar a todos los presentes; en medio de la batalla, el personaje interpretado por Pierce Brosnan (el profesor Kessler), esquivando disparos láser, se dirige al jefe marciano diciendo cosas como “pero señor embajador, esto es una locura, le ruego considere su postura, piense en lo que está haciendo”. Lógicamente, estas palabras de humillación no surten efecto y dicho profesor acaba perdiendo la cabeza. Seguramente es la misma solución que hubiera adoptado el aludido ex presidente (Zapatero), y hubiera obtenido los resultados de siempre.
     
CARLOS DEL RIEGO

martes, 19 de junio de 2012

HEROÍNAS DE LOS TIEMPOS GLORIOSOS DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS No sólo los grandes campeones han forjado la leyenda olímpica. Hay muchas campeonas sin las que el olimpismo jamás hubiera llegado a lo que es hoy


Quién podría decir que la elgante Wilma Rudolph
 había padecido poliomieltis

Un año olímpico es algo especial, y no sólo en el ámbito deportivo, ya que la cita hace variar los planes de muchas personas en todas las esferas de la sociedad. Y si es especial es porque cualquier modalidad deportiva que se disputa en los Juegos Olímpicos aún conserva ese halo de épica, ese espíritu de gesta, de hazaña en la que una persona se convierte en el centro absoluto del planeta (al menos desde el punto de vista de los medios de comunicación y su proyección en la sociedad).

Los grandes nombres de la historia de los juegos son, muy mayoritariamente, masculinos, sin embargo, desde que se permitió a las mujeres participar (cosa a la que siempre se opuso el refundador de los juegos, Pierre de Coubertain, cuyas opiniones no se pueden sacar de su época), ellas han protagonizado asombrosas proezas deportivas. Ciertamente es tal la cantidad de grandísimas campeonas que han dado las 29 ediciones celebradas hasta la fecha (en realidad son 26, pero se computan los juegos que no llegaron a celebrarse a causa de la guerra), que se necesitarían mil páginas para narrar sus logros en la pista.
         
Ya en los primeros juegos de la era moderna, Atenas 1896, una mujer que vivía en las calles, una indigente llamada Stamati Reviti, quiso tomar la salida en el maratón, pero los jueces se lo impidieron; al día siguiente, empezó a correr desde la llanura de Marathon hacia Atenas para demostrar que ellas son capaces de soportar lo mismo que ellos; llegó al estadio y se la invitó a entrar, pero para mostrar su protesta se negó, y terminó su carrera dando una vuelta al estadio por fuera. Fue rebautizada como Melpomene, la diosa de la tragedia. Aquel espíritu, aquella energía desbordante merecía un oro.
Quién podría decir que la elegante
 Wilma Rudolph había padecido 
poliomielitis 

En las siguientes ediciones de los juegos las mujeres tomaron parte en deportes como el tenis o el golf, pero hubo que esperar a Londres 1908 para que entraran en el programa oficial. La primera gran campeona olímpica fue Suzanne Lenglen (nombre que hoy tiene la pista central del torneo Roland Garros de París), que ganó la competición de tenis de Amberes 1920 perdiendo sólo cuatro juegos en los diez sets que disputó; otro detalle es que entre 1919 y 1926 sólo perdió un partido (¿alguien ha vuelto a repetir tal proeza?). Se trata de la primera mujer que ha pasado a la historia por sus méritos deportivos.

Una curiosidad que vuelve a mostrar que los Juegos Olímpicos son fuente inagotable de hechos asombrosos se produjo en Berlín 1936. La estadounidense Helen Stephens ganó los 100 metros lisos, pero muchos en el estadio afirmaban que era un hombre, sobre todo los polacos, que aseguraban que sólo un hombre podía ganar a su campeona Walasiewicz. Stephens, harta de todo ello, se desnudó en público (la escena esta recogida en la imprescindible película ‘Olympia’ de Leni Rifensthal) dejando claro a todo el mundo que era una mujer. Pero lo más asombroso de todo, lo que sólo ocurre en los juegos, es que la polaca Walasiewicz sí era un hombre, como se demostró tras su muerte. ¡Por eso los polacos decían que sólo un hombre podría ganar a su campeón/a!

Tras la II Guerra Mundial, los juegos volvieron a Londres, en una edición muy austera donde hubo que recurrir incluso al racionamiento (Argentina envió un barco de carne). Allí brilló la holandesa Fanny Blankers-Koen, ‘la mamá olímpica’, ‘la holandesa voladora’, una de las más grandes deportistas de todos los tiempos y uno de los mejores atletas que jamás ha pisado un estadio. Había participado en Berlín 1936, con 18 años, con buenos resultados (quinta en relevos), pero llegó la guerra y se suspendieron los juegos de 1940 y 44, lo que le robó muchos triunfos, muchas medallas. Ya en Londres 1948, con 30 años, dos hijos y otro que corrió en su seno por la ceniza londinense, Fanny pudo demostrar sus insuperables condiciones atléticas.

 Venció en las cuatro pruebas en las que se inscribió (100 y 200 metros lisos, 80 metros vallas y el relevo 4x100), aunque hubiera podido vencer también en salto de longitud (la campeona quedó a medio metro de las marcas habituales de Koen) y de altura, pero la longitud casi coincidía con una de sus carreras, así que dijo preferir “ganar un oro que dos platas, pues no hubiera podido concentrarme en dos pruebas casi a la vez”. Al regresar a su país fue recibida por una multitud que la aclamaba entusiasmada, pero ella, con cara de enorme sorpresa, dijo “¿y todo esto sólo por ganar unas carreras?”. Muchos años después, en 1993, Fanny fue invitada a recorrer la recta final del estadio de Wembley, allí donde se convirtió en mito, para recibir el aplauso del público londinense, que le brindó una estremecedora, una emocionantísima ovación; muchos de los que le rindieron tan merecido homenaje (algunos con lágrimas en los ojos) recordaban aquellos momentos en los que la habían visto correr allí mismo 45 años atrás. Ojalá la edición de 2012 dé tanto como la de 1948.

Suzanne Lenglen, campeona olímpica en Londres 1908
 y primera gran deportista de la historia
La australiana Betty Couthbert, ‘la chica de oro’, es el único atleta (hombre o mujer) que posee las medallas de oro en los 100, 200 y 400 metros lisos. Con sólo 18 años venció en Sydney 1956 en 100, 200 (con rédord del mundo) y relevo 4x100 metros. En los siguientes juegos, Roma 1960, se lesionó en las rondas previas y hubo de retirarse; pero no se desalentó, y en Tokyo 1964 se inscribió y venció en los 400 lisos, que por primera vez eran disputados por mujeres. La esclerosis múltiple la relegó, pero ella jamás dejó de competir y aun hoy sigue haciéndolo en la pista de la solidaridad.

Precisamente en Roma 1960 hizo su aparición ‘la gacela negra’, la elegantísima Wilma Rudolph, quien venció en 100 y 200 lisos y relevo corto con una facilidad pasmosa y con una gracilidad en su carrera que los espectadores que presenciaron boquiabiertos su exhibición, jamás podrían haber sospechado que ese prodigio físico de 1,81 metros y 60 kilos había sido una niña enclenque, enfermiza y que estuvo a punto de morir al nacer. Fue la decimonovena (hay otras fuentes que afirman que era la vigésima) hija de un hombre con dos esposas y 22 hijos; nacida prematura, pesó menos de dos kilos, y en el parto estuvieron al borde de la muerte ella y la madre (no hay que olvidar que eran negros en el profundo sur de Estados Unidos en 1940). Con tales precedentes, no es difícil entender porqué Wilma era un niña muy predispuesta a las enfermedades: además de las típicas de los niños, también fue afectada por la varicela y la escarlatina, padeció una pulmonía doble que otra vez la tuvo a las puertas de la muerte y a los cuatro años se le diagnosticó poliomielitis, lo que le dejó una pierna más débil y un pie deformado.

 “Nunca caminará con normalidad” le dijo el médico que la atendió, pero su madre (que debía tener un coraje a prueba de desánimo) buscó y buscó hasta que encontró un hospital para negros donde aceptaron tratar a la niña; así, durante dos largos años, Wilma y su madre recorrieron cien kilómetros dos veces por semana para ir a recibir el tratamiento. Después, un armazón de metal en la pierna y unos ejercicios específicos (realizados con toda tenacidad) consiguieron que Wilma caminara sin prótesis, muletas ni ayuda alguna. Tan sólo cuatro años más tarde, sana y con sus facultades a pleno rendimiento, con apenas 16 años, acudió a los Juegos de Melburne 1956, quedando tercera en el relevo 4x100 metros. En la siguiente cita olímpica se forjó la leyenda, esa que habla de un espíritu de superación casi imposible, esa que trata de la niña discapacitada que nunca caminaría normalmente pero que alcanzó la gloria en el estadio. Tal vez tanto mérito como a Wilma haya que atribuirle a su madre. Un par de años después dejó el deporte para dedicarse a luchar contra el racismo y a trabajar para que la mujer se integrara totalmente en el deporte. Falleció de cáncer en 1994. La fiesta oficial del estado de Tennessee es el 23 de junio, el día de su nacimiento, el ‘Día de Wilma Rudolph’. Debió ser una mujer excepcional. 
  
Cuando ellas quieren algo son capaces de todo..., y esto es sólo una mínima muestra de todo lo que han aportado al olimpismo.
CARLOS DEL RIEGO